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Hasta hace tres años, a monseñor José Clavijo Méndez se le conocía como el padre José o el padre Clavijo. Ejercía su ministerio como presbítero en la Diócesis de Valledupar, para la que fue ordenado hace 29 años.

No se lo imaginaba, no lo planeaba y no lo sospechaba, como él mismo lo dice; y mucho menos a su edad para entonces, 63 años, que iba a ser llamado por el Señor a un nuevo ministerio, el de ser obispo.

“Por tanto, una total novedad en mi vida, como decía el día de mi ordenación: cuando aspira uno a pensionarse y a irse a vivir una vida un poco más reposada y en un chinchorro viendo televisión, lo ponen a uno a vivir una vida tan intensa”, recuerda con la naturalidad que lo caracteriza.

La experiencia de ser obispo la describe como maravillosa, tres años que no ha sentido, “pues no hay día en que no haya algo por hacer”.

La ordenación tuvo lugar dos años y un día después de que el papa Francisco hubiera sido elegido como el sucesor 266 de Pedro. La presidió en Valledupar monseñor Ettore Balestrero, nuncio apostólico en Colombia.

Trece días después, monseñor José, quien se desempeñaba como rector del Seminario Juan Pablo II de Valledupar cuando se enteró del nombramiento, se posesionó como obispo de Sincelejo. Por primera vez se sentaba en la cátedra de la Parroquia San Francisco de Asís, que había sido ocupada durante más de 21 años por monseñor Nel Beltrán Santamaría.

“Encontré una diócesis pujante con muchos aspectos contrastantes, pero, pues, ciertamente, unas grandes riquezas; sobre todo, humanas, en las distintas culturas que uno va encontrando. Y, sobre todo, una fe que, aunque se necesita ilustrarla más y profundizarla más, muy enraizada en el corazón y la mentalidad de muchísimas personas. Dificultades, como en toda parte; de tipo humano, pastoral y que se constituyen más bien en retos que en cosas negativas”, resume monseñor.

Su llegada ha permitido consolidar un derrotero pastoral, que existía, pero que no estaba escrito, y en eso centró sus esfuerzos los dos primeros años de episcopado. Este año, con la colaboración de laicos y presbíteros, se está implementado ese derrotero, “que tiene una marca netamente evangelizadora”, sin despreciar lo que muchos años atrás traía la gente como costumbre y como trabajo pastoral.

Entre sus retos están los de organizar mejor la Diócesis, conseguir los recursos económicos para el sostenimiento de las actividades pastorales y generar una mayor conciencia económica por parte de los miembros de la Iglesia para sacar adelante muchos proyectos.

“Lo que nos hace lentos en algunas cosas es la falta de recursos, pero eso no me desanima porque el Señor también con sus 12 apóstoles tenían solo la bolsa que Judas manejaba y a veces (Judas) hacía trampas. Entonces, tenían muy poquito y todo lo que pudieron hacer fue gracias a que lo económico no es lo fundamental y con los recursos que Dios nos dio podemos hacer mucho”, comenta nuestro obispo.

Una sorpresa para la Iglesia

En su tercer aniversario de ordenación episcopal, monseñor José pide por anticipado a los fieles que apoyen un “proyecto muy bonito”.

“Será una sorpresa que daremos en la Misa Crismal el Martes Santo, a las 10:00 de la mañana en la Catedral. Allí hay una sorpresa para todos los fieles de la Diócesis. Será algo en lo que yo quisiera que todos los fieles, desde el más comprometido hasta el más alejado, nos acompañaran con mucho entusiasmo. Y hago ese mismo llamado a los sacerdotes, aunque yo sé que con ellos cuento, porque con ellos hemos venido construyendo esa sorpresa, que es como un sueño para los próximos años de la Diócesis”, detalla.

Monseñor José celebró esta fecha con los presbíteros y laicos que le colaboran desde la Curia en el gobierno pastoral.

 

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