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ORACIÓN POR EL SÍNODO DE LA SINODALIDAD

Estamos ante ti, Espíritu Santo, reunidos en tu nombre.
Tú que eres nuestro verdadero consejero: ven a nosotros, apóyanos, entra en nuestros corazones. Enséñanos el camino, muéstranos cómo alcanzar la meta. Impide que perdamos el rumbo como personas débiles y pecadoras.
No permitas que la ignorancia nos lleve por falsos caminos.
Concédenos el don del discernimiento, para que no dejemos que nuestras acciones se guíen por perjuicios y falsas consideraciones.
Condúcenos a la unidad en ti, para que no nos desviemos del camino de la verdad y la justicia, sino que en nuestro peregrinaje terrenal nos esforcemos por alcanzar la vida eterna. Esto te lo pedimos a ti, que obras en todo tiempo y lugar, en comunión con el Padre y el Hijo por los siglos de los siglos. Amén.

 

Exhortación Apostólica Laudate Deum | Síntesis y reflexión del Cardenal Luis José Rueda Aparicio

 

San José Patrono de la Iglesia universal

 
 
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Jueves de la quinta semana de Pascua

PRIMERA LECTURA

Considero que no se debe inquietar a los paganos que se convierten a Dios.

Lectura de los Hechos de los Apóstoles    15, 7-21

Al cabo de una prolongada discusión, Pedro se levantó y dijo a los Apóstoles y presbíteros: “Hermanos, ustedes saben que Dios, desde los primeros días, me eligió entre todos ustedes para anunciar a los paganos la Palabra del Evangelio, a fin de que ellos abracen la fe. Y Dios, que conoce los corazones, dio testimonio en favor de ellos, enviándoles el Espíritu Santo, lo mismo que a nosotros. Él no hizo ninguna distinción entre ellos y nosotros, y los purificó por medio de la fe.

¿Por qué ahora ustedes tientan a Dios, pretendiendo imponer a los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros pudimos soportar? Por el contrario, creemos que tanto ellos como nosotros somos salvados por la gracia del Señor Jesús”.

Después, toda la asamblea hizo silencio para oír a Bernabé y a Pablo, que comenzaron a relatar los signos y prodigios que Dios había realizado entre los paganos por intermedio de ellos.

Cuando dejaron de hablar, Santiago tomó la palabra, diciendo: “Hermanos, les ruego que me escuchen: Simón les ha expuesto cómo Dios dispuso desde el principio elegir entre las naciones paganas un Pueblo consagrado a su Nombre. Con esto concuerdan las palabras de los profetas que dicen: “Después de esto, Yo volveré y levantaré la choza derruida de David; restauraré sus ruinas y la reconstruiré, para que el resto de los hombres busque al Señor, lo mismo que todas las naciones que llevan mi Nombre”. Así dice el Señor, que da a conocer estas cosas desde la eternidad.

Por eso considero que no se debe inquietar a los paganos que se convierten a Dios, sino que solamente se les debe escribir, pidiéndoles que se abstengan de lo que está contaminado por los ídolos, de las uniones ilegales, de la carne de animales muertos sin desangrar y de la sangre. Desde hace muchísimo tiempo, en efecto, Moisés tiene en cada ciudad sus predicadores que leen la Ley en la sinagoga todos los sábados”.

SALMO RESPONSORIAL     95, 1-3. 10

R/. ¡Anuncien las maravillas del Señor!

Canten al Señor un canto nuevo, cante al Señor toda la tierra; canten al Señor, bendigan su Nombre.

Día tras día, proclamen su victoria. Anuncien su gloria entre las naciones, y sus maravillas entre los pueblos.

Digan entre las naciones: “¡El Señor reina! El mundo está firme y no vacilará. El Señor juzgará a los pueblos con rectitud”.

EVANGELIO

ACLAMACIÓN AL EVANGELIO   Jn 10, 27

Aleluya. 

“Mis ovejas escuchan mi voz, Yo las conozco y ellas me siguen”, dice el Señor. Aleluya.

EVANGELIO

Permanezcan en mi amor, para que el gozo de ustedes sea perfecto.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan      15, 9-11

A la Hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús dijo a sus discípulos: Como el Padre me amó, también Yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor.

Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como Yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.

Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto.

La reflexión del padre Adalberto Sierra

La vida en el Espíritu está destinada a producir fruto, y el primero de ellos es el crecimiento del discípulo en cuanto tal, seguido del crecimiento de la comunidad de discípulos en cuanto ámbito desde donde se da testimonio del amor cristiano. Pero la comunidad no está replegada sobre sí, sino dirigida a la humanidad; por eso, el fruto se completa en la misión.
Jesús no nos dejó una Iglesia hecha, sino en camino. Esto significa que él marcha delante de los suyos, pero que sus «ovejas» lo escuchan y lo siguen con plena libertad. La historia humana es dinámica, y las realidades de los pueblos son diversas, por eso el seguimiento no es rutinario ni monótono, al contrario, es tan variado como la vida misma. Y es ahí donde los discípulos hemos de tomar decisiones –dejándonos guiar por el Espíritu de Jesús– para atestiguar el amor de Dios.
La metáfora desarrollada de la vid y los sarmientos se concreta en la relación de amor entre Jesús y los suyos, amor que da vida, y vida definitiva, porque se trata del Espíritu de Dios, que lleva al hombre a su propia plenitud y felicidad, porque lo hace hijo y heredero de Dios. Plenitud que se logra siguiendo a Jesús; felicidad que consiste en el don total de sí para llenarse de Dios.

1. Primera lectura (Hch 15,7-21).
La acción de «examinar» (ἰδεῖνπερί) acometida por «los apóstoles» y «los responsables» derivó en una discusión acalorada. Entonces se produjeron tres intervenciones destacadas:
1. La intervención de «Pedro»
Pedro (ya «piedra» firme de la fe) tomó la palabra en medio del desacuerdo general y, «animado por el Espíritu Santo» –según el códice Beza–, recordó a todos lo que pasó en la casa de Cornelio, a donde él no quería ir, porque este era pagano y él consideraba que los paganos eran «impuros». Pero Dios se adelantó a darles el Espíritu Santo a Cornelio y a su familia, con lo cual inutilizó la reticencia de Pedro y demostró que no hace diferencias entre judíos y paganos, a quienes iguala mediante la fe en Jesús. Luego, expresó que sería temerario («tentar a Dios») pretender imponer a los paganos una Ley que ni ellos ni los antepasados pudieron cumplir. El Espíritu de Jesús les trazó el camino «desde la primera época» (Hch 15,7) y no es lícito abandonarlo. Toda la asamblea quedó bien impresionada y guardó silencio, incluso los «responsables», según el códice Beza.
2. La intervención de Bernabé y Pablo.
Después de que Pedro hubo hablado, la asamblea guardó silencio para escuchar a Bernabé y a Pablo (en ese orden), quienes hablaron de los hechos: «les contaron cuántas señales prodigiosas había realizado Dios por su medio entre los paganos». Los hasta ahora sentados en el banquillo de los acusados dan testimonio de la obra de Dios. La expresión «señales y prodigios» o «señales prodigiosas» se usa en el Antiguo Testamento para referirse a las acciones liberadoras de Moisés contra los egipcios. Lucas la utiliza cambiándole el sentido: no se trata de acciones de poder, sino de manifestaciones del amor liberador y salvador del Espíritu Santo. Los otros evangelistas usan esa expresión en sentido negativo, como obras de los falsos profetas. Si Pedro se refirió a lo que era voluntad explícita del Señor, Bernabé y Pablo mostraron su inequívoca actuación.
3. La intervención de Santiago.
Apenas terminaron ellos, tomó la palabra el jefe de los «responsables». Comenzó reclamando la atención de todos, como quien tiene autoridad, y apelando a «Simeón» (cf. Sir 50,1-24) adujo varios dichos de profetas (LXX cf. Jer 12,15; Amo 9,11-12; Isa 65,21) en apoyo a lo dicho por Simeón; luego cambió sutilmente las palabras de Pedro para neutralizar su alcance y volver a los cauces del nacionalismo judío (cf. Sir 1,9-10; 24,7-8.12; 51,12). Se centró en la restauración de la monarquía de David y en la salvación de las naciones paganas a través de Israel –no lo mismo que Israel–, pero no se atrevió a imponer la circuncisión, aunque hizo unas exigencias para dejar claro que los paganos sí debían subordinarse a Israel y, en cierto modo, depender de ese pueblo.

2. Evangelio (Jn 15,9-11).
La demostración del amor del Padre al Hijo se verificó cuando le dio su Espíritu en plenitud (cf. 1,14.32); también el Hijo les demuestra su amor a sus discípulos por el don del mismo Espíritu Santo (cf. 1,16; 7,39). El Espíritu infunde la vida feliz que él comparte con los suyos, y en la que los invita a permanecer, para lo cual no hay más opción que cumplir sus mandamientos, así como él permanece en el amor del Padre cumpliendo sus mandamientos. Hasta ahora había hablado de «un» solo mandamiento:
• «Este es el mandamiento que recibí de mi Padre» (10,18). Se refiere con este al don de su vida y a su resurrección, mandamiento por el cual el Padre le demuestra su amor igualándolo a él.
• «Les doy un mandamiento nuevo…». Se refiere al amor mutuo, igual al suyo por los discípulos. Así como el Padre lo hace Hijo, él hace de ellos hermanos suyos e hijos de Dios (cf. 20,17).
Al expresarse ahora en plural («mandamientos»), les hace ver que el amor reviste muchas formas y tiene variadas exigencias, según las circunstancias y necesidades de aquellos a quienes se dirige. O sea, que se trata de un amor concreto, no de un amor abstracto. No se puede separar el amor a Jesús del amor a los otros. Y no se puede desvincular el amor a las personas de su vida concreta.
La realización humana no consiste en el cumplimiento de deberes. El objetivo del Padre y de Jesús es que los discípulos sean tan felices como ellos. Por eso declara que sus exigencias tienden a que ellos compartan su alegría para que lleguen al colmo de la propia. Dicha alegría es doble:
• El fruto del propio crecimiento los lleva a disfrutar la satisfacción de una vida en realización continua; la práctica del amor renueva la experiencia interior del amor del Padre, de la presencia y el influjo del Espíritu, y del seguimiento de Jesús en la amistad. El amor así experimentado les permite la alegría de «ser como Dios», conociendo lo que conduce a ser feliz (cf. Gen 3,5).
• El fruto que produce el discípulo al crear nuevas comunidades de vida, de alegría, libertad y amor expande la comunidad, incrementa el número de los liberados y salvados, y eso constituye gozo para el discípulo, que comparte la alegría de su Señor. Así se alegran ambos, tanto los que anuncian el mensaje como los que lo reciben, lo viven y testimonian (cf. 4,36; 1Jn 1,1-4).

Mantener la «catolicidad» de la Iglesia es sinónimo de permanecer en la universalidad del amor de Dios. Lo contrario significa caer en particularismos ajenos y contrarios a la buena noticia de Jesús. Desde la primera época, la Iglesia ha sentido esa llamada del Señor y se ha esmerado por responderle con fidelidad. Y así ha de continuar a lo largo de toda la historia.
Jesús no formó un grupo cerrado, sino una comunidad abierta, que se goza en la experiencia de amor que vive cada uno de sus miembros, y en la expansión de esa experiencia para compartirla con el resto de la humanidad. La exclusión o la indiferencia son totalmente ajenas al amor que Jesús recibe de parte del Padre, el mismo que él infunde a sus seguidores. Por eso, la comunidad es «católica» en el más genuino sentido del término, testigo del amor universal del Padre como lo fue Jesús para judíos y paganos.
El pan eucarístico que Jesús parte y reparte entre «ustedes» (la comunidad local) no puede ser separado de la «sangre derramada por todos» (la humanidad entera).

Detalles

Fecha:
19 mayo, 2022
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