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ORACIÓN POR EL SÍNODO DE LA SINODALIDAD

Estamos ante ti, Espíritu Santo, reunidos en tu nombre.
Tú que eres nuestro verdadero consejero: ven a nosotros, apóyanos, entra en nuestros corazones. Enséñanos el camino, muéstranos cómo alcanzar la meta. Impide que perdamos el rumbo como personas débiles y pecadoras.
No permitas que la ignorancia nos lleve por falsos caminos.
Concédenos el don del discernimiento, para que no dejemos que nuestras acciones se guíen por perjuicios y falsas consideraciones.
Condúcenos a la unidad en ti, para que no nos desviemos del camino de la verdad y la justicia, sino que en nuestro peregrinaje terrenal nos esforcemos por alcanzar la vida eterna. Esto te lo pedimos a ti, que obras en todo tiempo y lugar, en comunión con el Padre y el Hijo por los siglos de los siglos. Amén.

 

Exhortación Apostólica Laudate Deum | Síntesis y reflexión del Cardenal Luis José Rueda Aparicio

 

San José Patrono de la Iglesia universal

 
 
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Sábado de la quinta semana de Pascua

PRIMERA LECTURA

Ven hasta Macedonia y ayúdanos.

Lectura de los Hechos de los Apóstoles    16, 1-10

Pablo llegó a Derbe y más tarde a Listra, donde había un discípulo llamado Timoteo, hijo de una judía convertida a la fe y de padre pagano. Timoteo gozaba de buena fama entre los hermanos de Listra y de Iconio. Pablo quería llevarlo consigo, y por eso lo hizo circuncidar en consideración a los judíos que había allí, ya que todo el mundo sabía que su padre era pagano.

Por las ciudades donde pasaban, transmitían las decisiones tomadas en Jerusalén por los Apóstoles y los presbíteros, recomendando que las observaran. Así, las Iglesias se consolidaban en la fe, y su número crecía día tras día.

Como el Espíritu Santo les había impedido anunciar la Palabra en la provincia de Asia, atravesaron Frigia y la región de Galacia. Cuando llegaron a los límites de Misia, trataron de entrar en Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se lo permitió. Pasaron entonces por Misia y descendieron a Tróade.

Durante la noche, Pablo tuvo una visión. Vio a un macedonio de pie, que le rogaba: “Ven hasta Macedonia y ayúdanos”. Apenas tuvo esa visión, tratamos de partir para Macedonia, convencidos de que Dios nos llamaba para que la evangelizáramos.

SALMO RESPONSORIAL    99, 1b-3. 5

R/. ¡Aclame al Señor toda la tierra!

Aclame al Señor toda la tierra, sirvan al Señor con alegría, lleguen hasta Él con cantos jubilosos.

Reconozcan que el Señor es Dios: Él nos hizo y a Él pertenecemos; somos su pueblo y ovejas de su rebaño.

¡Qué bueno es el Señor! Su misericordia permanece para siempre, y su fidelidad por todas las generaciones.

EVANGELIO

ACLAMACIÓN AL EVANGELIO     Col 3, 1

Aleluya. 

Ya que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo donde Cristo está sentado a la derecha de Dios. Aleluya.

EVANGELIO

Ustedes no son del mundo, sino que Yo los elegí y los saqué de él.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan       15, 18-21

A la Hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús dijo a sus discípulos: Si el mundo los odia, sepan que antes me ha odiado a mí. Si ustedes fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya. Pero como no son del mundo, sino que Yo los elegí y los saqué de él, el mundo los odia.

Acuérdense de lo que les dije: el servidor no es más grande que su señor. Si me persiguieron a mí, también los perseguirán a ustedes; si fueron fieles a mi palabra, también serán fieles a la de ustedes.

Pero los tratarán así a causa de mi Nombre, porque no conocen al que me envió.

La reflexión del padre Adalberto Sierra

La vida de la comunidad cristiana no se desenvuelve en un entorno idílico. Al amor que se vive en su interior se opone siempre el odio del «mundo» exterior, «mundo» al cual ella se le propone como alternativa de vida y de convivencia.
Cuando, a pesar de lo inequívoco del mensaje de Jesús, los discípulos admiten elementos ajenos al mismo, se genera un sincretismo que, aunque inicialmente se mostrara exitoso, a la larga se revela perjudicial para la misión. La carta remitida por «los apóstoles» («el Espíritu Santo») y los «responsables» («nosotros»: la Ley) abrió las puertas a cierto sincretismo, y eso alentó el acento judeocristiano que Pablo inconscientemente quería imprimirle a la misión.
Cuando la comunidad se presenta como alternativa, el «mundo» se lo cobra como se lo cobró al Señor. Pero no siempre el «mundo» actuará desde fuera; a veces se infiltra y ataca desde dentro, valiéndose de «falsos hermanos» (2Cor 11,26). Lo cierto es que siempre se opone a la vida y a la expansión de la comunidad. Así que la enemistad del «mundo» es signo de la fidelidad al Señor.

1. Primera lectura (Hch 16,1-10).
Después de entregar la carta a los cristianos convertidos del paganismo residentes en Antioquía, Judas y Silas, que eran profetas, los alentaron largamente hasta cuando fueron despedidos en paz (cordialmente) para que regresaran a Jerusalén. Pablo y Bernabé (Pablo dirige) se detuvieron en Antioquía para enseñar (actividad de Pablo) y a anunciar (actividad de Bernabé). Pablo asumió la dirección de la misión urgiendo a Bernabé a volver a visitar las comunidades. Su intención, no confesada, es insistir en las prescripciones de los «responsables» de Jerusalén. Por eso, cuando Bernabé insiste en llevar consigo a Juan Marcos (es decir, en darle prioridad al evangelio), Pablo, que se sintió desautorizado cuando Marcos lo dejó en Panfilia a causa de su sesgo nacionalista, se rehusó a llevarlo, y se separó de Bernabé. Bernabé y Marcos se fueron por mar a Chipre (por donde había comenzado la misión), y Pablo escogió a Silas como compañero profeta, en lugar de Bernabé. Se deshizo el equipo creado por el Espíritu Santo. Pablo y Silas, encomendados por los hermanos (que no vieron con buenos ojos esa separación), se dirigieron a las comunidades de Siria y Cilicia a insistir en el contenido disciplinar de la carta (cf. 15,30-41, omitido). Siguen a continuación dos episodios, uno equívoco y otro inequívoco.
1. Pablo complaciente.
En la segunda parte de la misión, Lucas pone también un personaje real y representativo; en este caso, «cierto discípulo de nombre Timoteo», de madre judía y padre pagano, el apropiado para representar a las comunidades judeo-paganas de Derbe, de donde era oriundo, Listra e Iconio. El matrimonio del que nació es ilegítimo, según la Ley de Moisés; por tanto, son comunidades bastante libres con respecto de la Ley. Más adelante se da a entender que el padre de Timoteo había muerto, indicio metafórico de que tampoco se guiaban por las costumbres paganas. Pero Pablo lo hace circuncidar para congraciarse con los judíos y tender un puente hacia ellos. Esta es una nueva táctica suya. Pablo extiende la obligación de «los decretos» más allá de lo debido, ya que practica la circuncisión entre los cristianos de nacionalidad extranjera.
2. El Espíritu y la misión.
La táctica de Pablo tuvo relativo éxito: las comunidades se afianzaron en el credo judeocristiano, y nuevos judíos se incorporaron a ellas. Pero el Espíritu Santo (por medio de los profetas) se opuso a la difusión de ese mensaje en la provincia de Asia. Intentaron irse hacia Bitinia, pero el Espíritu de Jesús tampoco lo consintió. La primera mención del Espíritu (calificado de «Santo»), refiere esa oposición al amor universal de Dios; la segunda (al determinarlo como «de Jesús»), a la praxis histórica de Jesús, como revelación de ese amor de Dios. No es viable la misión como Pablo la está conduciendo. En esta perplejidad («noche»), Pablo experimenta, la guía del Señor: un macedonio le pide que vaya a esa tierra a ayudarles con el mensaje de Jesús a los paganos. En este momento surge un grupo junto a Pablo («nosotros») que se presenta como señal de que la orientación de la misión procede del Espíritu Santo. Y cuando este grupo esté ausente, será señal de que Pablo procede sin atenerse a la guía del Espíritu de Jesús.

2. Evangelio (Jn 15,18-21).
El sistema de poder y su (amplio o reducido) círculo de influencia, cualquiera que sea su índole (política, económica, religiosa o cultural), siempre odia a Jesús (cf. 7,7) como también odia la luz, porque esta denuncia su manera perversa de obrar en contra de la humanidad (cf. 3,20). Es que el «mundo» favorece a quien comparte sus valores y detesta a quien no los comparte; y como es mentiroso y homicida (cf. 8,44), ser simpatizante suyo es ser su cómplice, y negarse a ser su cómplice es librarse de su dominio, lo cual implica la denuncia de su perversidad. Como Jesús saca a los suyos del «mundo», por eso ese «mundo» los odia igual que odió a Jesús.
De nuevo recurre al dicho que les citó (13,16), pero ahora se fija en la primera parte del mismo, para indicarles que la persecución del «mundo» es consecuencia del servicio a la humanidad. Por su conducta, el mundo no los reconoce como suyos (no le «pertenecen», sino que los presenta a todas luces como vinculados a Jesús («yo los saqué del mundo»). Esta sustracción del «mundo» es atracción a él, y los pone en la misma situación que él ante el «mundo»:
• Si el «mundo» lo ha perseguido a él, también perseguirá a los suyos. Motivo de tal persecución es la divergencia de intereses: los discípulos de Jesús manifiestan interés por la vida de todos, los seguidores del «mundo» solo trabajan sus mezquinos intereses individuales o de grupo.
• Si ha vigilado su mensaje, también va a vigilar el de los suyos (obsérvese que el leccionario –a veces– traduce el verbo griego (τηρέω) por «guardar», que es su primera acepción, pero «vigilar», la segunda, es la que mejor se ajusta a este contexto hostil).
Esa hostilidad del «mundo» tiene doble motivación:
• Porque los discípulos son fieles seguidores de Jesús.
• Porque el mundo se niega a reconocer al (Padre) que envió a Jesús.
Los dirigentes del «mundo» se resisten a aceptar un Dios a favor de la libertad y la vida humanas.

Hay una actitud errada, a veces inspirada en el deseo de atraer, que consiste en «contemporizar» con el «mundo», entendiendo por «mundo» cualquier sistema de vida o de convivencia proclive a la injusticia. Esta actitud se ha dado siempre, y seguirá dándose, en la medida de la frivolidad o intrascendencia de la fe. Cuanto más definida y robusta sea la fe, tanta menor cabida tendrán los sincretismos complacientes que permiten la infiltración del «mundo» en la Iglesia.
El discípulo de Jesús tiene bien claro que «el que ama al mundo no lleva dentro de sí el amor del Padre» (1Jn 2,15; cf. Stg 4,4). No es posible ser cómplice del «mundo» y permanecer fiel a Jesús. Por otro lado, tampoco es posible ser fiel a Jesús y, al mismo tiempo, gozar de la aceptación del «mundo». Romper con ese «mundo» es exponerse a su sospecha y a su solapada o manifiesta persecución. El discípulo solo tiene una seguridad: haber optado por Jesús es haberse hecho solidario con él tanto en la vida como en la convivencia, tanto en la acogida como en el rechazo.
Y esa opción se renueva cada vez que el discípulo –en la celebración eucarística– come su cuerpo y bebe su sangre: «cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas» (cf. 1Cor 11,26).

Detalles

Fecha:
21 mayo, 2022
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