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Mateo 6,1-6.16-18

Los seres humanos estamos sometidos al tiempo con todo lo que esto significa: el tiempo nos aborda y nos desborda, y nuestra existencia personal transcurre en un tramo del tiempo que también llamamos historia. Hablar de “tiempo” es para nosotros muy familiar, pero ahondar en el significado del tiempo es tema de estudio. Hoy la Iglesia nos propone recorrer un tramo del tiempo, cuarenta días, para asignarle un carácter simbólico al tiempo con la finalidad de asomarnos a unos contenidos que son de importancia transcendental. Se trata de asomarnos a lo que somos para emprender una salida. El ser humano, está hecho para salir, para hacer éxodos; nuestros ancestros nos indican que cuando el hombre fue cazador y recolector asoció a su existencia a la marcha, al camino, a la salida. No es extraño para nosotros cuando vamos a la consulta médica que nos digan: “si quiere tener vida, debe caminar”. La vida es una marcha.

Quien no camina se paraliza, se enferma, se limita; nosotros no solo caminamos con nuestros pies, sino con nuestras emociones, nuestros sentimientos y nuestros pensamientos, con todo esto hacemos camino. Siempre estamos haciendo y trazando camino, porque caminar es una actitud vital; por eso andamos nuestros sueños, nuestros anhelos y nuestro futuro antes de realizarlos.

La Iglesia en este tiempo nos invita a redescubrir el camino emprendido o a emprenderlo. Cada uno de nosotros tiene su propia ruta, su itinerario, sus metas y sus objetivos hacia donde pretende encaminarse, de acuerdo a sus ópticas, que también están permanentemente sujetas a nuestro análisis y a nuestra revisión. El Evangelio de hoy nos insinúa que hay que mirar el camino; quien no mira el camino no se orienta en el sendero y se puede extraviar, hay que mirarlo con profundidad, sobre todo cuando descubrimos que el principal recorrido que hemos de hacer siempre está por dentro, por eso dice el Evangelio: ”Entra en tu cuarto y cierra la puerta”. Hay que mirar de forma profunda, de manera contemplativa y atenta, larga y pausada la senda recorrida por dentro, pero, sobre todo, hay que ir descubriendo nuevos caminos y nuevos horizontes en cada jornada, en cada tiempo y en cada momento de la vida.

Los quiero invitar a salir, a caminar para no anclarnos, para no estar estáticos, para no recorrer siempre el mismo tramo. Los seres humanos muchas veces giramos, sin pensar, sobre todo en lo que nos proporciona “placer”. En nuestro cerebro tenemos el eje del placer o el circuito de la recompensa, trabajado por James Olds en 1954, quien haciendo un experimento con ratas, las cuales tenían la libertad de estimular ciertas ubicaciones de su cerebro mediante electrodos implantados, cerrando manualmente un interruptor para estimular el eje del placer, lo hacían durante horas, sin parar, hasta acabar exhaustas o incluso muertas, se morían de placer y se sentían gratificadas.

Nosotros no nos damos la oportunidad de ir más allá del “placer”; salir del “placer” que nos proporcionan muchas cosas, para emprender el camino de la libertad. Muchas veces los placeres nos condenan. Ayunar es ir más allá del pan, del placer de comer, del placer de poseer el pan, que está potenciado por un mundo que nos invita a comer con un hedonismo desbordado, y más bien salir y emprender un camino que nos llena de ilusión: ponernos en el lugar del otro para darle nuestro pan, para dar de lo que poseemos, que es igual a salir del placer de poseer al gozo de compartir. Eso es ayunar. Es todo un recorrido que podemos a hacer, un camino para este tiempo que nos pone en la senda de la libertad. Jesús nos invita a dejar el rincón de nuestras comodidades, de gastar el tiempo compartiendo trivialidades para acariciar lo sublime, la profundidad del misterio que está más allá del silencio y de la soledad; es ir al encuentro con Dios en eso que llamamos formalmente oración, pero que tiene muchas formas y muchos nombres. La oración es la profundidad de un encuentro más allá de muchas cosas. Los invito a caminar para liberarnos y ser más nosotros mismos.

Padre Ramón González Mora

Vicario de la Administración Diocesana