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Foto de referencia. Pixabay.

Soñar lo que amamos es un imperativo indispensable para construir el futuro.

Jesús al mandar a sus discípulos les dijo que se marcharan, dieran frutos y que su fruto durara. Él esperaba que la labor de los suyos tuviese un impacto duradero que fuera cambiando a la humanidad.

La eficacia de la tarea de sus discípulos no se medirá por la extensión sino por la profundidad.

Los seres humanos tenemos una inteligencia creativa, “la creatividad es la madre del progreso y en su sentido más amplio la libertad para crear es una de las libertades más importantes. Tras ella va la liberación respecto a la opresión y a la miseria”. (Fuster, Cerebro y libertad).

El proyecto de Jesús, su propuesta, es profundamente liberadora. Por tanto, para poder soñar un mañana donde la opresión y la mentira no tengan espacio en el mundo, en esta sociedad cada vez más consumista y vacía de sentido donde nos sentimos en las redes como unos muñecos manejados a distancia, es necesario comenzar a crear un espacio libre para crear. Vicent Van Gooh afirma: “sueño mi pintura y luego pinto mi sueño”.

El papa Francisco afirmó recientemente en uno de sus mensajes: “la Tierra prometida no está atrás sino adelante”.

Quiero recordar “que la cognición humana mira hacia adelante, es proactiva antes que reactiva, está impulsada por objetivos, planes, aspiraciones, ambiciones, sueños. Ttodos ellos pertenecen al futuro y no al pasado; estas potencias cognitivas dependen de los lóbulos frontales y también la evolución de ellos. En sentido amplio, los lóbulos frontales son el mecanismo por el que el organismo se libera así mismo del pasado y se proyecta al futuro. Los lóbulos frontales dotan al organismo de la capacidad de crear modelos neurales como prerrequisitos para hacer que las cosas sucedan. Modelos de algo que todavía no existe pero que uno quiere traer a la existencia. La flexibilidad mental, la capacidad de ver las cosas con una nueva luz, la creatividad y la originalidad dependen de los lóbulos frontales”. Elkhonon Goldberg, El Cerebro Ejecutivo 2015).

Crear, generar un clima para tener un espacio permanente en donde anide “la libertad para crear” a partir de la novedad del Evangelio en el que creemos, es una alternativa indispensable.

“Por haber sido los humanos durante un largo período en la historia evolutiva, cazadores y recolectores, lo llevó al dominio del paisaje, lo obligó a soñar y a crear un mapa mental del mundo que habitamos, sus crestas y laderas, sus valles y ríos. No solo inspiró nuestra imaginación creativa sino que también hizo arraigar en nuestra conciencia ciertos valores sociales y la capacidad de movernos hacia lo inviable”. (Reza Aslan, Dios, una historia humana).

El gran proyecto científico de hoy llamado Brain está en marcha y trata de descubrir ya no el mapa mental del mundo en que habitamos sino el mapa de la actividad cerebral en aras de saber cómo funciona la mente humana y el cerebro.

Si nosotros queremos hacer futuro en la Iglesia que amamos, es necesario activar nuestra inteligencia creativa que es, según el pensamiento de Fuster, la capacidad de hacer lo nuevo y rechazar lo viejo, para el bien de uno y de los demás; también afirma que, desde el punto de vista de la ciencia cognitiva, la elaboración por parte de la inteligencia creativa puede reducirse a una reelaboración, pues el conocimiento nuevo, siempre es reducible al conocimiento viejo que se va ampliando y recombinando para generar el resultado nuevo. Fuster indica que la creatividad es una fuerza de la imaginación que hace impacto en la corteza cerebral activando  y vitalizando las conexiones neurales viejas y sólidas pero también otras sinapsis inactivas o débiles que están en la  penumbra de la conciencia.

Es beneficioso para nosotros poner a funcionar toda la fuerza creativa, la imaginación para producir y reinventar el sueño de creer en lo que hemos empeñado la vida.

Todos comprendemos cuál es el alcance que tiene la capacidad creativa del hombre en las ciencias, las artes, los negocios, la medicina, la sociología, la teología, la filosofía, entre otros.

El impulso para inventar es el que ha permitido los logros en la poesía, la arquitectura, la música y la obra liberadora de Pedro Claver, a quien recientemente celebramos.

Hoy es indispensable que comencemos a pensarnos, saber de dónde venimos, dónde estamos y quiénes somos como creyentes; captar con profundidad nuestra identidad fundamental como creyentes, hacer un análisis de realidad para comprender el mundo en que vivimos y la manera como nos reta y desafía.

Si queremos tener futuro para la Iglesia que está en nuestras manos, es necesario no quedarnos solamente en lo que heredamos del pasado sino soñar con inteligencia creativa la Iglesia que nos entregó Jesús de Nazaret.

Todos nos preguntamos: ¿cómo se produce la creatividad en el cerebro? Y Fuster afirma: “el impulso interno para crear proviene de las profundidades del cerebro, en particular del sistema límbico. Las influencias neurales que produce ese sistema se constituyen en el activador emocional de la creatividad, de ahí procede la chispa del genio que se ha denominado la furia creativa”. (ídem).

El  impulso para crear con libertad nos hace soñar, nos desvela, nos anima, nos permite desafiar la realidad para conquistar los sueños.

Pongamos nuestra capacidad conceptual para imaginar el proyecto de Jesús para mañana, también nuestro pensamiento simbólico, las funciones ejecutivas de nuestros lóbulos frontales para comenzar a hacer nuestro mañana que con la velocidad del tiempo y los avances científicos nuestro mañana comienza hoy.

Somos los artífices de un futuro a partir de nuestra inteligencia creativa  porque es nuestra alternativa.

Presbítero Ramón González Mora.
24 de septiembre de 2019. Memoria de Nuestra Señora de la Merced.