ESTO dice el Señor:
«Vuelve, Israel, al Señor tu Dios,
porque tropezaste por tu falta.
Tomad vuestras promesas con vosotros,
y volved al Señor.
Decidle: “Tú quitas toda falta,
acepta el pacto.
Pagaremos con nuestra confesión:
Asiria no nos salvará,
no volveremos a montar a caballo,
y no llamaremos ya ‘nuestro Dios’
a la obra de nuestras manos.
En ti el huérfano encuentra compasión”.
“Curaré su deslealtad,
los amaré generosamente,
porque mi ira se apartó de ellos.
Seré para Israel como el rocío,
florecerá como el lirio,
echará sus raíces como los cedros del Líbano.
Brotarán sus retoños
y será su esplendor como el olivo,
y su perfume como el del Líbano.
Regresarán los que habitaban a su sombra,
revivirán como el trigo,
florecerán como la viña,
será su renombre como el del vino del Líbano.
Efraín, ¿qué tengo que ver con los ídolos?
Yo soy quien le responde y lo vigila.
Yo soy como un abeto siempre verde,
de mí procede tu fruto”.
¿Quién será sabio, para comprender estas cosas,
inteligente, para conocerlas?
Porque los caminos del Señor son rectos:
los justos los transitan,
pero los traidores tropiezan en ellos».
Palabra de Dios
Salmo
R/. Yo soy el Señor, Dios tuyo: escucha mi voz
V/. Oigo un lenguaje desconocido:
«Retiré sus hombros de la carga,
y sus manos dejaron la espuerta.
Clamaste en la aflicción, y te libré. R/.
V/. Te respondí oculto entre los truenos,
te puse a prueba junto a la fuente de Meribá.
Escucha, pueblo mío, doy testimonio contra ti;
¡ojalá me escuchases, Israel! R/.
V/. No tendrás un dios extraño,
no adorarás un dios extranjero;
yo soy el Señor, Dios tuyo,
que te saqué del país de Egipto. R/.
V/. ¡Ojalá me escuchase mi pueblo
y caminase Israel por mi camino!
Los alimentaría con flor de harina,
los saciaría con miel silvestre». R/.
Evangelio de hoy
EN aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó:
«¿Qué mandamiento es el primero de todos?».
Respondió Jesús:
«El primero es: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. El segundo es este: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No hay mandamiento mayor que estos».
El escriba replicó:
«Muy bien, Maestro, sin duda tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios».
Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo:
«No estás lejos del reino de Dios».
Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
Palabra del Señor
La reflexión del padre Adalberto, nuestro vicario general
Viernes de la III semana de cuaresma.
En el Antiguo Testamento es perceptible una cierta tensión entre culto y fidelidad. Los profetas denunciaban la infidelidad, y el culto como coartada para no escuchar la voz del Señor, pero los sacerdotes, los letrados y los fariseos insistían en el culto sin exigir que este estuviera acompañado de la justicia. Era una tensión polarizada. Las escuelas discutían acaloradamente sobre la jerarquía de los mandamientos. Todos se preguntaban cómo le haría frente el Mesías a esta cuestión.
Pero esa no es una cuestión definitivamente superada, porque el problema no es académico, sino vital. Siempre habrá que volver a plantearla y resolverla en cada época, porque la superación de la infidelidad se da en el «corazón» del hombre sincero, no en los círculos intelectuales.
El concepto de «sacrificio» ha jugado un papel importante en la espiritualidad cristiana y también en los equívocos que se han dado al respecto. En el Antiguo Testamento, el «sacrificio» consistía en matar un animal para quemarlo sobre un altar como don total para el Señor (holocausto), o para hacer un banquete en el que una parte se quemaba en honor del Señor, y la otra la comían los oferentes. Sin embargo, este concepto de sacrificio después se espiritualizó (cf. Dan 3,38-39; Sal 51,19), quedando independiente de los sacrificios de animales (cf. Isa 1,11-18). Jesús propone su entrega de amor salvador como sacrificio, y así lo enseñan los suyos (cf. Heb 13,15-16).
1. Primera lectura (Ose 14,2-10).
El profeta llama al pueblo a convertirse al Señor su Dios (indicio de que ha roto la alianza con el Dios del éxodo) y lo invita a la confesión del pecado, porque este es un sacrificio que realmente le rinde homenaje al Señor (cf. Sal 50,14.23). El Señor se rehúsa a aceptar sacrificios de animales, culto exterior y formalista, y espera, a cambio de ellos, una viva profesión de fe.
1.1. «Perdona del todo nuestra culpa».
«El sacrificio de nuestros labios» (la «confesión de boca») expresa el culto de otro modo, no el ceremonial ni ritual, sino el existencial, testimonial, el que se da en la historia y en relación con la vida. Es el reconocimiento efectivo de las auténticas claves de la vida y de la convivencia:
• «No nos salvará Asiria»: el imperio, con todo su poder, no garantiza la vida (cf. Ose 5,13; 7,11; 8,9; 12,2) las alianzas con el poder político no se pueden equiparar a la alianza con el Señor, pues el Señor salva, en tanto que los poderes oprimen.
• «No montaremos a caballo»: la guerra no asegura la supervivencia nacional; «montar a caballo», cabalgadura de guerreros (cf. Ose 1,7; Exo 14,9.23;15,1.19.21; Isa 5,28), es apoyarse en el poderío militar, que es siempre precario e incierto.
• «No volveremos a llamar dios a la obra de nuestras manos»: decidida dejación de la idolatría, denunciada por el profeta (cf. Ose 2,1-15; 4,12.17; 8,4.6; 10,5-8; 11,2; 13,2), y comprobada en relación con el poder como en relación con los cultos paganos.
1.2. «Yo curaré su apostasía».
Dios, compasivo y misericordioso, les responde dándoles esperanza, porque él siempre se apiada del excluido («el huérfano»):
• Promete perdonarlos generosamente, amarlos gratuitamente y acogerlos nuevamente; su amor prevalece sobre la reprobación («cólera») que merecen los extravíos del pueblo. El Señor muestra que su compasión está por encima de la maldad del hombre.
• Anuncia su bendición: él mismo se da como rocío de vida, no como el amor pasajero de Israel, que se disipa pronto (cf. 6,4; 13,3); él hará florecer el pueblo, que ha venido sufriendo su propia desintegración (cf. 10,4); él dará la fecundidad y la paz para todos.
• Declara que los ídolos no le importan –al fin de cuentas, son nada y vacío–; lo que realmente le importa es la vida y la fecundidad (el futuro) de su pueblo. Israel se ha dirigido a las divinidades de la fertilidad y estas no le respondieron; el Señor, en cambio, sí le responde.
Y el libro concluye invitándolos a ser sabios y prudentes transitando por los caminos del Señor.
2. Evangelio (Mc 12,28b-34).
En tiempos de Jesús se discutía cuál de los mandamientos de la Ley sería el más importante. Las opiniones se inclinaban por el sábado, porque –decían– hasta el mismo Dios se había sometido a él. El letrado que se acerca a Jesús no tiene –según Mc– malas intenciones. Escuchó la discusión de Jesús con los saduceos, le pareció acertada la respuesta de Jesús y se acercó a él para hacerle una pregunta nada capciosa, sin mala intención. Jesús le dio respuesta a su legítima inquietud:
• La referencia al «Señor nuestro Dios» y al «Señor tu Dios», con esas expresiones originalmente dirigidas al pueblo, sugiere que el amor a Dios es asunto de todo el pueblo y de cada individuo, porque han experimentado su amor creador liberador y salvador (el Dios del éxodo).
• La referencia al amor al prójimo es una consecuencia deducible del amor al «Señor tu Dios», y no una añadidura posterior. Es esencial a la alianza, porque sus cláusulas implican las relaciones de convivencia respetuosa con el prójimo, como homenaje al «Señor nuestro Dios».
La reacción del letrado es aceptación y acuerdo: «Muy bien, Maestro, tienes razón». Y puntualiza:
• El único Dios es el que libera y salva, el Dios del éxodo.
• El amor al prójimo es inseparable del amor a Dios.
• Este amor a Dios y al prójimo está por encima del culto («holocaustos y sacrificios»).
Jesús valora positivamente la apertura del letrado y lo declara cercano a él. El amor al prójimo salva las distancias y las barreras que interponen las ideologías. No obstante, Jesús le hace una invitación a acercarse al reino: el letrado cumple el requisito de la enmienda, porque respeta al ser humano, le falta ahora dar el paso de la fe (cf. Mc 1,5: «…enmiéndense y crean…»); invitación que el letrado ignora. Sabe la teoría, pero no muestra interés por ponerla en práctica.
La buena noticia supera la tensión de un modo coherente: Dios es Padre, y sus hijos le dan culto imitando su conducta. Por lo tanto, no debe haber oposición entre amor y culto, puesto que al Padre se le rinde culto escuchándolo, amando, salvando, dando vida. El escriba aún no está en el reino porque no logra integrar el amor al prójimo con el culto a Dios; o, mejor, porque todavía piensa que a Dios se le rinde homenaje con holocaustos y sacrificios. Pero esto sucede en ciertos círculos «cristianos», donde todavía se piensa que a Dios se le da culto con ofrendas de dinero y no con el don de sí mismo, con las privaciones sin generosidad (como ayunar sin compartir); se imaginan que Dios se complace en la tribulación de las personas, y no en la compasión de los creyentes; piensan que Jesús agradó a Dios por la espantosa e ignominiosa muerte que padeció en la cruz, y no se fijan en que este humillante tormento contrasta con el amor que él manifestó a pesar del odio de unos y la cobardía de los otros, amor que revela el ser mismo de Dios.
En la eucaristía aprendemos que le damos culto a Dios con nuestra entrega, unidos a la entrega de Jesús. Nosotros no oponemos el amor al culto porque hemos comprendido que al Padre le damos culto amando fielmente como él.
Feliz viernes.