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Oración por el Papa León XIV

Señor, te pedimos por el Papa León XIV, a quien Tú elegiste como sucesor de Pedro y pastor de tu Iglesia. Cuida su salud, ilumina su inteligencia, fortalece su espíritu, defiéndelo de las calumnias y de la maldad.

Concédele valor y amor a tu pueblo, para que sirva con fidelidad a toda la Iglesia unida. Que tu misericordia le proteja y le conforte. Que el testimonio de tus fieles le anime en su misión, protegiendo siempre a la Iglesia perseguida y necesitada.

Que todos nos mantengamos en comunión con él por el vínculo de la unidad, el amor y la paz. Concédenos la gracia de amar, vivir y propagar con fidelidad sus enseñanzas.

Que encuentre en María el santo y seña de tu Amor.

Tú que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos.

Amén

Padrenuestro. Avemaría y Gloria.

 

Congreso Diocesano de Familias 2025 – Enseñanza 1 – Pbro. Carlos Yepes

 

Audiencia General 21 de mayo de 2025- Papa León XIV

 

Cuaresma 2025: Mensaje de Mons. José Clavijo Méndez.

 
 
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22 de diciembre. IV Domingo de Adviento.

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Primera lectura

Lectura del libro de Isaías (7,10-14):

En aquellos días, el Señor habló a Acaz: «Pide una señal al Señor, tu Dios: en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo.»
Respondió Acaz: «No la pido, no quiero tentar al Señor.»
Entonces dijo Dios: «Escucha, casa de David: ¿No os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará una señal: Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 23,1-2.3-4ab.5-6

R/. Va a entrar el Señor, él es el Rey de la gloria

Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
él la fundó sobre los mares,
él la afianzó sobre los ríos. R/.

¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede estar en el recinto sacro?
El hombre de manos inocentes y puro corazón,
que no confía en los ídolos. R/.

Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (1,1-7):

Pablo, siervo de Cristo Jesús, llamado a ser apóstol, escogido para anunciar el Evangelio de Dios. Este Evangelio, prometido ya por sus profetas en las Escrituras santas, se refiere a su Hijo, nacido, según la carne, de la estirpe de David; constituido, según el Espíritu Santo, Hijo de Dios, con pleno poder por su resurrección de la muerte: Jesucristo, nuestro Señor. Por él hemos recibido este don y esta misión: hacer que todos los gentiles respondan a la fe, para gloria de su nombre. Entre ellos estáis también vosotros, llamados por Cristo Jesús. A todos los de Roma, a quienes Dios ama y ha llamado a formar parte de los santos, os deseo la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.

Palabra de Dios

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Mateo (1,18-24):

El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto.
Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.»
Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que habla dicho el Señor por el Profeta: «Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”.»
Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y se llevó a casa a su mujer.

Palabra del Señor


La reflexión del padre Adalberto, nuestro vicario general

IV Domingo del tiempo de Adviento.
Aparece hoy la segunda figura icónica del adviento, la Virgen María, la madre del Mesías. Si Juan Bautista prepara el camino del Señor, María acoge al Señor. Para preparar el camino, se requiere la enmienda; para recibir al Señor, la fe. Aquí la fe es presentada como una apertura de escucha. Ni María ni José toman iniciativa alguna respecto de Jesús; tampoco hay palabras suyas en este relato, solo las de Dios, a través de su ángel. Este es llamado «ángel del Señor», evocando así la figura que representa la acción liberadora de Dios en el éxodo de Egipto.
El relato presenta tres actores, dos aparentemente pasivos y silenciosos: María y José, y el otro activo, que no ejecuta, presente y ausente, que habla y que anunció: el Señor, a través de su ángel (cf. Gn 16,7; 22,11; Ex 3,2; 23,20; Sl 33,8). Sin embargo, los tres actores no parecen coincidir en un mismo lugar durante el desarrollo de los hechos. El asunto es personal: María y José delante del Señor; y, no obstante, están decidiendo el futuro del pueblo elegido y el de la humanidad.
Mt 1,18-24.
Una breve descripción de los hechos enlaza con la reacción de José y da paso a la intervención del ángel del Señor, quien hace cambiar la reacción de José.
1. Descripción de los hechos.
Si en la genealogía Jesús aparece como el culmen de la historia, ahora aparece como el comienzo de la nueva humanidad. Esto se da en circunstancias que son a la vez ordinarias y extraordinarias, y en una sociedad situada en el tiempo y en el espacio. María estaba «desposada», aún no casada; tendría unos 12 o 13 años, residía todavía en la casa de sus padres, hasta el día de las bodas. Pero sucedió que en ese período en el que aún no convivía con José, dio muestras de embarazo. Según la legislación vigente, eso se consideraba adulterio, y era sancionado legalmente. A la «infamia» por haber faltado a sus votos de desposada, se añadiría la pena por adulterio, que era de muerte (cf. Jn 8,5). La nueva humanidad se abre paso a través de hechos sorprendentes y en apariencia contrarios a la voluntad de Dios e incluso sospechosos de pecado.
2. La reacción del «justo».
José es presentado como hombre «justo», es decir, un israelita fiel, observante de los preceptos de la Ley de Moisés, que da fe a los anuncios de los profetas, pero que se debate entre la fidelidad a la Ley y su amor por María: debe repudiarla, pero no quiere que la infamia caiga sobre ella. Ese dilema lo sumerge en una noche de duda. Entonces, opta por repudiarla privadamente para que el vínculo se disolviera sin escándalo. Este repudio «en secreto» no tiene apoyo en la Ley. Aquí, José representa el resto fiel de Israel y María encarna la comunidad cristiana. El dilema de fondo consiste en la duda que atenaza a los israelitas fieles frente a la comunidad cristiana: esta no se atiene a las tradiciones de los mayores, rompe con ellas, pero su conducta es intachable a los ojos de estos israelitas. Ellos reaccionan haciéndose a un lado.
3. Intervención del ángel del Señor.
La reacción de José no es satisfactoria para Dios. Él no debe hacerse a un lado. En primer lugar, debe recordar que es «descendiente de David», depositario de la promesa, lo cual le adjudica una responsabilidad propia, que le impide marginarse de la historia con el argumento de que las cosas no se desarrollan según sus expectativas; debe reconocer que se cumple la promesa, que la Ley no es el criterio para discernir, sino el Espíritu Santo, el amor de Dios. En segundo lugar, en vez de excluir debe integrar sin reparos, porque lo que él ve anómalo en realidad es una intervención amorosa de Dios: «viene del Espíritu Santo». En tercer lugar, José debe asumir, darle nombre, a la nueva vida que viene por María: llamarlo Jesús, que significa «el Señor salva», porque «él salvará al pueblo de los pecados». Por último, debe saber que así es como él contribuye a que se cumpla la promesa anunciada por el profeta para que Dios se haga presente en medio de su pueblo.
La interpretación que el ángel del Señor hace de los acontecimientos se apoya en «lo que había dicho el Señor por el profeta»; no aduce un texto de la Ley, porque esta es también considerada anuncio profético, no un mero mandato imperado. «La Ley y los profetas» (cf. Mt 5,17) abarcan la promesa de liberación («tierra») y de salvación («descendencia») hecha por el Señor a Abraham (cf. Gen 15,18).
4. La reacción del creyente.
El ángel del Señor se le apareció a José «en sueños» (κατ΄ ὄναρ), y a raíz de esa manifestación él se quitó de encima («se levantó») el lastre («sueño»: ὔπνος = ὑπέρ νοῦς) que dominaba su mente. Su reacción se relaciona con el mensaje del ángel del Señor, pues José autentica su condición de israelita fiel («justo») al orientarse a la fe. Esta fe se manifiesta en liberación: el ángel del Señor lo ha sacado fuera de la Ley, en un «éxodo» espiritual; y también se manifiesta en salvación, lo ha llevado al ámbito del Espíritu Santo, como a una nueva «tierra prometida». Además, José acogió consigo a María, la que antes intentaba repudiar («se llevó a su mujer a su casa»), aceptando así el amor universal de Dios y superando las exclusiones por motivos religiosos.
Este nuevo éxodo no va a conducir al exterminio de los enemigos históricos de Israel, sino a la supresión de la enemistad; tampoco va a producir el castigo de los injustos impenitentes (cf. Mt 3,7.10.12), sino que va a regenerar todas las naciones de la tierra mediante la erradicación de la injusticia, comenzando por Israel («salvará a su pueblo de los pecados»).
El evangelio que se anuncia este cuarto domingo nos presenta la fe en acción. Ella es la escucha atenta –tan atenta que por eso María y José no pronuncian palabra alguna en el relato–, que lleva al compromiso con el designio de Dios. María se abrió a la acción del Espíritu Santo, corriendo el riesgo de ser mal interpretada. José buscó el modo de conciliar la Ley con el amor, corriendo el riesgo de equivocarse. Pero ambos buscaban responder al Señor y secundar su obra. Y el Señor se manifestó en ellos y a través de ellos («Dios con nosotros»).
La acogida del Señor, en este y en todos los advientos de nuestra vida, se da mediante la fe viva, activa, responsable, que no se detiene ante el temor, abierta a dejarse interpelar y a cambiar de mente y de planes para que se cumpla la promesa de Dios a la humanidad.
Esta actitud de María y José nos enseña cómo hay que acercarse al sacramento de la eucaristía a recibir al Señor que viene a liberar y salvar: con una fe consciente, activa y comprometida.
Feliz día del Señor.

 

Detalles

Fecha:
22 diciembre, 2019
Hora:
8:00 am - 5:00 pm
Categoría del Evento: