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ORACIÓN POR EL SÍNODO DE LA SINODALIDAD

Estamos ante ti, Espíritu Santo, reunidos en tu nombre.
Tú que eres nuestro verdadero consejero: ven a nosotros, apóyanos, entra en nuestros corazones. Enséñanos el camino, muéstranos cómo alcanzar la meta. Impide que perdamos el rumbo como personas débiles y pecadoras.
No permitas que la ignorancia nos lleve por falsos caminos.
Concédenos el don del discernimiento, para que no dejemos que nuestras acciones se guíen por perjuicios y falsas consideraciones.
Condúcenos a la unidad en ti, para que no nos desviemos del camino de la verdad y la justicia, sino que en nuestro peregrinaje terrenal nos esforcemos por alcanzar la vida eterna. Esto te lo pedimos a ti, que obras en todo tiempo y lugar, en comunión con el Padre y el Hijo por los siglos de los siglos. Amén.

 

Exhortación Apostólica Laudate Deum | Síntesis y reflexión del Cardenal Luis José Rueda Aparicio

 

San José Patrono de la Iglesia universal

 
 
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Domingo de la II Semana de Cuaresma

PRIMERA LECTURA

Dios selló una alianza con el fiel Abraham.

Lectura del libro del Génesis 15, 5-12. 17-18

Dios dijo a Abrám: Mira hacia el cielo y, si puedes, cuenta las estrellas. Y añadió: Así será tu descendencia.

Abrám creyó en el Señor, y el Señor se lo tuvo en cuenta para su justificación.

Entonces el Señor le dijo: Yo soy el Señor que te hice salir de Ur de los caldeos para darte en posesión esta tierra.

Señor, respondió Abrám, ¿cómo sabré que la voy a poseer?

El Señor le respondió: Tráeme una ternera, una cabra y un carnero, todos ellos de tres años, y también una tórtola y un pichón de paloma.

Él trajo todos estos animales, los cortó por la mitad y puso cada mitad una frente a otra, pero no dividió los pájaros. Las aves de rapiña se abalanzaron sobre los animales muertos, pero Abrám las espantó.

Al ponerse el sol, Abrám cayó en un profundo sueño, y lo invadió un gran temor, una densa oscuridad. Cuando se puso el sol y estuvo completamente oscuro, un horno humeante y una antorcha encendida pasaron en medio de los animales descuartizados.

Aquel día, el Señor hizo una alianza con Abrám diciendo: Yo he dado esta tierra a tu descendencia.

SALMO RESPONSORIAL 26, 1. 7-9. 13-14

R/El Señor es mi luz y mi salvación.

El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es el baluarte de mi vida, ¿ante quién temblaré?

¡Escucha, Señor, yo te invoco en alta voz, apiádate de mí y respóndeme! Mi corazón sabe que dijiste: Busquen mi rostro.

Yo busco tu rostro, Señor, no lo apartes de mí. No alejes con ira a tu servidor, Tú, que eres mi ayuda; no me dejes ni me abandones, mi Dios y mi salvador.

Yo creo que contemplaré la bondad del Señor en la tierra de los vivientes. Espera en el Señor y sé fuerte; ten valor y espera en el Señor.

SEGUNDA LECTURA

Cristo hará nuestro cuerpo semejante a su cuerpo glorioso.

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Filipos 3, 17—4, 1

Hermanos:

Sigan mi ejemplo y observen atentamente a los que siguen el ejemplo que yo les he dado. Porque ya les advertí frecuentemente y ahora les repito llorando: hay muchos que se portan como enemigos de la cruz de Cristo. Su fin es la perdición, su dios es el vientre, su gloria está en aquello que los cubre de vergüenza, y no aprecian sino las cosas de la tierra. En cambio, nosotros somos ciudadanos del cielo, y esperamos ardientemente que venga de allí como Salvador el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro pobre cuerpo mortal, haciéndolo semejante a su cuerpo glorioso, con el poder que tiene para poner todas las cosas bajo su dominio.

Por eso, hermanos míos muy queridos, a quienes tanto deseo ver, ustedes que son mi alegría y mi corona, amados míos, perseveren firmemente en el Señor.

EVANGELIO

ACLAMACIÓN AL EVANGELIO Mt 17, 5

Desde la nube resplandeciente se oyó la voz del Padre: Este es mi Hijo amado, escúchenlo.

EVANGELIO

Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 9, 28b-36

Jesús tomó a Pedro, Juan y Santiago, y subió a la montaña para orar. Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se volvieron de una blancura deslumbrante. Y dos hombres conversaban con Él: eran Moisés y Elías, que aparecían revestidos de gloria y hablaban de la partida de Jesús, que iba a cumplirse en Jerusalén.

Pedro y sus compañeros tenían mucho sueño, pero permanecieron despiertos, y vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con Él.

Mientras éstos se alejaban, Pedro dijo a Jesús: Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.

Él no sabía lo que decía. Mientras hablaba, una nube los cubrió con su sombra y al entrar en ella, los discípulos se llenaron de temor. Desde la nube se oyó entonces una voz que decía: Este es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo. Y cuando se oyó la voz, Jesús estaba solo.

Los discípulos callaron y durante todo ese tiempo no dijeron a nadie lo que habían visto.


La reflexión del padre Adalberto Sierra

El primer domingo nos dejó el mensaje de que para vencer la tentación necesitamos escuchar la Palabra de Dios, y nos dejó la advertencia de que, en relación con la supervivencia, el diablo sabe manipular esa Palabra y disfrazarse de religión para hacer caer a los creyentes incautos. Por eso, este domingo nos aclara quién es el auténtico portavoz de Dios y a quién podemos escuchar con seguridad y tranquilidad. La conversión a Dios, que es el objetivo de la Cuaresma, se concreta y verifica en la aceptación de Jesús como «Hijo» del Padre, es decir, como fiel reflejo suyo. Así que no se trata simplemente de convertirse a Dios, sino de convertirse al Padre que se revela en Jesús, y, por tanto, de aceptar a Jesús como revelador del Padre.

Lc 9,28-36.
En el relato íntegro se pueden distinguir una breve introducción, la oración de Jesús, la reacción de Pedro y sus compañeros, la intervención del Padre, y una breve conclusión.
1. Introducción.
El acontecimiento se fecha como al «octavo día» de que Jesús hubiera hablado de su destino y del destino de sus seguidores. Si el «sexto día» alude a la creación del hombre, y el «séptimo día a la creación de todo el mundo visible, el «octavo día» se refiere al mundo futuro. Por tanto, este relato responde a la inquietud por la supervivencia del creyente. Por otro lado, se refirió Jesús al «reinado de Dios», que es para toda la humanidad, respecto del cual él aseguró que «algunos de los presentes» lo verían antes de morir (cf. 2,26). Se trataba de presenciar el fin del nacionalismo y el comienzo del universalismo, que incluye a los paganos.
2. Oración de Jesús.
Jesús se llevó consigo al monte el grupo al que había hecho testigo del triunfo de la vida (Pedro, Juan y Santiago: cf. 8,51). El grupo tiene una nueva configuración (cf. 5,10; 6,14). Aunque el fin de la subida al monte era «orar», Jesús fue el único que lo hizo. Sus discípulos no lo acompañaron (cf. 9,18; 11,1), pero ellos también estuvieron «en el monte», es decir, en relación con el Dios de la historia. Esta oración de Jesús dejó ver claramente su gloria, expresada por la transfiguración de su rostro y la blancura refulgente de sus vestiduras.
La súbita e inesperada presencia de Moisés y Elías como «dos hombres» (ἄνδρες: cf. 24,4) tiene unos rasgos que la definen muy bien. Representan la Ley y los profetas, en cuyo nombre los tres discípulos se resisten a acoger el mensaje de Jesús. «Dos» es el número mínimo de testigos fiables; el «conversar» con Jesús, significa que se subordinan a él (cf. Éxo 34,35) a pesar de su también visible condición gloriosa («resplandecientes»); y el tema del que hablaban, «su éxodo, que iba a completar en Jerusalén», se refiere a la futura muerte de Jesús a manos de las autoridades judías, ya anunciada por él (cf. 9,22), tema del que los discípulos preferían no hablar (cf. 9,44-45; 18,31-34). Esto deja dicho que Jesús está por encima de la Ley, representada por Moisés, y los profetas, representados por Elías, que Jerusalén representa ahora a Egipto, y que la muerte de Jesús es un «éxodo», es decir, la salida definitiva.
3. Reacción de Pedro.
«Pedro y sus compañeros» no estaban interesados en esa oración, como tampoco lo estarán en la oración de Jesús antes de su pasión, porque dicha oración no encaja con sus expectativas (cf. 22,45); y por eso se desentendieron, «amodorrados por el sueño», pero la presencia de Moisés y Elías los despabiló, aunque lo que atrajo su atención fue «la gloria de él». Se sintieron respaldados por la Ley y los profetas para justificar su disenso respecto de Jesús.
Sin embargo, al ver que ellos se alejaban para dejarle libre el paso a Jesús, «Pedro» formuló una propuesta para asegurar la permanencia de ellos dos; se resistía a aceptar el destino que proponía Jesús con su «éxodo» y que Moisés y Elías aceptaban. Llama «jefe» (ἐπιστάτης) a Jesús, considera «excelente» (καλός) que ellos estén «allí», y propone hacer perdurable esa estancia, prolongando el éxodo antiguo («chozas»). La propuesta de «Pedro», de forma sutil, puso a Moisés en el centro, por encima de Jesús, en abierta contradicción con lo que acababan de presenciar. Este hecho explicita la tentación de buscar la supervivencia nacional como si su principal objetivo fuera la preservación de la vida física, malinterpretando la promesa de Dios. Definitivamente, Pedro «no sabía lo que decía». Por su boca hablaba la doctrina de los letrados, no el Espíritu de Dios.
4. Intervención del Padre.
Ante tanta resistencia, provocada por esa doctrina que había sido presentada como avalada por Dios, se hizo necesario que Dios mismo interviniera para dirimir la cuestión. Los discípulos no creían que Jesús estuviera hablando en nombre de Dios, porque consideraban que los letrados sí lo hacían. Era preciso que Dios dijera quién era su auténtico portavoz.
Esa intervención se produce desde «una nube» que «los fue cubriendo con su sombra». Esto no es un hecho amenazante, al contrario, la «nube» revela y vela la presencia liberadora y salvadora de Dios (cf. Éxo 13,21), evoca la alianza con él (cf. Éxo 19,16) y asegura la presencia de su gloria en medio del pueblo (cf. Éxo 40,34-38).
Desde la nube hubo una voz que decía: «Este es mi Hijo, el Elegido. Escúchenlo a él». Cuando se produjo esa voz, «Jesús estaba solo», ya no estaban con él Moisés y Elías; por tanto, la voz se refería únicamente a él. El sentido de esta locución referida a Jesús es manifiesto:
• «Mi Hijo»: indica que Dios se reconoce reflejado íntegramente en Jesús; él es y actúa como su Padre, por consiguiente, la persona misma de Jesús es revelación de Dios como Padre.
• «El Elegido»: declara a Jesús como el Mesías prometido, aunque no corresponda a la figura de poder y dominio que han venido enseñando los letrados con su doctrina triunfalista.
• «Escúchenlo a él»: exhorta a aceptar a Jesús como el único portavoz autorizado por Dios, por encima de la Ley y de los profetas, que ya no tienen mensaje propio; el mensaje es Jesús.
5. Conclusión.
Los discípulos, invitados a ser testigos del triunfo de la vida, decidieron silenciar el sentido de la visión que habían presenciado, porque esta contradecía sus expectativas de triunfo terreno. Ese silencio es semejante al de los antagonistas de Jesús (cf. 20,26). Es una confabulación de silencio motivada por sus intereses ideológicos, intereses que anteponen al mensaje de Dios y que callan el sentido cristiano de la supervivencia.

Todavía muchos discípulos están «en el monte», es decir, creen en Dios, pero se resisten a creer en el Padre que revela Jesús. Por eso se aferran a la Ley y los profetas del Antiguo Testamento, porque la buena noticia de Jesús no termina de convencerlos. No han aceptado al Hijo de Dios o, por lo menos, no lo escuchan, siguen mezclando su mensaje con el de Moisés y Elías, a veces subordinándolo, y se privan de la grandeza y belleza del Evangelio.
Las comunidades cristianas están llamadas a dar testimonio de la fuerza de vida que contiene la buena noticia, sin amilanarse al anunciar el Evangelio (cf. Rom 1,16). Esto tiene que verse en el desprendimiento generoso, en la disponibilidad para el servicio y en el amor fraternal. Pero, ante todo, debe verse en la valentía para amar con libertad cristiana y asumir la causa de los excluidos de todas las sociedades, sin dejarse acobardar por ese «mundo» que despoja, oprime y desacredita a quienes se oponen a sus ambiciones de riqueza, poder y prestigio. Solo así seremos testimonio creíble de la vida que vence la muerte, y por eso la enfrenta, como nos enseñó Jesús.

Detalles

Fecha:
13 marzo, 2022
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