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ORACIÓN POR EL SÍNODO DE LA SINODALIDAD

Estamos ante ti, Espíritu Santo, reunidos en tu nombre.
Tú que eres nuestro verdadero consejero: ven a nosotros, apóyanos, entra en nuestros corazones. Enséñanos el camino, muéstranos cómo alcanzar la meta. Impide que perdamos el rumbo como personas débiles y pecadoras.
No permitas que la ignorancia nos lleve por falsos caminos.
Concédenos el don del discernimiento, para que no dejemos que nuestras acciones se guíen por perjuicios y falsas consideraciones.
Condúcenos a la unidad en ti, para que no nos desviemos del camino de la verdad y la justicia, sino que en nuestro peregrinaje terrenal nos esforcemos por alcanzar la vida eterna. Esto te lo pedimos a ti, que obras en todo tiempo y lugar, en comunión con el Padre y el Hijo por los siglos de los siglos. Amén.

 

Exhortación Apostólica Laudate Deum | Síntesis y reflexión del Cardenal Luis José Rueda Aparicio

 

San José Patrono de la Iglesia universal

 
 
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Domingo de la III Semana de Cuaresma

PRIMERA LECTURA

“Yo soy” me envió a ustedes.

Lectura del libro del Éxodo 3, 1-8a. 10. 13-15

Moisés, que apacentaba las ovejas de su suegro Jetró, el sacerdote de Madián, llevó una vez el rebaño más allá del desierto y llegó a la montaña de Dios, al Horeb. Allí se le apareció el Ángel del Señor en una llama de fuego, que salía de en medio de la zarza.

Al ver que la zarza ardía sin consumirse, Moisés pensó: Voy a observar este grandioso espectáculo. ¿Por qué será que la zarza no se consume?

Cuando el Señor vio que él se apartaba del camino para mirar, lo llamó desde la zarza, diciendo: ¡Moisés, Moisés!Aquí estoy, respondió él. Entonces Dios le dijo: No te acerques hasta aquí. Quítate las sandalias, porque el suelo que estás pisando es una tierra santa. Luego siguió diciendo: Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob.

Moisés se cubrió el rostro porque tuvo miedo de ver a Dios.

El Señor dijo: Yo he visto la opresión de mi pueblo, que está en Egipto, y he oído los gritos de dolor, provocados por sus capataces. Sí, conozco muy bien sus sufrimientos. Por eso he bajado a librarlo del poder de los egipcios y a hacerlo subir, desde aquel país, a una tierra fértil y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel. Ahora ve, Yo te envío al Faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, a los israelitas.

Moisés dijo a Dios: Si me presento ante los israelitas y les digo que el Dios de sus padres me envió a ellos, me preguntarán cuál es su nombre. Y entonces, ¿qué les responderé?

Dios dijo a Moisés: Yo soy el que soy. Luego añadió: Tú hablarás así a los israelitas: “Yo soy” me envió a ustedes. Y continuó diciendo a Moisés: Tu hablarás así a los israelitas: El Señor, el Dios de sus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, es el que me envía. Este es mi nombre para siempre, y así será invocado en todos los tiempos futuros.

SALMO RESPONSORIAL 102, 1-4. 6-8. 11

R/El Señor es bondadoso y compasivo.

Bendice al Señor, alma mía, que todo mi ser bendiga a su santo Nombre; bendice al Señor, alma mía, y nunca olvides sus beneficios.

Él perdona todas tus culpas y sana todas tus dolencias; rescata tu vida del sepulcro, te corona de amor y de ternura.

El Señor hace obras de justicia y otorga el derecho a los oprimidos; Él mostró sus caminos a Moisés y sus proezas al pueblo de Israel.

El Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia; cuanto se alza el cielo sobre la tierra, así de inmenso es su amor por los que lo temen.

SEGUNDA LECTURA

La vida del pueblo con Moisés en el desierto fue escrita para que nos sirviera de lección.

Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 10, 1-6. 10-12

Hermanos:

No deben ignorar que todos nuestros padres fueron guiados por la nube y todos atravesaron el mar; y para todos, la marcha bajo la nube y el paso del mar, fue un bautismo que los unió a Moisés. También todos comieron la misma comida y bebieron la misma bebida espiritual. En efecto, bebían el agua de una roca espiritual que los acompañaba, y esa roca era Cristo. A pesar de esto, muy pocos de ellos fueron agradables a Dios, porque sus cuerpos quedaron tendidos en el desierto.

Todo esto aconteció simbólicamente para ejemplo nuestro, a fin de que no nos dejemos arrastrar por los malos deseos, como lo hicieron nuestros padres.

No nos rebelemos contra Dios, como algunos de ellos, por lo cual murieron víctimas del Ángel exterminador.

Todo esto les sucedió simbólicamente, y está escrito para que nos sirva de lección a los que vivimos en el tiempo final. Por eso, el que se cree muy seguro, ¡cuídese de no caer!

EVANGELIO

ACLAMACIÓN AL EVANGELIO   Mt 4, 17

Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca, dice el Señor.

EVANGELIO

Si no se convierten, todos acabarán de la misma manera.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 13, 1-9

En cierta ocasión se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas de sus sacrificios. Él les respondió:

¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera. ¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera.

Les dijo también esta parábola: Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: “Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?”

Pero él respondió: “Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás”.


La reflexión del padre Adalberto Sierra

El culto que se le tributa a Dios depende de la forma como se lo concibe. Confundirse en relación con Dios equivale a desacertar en el culto que se le quiere dar. Pero también es posible conocerlo y conocer su designio y, al mismo tiempo, pretender darle un culto inapropiado. Por ejemplo, el pueblo contemporáneo de Jesús tenía claro que el Señor quiere una convivencia justa, en la que no haya opresión, ni explotación ni humillación del semejante. Sin embargo, se debatían entre el ocupante romano, que los oprimía, explotaba, y humillaba, y el connacional indolente, que hacía lo mismo y, para colmo, se presentaba como respaldado por el Señor y sus leyes.
Los habitantes de Judea se preguntaban cómo darle culto al Señor que los sacó de Egipto: si con la sumisión, o con la rebelión. Jesús viene a mostrarles la falsedad de ese dilema.

Lc 13,1-9.
El texto propuesto para este domingo tiene dos partes: el planteamiento de la situación política de Judea y Galilea, y una parábola de Jesús que se refiere a dicha situación.
1. La situación de Galilea y Judea.
Jesús acabó de exhortar a las multitudes a resolver creativamente los conflictos en vez de atenerse a la ley, y entonces unos de los presentes se refirieron a un hecho de sangre ocurrido en Judea: unos galileos rebeldes fueron tan salvajemente reprimidos por las tropas romanas que la sangre de las víctimas que ofrecían como sacrificio a Dios se mezcló con la de ellos mismos, degollados por soldados vestidos de civil. Era una manera de insinuar que Jesús podría tener el mismo final.
La cuestión de fondo consiste en determinar si es más fiel a Dios el que se rebela en contra de los tiranos de turno o el que se les somete. Jesús se refiere a las dos posibilidades:
a) Los galileos.
Independientemente del hecho al que se refieren los informantes, estos esperan que Jesús haga un pronunciamiento enérgico en contra del procurador romano movido por su solidaridad con los galileos o con los nacionalistas en general. En la información subyace la concepción según la cual las desgracias son castigos por los pecados de quienes las padecen. Jesús no piensa así.
Él pregunta si los galileos que murieron de esa forma tan atroz a manos del ocupante eran «más pecadores que los demás» por haber padecido esa muerte. Y se responde afirmando que no, y advirtiendo que si sus oyentes no se enmiendan todos perecerán «de modo parecido» (ὁμοίως). Su respuesta deja dicho que los rebeldes no eran «más pecadores» que el resto de los galileos, y su advertencia notifica a sus informantes que les espera una suerte semejante si no rectifican las injusticias que se dan entre ellos.
La condición que plantea para evitar perecer «de modo parecido» es enmendarse (μετανοέω), la misma que había planteado Juan Bautista (cf. 3,3.8), y está dirigida a «todos» (13,3), no solo a los galileos exaltados de los que le han hablado.
b) Los jerosolimitanos.
Pero Jesús alude a otro hecho, y este perjudicó a jerosolimitanos: dieciocho personas perecieron bajo los escombros de la desplomada torre de Siloé. Y pregunta si estos eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén, la ciudad santa, en donde los sumos sacerdotes, los letrados y los fariseos se sometían al gobierno romano a cambio de que los dejara realizar su culto. En este otro caso, siguiendo la misma lógica, también la desgracia habría que interpretarla como castigo divino causado por el pecado de las víctimas.
Pero se responde también negando el supuesto castigo y advirtiéndoles que si sus oyentes no se enmiendan todos perecerán «igualmente» (ὡσαύτος). No eran «más pecadores», pero para estos los resultados de rehusarse a la enmienda parecen más graves. En el primer caso, el responsable de la desgracia es el invasor; en el segundo, los mismos judíos sometidos al invasor.
En definitiva, tanto los que se rebelan como los que se someten son responsables de injusticia, y deben enmendarla para evitar la ruina de su sociedad. Tanto el culto de los galileos como el de los jerosolimitanos intentaban tranquilizar las conciencias de los que cometían esas injusticias.
A raíz de la vocación de Leví, colaborador del invasor y explotador de su propio pueblo, Jesús había advertido que los que sienten necesidad de un dirigente («médico») no son los insertos en el orden social injusto («los sanos»: οἱ ὑγιαίνοντες), sino los excluidos por ellos (οἱ κακῶς ἔχοντες), y que, por eso, no vino a llamar a justos, sino a pecadores, para que se enmienden (cf. 5,32).
2. La parábola de la higuera estéril.
Si no hay enmienda, la ruina de la sociedad es inevitable, no por castigo de Dios, sino porque la sociedad misma, con su injusticia se priva de vida. Esto lo ilustra Jesús con una parábola que se entiende teniendo en cuenta que, según las costumbres de la época, los tres primeros años no se recogían los frutos, los del cuarto año eran para el Señor, y solo a partir del quinto se recogían dichos frutos (cf. Lev 19,23-25). La higuera lleva siete años en «la tierra».
El «hombre» que «tenía una higuera plantada en su viña» es Dios, y la «viña» es su pueblo (cf. Isa 5,1-7; Eze 17,6-10; Sal 80,9-11). La «higuera» simbolizaba la época de la elección del pueblo y la fidelidad de su respuesta (cf. Ose 9,10), antes de la época de la apostasía idólatra. En este caso, la «higuera estéril» simboliza el aparato político-religioso que traicionó el designio de Dios, y que le impide a la «viña» dar su fruto, porque le está menoscabando sus posibilidades («esquilmando la tierra»). Ese aparato será rechazado, y la viña le será entregada a «otros» (los paganos: cf. 20,16-19). El «viñador» es Jesús, quien manifiesta la misericordia del «hombre» propietario (Dios) más allá del tiempo previsto para que la viña diera frutos («tres años»). El nuevo «año» de plazo es esta última oportunidad, representada en la exhortación a la enmienda («abono») que Jesús les está haciendo. Si las autoridades religiosas del templo no responden a ese llamado, Dios «cortará» definitivamente su relación con ellas (cf. 12,46), porque él no es cómplice de la injusticia.
La violencia activa de los opresores, la violencia reactiva de los oprimidos y la pasividad cómplice de los sometidos están arruinando la sociedad. La alternativa es producir frutos de enmienda, es decir, el compromiso activo con la justicia, que cada uno corrija su conducta y deje de señalar a los otros como «más pecadores que los demás», que cada uno asuma su responsabilidad y corte su relación con las estructuras de violencia y de indiferencia, para cultivar su relación con Dios.

Este tiempo de Cuaresma nos invita a cultivar nuestra relación con Dios, y a revivirla, si está en período de resequedad espiritual. Este «culto», o «cultivo» de dicha relación consiste en hacernos mejores seres humanos para mejorar así nuestra convivencia social. El verdadero culto al Dios liberador y salvador es el compromiso por la libertad y la vida de la humanidad.
Esa liberación comienza por nuestro interior: liberarnos de las iras que nos hacen fanáticos y de los miedos que nos vuelven sumisos. La salvación se efectúa también en nuestro interior cuando nos abrimos al amor de Dios, que supera el resentimiento, y nos da una nueva vida, que domina el temor a la muerte. Así podemos cultivar nuestra relación de libertad y felicidad con Dios.
Celebramos el domingo como seres libres, liberados por el Espíritu de Jesús vertido en nuestros corazones, que nos capacita para amar con libertad, sin ataduras interiores ni imposiciones desde fuera. Esta libertad para amar así es nuestro mejor homenaje a Dios, y es el empeño que anima todo el tiempo a las comunidades cristianas, particularmente en Cuaresma.

Detalles

Fecha:
20 marzo, 2022
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