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ORACIÓN POR EL SÍNODO DE LA SINODALIDAD

Estamos ante ti, Espíritu Santo, reunidos en tu nombre.
Tú que eres nuestro verdadero consejero: ven a nosotros, apóyanos, entra en nuestros corazones. Enséñanos el camino, muéstranos cómo alcanzar la meta. Impide que perdamos el rumbo como personas débiles y pecadoras.
No permitas que la ignorancia nos lleve por falsos caminos.
Concédenos el don del discernimiento, para que no dejemos que nuestras acciones se guíen por perjuicios y falsas consideraciones.
Condúcenos a la unidad en ti, para que no nos desviemos del camino de la verdad y la justicia, sino que en nuestro peregrinaje terrenal nos esforcemos por alcanzar la vida eterna. Esto te lo pedimos a ti, que obras en todo tiempo y lugar, en comunión con el Padre y el Hijo por los siglos de los siglos. Amén.

 

Exhortación Apostólica Laudate Deum | Síntesis y reflexión del Cardenal Luis José Rueda Aparicio

 

San José Patrono de la Iglesia universal

 
 
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Domingo de Pascua de Resurrección

PRIMERA LECTURA

Comimos y bebimos con Él, después de su resurrección.

Lectura de los Hechos de los Apóstoles  10, 34a. 37-43

Pedro, tomando la palabra, dijo: “Ustedes ya saben qué ha ocurrido en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicaba Juan: cómo Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo, llenándolo de poder. Él pasó haciendo el bien y sanando a todos los que habían caído en poder del demonio, porque Dios estaba con Él.

Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en el país de los judíos y en Jerusalén. Y ellos lo mataron, suspendiéndolo de un patíbulo. Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió que se manifestara, no a todo el pueblo, sino a testigos elegidos de antemano por Dios: a nosotros, que comimos y bebimos con Él, después de su resurrección.

Y nos envió a predicar al pueblo, y a atestiguar que Él fue constituido por Dios Juez de vivos y muertos. Todos los profetas dan testimonio de Él, declarando que los que creen en Él reciben el perdón de los pecados, en virtud de su Nombre”.

SALMO RESPONSORIAL  117, 1-2. 16-17. 22-23

R/. Este es el día que hizo el Señor: alegrémonos y regocijémonos en él.

¡Den gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor! Que lo diga el pueblo de Israel: ¡es eterno su amor!

La mano del Señor es sublime, la mano del Señor hace proezas. No, no moriré: viviré para publicar lo que hizo el Señor.

La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular. Esto ha sido hecho por el Señor y es admirable a nuestros ojos.

SEGUNDA LECTURA

Busquen los bienes del cielo, donde está Cristo.

Lectura de la carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Colosas  3, 1-4

Hermanos:

Ya que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo donde Cristo está sentado a la derecha de Dios. Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra. Porque ustedes están muertos, y su vida está desde ahora oculta con Cristo en Dios. Cuando se manifieste Cristo, que es la vida de ustedes, entonces ustedes también aparecerán con Él, llenos de gloria.

SECUENCIA

Cristianos, ofrezcamos al Cordero pascual nuestro sacrificio de alabanza. El Cordero ha redimido a las ovejas: Cristo, el inocente, reconcilió a los pecadores con el Padre.

La muerte y la vida se enfrentaron en un duelo admirable: el Rey de la vida estuvo muerto, y ahora vive.

Dinos, María Magdalena, ¿qué viste en el camino? He visto el sepulcro del Cristo viviente y la gloria del Señor resucitado.

He visto a los ángeles, testigos del milagro, he visto el sudario y las vestiduras. Ha resucitado Cristo, mi esperanza, y precederá a los discípulos en Galilea.

Sabemos que Cristo resucitó realmente; Tú, Rey victorioso, ten piedad de nosotros.

EVANGELIO

ACLAMACIÓN AL EVANGELIO  1Cor. 5, 7b-8a

Aleluya.

Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado. Celebremos, entonces, nuestra Pascua. Aleluya.

EVANGELIO

Él debía resucitar de entre los muertos.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan  20, 1-9

El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”.

Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: Él también vio y creyó. Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, Él debía resucitar de entre los muertos.

Donde se celebre Misa vespertina, también puede leerse el siguiente Evangelio

Lo reconocieron al partir el pan.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 24, 13-35

El primer día de la semana, dos de los discípulos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús, situado a unos diez kilómetros de Jerusalén. En el camino hablaban sobre lo que había ocurrido.

Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió caminando con ellos. Pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran. Él les dijo: “¿Qué comentaban por el camino?”

Ellos se detuvieron, con el semblante triste, y uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: “¡Tú eres el único forastero en Jerusalén que ignora lo que pasó en estos días!”

“¿Qué cosa?”, les preguntó.

Ellos respondieron: “Lo referente a Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo, y cómo nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para ser condenado a muerte y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que fuera Él quien librara a Israel. Pero a todo esto ya van tres días que sucedieron estas cosas. Es verdad que algunas mujeres que están con nosotros nos han desconcertado: ellas fueron de madrugada al sepulcro y al no hallar el cuerpo de Jesús, volvieron diciendo que se les habían aparecido unos ángeles, asegurándoles que Él está vivo. Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y lo encontraron todo como las mujeres habían dicho. Pero a Él no lo vieron”.

Jesús les dijo: “¡Hombres duros de entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en su gloria?” Y comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a Él.

Cuando llegaron cerca del pueblo adonde iban, Jesús hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le insistieron: “Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba”.

Él entró y se quedó con ellos. Y estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio. Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero Él había desaparecido de su vista.

Y se decían: “¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?”

En ese mismo momento, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén.

Allí encontraron reunidos a los Once y a los demás que estaban con ellos, y estos les dijeron: “Es verdad, ¡el Señor ha resucitado y se apareció a Simón!”.

Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

La reflexión del padre Adalberto Sierra

La expresión «vivir en una burbuja», aplicada a las personas, denota un aislamiento y, al mismo tiempo, el hecho de estar inmerso en una visión distorsionada de la realidad. El cuarto evangelio llama «tiniebla» a la «burbuja» en la que están quienes se valen del temor a la muerte para dominar, y quienes, por temor a la muerte, malgastan su vida sometidos como esclavos. De la muerte no tenemos experiencia directa, así que lo que digamos de ella es muy conjetural y cuestionable. Si abrimos la mente y ponemos en duda todo lo que pensamos acerca de la muerte, a partir de la experiencia de que el temor a la misma ha favorecido los intereses de los tiranos, estaremos en condiciones de captar el mensaje de la buena noticia de Jesús. La «tiniebla» es una ideología de dominación, distorsiona la realidad de la vida –de la cual sí tenemos experiencia personal– y se vale del temor que inspira el hecho de morir para inculcar el miedo a la muerte. Todo eso se viene abajo cuando Jesús nos muestra que la muerte física no suprime la vida que procede de él.

Jn 20,1-10.
El relato del cuarto evangelio comienza indicando una triple determinación temporal. La primera alude al primer día de la creación (cf. Gén1,3-5), pero la segunda y la tercera, cotejadas entre sí, parecen contradictorias. El narrador quiere mostrar que el hecho es en sí desconcertante.
En efecto, dice el texto: «El día primero de la semana, rayada el alba, estando todavía en tinieblas, María Magdalena fue al sepulcro y vio la losa quitada…». Esa expresión «el día primero de la semana» (literalmente: «el día uno de la semana») alude a Gén 1,5 («día uno»), cuando Dios creó la luz y separó la luz de la tiniebla, momento que señala el paso del no-ser al ser. Aquí se refiere concretamente al paso de la muerte a la vida. Este paso se sugiere también al decir que la losa del sepulcro estaba retirada, es decir, que había sido removida la frontera entre la vida y la muerte, entre los vivos y los muertos. Supuesto que la muerte es un hecho, su puesta en duda sorprende.
Suena incongruente que, «rayada el alba», María esté «todavía en tinieblas». Pero la contradicción es otra, no del narrador, ni temporal. Juan quiere decir que, en tanto que Jesús ya había resucitado (la luz del alba), María Magdalena seguía dominada por la idea de que la muerte era irremediable («todavía en tinieblas»). María Magdalena todavía no tiene clara su fe.
La muerte de Jesús había dispersado a sus discípulos. María Magdalena se apresuró a ver –por un lado– a Simón Pedro y –por otro– al discípulo predilecto de Jesús para darles una noticia que no le consta: «Se han llevado al Señor del sepulcro y no sabemos dónde lo han puesto». Transmite la confusión propia de quien está «en tinieblas»; y obviamente esta noticia suya repercute en los dos destinatarios: salió primero Simón Pedro, por su lado, y luego el otro discípulo, por el suyo, en dirección al sepulcro. Corrían simultáneamente pero el otro discípulo –no por joven sino por estar impulsado por el amor– se adelantó y llegó primero al sepulcro. Al llegar observó que los lienzos estaban doblados, como hace quien se ha levantado de la cama y la ha arreglado. Pero solamente se asomó, no entró, para permitir que Simón Pedro entrara primero, como gesto de aceptación y reconciliación, después de que Pedro por tres veces hubiera negado a Jesús.
Este vio los lienzos puestos, pero observó el sudario con el que le habían cubierto la cabeza: no estaba doblado con los lienzos sino aparte enrollado hacia determinado lugar. «El lugar» (ὁ τόπος) designa en este evangelio el templo. Por tanto, esto indica que el sudario –con el cual quisieron velar el rostro de Jesús– ahora amenaza de muerte a la institución que lo condenó a morir. Dado que el sudario tapa el rostro de la persona, se entiende como el velo que la hace desaparecer. La muerte de Jesús significó la autodestrucción de la institución que lo condenó, porque ella perdió su razón de ser al rechazarlo, en tanto que él fue reivindicado por Dios. La resurrección de Jesús implica no solo su reivindicación, sino la descalificación de quienes lo juzgaron y condenaron a muerte. Al resucitarlo, Dios –único que podría hacerlo– anuló el juicio, revocó la sentencia, dejó sin efecto la pena de muerte proferida contra él, y condenó los dos sistemas que procedieron en su contra acusándolo de antisocial (romanos) y de «maldito de Dios» (judíos: cf. Deu 21,23).
El discípulo predilecto entró y, al observar todo, llegó a una conclusión de fe: creyó que Jesús había resucitado. Ambos seguían sin entender que Jesús tenía que resucitar de la muerte; ahora este discípulo lo ha entendido. Esta fe ilumina el entendimiento del discípulo, quien interpreta el texto de la Escritura al que Jesús había aludido antes (cf. 16,16-22): «¡Vivirán tus muertos, tus cadáveres se alzarán, despertarán jubilosos los que habitan en el polvo! Porque tu rocío es rocío de luz, y la tierra de las sombras parirá. Anda, pueblo mío, entra en tus aposentos y cierra por dentro la puerta; escóndete un breve instante mientras pasa la cólera.» (Isa 26,19-20). En dicho oráculo, el profeta anuncia «la ira» (reprobación) del Señor respecto de los opresores del pueblo que está bajo su protección. El «castigo» (consecuencia de la injusticia) afectará a esos opresores (cf. Éxo 12,22-23), en tanto que la sangre inicuamente derramada será reivindicada. Es decir, ese oráculo sirve para presentar la resurrección en clave de éxodo, Jesús pasó el «mar» de la muerte, en tanto que sus verdugos experimentarán el mismo fracaso de las tropas del antiguo Faraón.
La fe aquí aparece como fruto de la permanencia del amor. La amistad indeclinable entre Jesús y el discípulo amado impide la ruptura de esa relación con pretexto de la muerte. El encuentro con el Señor resucitado se da en la fidelidad del amor.
Luego, cada uno regresa a su propia casa. Los discípulos se habían dispersado tras la muerte de Jesús, y la dispersión continúa.

Jesús ciertamente murió, pero no es un cadáver del cual cualquiera puede disponer. La vida de Jesús continúa, y ahora anima la vida de sus discípulos. Pero, además, su vida incide también en la convivencia social y determina el futuro de la historia y de las sociedades humanas. Todo lo que esté construido sobre la justicia tiene garantía de futuro. En cambio, lo que esté construido sobre la injusticia terminará labrando su propio fracaso.
Consecuencias de la resurrección de Jesús:
• Ante todo, genera la fe, que consiste en salir de la «burbuja» de la tiniebla para adherirse a Jesús, secundar su obra liberadora y anunciar su mensaje de salvación.
• Además, cambia la vida personal. El discípulo predilecto comprende que una vida nueva ha comenzado para Jesús, y también él comienza esa vida nueva.
• Igualmente, cambia la convivencia social. El discípulo predilecto comprende que la institución que asesinó a Jesús ahora está, por sí misma, condenada a desaparecer.
• Y, por último, genera la misión, porque la tarea del discípulo es proponer un mundo alternativo al mundo injusto, el mundo nuevo y definitivo: el reino de Dios.
Esas consecuencias son libres decisiones de los hombres, no fatalidades impuestas por Dios.
Mantener la fidelidad al Señor no consiste en sostener una doctrina ni en persistir en un trabajo, por mucho que esa doctrina sea verdadera y ese trabajo provechoso. Consiste en permanecer en comunión con él sin que exista la presencia física, animados por el amor que su Espíritu infunde en nosotros. Al comulgar nos hacemos solidarios con el Señor resucitado y nos comprometemos con él a cambiar nuestra vida personal y nuestra convivencia social.

Detalles

Fecha:
17 abril, 2022
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