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ORACIÓN POR EL SÍNODO DE LA SINODALIDAD

Estamos ante ti, Espíritu Santo, reunidos en tu nombre.
Tú que eres nuestro verdadero consejero: ven a nosotros, apóyanos, entra en nuestros corazones. Enséñanos el camino, muéstranos cómo alcanzar la meta. Impide que perdamos el rumbo como personas débiles y pecadoras.
No permitas que la ignorancia nos lleve por falsos caminos.
Concédenos el don del discernimiento, para que no dejemos que nuestras acciones se guíen por perjuicios y falsas consideraciones.
Condúcenos a la unidad en ti, para que no nos desviemos del camino de la verdad y la justicia, sino que en nuestro peregrinaje terrenal nos esforcemos por alcanzar la vida eterna. Esto te lo pedimos a ti, que obras en todo tiempo y lugar, en comunión con el Padre y el Hijo por los siglos de los siglos. Amén.

 

Exhortación Apostólica Laudate Deum | Síntesis y reflexión del Cardenal Luis José Rueda Aparicio

 

San José Patrono de la Iglesia universal

 
 
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Jueves de la decimocuarta semana del tiempo ordinario

PRIMERA LECTURA

Mi corazón se subleva contra mí.

Lectura de la profecía de Oseas   11, 1-4. 8c-9

Así habla el Señor:

Cuando Israel era niño, Yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo. Pero cuanto más los llamaba, más se alejaban de mí; ofrecían sacrificios a los Baales y quemaban incienso a los ídolos. ¡Y Yo había enseñado a caminar a Efraím, lo tomaba por los brazos!

Pero ellos no reconocieron que Yo los cuidaba. Yo los atraía con lazos humanos, con ataduras de amor; era para ellos como los que alzan a una criatura contra sus mejillas, me inclinaba hacia él y le daba de comer.

Mi corazón se subleva contra mí y se enciende toda mi ternura: no daré libre curso al ardor de mi ira, no destruiré otra vez a Efraím. Porque Yo soy Dios, no un hombre: soy el Santo en medio de ti, y no vendré con furor.

SALMO RESPONSORIAL     79, 2ac. 3b. 15-16

R/. ¡Señor, ven a salvarnos!

Escucha, Pastor de Israel, Tú que tienes el trono sobre los querubines, reafirma tu poder y ven a salvarnos.

Vuélvete, Señor de los ejércitos, observa desde el cielo y mira: ven a visitar tu vid, la cepa que plantó tu mano, el retoño que Tú hiciste vigoroso.

EVANGELIO

ACLAMACIÓN AL EVANGELIO       Mc 1, 15

Aleluya.

El Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia. Aleluya.

EVANGELIO

Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo    10, 7-15

Jesús envió a sus doce apóstoles, diciéndoles:

Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente. No lleven encima oro ni plata, ni monedas, ni provisiones para el camino, ni dos túnicas, ni calzado, ni bastón; porque el que trabaja merece su sustento.

Cuando entren en una ciudad o en un pueblo, busquen a alguna persona respetable y permanezcan en su casa hasta el momento de partir. Al entrar en la casa, salúdenla invocando la paz sobre ella. Si esa casa lo merece, que la paz descienda sobre ella; pero si es indigna, que esa paz vuelva a ustedes.

Y si no los reciben ni quieren escuchar sus palabras, al irse de esa casa o de esa ciudad, sacudan hasta el polvo de sus pies. Les aseguro que, en el día del Juicio, Sodoma y Gomorra serán tratadas menos rigurosamente que esa ciudad.

La reflexión del padre Adalberto Sierra

Si algo dejan claro los profetas es que la idolatría no es un mero asunto cultual. O mejor, que la valoración cultual expresa, en términos de sanción, lo reprobable y perjudicial de dicho extravío. Hay quienes interpretan mal aquello de que «el Señor es un Dios celoso», y casi se lo figuran con problemas de baja autoestima, como si fuera un novio celoso de su atractiva pareja. No es eso. Los ídolos sirven de pretexto para la explotación, opresión y humillación de los pobres por parte de los poderosos, y el Señor, que es defensor de la causa de los desvalidos, no tolera eso. El celo del Señor no es posesivo, sino liberador, y en eso radica su ardor: no ve con buenos ojos lo que atente contra la libertad y la vida de su pueblo.
La «vaca brava» aró maldad, cosechó crímenes y se nutrió del fruto de su traición. Se fio de sus soldados y la guerra se le vino encima; lo que le espera son las consecuencias de una guerra cruel y despiadada (cf. 2Rey 8,12; Isa 13,16; Nah 3,10; Sal 137,9). Ese destino le aguarda a Israel desde el comienzo de la guerra («de madrugada»); en efecto, Oseas, el último rey de Israel, fue apresado y encarcelado por Salmanasar V antes de comenzar el asedio a Samaría (cf. 10,13-15, omitido).

Ose 11,1-4.8c-9.
Ahora la metáfora no es la del amor nupcial, sino la del amor paternal. Dios se revela a sí mismo como padre, y contempla al pueblo como su hijo. Se considera al Señor como «padre» del pueblo en el sentido de que él le da la existencia y lo ha criado y educado con amorosa paciencia.
• Como «ama» un padre a su hijo, el Señor amó a Israel desde su infancia, aunque estos hijos se parecen más a su «madre» (los habitantes a la nación: cf. 1,2; 2,1.4), por mostrarse inclinados a la idolatría; el amor paternal del Señor es anterior a su falta y prevalece siempre sobre ella. Esa paternidad del Señor sobre el pueblo y la correspondiente filiación de este aparece y se relaciona con las tradiciones de la liberación del pueblo (cf. Éxo 4,23; Deu 8,5; 32,6; Jer 31,9.20), y difiere de la actitud díscola del mismo (cf. Isa 1,2; 30,9; Jer 3,4.19-22; 4,22).
• Como «llama» un padre al hijo del no ser a la vida, el Señor, por amor, llamó a Israel de Egipto –de la servidumbre al servicio libre–, pero el pueblo siempre se ha resistido a esta vocación a la libertad. Como si le hicieran falta las coyundas de la esclavitud, tiende a darle su adhesión a los ídolos de los paganos opresores. Alejarse del Señor para ofrecer sacrificios a los baales y quemar ofrendas a los ídolos no constituía una mera transgresión ritual, sino que significaba renunciar a la libertad que el Señor le adquirió para someterse a alianzas subyugantes.
• Como «enseña» un padre a caminar a su hijo, el Señor le ha enseñado a Israel a ser libre, le ha mostrado el camino de sus leyes (enseñándolo a convivir) y le ha prodigado sus cuidados sin que el pueblo se diera por enterado; ni reconocía ni agradecía el bien que el Señor le hacía. El verbo que se traduce por «enseñar a caminar» (רגל) es un caso raro en la Biblia Hebrea, y se relaciona con «pie» (רֶגֶל) e «infantería» (רַגְלִי). Esta enseñanza es educación para la vida, para recorrer bien el camino de la propia libertad como miembro de ese pueblo «hijo» del Señor (cf. Deu 8,5).
• Como manifiesta un padre su cariño y protección a su hijo, el Señor ha volcado sobre el pueblo su ternura, pese a que este siempre se ha resistido. Si el rasgo anterior gira en torno al «pie» y al camino, este privilegia los brazos, signo de amparo, fuente de seguridad: «lo llevé en mis brazos». La connotación del camino prosigue, pero ahora sugiere la incapacidad o el cansancio del «hijo», al que el padre carga o, también, cuyos brazos sostiene, llevándolo de la mano. En todo caso, es claro el apoyo que el padre le presta al hijo para sostenerlo en el esfuerzo.
• Ha procurado atraerlo con lazos «humanos» –no con cadenas de esclavitud–, con ataduras de amor, en vez de la sujeción que surge del temor. A diferencia de la rienda con la que se orientan los movimientos de los animales de carga, o se tira de ellos para arrastrarlos tras de sí, la idea es la «atracción» por amor: el padre que se hace admirar de su hijo para que el hijo quiera ser como él. Las muestras de afecto («como quien alza una criatura a las mejillas») expresan la intimidad en el trato; la solicitud por la nutrición («me inclinaba y le daba de comer») manifiesta su amor.
Y, sin embargo, todo parece en vano, el pueblo va a repetir la historia. «Volverá a Egipto…», es decir, volverá a ser dominado y a suspirar por la libertad que perdió, otro anuncio de que serán sometidos a la servidumbre en un país extranjero, esta vez Asiria, y asirio será su rey (cf. 7,11). A esto hay que añadir que la espada del guerrero invasor irá de ciudad en ciudad abatiendo sus defensas y engullendo ese pueblo propenso a la apostasía que en vano invoca «su dios»; tampoco él los levantará. (vv. 5-8, omitidos)
Pero, aun así, las entrañas compasivas y misericordiosas del Señor no lo resisten. Es impensable que trate a Israel-Efraín como les sucedió a Admá y Seboín –dos de las ciudades destruidas junto a Sodoma y Gomorra (cf. Gén 10,19; 14,2.8; Deu 29,22)– sin que el Señor se «convulsione» (הפך, el mismo verbo usado para la catástrofe de esas ciudades: cf. Gén 19,25; Deu 29,22); esto es, el «castigo» primero alcanza a Dios mismo. Eso exige otra explicación. El «castigo» es un lenguaje impropio, adaptado al modo de hablar de esa época, pero inadecuado. Porque él es Dios, y no hombre, mantiene su fidelidad a su promesa y perdona. La santidad de Dios consiste en que está por encima de lo humano, y por eso muestra esa santidad con su inigualable capacidad de amar. El «castigo» es, pues, la consecuencia que provoca la injusticia que el mismo hombre comete.
En todo el oráculo es claro que el Señor quiere evitar el desastre; el profeta es consciente de que el pueblo puede desaparecer, porque conoce la praxis de los invasores para evitar que un pueblo invadido se reorganice y se sacuda el yugo. Manifiesta que el Señor se resiste a perder su «hijo» Israel y, puesto que no actúa al modo humano (cf. v. 9), apela a la libertad del pueblo.

Pasar de la imagen del amor esponsal a la del amor paternal le permite a Oseas sacar a la luz una explicación que hacía falta: la incapacidad «infantil» del pueblo para amar, para corresponder a un amor tan grande como el del Señor que lo sacó de la esclavitud y lo condujo a la libertad. Es como afirmar que amar es asunto de adultos, de gente madura, y que la gente inmadura, como niños, ni siquiera se da cuenta de que es amada.
Por eso Jesús cifra la perfección en eso de amar indiscriminadamente, como el Padre celestial. Y Pablo, refiriéndose al amor cristiano, parangona el «antes» y el «después» del amor con la etapa pueril y la edad madura (cf. 1Cor 13,10-11).
La eucaristía es para personas maduras en el amor cristiano. Y en esto podemos comprobar que se dan casos de menores de edad –cronológicamente hablando– que son maduros en el amor cristiano, en tanto que hay mayores de edad inmaduros en ese amor. No es verdadero el «amén» que pronuncian labios inmaduros.

Detalles

Fecha:
7 julio, 2022
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