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ORACIÓN POR EL SÍNODO DE LA SINODALIDAD

Estamos ante ti, Espíritu Santo, reunidos en tu nombre.
Tú que eres nuestro verdadero consejero: ven a nosotros, apóyanos, entra en nuestros corazones. Enséñanos el camino, muéstranos cómo alcanzar la meta. Impide que perdamos el rumbo como personas débiles y pecadoras.
No permitas que la ignorancia nos lleve por falsos caminos.
Concédenos el don del discernimiento, para que no dejemos que nuestras acciones se guíen por perjuicios y falsas consideraciones.
Condúcenos a la unidad en ti, para que no nos desviemos del camino de la verdad y la justicia, sino que en nuestro peregrinaje terrenal nos esforcemos por alcanzar la vida eterna. Esto te lo pedimos a ti, que obras en todo tiempo y lugar, en comunión con el Padre y el Hijo por los siglos de los siglos. Amén.

 

Exhortación Apostólica Laudate Deum | Síntesis y reflexión del Cardenal Luis José Rueda Aparicio

 

San José Patrono de la Iglesia universal

 
 
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Jueves de la II semana de Pascua.

Primera lectura

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles (5,27-33):

EN aquellos días, los apóstoles fueron conducidos a comparecer ante el Sanedrín y el sumo sacerdote los interrogó, diciendo:
«¿No os habíamos ordenado formalmente no enseñar en ese Nombre? En cambio, habéis llenado Jerusalén con vuestra enseñanza y queréis hacernos responsables de la sangre de ese hombre».
Pedro y los apóstoles replicaron:
«Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándolo de un madero. Dios lo ha exaltado con su diestra, haciéndolo jefe y salvador, para otorgar a Israel la conversión y el perdón de los pecados. Testigos de esto somos nosotros y el Espíritu Santo, que Dios da a los que lo obedecen».
Ellos, al oír esto, se consumían de rabia y trataban de matarlos.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 33,2.9.17-18.19-20

R/. Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca.
Gustad y ved qué bueno es el Señor,
dichoso el que se acoge a él. R/.

El Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria.
Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias. R/.

El Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos.
Aunque el justo sufra muchos males,
de todos lo libra el Señor. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Juan (3,31-36):

EL que viene de lo alto está por encima de todos. El que es de la tierra es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo está por encima de todos. De lo que ha visto y ha oído da testimonio, y nadie acepta su testimonio. El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz.
El que Dios envió habla las palabras de Dios, porque no da el Espíritu con medida. El Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano. El que cree en el Hijo posee la vida eterna; el que no crea al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él.

Palabra del Señor


La reflexión del padre Adalberto, nuestro vicario general
Jueves de la II semana de Pascua.
Todavía muchos cristianos equiparan el Nuevo Testamento al Antiguo, porque no han tomado conciencia de la enorme diferencia que hay entre la Ley y Jesús. Pero esto no se resuelve con discusión académica, sino con experiencia de fe. Ser cristiano es mucho más que saber, es vivir y conocer por experiencia el seguimiento de Jesús.
El cumplimiento de la promesa de Dios sorprende, y también exige apertura. La Ley de Moisés era anuncio profético de dicha promesa. Los profetas se basaron en su experiencia y expresaron esa experiencia con imágenes, figuras, metáforas, tratando de hacerla inteligible. Quedarse en la «letra» de sus escritos, sin abrirse al «espíritu» de sus oráculos, encerraba la promesa en estrechos límites de comprensión. Por eso, cuando el cumplimiento desborda las expectativas, algunos, en nombre de la Ley, se resisten a aceptar tanto derroche de generosidad.
1. Primera lectura (Hch 5,27-33).
El Ángel del Señor mandó a los apóstoles que, «de pie» (como testigos), le hablaran al pueblo en el templo sobre todo lo referente a «este modo de vida». Ahora, «de pie», son acusados por el sacerdote ante el Consejo de desobedecer a Dios (porque no les obedecen a ellos). Sin saberlo y sin proponérselo, los acusadores testifican que los apóstoles han cumplido la primera parte de la misión que les confió Jesús (llamado a la enmienda y la conversión comenzando por Jerusalén: Lc 24,47). El Consejo entiende que los apóstoles responsabilizan a sus integrantes, los senadores y sumos sacerdotes, de la muerte violenta de Jesús, al cual los apóstoles declaran inocente. Esta denuncia, sin embargo, no provoca una reacción de enmienda de su parte, ni tampoco adhesión a la persona de Jesús (que sería la fe). El sumo sacerdote descarta esto de plano.
Pedro se hace vocero del grupo. El Dios que el sacerdote invoca fue precisamente el que resucitó al Jesús que ellos condenaron a morir como un maldito de Dios («colgándolo de un madero»: cf. Dt 21,23); además, lo exaltó como Jefe y Salvador en favor de Israel (nótese que aquí no se dijo que Pedro iba a hablar «lleno del Espíritu Santo»). Según esta presentación, Pedro afirma que la resurrección es prácticamente una entronización en la que Jesús es constituido Mesías, lo que de algún modo oscurece la misión histórica de Jesús o, por lo menos, justifica el hecho de que no lo hayan reconocido como tal antes de su resurrección.
De nuevo, Pedro pierde de vista aquí que este mensaje es para todas las naciones (cf. Lc 24,47). De todos modos –afirma–, Dios solo les da el Espíritu Santo a los que le obedecen; y si ellos, los apóstoles, lo recibieron, en tanto que los sacerdotes no, queda claro que quienes obedecen a Dios son los apóstoles, y no los sumos sacerdotes. Así que los testigos a favor de Jesús son los Once («nosotros») y el Espíritu Santo, o sea, muchos más de los que exige la Ley de Moisés («dos o tres»). El Espíritu Santo aparece confirmando el testimonio de los apóstoles.
Por eso los sacerdotes quieren darles muerte a los apóstoles. El que no obedece a Dios mata al hombre (ellos mataron a Jesús); el que le obedece recibe el Espíritu Santo (posee la vida eterna y la comunica). La inocencia de Jesús y los suyos se demuestra porque dan vida.
2. Evangelio (Jn 3,31-36).
El evangelista hace una confrontación entre Moisés y Jesús en función de sus respectivos papeles en el designio de Dios. Por eso no los menciona por sus nombres propios (porque no se trata de un asunto personal), sino por lo que son y lo que hacen:
2.1. «El que viene de arriba» es Jesús. De él afirma que:
• Está por encima de todos.
• Da testimonio de lo que ha visto y oído.
• Su testimonio resulta inaceptable para muchos.
• Quien lo acepta certifica la fidelidad de Dios a su promesa.
2.2. «El que es de la tierra» es Moisés. De él afirma que:
• Es de la tierra, es decir, está limitado por el espacio y el tiempo.
• Se sitúa en una perspectiva sociocultural determinada.
• Habla desde la tierra, condicionado por esa perspectiva sociocultural.
2.3. Balance de la confrontación:
• El que viene de arriba tiene un mayor rol que todos los que son «de la tierra».
• El que viene de arriba «da testimonio», en tanto que el que es de la tierra solo «habla».
El enviado de Dios, «el que viene de arriba»), propone las «exigencias» (????????) de Dios, en oposición a los «mandamientos» de Moisés: estos se redujeron a ser mero requerimiento exterior; las propuestas de Jesús, en cambio, comunican el Espíritu de Dios, y este imprime un dinamismo interior de amor y de vida que capacita para cumplir libre y gozosamente las exigencias de Dios. Jesús no es uno más de la larga serie de los enviados de Dios, él es su «Hijo», en cuya actividad autónoma («manos») se manifiesta el mismo Dios. Por eso, darle adhesión a él es optar por la realización plena («vida eterna») de sí mismo; no escucharlo es privarse de la propia felicidad, ser un réprobo de Dios («la cólera/reprobación de Dios queda sobre él»).
Moisés tuvo un encargo divino, sí, pero en función del que había de venir. Era preciso tener en cuenta que:
• su encargo era provisional, pasajero;
• su mensaje, incompleto, parcial;
• su horizonte, limitado, situado.
Moisés estuvo condicionado por la época, la geografía y la cultura en las que vivió. Jesús no. Por eso, en el prólogo, el evangelista afirma:
• «La Ley se dio por medio de Moisés; el amor y la lealtad han existido por medio de Jesús, Mesías» (Jn 1,17). Él da el Espíritu.
• «A la divinidad nadie jamás la ha visto; un Hijo único, Dios, el que está de cara al Padre, él ha sido la explicación» (Jn 1,18). Jesús está «por encima de todos».
Esto hay que tenerlo presente a la hora de recibir la comunión eucarística. Cuando comulgamos nos hacemos solidarios con Jesús, porque él nos da la vida eterna.
Feliz jueves.

Detalles

Fecha:
2 mayo, 2019
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