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ORACIÓN POR EL SÍNODO DE LA SINODALIDAD

Estamos ante ti, Espíritu Santo, reunidos en tu nombre.
Tú que eres nuestro verdadero consejero: ven a nosotros, apóyanos, entra en nuestros corazones. Enséñanos el camino, muéstranos cómo alcanzar la meta. Impide que perdamos el rumbo como personas débiles y pecadoras.
No permitas que la ignorancia nos lleve por falsos caminos.
Concédenos el don del discernimiento, para que no dejemos que nuestras acciones se guíen por perjuicios y falsas consideraciones.
Condúcenos a la unidad en ti, para que no nos desviemos del camino de la verdad y la justicia, sino que en nuestro peregrinaje terrenal nos esforcemos por alcanzar la vida eterna. Esto te lo pedimos a ti, que obras en todo tiempo y lugar, en comunión con el Padre y el Hijo por los siglos de los siglos. Amén.

 

Exhortación Apostólica Laudate Deum | Síntesis y reflexión del Cardenal Luis José Rueda Aparicio

 

San José Patrono de la Iglesia universal

 
 
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Jueves de la sexta semana de Pascua / San Felipe Neri, presbítero

PRIMERA LECTURA

Pablo se alojó en su casa y trabajaba con ellos; discutía en la sinagoga.

Lectura de los Hechos de los Apóstoles  18, 1-8

Pablo dejó Atenas y fue a Corinto. Allí encontró a un judío llamado Aquila, originario del Ponto, que acababa de llegar de Italia con su mujer Priscila, a raíz de un edicto de Claudio que obligaba a todos los judíos a salir de Roma. Pablo fue a verlos, y como ejercía el mismo oficio, se alojó en su casa y trabajaba con ellos haciendo tiendas de campaña. Todos los sábados, Pablo discutía en la sinagoga y trataba de persuadir tanto a los judíos como a los paganos.

Cuando Silas y Timoteo llegaron de Macedonia, Pablo se dedicó por entero a la predicación de la Palabra, dando testimonio a los judíos de que Jesús es el Mesías.  Pero como ellos lo contradecían y lo injuriaban, sacudió su manto en señal de protesta, diciendo: “Que la sangre de ustedes caiga sobre sus cabezas.  Yo soy inocente de eso; en adelante me dedicaré a los paganos”.

Entonces, alejándose de allí, fue a la casa de un tal Ticio Justo, uno de los que adoraban a Dios y cuya casa lindaba con la sinagoga. Crispo, el jefe de la sinagoga, creyó en el Señor, junto con toda su familia. También muchos habitantes de Corinto, que habían escuchado a Pablo, abrazaron la fe y se hicieron bautizar.

SALMO RESPONSORIAL   97, 1-4

R/. ¡El Señor reveló su victoria a las naciones!

Canten al Señor un canto nuevo, porque Él hizo maravillas: su mano derecha y su santo brazo le obtuvieron la victoria.

El Señor manifestó su victoria, reveló su justicia a los ojos de las naciones: se acordó de su amor y su fidelidad en favor del pueblo de Israel.

Los confines de la tierra han contemplado el triunfo de nuestro Dios. Aclame al Señor toda la tierra, prorrumpan en cantos jubilosos.

EVANGELIO

ACLAMACIÓN AL EVANGELIO      Cf.  Jn 14, 18

Aleluya.

“No los dejaré huérfanos; me voy y volveré a ustedes, y se alegrará su corazón”, dice el Señor. Aleluya.

EVANGELIO

Ustedes estarán tristes, pero esa tristeza se convertirá en gozo.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan   16, 16-20

A la Hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús dijo a sus discípulos: “Dentro de poco, ya no me verán, y poco después, me volverán a ver”.

Entonces algunos de sus discípulos comentaban entre sí: “¿Qué significa esto que nos dice: “Dentro de poco ya no me verán, y poco después, me volverán a ver”? ¿Y qué significa: “Yo me voy al Padre”?” Decían: “¿Qué es este poco de tiempo? No entendemos lo que quiere decir”.

Jesús se dio cuenta de que deseaban interrogarlo y les dijo: “Ustedes se preguntan entre sí qué significan mis palabras: “Dentro de poco, ya no me verán, y poco después, me volverán a ver”.

Les aseguro que ustedes van a llorar y se van a lamentar; el mundo, en cambio, se alegrará.

Ustedes estarán tristes, pero esa tristeza se convertirá en gozo”.

La reflexión del padre Adalberto Sierra

El Espíritu Santo, el «otro valedor» que el Padre nos envía por medio de Jesús, es significado en el Nuevo Testamento por la «sangre» de Jesús, que «se derrama» (cf. Mc 14,24; Hch 2,17.18.33) también en cumplimiento de «la promesa» de libertad y vida hecha por el Padre (cf. Lc 24,49). Y así como la sangre no es visible desde el exterior de la persona, el Espíritu, aunque no se nombre, está siempre presente en la vida del discípulo y de su comunidad y en la misión que realizan.
No es lo mismo adherirse a una persona que adherirse a unas convicciones. Hablar convencido no equivale a hablar con objetividad. Las «convicciones» pueden arraigarse en la mentalidad de la persona hasta el punto de limitarla en su razonamiento. La fe genera convicciones, pero no se subordina a ellas. La fe cristiana es adhesión incondicional a la persona de Jesús; las convicciones que de ella se deriven pueden contribuir a vivir esa adhesión. El apóstol Pablo tenía convicciones derivadas de su anterior fe religiosa, y estas se interponían con frecuencia entre él y su adhesión a la persona, la obra y el mensaje de Jesús. Esto es indicio de que su fe cristiana aún no es madura.
La bina muerte-resurrección de Jesús, ausencia y retorno, se convierte, por así decirlo, en el ritmo de vida de la Iglesia. A lo largo de su éxodo, habrá momentos en los que sentirá gravitar sobre sí tanto la muerte del Señor como el abandono que se siente por su ausencia; los habrá también de experiencias de vida, alegría y gozo, en los cuales no podrá dudar de su presencia bienhechora.

1. Primera lectura (Hch 18,1-8).
Pablo, decepcionado, abandonó Atenas y se dirigió a Corinto. Se vinculó a una comunidad judía, el matrimonio formado por Áquila («cierto judío») y Priscila, ambos con nombre latino, pero no se dice que ellos fueran discípulos, sino que fueron forzados a abandonar la capital del imperio. Pablo volvió a la sinagoga a polemizar con los judíos y a intentar convencer a los griegos. Al llegar Silas y Timoteo, dejó de «polemizar» y se dedicó a «predicar», pero se restringió a los judíos. Esa polémica, que había tenido origen en Filipos, Tesalónica y Berea, no había sido del agrado de los dos, Silas y Timoteo, por esa razón cambió de táctica apenas llegaron estos.
La mayor dificultad reside en que Pablo, como «maestro», intenta convencer a los judíos de que acepten un Mesías que ellos no están dispuestos a aceptar; primero, un Mesías fracasado (aunque les hablara de la resurrección), y segundo, un Mesías universal (que echaba por tierra el privilegio de Israel y contradecía su nacionalismo). Por muchos argumentos de la Escritura que aportara, Pablo no lograba la unanimidad de los judíos, que era lo que él quería. El presupuesto de Pablo era inconveniente: si una comunidad judía se convirtiera en pleno y tomara el liderazgo de la fe en Jesús, los paganos quedarían subordinados a Israel, y entonces la universalidad de Jesús como salvador quedaba cuestionada, y desmentida la igualdad de todos los hombres delante de Dios. En vista del rechazo rotundo de los judíos, tras una amenazante advertencia, Pablo declara (por segunda vez) que se va con los paganos. Pero no lo cumple por completo. Se dirige a los paganos («Ticio Justo», nombre latino), que era «simpatizante del judaísmo, cuya casa estaba al lado de la sinagoga». En la forma como Lucas lo expresa, indica que esto constituye un pequeño paso, pero la conversión del jefe de la sinagoga genera todavía ambigüedad («Crispo, el jefe de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su familia») al lado de la de muchos paganos, naturales de Corinto; en bloque, esto es algo positivo, aunque la verdad es que Pablo se distancia poco de la sinagoga. Y –de nuevo– hay bautismo solo en agua, sin efusión del Espíritu Santo (cf. 16,15.33).

2. Evangelio (Jn 16,16-20).
Tres veces se repite la frase «dentro de poco dejarán de verme, pero poco más tarde me verán aparecer», lo cual resalta su importancia en este relato. Hay que señalar que esta acción de «ver» se indica aquí con dos verbos griegos distintos, aunque afines:
• «Dentro de poco, ya no me verán (θεωρέω)»: reconocer, contemplar. Denota percepción física.
• «… poco más tarde me volverán a ver (ὀράω)»: ver, experimentar. Denota una visión no física.
Dos verbos y dos épocas diferentes. Jesús quiere señalar la diferente relación que se da entre la «visión» que los discípulos tienen de él en la época que termina y la que comenzará (cf. 14,19).
La muerte cercana de Jesús producirá su ausencia, que será breve, porque él volverá a estar con ellos, aunque de un modo diferente (ver diferencia entre ὀράω y θεωρέω). Pero los discípulos no logran entender que su ausencia temporal es necesaria para su nueva presencia, que será posible gracias al Espíritu, el «otro valedor» que el mundo no «percibe» (θεωρέω: 14,17). Ese desconcierto de ellos se manifiesta en la triple repetición (y casi cuádruple: vv. 16-19) de la misma frase.
Jesús advierte su desconcierto y repite sus palabras como queriendo fijarlas en la memoria de sus discípulos. Conserva la diferencia entre «ver» y «aparecer»: la presencia será diferente, pero real. Para explicar lo que su ausencia significará en el grupo de sus discípulos, se vale ahora de otros dos verbos que describen el profundo dolor que ellos van a experimentar:
• «Llorar» (κλαίω): es el duelo que se hace por un muerto, un dolor que es imposible ocultar.
• «Lamentarse» (θρηνέω): es la expresión exterior y pública del luto hecho manifiesto, visible.
Por lo contrario, «el mundo se alegrará». El sistema injusto celebra su triunfo sobre los discípulos y el dolor que les inflige. La crucifixión y la muerte de Jesús serán el triunfo del «mundo», por su carácter de ignominia y destrucción. Pero ese triunfo está condenado al fracaso definitivo.
Finalmente, la tristeza de los discípulos «se convertirá en alegría». Alegría que es muy distinta de la del «mundo»: este se alegra con el dolor y la muerte; ellos, en cambio, por la vida que supera la muerte. Esta inversión se dará a consecuencia de la nueva y definitiva presencia de Jesús. Eso significa que la alegría por la salvación (el triunfo de la vida) proviene del Espíritu Santo, que es la manifestación del amor del Padre y de Jesús (cf. 15,9-11), alegría que colmará a los discípulos incluso desde ahora, mientras están en ese «mundo» (cf. 17,13).

La ausencia de Jesús, que la comunidad experimenta como abandono, puede ser sentida en los ratos de persecución, incomprensión y exclusión que maltraten a los suyos en diferentes épocas de la vida. Pero esa ausencia será fugaz, el Señor volverá a manifestarse, podrá ser visto por los suyos, y la alegría de su presencia los confirmará una y otra vez en el triunfo de la vida sobre la muerte, del amor sobre el odio, de la justicia sobre la injusticia.
Es preciso fijar este dato en la memoria, recordarlo siempre, para no desanimarse ni darse por vencido en los momentos de adversidad. Siempre habrá que recordar que la «hora» del triunfo del «mundo» es fugaz, porque carece de consistencia propia, se apoya en la «tiniebla», es decir, en la ofuscación de la mente humana a causa de la mentira. En cambio, la «hora» del triunfo de Jesús tiene carácter de eternidad, porque se apoya en la «luz», o sea, en la experiencia de la vida victoriosa del Señor resucitado, que es promesa cierta y de seguro cumplimiento.
La celebración eucarística confirma la presencia del Señor entre los suyos, y fortalece cada vez más la certeza de la ruina del «mundo» y del éxito del reino de Dios. La victoria está asegurada.

Detalles

Fecha:
26 mayo, 2022
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