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ORACIÓN POR EL SÍNODO DE LA SINODALIDAD

Estamos ante ti, Espíritu Santo, reunidos en tu nombre.
Tú que eres nuestro verdadero consejero: ven a nosotros, apóyanos, entra en nuestros corazones. Enséñanos el camino, muéstranos cómo alcanzar la meta. Impide que perdamos el rumbo como personas débiles y pecadoras.
No permitas que la ignorancia nos lleve por falsos caminos.
Concédenos el don del discernimiento, para que no dejemos que nuestras acciones se guíen por perjuicios y falsas consideraciones.
Condúcenos a la unidad en ti, para que no nos desviemos del camino de la verdad y la justicia, sino que en nuestro peregrinaje terrenal nos esforcemos por alcanzar la vida eterna. Esto te lo pedimos a ti, que obras en todo tiempo y lugar, en comunión con el Padre y el Hijo por los siglos de los siglos. Amén.

 

Exhortación Apostólica Laudate Deum | Síntesis y reflexión del Cardenal Luis José Rueda Aparicio

 

San José Patrono de la Iglesia universal

 
 
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Lunes de la decimocuarta semana del tiempo ordinario

PRIMERA LECTURA

Yo te desposaré para siempre.

Lectura de la profecía de Oseas    2, 16.17b-18. 21-22

Así habla el Señor:

Yo la seduciré, la llevaré al desierto y le hablaré a su corazón. Allí, ella responderá como en los días de su juventud, como el día en que subía del país de Egipto.

Aquel día -oráculo del Señor- tú me llamarás: ‘Mi Esposo’ y ya no me llamarás: ‘Mi Baal’.

Yo te desposaré para siempre, te desposaré en la justicia y el derecho, en el amor y la misericordia; te desposaré en la fidelidad, y tú conocerás al Señor.

SALMO RESPONSORIAL    144, 2-9

R/. ¡El Señor es bondadoso y compasivo!

Señor, día tras día te bendeciré, y alabaré tu Nombre sin cesar. ¡Grande es el Señor y muy digno de alabanza: su grandeza es insondable!

Cada generación celebra tus acciones y le anuncia a las otras tus portentos: ellas hablan del esplendor de tu gloria, y yo también cantaré tus maravillas.

Ellas publican tus tremendos prodigios y narran tus grandes proezas; divulgan el recuerdo de tu inmensa bondad y cantan alegres por tu victoria.

El Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia; el Señor es bueno con todos y tiene compasión de todas sus criaturas.

EVANGELIO

ACLAMACIÓN AL EVANGELIO     Cf. 2Tim 1, 10b

Aleluya.

Nuestro Salvador Jesucristo destruyó la muerte e hizo brillar la vida, mediante la Buena Noticia. Aleluya.

EVANGELIO

Mi hija acaba de morir, pero ven y vivirá.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo    9, 18-26

Se presentó a Jesús un alto jefe y, postrándose ante Él, le dijo: “Señor, mi hija acaba de morir, pero ven a imponerle tu mano y vivirá”. Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos.

Entonces se le acercó por detrás una mujer que padecía de hemorragias desde hacía doce años, y le tocó los flecos de su manto, pensando: “Con sólo tocar su manto, quedaré sana”. Jesús se dio vuelta, y al verla, le dijo: “Ten confianza, hija, tu fe te ha salvado”. Y desde ese instante la mujer quedó sana.

Al llegar a la casa del jefe, Jesús vio a los que tocaban música fúnebre y a la gente que gritaba, y dijo: “Retírense, la niña no está muerta, sino que duerme”. Y se reían de Él. Cuando hicieron salir a la gente, Él entró, la tomó de la mano, y ella se levantó. Y esta noticia se divulgó por aquella región.

La reflexión del padre Adalberto Sierra

Jeroboán II reinó en Israel (782-753). En su tiempo profetizaron Amós y Oseas, el primero unos 10 años antes que el otro. Jeroboán venció el reino transjordánico de Moab y equilibró la balanza del poder en la región a su favor. Llegó la prosperidad y, tras ella, vinieron el lujo, la confianza en las riquezas, la corrupción de las sanas costumbres y las grandes desigualdades sociales. Oseas realizó la labor de fiscal acusador que denunciaba la infidelidad del pueblo, la cual presentó como fornicación, adulterio, prostitución, revelando así el sentido de esos fenómenos como infidelidad a la alianza, entendida esta como un pacto de amor, o matrimonio, entre Dios y su pueblo.
El nombre de Oseas (הוֹשֵׁעַ) es el que tenía Josué, hijo de Nun (cf. Núm 13,8), antes de que se lo cambiara Moisés por el nombre con el que fue conocido posteriormente (יְהוֹשֻׁעַ: cf. Núm 13,16), que significa «el Señor salva». Se supone que Oseas significa «el que salva», y que el cambio que hizo Moisés obedeció al propósito de afirmar que la salvación viene del Señor. El «apellido» que se le atribuye (Beerí) más parece un gentilicio que un patronímico, que etimológicamente habría que asociar a «Pozo» (בְּאֵר: cf. Gén 16,14; 21,31), lo que lo vincula con la herencia patriarcal. Lo cierto es que Oseas, pese a todo, quiso salvar el Reino del Norte de su fracaso.

Ose 2,16.17b-18.21-22.
Los tres primeros capítulos del libro giran en torno al tema de una familia: una pareja de esposos y sus tres hijos. Entre dos menciones de un matrimonio tormentoso (1,2-9 y 3,1-5), se expone el pleito que entabla un esposo traicionado con su mujer, y la resolución del mismo, comenzando por la rehabilitación de los hijos (2,1-3) y terminando por la reconciliación de la pareja (2,4-25).
La «prostitución» que se le atribuye a Gomer, la esposa de Oseas, se entiende como prostitución ritual, cultual, es decir, como práctica en homenaje a los ídolos, y es apropiada para expresar con ella la situación del pueblo en relación con el Señor, con el cual se encuentra vinculado mediante una alianza de amor que continuamente traiciona buscando la protección de los ídolos. Los tres hijos que Oseas tiene con ella reciben los nombres que el Señor le indica (cf. 1,4.6.9).
En lugar del relato de vocación al ejercicio profético, Oseas es llamado a hablar con una vida de sinsabores. La «palabra» (mensaje, suceso: דָּבָר) que debe anunciar es el drama de su propia vida o, mejor, la dramática realidad de la alianza entre el Señor y su pueblo como una historia de amor fracasado. Gomer es un nombre ambivalente, masculino (cf. Gen 10,2) y femenino (1,3). Podría relacionarse con los verbos «acabarse» o «quemar» (גמר), pero el autor no lo hace. Los nombres de los hijos señalan tres amenazas que serán neutralizadas por bendiciones del amor del Señor.
Según la metáfora de Oseas, el Señor es el esposo traicionado y el pueblo de Israel es la esposa infiel. Sin embargo, después de denunciar los pecados que ha cometido el pueblo, atribuyéndole a Baal las bendiciones que le venían del Señor y tributándole al ídolo culto de acción de gracias por ellas (cf. 2,4-15, omitido), el Señor reacciona de una forma inesperada:
1. Declara su intención de enamorar otra vez al pueblo infiel, seduciéndolo, apartándolo de los caminos de la idolatría y regresando con él al lugar en donde le declaró su amor la primera vez («el desierto»), en donde espera recibir la misma respuesta que entonces. El verbo «seducir», que se usa en relación con el engaño, el rapto y hasta la violación de una muchacha (cf. Éxo 22,15; Jue 14,15; 16,5; Job 31,9), sugiere aquí que el amante esposo va a apartar la atención de su infiel esposa del amorío que los separó para atraerla de nuevo hacía él; es un «engaño» a la inversa, en vez de apartarla de la fidelidad, la va a devolver a ella. La expresión «llevarla al desierto» explica el sentido de esa «seducción»: no es el engaño que hace caer en la trampa –como ocurre con las potencias extranjeras (cf. 7,11)– sino el amor que da libertad. Así mismo, la expresión «hablarle al corazón» expresa la intimidad del cortejo entre varón y mujer con los recursos del amante (cf. Gén 34,3; Jue 19,3; Rut 2,13); aquí se trata de su liberación y salvación por el Señor (cf. Isa 40,1).
2. No habrá meras palabras, habrá también hechos: la dote serán las viñas –las que, en la cultura agraria, son tan importantes para la vida–, ella ya no cometerá el execrable sacrilegio de Acán ni se atraerá la desgracia sobre sí (v. 17b, omitido. cf. Jos 7,20-25 con v. 15: culto a los baales). Hay esperanza para Israel. «Aquel día» el pueblo ya no llamará «señor mío» (בַּעְלִי: Baal mío) al Señor, equiparándolo con los ídolos («Baal» significa «señor»), sino que lo llamará «marido mío» (אִישִׁי), para distinguir así su relación exclusiva de amor con él. En la relación así planteada se pasa de la subordinación a la intimidad en el amor recíproco. El Señor, amante y fiel esposo, ha descrito con cuatro verbos lo que piensa hacer para reconquistar a la infiel esposa. La reacción de ella se describe con uno solo que los engloba los cuatro: «responderá». Esta respuesta será vigorosa y fresca «como en el tiempo de su juventud», cuando Israel subió de Egipto, como en un nuevo comienzo: la alianza liberadora renovada y el don renovado de la tierra prometida, tierra a la cual entrará Israel por la «puerta de la esperanza».
3. «Aquel día» el Señor extenderá tanto los alcances de la alianza que el país se convertirá en un nuevo paraíso (cf. Gén 9,8-9; Isa 11,6-9; Eze 34,25; Job 5,23):
• Los nombres de los ídolos ya no volverán a ser invocados por ellos (v. 19, omitido).
• El Señor hará pacto con los animales salvajes, las aves y los reptiles a favor de la gente.
• Él eliminará definitivamente la amenaza de las armas para los habitantes del país.
• Superarán los sobresaltos y volverán a dormir tranquilos (vivirán en paz).
4. La nueva alianza será matrimonio perpetuo (cf. Isa 54,5-10), y sus dones (la dote) consistirán más que todo en:
• La justicia y el derecho,
• La misericordia y la compasión.
• La fidelidad.
5. Como fruto de esta alianza en un matrimonio para siempre, Israel conocerá al Señor, es decir, tendrá viva experiencia de su amor. Él toma la iniciativa y pone los fundamentos que asegurarán la fuerza y la calidad de dicha alianza.

La infidelidad del pueblo no podría ser más patente y bochornosa. Desacreditó al Señor con su conducta («profanan su santo nombre»). Pero el Señor no estaba más preocupado por su honor que por la calidad de vida (salvación) del pueblo. Por eso insistió en volver a enamorar al pueblo, incluso renunciando a reclamar el respeto debido a su santo nombre. En vez de un nuevo pacto con más rigurosas exigencias al pueblo pecador, el Señor derrocha amor y promete bendiciones para atraer el pueblo. El amor despechado resulta ser mas fuerte que el despecho y, en últimas, es el vencedor en ese duelo entre el amor y la infidelidad.
Este mensaje esperanzador traspasa todas las edades y –también en la nuestra– ofrece consuelo y estímulo al pecador de todos los tiempos, y a las sociedades injustas de ayer y de hoy. Ninguna situación es tan desesperada como para no poder esperar salvación. Siempre habrá salvación.
En la celebración de la eucaristía somos invitados «al desierto», el Señor habla a nuestro corazón, y nos convida a saborear su inagotable bondad para renovar con nosotros su alianza de eterno amor. Es la gran oportunidad para rehacer nuestra vida y renovar nuestra convivencia.

Detalles

Fecha:
4 julio, 2022
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