Lectura del santo evangelio según san Marcos (6,53-56):
En aquel tiempo, cuando Jesús y sus discípulos terminaron la travesía, tocaron tierra en Genesaret, y atracaron. Apenas desembarcados, algunos lo reconocieron, y se pusieron a recorrer toda la comarca; cuando se enteraba la gente dónde estaba Jesús, le llevaba los enfermos en camillas. En la aldea o pueblo o caserío donde llegaba, colocaban a los enfermos en la plaza, y le rogaban que les dejase tocar al menos el borde de su manto; y los que lo tocaban se ponían sanos.
Palabra del Señor
Lunes de la V semana del Tiempo Ordinario. Año II.
El tino de Salomón quedó comprobado en el famoso juicio en donde dirimió el pleito entre dos prostitutas que se disputaban un niño (cf. 1Rey 3,16-28). También se hizo famoso por su forma de organizar el reino para mantenerlo unido bajo su cetro, cuya burocracia prolonga la de la corte de David e imita en parte la de la corte egipcia, y también se pueden detectar rasgos semejantes a los del Imperio Neobabilónico e, incluso, al sistema que estuvo en vigencia durante los tiempos de Ciro el Grande (cf. 1Rey 4).
En su reinado, sin embargo, contrastan una era de paz interna e internacional con la vida austera y sencilla de su gente y el lujo de la corte real, financiado con tributos internos y externos (cf. 1Rey 5,1-8). En su época se cultivó la sabiduría en variados aspectos, y eso le dio renombre (cf. 1Rey 5,9-14). Se decidió a construir el templo con el apoyo logístico y económico de Jirán, rey de Tiro (cf. 1Rey 5,15-32) y antiguo aliado de David. El Señor manifestó su aprobaba al proyecto y a su ejecución (cf. 1Rey 6). Después, Salomón construyó su palacio e hizo los acabados para el templo, al que dotó minuciosa y lujosamente (cf. 1Rey 7). Y así procedió a su dedicación.
1Ry 8,1-7.9-13.
Construido el templo, Salomón procede a trasladar el arca de donde su padre la había dejado al lugar santísimo que le había construido dentro del santuario. La importancia del hecho se nota en los personajes que involucra: «a los concejales de Israel, a los jefes de tribu y a los cabezas de familia de los israelitas»; hay una representación de todo el pueblo que legitima la medida, no se trata de una arbitrariedad inconsulta del rey. La fecha señalada coincide con el final de las tareas agrícolas y la preparación para el nuevo ciclo. La fiesta de la que se habla es la de las Chozas
El acontecimiento tiene la misma finalidad, pero mayor solemnidad que cuando lo hizo David. El traslado fue completo («llevaron la tienda del encuentro, más los utensilios del culto que había en la tienda»). Aunque se habla de «la tienda del encuentro», se trata de la tienda que David había levantado para cobijar el arca (cf. 2Sam 7,8; 1Rey 1,39). En realidad, la «tienda del encuentro» ya no se nombraba desde la entrada en la tierra de Canaán. Este dato pretende asegurar la íntegra continuidad de la tradición y vincular el pueblo actual y su tempo con el pueblo en el desierto.
• Se advierte que el traslado estuvo a cargo de los sacerdotes y levitas, asegurando así que ningún profano la tocó (cf. 2Sam 6,6-11). Con esto se garantiza la legitimidad del culto y, en definitiva, la legitimidad de la monarquía. El lector moderno difícilmente comprende la importancia de este dato entonces. Así que si la monarquía goza de la bendición del Señor es a causa de su pureza.
• Además de eso, se pondera la enorme cantidad de ganado mayor y menor que se ofreció en sacrificio: «no se los podía contar» –hipérbole históricamente inverosímil–, dato que pondera la subordinación del rey al Señor: el rey no escatima en gastos para honrar al Señor, con esto pone de presente la soberanía del Señor por encima de la suya. Salomón se reconoce su súbdito.
• Se describe la majestad del lugar al cual se lleva el arca («lugar santísimo»), que queda en una «cámara sagrada» (el santuario) dentro de «la Casa» (el templo). Los querubines eran nombrados en la antigua mitología mesopotámica y en la Biblia (cf. Gen 3,24; Ez 10; 28,14.16; 41,18). Su papel y su representación variaba. Es probable que aquí se refiera a cuadrúpedos con cuerpo de león y cabeza humana. Tales querubines aparecen como una especie de guardianes. Esto explica la cantidad de querubines esculpidos en los muros del templo (cf. 6,29). Sin embargo, el arca de la alianza se describe con sobriedad: no tiene más –ni menos– que las tablas de piedra con las cláusulas de la alianza. Los varales, que nunca debían ser separados del arca (con el fin de que al cargarla no la tocaran) eran considerablemente largos, de manera que se apreciaban desde fuera. Todos estos datos vinculan el arca y el templo con la historia del pueblo rescatado de Egipto, y el culto con el éxodo y la alianza.
A pesar de todo esto, la solemnidad del hecho no radica en lo que hacen los hombres, sino en la teofanía que tiene lugar:
• En vez del humo del incienso, la nube, signo de la presencia del Señor, que acompañó al pueblo en su salida de Egipto (cf. Exo 13,21-22; 33,9-10; 40,38), tomó posesión del lugar llenándolo. La nube, a la vez revela y vela la presencia divina, permite verlo sin verlo.
• En vez de la santidad del lugar, o la de los sacrificios, o la de los sacerdotes y levitas, la santidad del Señor es la que llena de gloria la Casa, que ahora es su casa. Es él quien santifica el lugar. La gloria del Señor completa el signo de la nube por el sentido de «brillo» o «resplandor» que añade.
• Y, aunque el rey Salomón haya hecho un palacio al verdadero rey de Israel, él no es un vecino más, porque –si bien habita en medio del pueblo– permanece invisible a sus ojos. El rey, en un pequeño poema –quizá comienzo de un himno más extenso– recoge los dos símbolos de dicha presencia divina: «el sol» (la gloria) y «la oscuridad» (la nube) para ponderar la condescendencia del Señor que, siendo tan excelso y sublime, acepta como propia la casa que el rey ha construido.
Esta afirmación de la presencia invisible del Señor (a la vez inmanente y trascendente) afirma su cercanía, pero advierte que no es manipulable. La santidad del Señor está muy por encima de la «santidad» del lugar (dedicado a él) y también de la santidad de las personas, levitas y sacerdotes (consagrados a él). Por eso él llena y desborda el lugar; y por eso mismo su gloria desaloja a los levitas y sacerdotes: nadie es santo como él.
Desde el principio, el creyente quiso «dedicar» determinados lugares a Dios para significar tanto su cercanía como la posibilidad del encuentro con él. Esto es positivo en sí, pero siempre estuvo expuesto al intento de manoseo o manipulación de la divinidad por parte del hombre. Sentir la cercanía de Dios es legítimo; pretender ponerla al servicio de intereses mezquinos es abusivo. El evangelio anuncia que el templo de Dios es Jesucristo, y que en él reside su gloria.
El Nuevo Testamento define la santidad en términos de amor. Dios es amor, y en eso consiste su santidad. El ser humano se hace santo en la medida en que, por la acción del Espíritu Santo, ama como el Padre, siguiendo el testimonio de Jesús. Ahora el arca de la alianza está en el interior (el «corazón») de cada persona, es el Espíritu del Padre y del Hijo, que hace de cada cristiano un templo vivo de Dios. Ese es el Espíritu que aceptamos cada vez que comulgamos con Jesús, que nos hace ante el Padre «santos e irreprochables en su presencia por el amor» (Efe 1,4).
Feliz lunes.