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ORACIÓN POR EL SÍNODO DE LA SINODALIDAD

Estamos ante ti, Espíritu Santo, reunidos en tu nombre.
Tú que eres nuestro verdadero consejero: ven a nosotros, apóyanos, entra en nuestros corazones. Enséñanos el camino, muéstranos cómo alcanzar la meta. Impide que perdamos el rumbo como personas débiles y pecadoras.
No permitas que la ignorancia nos lleve por falsos caminos.
Concédenos el don del discernimiento, para que no dejemos que nuestras acciones se guíen por perjuicios y falsas consideraciones.
Condúcenos a la unidad en ti, para que no nos desviemos del camino de la verdad y la justicia, sino que en nuestro peregrinaje terrenal nos esforcemos por alcanzar la vida eterna. Esto te lo pedimos a ti, que obras en todo tiempo y lugar, en comunión con el Padre y el Hijo por los siglos de los siglos. Amén.

 

Exhortación Apostólica Laudate Deum | Síntesis y reflexión del Cardenal Luis José Rueda Aparicio

 

San José Patrono de la Iglesia universal

 
 
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Lunes Santo

PRIMERA LECTURA

Él no levantará la voz ni la hará resonar por las calles.

Lectura del libro de Isaías  42, 1-7

Así habla el Señor:

Éste es mi Servidor, a quien Yo sostengo, mi elegido, en quien se complace mi alma. Yo he puesto mi espíritu sobre él para que lleve el derecho a las naciones. Él no gritará, no levantará la voz ni la hará resonar por las calles. No romperá la caña quebrada ni apagará la mecha que arde débilmente. Expondrá el derecho con fidelidad; no desfallecerá ni se desalentará hasta implantar el derecho en la tierra, y las costas lejanas esperarán su Ley.

Así habla Dios, el Señor, el que creó el cielo y lo desplegó, el que extendió la tierra y lo que ella produce, el que da el aliento al pueblo que la habita y el espíritu a los que caminan por ella. Yo, el Señor, te llamé en la justicia, te sostuve de la mano, te formé y te destiné a ser la alianza del pueblo, la luz de las naciones, para abrir los ojos de los ciegos, para hacer salir de la prisión a los cautivos y de la cárcel a los que habitan en las tinieblas.

SALMO RESPONSORIAL 26, 1-3. 13-14

R/El Señor es mi luz y mi salvación.

El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es el baluarte de mi vida, ¿ante quién temblaré?

Cuando se alzaron contra mí los malvados para devorar mi carne, fueron ellos, mis adversarios y enemigos, los que tropezaron y cayeron.

Aunque acampe contra mí un ejército, mi corazón no temerá; aunque estalle una guerra contra mí, no perderé la confianza.

Yo creo que contemplaré la bondad del Señor en la tierra de los vivientes. Espera en el Señor y sé fuerte; ten valor y espera en el Señor.

EVANGELIO

ACLAMACIÓN AL EVANGELIO

¡Salve, Rey nuestro! Sólo Tú te has compadecido de nuestros errores.

EVANGELIO

Déjala. Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan  12, 1-11

Seis días antes de la Pascua, Jesús volvió a Betania, donde estaba Lázaro, al que había resucitado. Allí le prepararon una cena: Marta servía y Lázaro era uno de los comensales.

María, tomando una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, ungió con él los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se impregnó con la fragancia del perfume.

Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dijo: ¿Por qué no se vendió este perfume en trescientos denarios para dárselos a los pobres? Dijo esto, no porque se interesaba por los pobres, sino porque era ladrón y, como estaba encargado de la bolsa común, robaba lo que se ponía en ella.

Jesús le respondió: Déjala. Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura. A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre.

Entre tanto, una gran multitud de judíos se enteró de que Jesús estaba allí, y fueron, no sólo por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado. Entonces los sumos sacerdotes resolvieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos se apartaban de ellos y creían en Jesús, a causa de él.

La reflexión del padre Adalberto Sierra

El triduo formado por los llamados Lunes Santo, Martes Santo y Miércoles Santo, triduo previo al llamado «triduo pascual», nos sitúa en un ambiente definido por los siguientes rasgos:
• La persona de Jesús a la luz de la figura del «Siervo del Señor».
• El ambiente de cena pascual y eucarística con sus discípulos.
• La relación entre Jesús y los suyos, particularmente con Judas.
En estos tres días el mensaje presenta una confrontación entre Jesús y Judas:
• El lunes, en medio de la comunidad.
• El martes, entre los tres discípulos más señalados.
• El miércoles, Jesús y Judas cara a cara.
Hoy contrasta la relación entre el discípulo, el dinero y Jesús, y sale a relucir la relación con los pobres, que en el planteamiento de Jesús es muy diferente a la relación hasta entonces canonizada en la piedad tradicional. En lugar del asistencialismo, Jesús plantea la integración.

1. Primera lectura (Isa 42,1-7).
Siervo del Señor es el hombre libre que libremente coopera con el Señor (יהוה), el Dios del éxodo. Aquí es presentado como apoyado, amado y elegido por el Señor, y objeto de su complacencia personal, en quien él ha puesto su Espíritu para traer justicia «a las naciones (גּוֹיִם: paganas)». El don del Espíritu de Dios, aunque común a todos los vivientes (cf. 42,5) y prometido al pueblo en particular, aparece también en relación con el profeta (cf. 61,1) y con Moisés (cf. 63,11).
• La misión del Siervo es de carácter universal. Promover el derecho en las naciones entraña algo así como la búsqueda de la justicia en las relaciones entre los individuos y los pueblos. No es una amenaza a los otros pueblos, ni tampoco un anuncio de que van a ser sometidos.
• Porque su misión es positiva, no recurrirá a la violencia, ni con sus palabras ni con sus hechos. La promoción del derecho será conforme al derecho, sin gritos, ni amenazas ni atropellos. Esta figura se parece a la del rey-mesías (cf. 11,2), aunque aparente aludir a Ciro (cf. 44,28; 45,1).
• Trabajará por la justicia constante y firmemente, hasta lograrla. Las metáforas de la «caña» (o junco) y del «pabilo» se aplican de preferencia a las víctimas de Babilonia para designar un pueblo despojado de su fuerza («caña cascada»: 1Rey 14,15; 2Rey 18,21; Eze 29,6; «pabilo»: cf. 43,17).
• Será constante en ese empeño. Dedicará toda su vida a esa misión hasta lograr su cumplimiento, porque esa es la esperanza que anima hasta a los pueblos más lejanos. Esta decisión corresponde al más profundo anhelo de todas las naciones, porque el designio divino las abarca a todas.
La justicia en las relaciones humanas, interpersonales o internacionales, no se logra atropellando lo débil, sino fortaleciéndolo. En esa primera parte del oráculo queda claro el designio del Señor y su correspondencia con «la esperanza de las naciones», entre todas ellas, porque el Señor quiere «implantar el derecho en la tierra».
Dios (אֵל: su nombre universal), el Señor (יהוה: el nombre del Dios del éxodo), en cuanto creador, liberador y salvador declara:
1.1. El Siervo, llamado, guiado y formado por él, está «puesto como alianza de Israel y luz de las naciones», es decir, mediador de la alianza para Israel, testigo de la salvación para las naciones.
1.2. Su misión es netamente liberadora y salvadora en relación con el ser humano:
• «Abrir los ojos a los ciegos»: libertad interior. Los «ciegos», los privados de luz, no pueden ver la ruta de su «salida». La liberación comienza por la percepción de su posibilidad.
• «Sacar de la cárcel a los presos»: libertad de acción, independencia. La «prisión» es privación de libertad de movimiento, carencia de posibilidad de ejercer la propia libertad.
• «(Sacar) del calabozo a los que viven en tinieblas»: garantizar su supervivencia. La «mazmorra» es la prisión profunda, donde nunca llega la luz y la vida mengua en extremo.
Las imágenes se refieren al Siervo y a un grupo de cautivos. Al Siervo se le dirige el Señor como si fuera un solo hombre, y la misión del mismo se relaciona con ese grupo como ejecutor de un plan de salvación a favor del mismo. Este oráculo se cumple inicialmente en el retorno de los deportados a Babilonia, pero queda pendiente de su pleno y definitivo cumplimiento.

2. Evangelio (Jn 12,1-11).
Según los historiadores, Betania era un barrio marginal de Jerusalén, habitado por galileos. De ahí ese nombre. «Seis días antes de la pascua» es un dato que tiene intención teológica: el «sexto día» es el de la creación del hombre. Jesús está en Betania, la comunidad que tiene experiencia de la nueva vida. Por eso, la cena ofrecida a Jesús por la comunidad sustituye el banquete fúnebre; él es el homenajeado, pero Lázaro, el muerto viviente (resucitado) está «con él», y no con sus hermanas. Los tres condensan el ser íntegro de su comunidad en relación con Jesús desde tres puntos de vista (visión integral):
• Marta encarna la dimensión servicial de la comunidad, que es el rasgo que la define hacia afuera y su rostro visible en «el mundo», la sociedad de «la tiniebla» que sofoca la luz de la vida.
• María encarna la inefable comunión de amor de la comunidad con Jesús, amor que tiene rasgos esponsales y que manifiesta una capacidad de donación asombrosa y sin medida.
• Lázaro, a su vez, encarna la misma comunidad en cuanto ha recibido de Jesús la vida que venció la muerte, y por eso participa ya «reclinado» (libre) con él del banquete de la vida.
El rasgo distintivo común es la amistad (cf. Jn 11,3.5.11; 15,13-15).
María hace un derroche de generosidad al demostrarle su amor a Jesús, y este espléndido amor satura la comunidad entera («la casa se llenó de la fragancia del perfume»).
Judas reacciona estableciendo oposición entre el amor a Jesús y el amor a los pobres, pero no por amor a los pobres, sino porque ama el dinero. Jesús responde:
• No hay contradicción entre el amor a él y el amor a los pobres. Puede haber pobres y no estar allí Jesús, pero nunca puede estar Jesús sin que estén con él los pobres.
• De hecho, la comunidad de Jesús se define justamente como el «hogar de los pobres»; Betania (בֵּית עֲנִיָּה) significa precisamente eso: «casa del pobre».
• La comunidad no es «benefactora» de los pobres, porque estos no están fuera de ella, ya que ella está integrada por los que han elegido ser pobres.
Esto último parecen no haberlo captado los discípulos, a juzgar por la conjetura que se hacen al respecto (cf. Jn 13,28-29). De todos modos, la comunidad, en cuanto goza de la presencia viva de Jesús y da testimonio de su vida («Lázaro»), es objeto de atracción para las muchedumbres, y de repulsión por parte de los dirigentes.

Esta cena refleja el clima de gratitud, amor y alegría en que la Iglesia celebra (o debe celebrar) la eucaristía. Ella es el ideal que deberían alcanzar las llamadas «misas por los difuntos»: verdaderas celebraciones con gratitud a Jesús por el don de la vida a favor de nuestros hermanos que ya celebraron su pascua personal y ahora participan con él del banquete de la vida eterna. Obvio, sigue siendo válido orar por la plena remisión de los pecados de los difuntos, pero esta no debe ser la única línea, ni la definitiva. Sustituir el banquete fúnebre, que todavía subsiste en algunas culturas, por la cena del Señor es un logro de la fe cristiana; pero hay que ir más lejos aún: hacer de esta cena una verdadera «acción de gracias» por la vida que creemos y confesamos que han recibido nuestros hermanos difuntos, que murieron «en el Señor» (Apo 14,13).
Demos gracias por la vida eterna dada a nuestros seres queridos y a todos los que ya han sido definitivamente salvados por Jesús.

Detalles

Fecha:
11 abril, 2022
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