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ORACIÓN POR EL SÍNODO DE LA SINODALIDAD

Estamos ante ti, Espíritu Santo, reunidos en tu nombre.
Tú que eres nuestro verdadero consejero: ven a nosotros, apóyanos, entra en nuestros corazones. Enséñanos el camino, muéstranos cómo alcanzar la meta. Impide que perdamos el rumbo como personas débiles y pecadoras.
No permitas que la ignorancia nos lleve por falsos caminos.
Concédenos el don del discernimiento, para que no dejemos que nuestras acciones se guíen por perjuicios y falsas consideraciones.
Condúcenos a la unidad en ti, para que no nos desviemos del camino de la verdad y la justicia, sino que en nuestro peregrinaje terrenal nos esforcemos por alcanzar la vida eterna. Esto te lo pedimos a ti, que obras en todo tiempo y lugar, en comunión con el Padre y el Hijo por los siglos de los siglos. Amén.

 

Exhortación Apostólica Laudate Deum | Síntesis y reflexión del Cardenal Luis José Rueda Aparicio

 

San José Patrono de la Iglesia universal

 
 
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Martes de la décima semana del tiempo ordinario

PRIMERA LECTURA

El tarro de harina no se agotó, conforme a la palabra que había pronunciado el Señor por medio de Elías.

Lectura del primer libro de los Reyes     17, 7-16

En aquellos días, se secó el torrente del que bebía el profeta Elías porque no había llovido en la región. Entonces la palabra del Señor llegó al profeta Elías en estos términos: “Ve a Sarepta, que pertenece a Sidón, y establécete allí; ahí Yo he ordenado a una viuda que te provea de alimento”.

Él partió y se fue a Sarepta. Al llegar a la entrada de la ciudad, vio a una viuda que estaba juntando leña. La llamó y le dijo: “Por favor, tráeme en un jarro un poco de agua para beber”. Mientras ella lo iba a buscar, la llamó y le dijo: “Tráeme también en la mano un pedazo de pan,”.

Pero ella respondió: “¡Por la vida del Señor, tu Dios! No tengo pan cocido, sino sólo un puñado de harina en el tarro y un poco de aceite en el frasco. Apenas recoja un manojo de leña, entraré a preparar un pan para mí y para mi hijo; lo comeremos, y luego moriremos”.

Elías le dijo: “No temas. Ve a hacer lo que has dicho, pero antes prepárame con eso una pequeña galleta y tráemela; para ti y para tu hijo lo harás después.

Porque así habla el Señor, el Dios de Israel: “El tarro de harina no se agotará ni el frasco de aceite se vaciará, hasta el día en que el Señor haga llover sobre la superficie del suelo””.

Ella se fue e hizo lo que le había dicho Elías, y comieron ella, él y su hijo, durante un tiempo. El tarro de harina no se agotó ni se vació el frasco de aceite, conforme a la palabra que había pronunciado el Señor por medio de Elías.

SALMO RESPONSORIAL…4, 2-5. 7-8

R/. ¡Muéstranos, Señor, la luz de tu rostro!

Respóndeme cuando te invoco, Dios, mi defensor, Tú, que en la angustia me diste un desahogo: ten piedad de mí y escucha mi oración. Y ustedes, señores, ¿hasta cuándo ultrajarán al que es mi Gloria, amarán lo que es falso y buscarán lo engañoso?

Sepan que el Señor hizo maravillas por su amigo: Él me escucha siempre que lo invoco. Tiemblen, y no pequen más; reflexionen en sus lechos y guarden silencio.

Hay muchos que preguntan: “¿Quién nos mostrará la felicidad, si la luz de tu rostro, Señor, se ha alejado de nosotros?” Pero Tú has puesto en mi corazón más alegría que cuando abundan el trigo y el vino.

EVANGELIO

ACLAMACIÓN AL EVANGELIO    Mt 5, 16

Aleluya.

Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que los hombres vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo. Aleluya.

EVANGELIO

Ustedes son la luz del mundo.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo   5, 13-16

Jesús dijo a sus discípulos:

Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor ¿con qué se la volverá a salar? Ya no sirve para nada, sino para ser tirada y pisada por los hombres.

Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de una montaña. Y no se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa.

Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre que está en el cielo.

La reflexión del padre Adalberto Sierra

La misión que el Señor le encarga al profeta Elías tiene presentes estos elementos: un rey que ha renunciado a su fe por cuestiones de conveniencia: las buenas relaciones con su vecino, el rey de Tiro, casándose con su hija, y las relaciones comerciales entre los dos pueblos, lo cual garantizaba su prosperidad personal y nacional, le brindaba mayor estabilidad y afianzaba su poder real. Pero cada uno tiene sus intereses. En realidad, el matrimonio no lo decidieron Ajab y Jezabel, sino los padres de ambos, Omrí e Ittobaal. Omrí le dio a Samaría talla de capital de primer orden, y logró detener la desintegración del Reino del Norte (los asirios llamaban a Israel «el país de Omrí»), se granjeó con matrimonios buenas relaciones con Judá y Fenicia, contuvo el ímpetu conquistador del rey de Aram, reconquistó Transjordania y redujo a vasallaje a Moab.
Pero Ittobaal había sido sacerdote de Baal, y su hija Jezabel se propuso convertir a los israelitas al culto de Baal (cf. 1Rey 18,4; 19,1-2; 2Rey 9,22), lo que implicaba la supresión de la fe israelita.
Una vieja creencia israelita suponía que la frontera entre el bien y el mal coincidía con los límites de su territorio. Pero este relato hace ver que dicha frontera pasa a través de cada ser humano. La viuda pagana resulta tener más fe que el rey y los israelitas juntos: le cree a Dios y a su profeta. El triunfalismo denominacional no tiene justificación delante de Dios.

1Rey 17,7-16.
La sequía alcanzó el refugio del profeta. Esto implica un segundo paso en el proceso, no un revés para el profeta, y mucho menos para el Señor. La fórmula de transición temporal utilizada por el narrador (מִקֵץ יָמִים, lit.: «…al cabo de días») sugiere el paso de una etapa a otra, ya prevista (cf. Gén 4,3; 2Sam 14,26; Jer 13,6). Vuelve el relato a su lógica narrativa. Si cesó la lluvia, era lógico que se tenía que secar el torrente. Pero el Señor tiene otra alternativa, y ahora entre los paganos.
Esta nueva etapa se señala por la repetición de la introducción a la primera locución del Señor a Elías (cf. vv. 2.8, lit.: «…y vino la palabra del Señor a él diciendo», וֵיְהִי דְבַר יְהוָה אֵלָיו לֵאמֹר:). Envía a Elías hasta Fenicia, más al norte todavía, a casa de una viuda de Sarepta (hoy Sarafán), que está cerca de la costa mediterránea, 15 km al sur de Sidón. El hecho de que el Señor le informe que él encargará a una viuda de suministrarle el alimento confirma que lo acontecido estaba previsto y que los hechos se desarrollan de acuerdo con lo planeado. Elías deberá «levantarse» y alejarse aún más de la tierra de Israel para adentrarse en tierra pagana. La acción de «levantarse» enfatiza la de «irse». Todavía no se ha alejado lo suficiente.
Y allí, más allá de Tiro, se desarrolla la siguiente escena:
• Apenas entra, Elías se encuentra con una viuda que recogía leña (pobre) y le solicita un gesto de hospitalidad, el mínimo: que le dé un jarro de agua. Teniendo en cuenta el valor que tenía en aquella región el agua, y dada la sequía imperante, la solicitud hecha implicaba pedir mucho.
• La respuesta positiva de ella anima a Elías a pedirle alimento. Las condiciones personales de la viuda (su pobreza), sumadas a la escasez provocada por la sequía, convierten en pretensión esta última petición. Así trata él de determinar si ella es la que el Señor escogió para que lo atendiera.
• La viuda lo identifica como israelita. Es probable que en el entorno fuera conocida la exigencia de los israelitas en cuanto al trato con extranjeros y a la calidad de los alimentos. Por eso, le jura por «el Señor tu Dios», y eso es otra señal: ella reconoce al Señor o, por lo menos, lo respeta.
• Ella declara su extrema pobreza. Afirma carecer de «una galleta» («pan» designa el alimento de base; «galleta», el modo de hornear el pan común). Le informa que su único haber («un puñado de harina y un poquito de aceite») serán lo último que ella y su hijo comerán antes de morir.
• Para ella no hay más porvenir que su muerte y la de su único hijo, quien hasta ahora no se había mencionado, y de quien nada más se dice. Ellos representan a los desposeídos y oprimidos de la sociedad de la época. Ahora se les suma Elías, el «extranjero» la otra categoría de los excluidos.
• Elías pone a prueba la calidad humana de la viuda apelando a la hospitalidad, que incluso con los extranjeros era considerada una ley sagrada: le pide que le dé atención prioritaria, como si le hiciera más gravosa su situación, prefiriendo la vida de un extranjero a la suya y la de su hijo.
• Eso significa pedir demasiado, pero Elías le infunde confianza invitándola a no dejarse arrastrar por el temor. Se asegura de tranquilizarla, y le hace una promesa de abundancia en nombre del Señor «Dios de Israel», al cual ella anteriormente se había referido con evidente respeto.
• La viuda fenicia se abre a la palabra del Señor por boca de Elías y lo manifiesta de forma heroica (un acto de fe en el Dios extranjero, y uno de solidaridad con un extranjero desconocido) y actúa en consecuencia. Ella solo se ha atenido a la palabra, los israelitas habían visto las acciones.
• Su fe –manifestada en su desprendimiento y en su generosidad al compartir– atrae la bendición del Señor que crea abundancia y suficiencia. Hay aquí una especie de repetición del episodio del maná para esta mujer que no dudó en poner por obra lo dicho por el profeta del Señor.
• Según el texto griego, al principio del versículo 16 aparecería nuevamente la fórmula temporal de transición «por mucho tiempo» (ἀπὸ τῆς ἡμέραςταύτης), equivalente de la señalada antes en el texto hebreo (מִקֵץ יָמִים: v. 7), dando por terminado este episodio y abriéndose a otro.
La promesa del Señor, declarada por boca del profeta, se cumplió cabalmente, y solo requirió de parte de la viuda una actitud de confianza en «el Dios de Israel». La repetición de las palabras de la promesa tiene por objeto afirmar enfáticamente que el Señor cumple lo que dice. Este hecho es tanto más notable cuanto que las viudas y los huérfanos eran los excluidos de la sociedad de la época (cf. Isa 1,23; 10,2); despojados como estaban del jefe de familia, solo vivían de limosnas, las cuales escaseaban en períodos de hambruna, como es el caso presente.

El tratamiento de la idolatría requiere de una comprensión nueva. La exclusión es un problema dehumanidad y no de liderazgo. Por eso, el pensamiento social cristiano la maneja mejor que los ideólogos de la economía, los estrategas de la política y los teóricos de la ley, del derecho y de la moral. Se necesitacorazón de carne (humano) en vez de un corazón de piedra (duro, insensible). El profeta encuentra fe en donde esperaba encontrar idolatría; y halló idolatría en donde él debería haber encontrado fe. Él entra en ese mundo extraño con respeto, porque el Señor lo envió allá, no porque así lo hubiera aprendido de sus mayores. Por eso, no llega imponiendo, sino pidiendo favores, y propone delicadamente su fe.
Hay que replantear la evangelización, porque no podemos ir con ínfulas de superioridad a llevar el mensaje de la fraternidad. Resultaría incoherente y contraproducente. La promesa de la vida ha de hacerse en clave de promoción de la vida, no con exigencias de sumisión.
Cuanta más calidad tenga el don, más humildad exige su donación. Eso se aprende en la mesa eucarística, en la que el Señor está como servidor entregándose para dar vida, y vida eterna.

Detalles

Fecha:
7 junio, 2022
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