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Oración por el Papa León XIV

Señor, te pedimos por el Papa León XIV, a quien Tú elegiste como sucesor de Pedro y pastor de tu Iglesia. Cuida su salud, ilumina su inteligencia, fortalece su espíritu, defiéndelo de las calumnias y de la maldad.

Concédele valor y amor a tu pueblo, para que sirva con fidelidad a toda la Iglesia unida. Que tu misericordia le proteja y le conforte. Que el testimonio de tus fieles le anime en su misión, protegiendo siempre a la Iglesia perseguida y necesitada.

Que todos nos mantengamos en comunión con él por el vínculo de la unidad, el amor y la paz. Concédenos la gracia de amar, vivir y propagar con fidelidad sus enseñanzas.

Que encuentre en María el santo y seña de tu Amor.

Tú que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos.

Amén

Padrenuestro. Avemaría y Gloria.

 

Congreso Diocesano de Familias 2025 – Enseñanza 1 – Pbro. Carlos Yepes

 

Audiencia General 21 de mayo de 2025- Papa León XIV

 

Cuaresma 2025: Mensaje de Mons. José Clavijo Méndez.

 
 
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Martes de la III semana de Adviento.

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Primera lectura

Lectura del libro del Génesis (49,1-2.8-10):

EN aquellos días, Jacob llamó a sus hijos y les dijo:
«Reuníos, que os voy a contar lo que os va a suceder en el futuro; agrupaos y escuchadme, hijos de Jacob, oíd a vuestro padre Israel:
A ti, Judá, te alabarán tus hermanos,
pondrás la mano sobre la cerviz de tus enemigos,
se postrarán ante ti los hijos de tu padre.
Judá es un león agazapado,
has vuelto de hacer presa, hijo mío;
se agacha y se tumba como león
o como leona, ¿quién se atreve a desafiarlo?
No se apartará de Judá el cetro,
ni el bastón de mando de entre sus rodillas,
hasta que venga aquel a quien está reservado,
y le rindan homenaje los pueblos».

Palabra de Dios

Salmo

Sal 71,1-2.3-4ab.7-8.17

R/. En sus días florezca la justicia,
y la paz abunde eternamente.

V/. Dios mío, confía tu juicio al rey,
tu justicia al hijo de reyes,
para que rija a tu pueblo con justicia,
a tus humildes con rectitud. R/.

V/. Que los montes traigan paz,
y los collados justicia;
defienda a los humildes del pueblo,
socorra a los hijos del pobre. R/.

V/. En sus días florezca la justicia
y la paz hasta que falte la luna;
domine de mar a mar,
del Gran Río al confín de la tierra. R/.

V/. Que su nombre sea eterno,
y su fama dure como el sol;
él sea la bendición de todos los pueblos,
y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (1,1-17):

LIBRO del origen de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abrahán.
Abrahán engendró a Isaac, Isaac engendró a Jacob, Jacob engendró a Judá y a sus hermanos. Judá engendró, de Tamar, a Farés y a Zará, Farés engendró a Esrón, Esrón engendró a Aran, Aran engendró a Aminadab, Aminadab engendró a Naasón, Naasón engendró a Salmón, Salmón engendró, de Rajab, a Booz; Booz engendró, de Rut, a Obed; Obed engendró a Jesé, Jesé engendró a David, el rey.
David, de la mujer de Urías, engendró a Salomón, Salomón engendró a Roboán, Roboán engendró a Abías, Abías engendró a Asaf, Asaf engendró a Josafat, Josafat engendró a Jorán, Jorán engendró a Ozías, Ozías engendró a Joatán, Joatán engendró a Acaz, Acaz engendró a Ezequías, Ezequías engendró a Manasés, Manasés engendró a Amós, Amós engendró a Josías; Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos, cuando el destierro de Babilonia.
Después del destierro de Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel engendró a Zorobabel, Zorobabel engendró a Abiud, Abiud engendró a Eliaquín, Eliaquín engendró a Azor, Azor engendró a Sadoc, Sadoc engendró a Aquín, Aquín engendró a Eliud, Eliud engendró a Eleazar, Eleazar engendró a Matán, Matán engendró a Jacob; y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.
Así, las generaciones desde Abrahán a David fueron en total catorce; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce; y desde la deportación a Babilonia hasta el Cristo, catorce.

Palabra del Señor


La reflexión del padre Adalberto, nuestro vicario general

Martes de la III semana de Adviento.
Los hombres religiosos tienden a insistir en la observancia; los hombres de fe, en el seguimiento. La observancia se atiene al deber; el seguimiento, a la libertad de amar. Por eso es frecuente que la observancia se deslice hacia el fingimiento, y la conducta de los hombres religiosos se convierta en una farsa, incluso cuando dicen reconocerse injustos y pecadores. Esa farsa ya la denunciaron en el pasado los profetas como falta de sinceridad, y es lo que Jesús llama «hipocresía» en el caso de los fariseos. La hipocresía religiosa ciega al hombre y endurece su corazón hasta el punto de volverlo despiadado, porque condena en los demás las acciones que él mismo realiza y justifica.
Dios quiere llevar a los seres humanos a relaciones sinceras entre ellos y con él. Por eso promete labios puros, ajenos a toda clase de mentiras.
1. Primera lectura: promesa (Sof 3,1-2.9-13).
El profeta emplaza a juicio a Jerusalén, «la ciudad rebelde». El concepto de rebeldía que aquí se maneja es opuesto al que se usa ordinariamente. No se trata de oponer resistencia al tirano, sino, al contrario, de resistirse a ser libre, a dejarse liberar. Cuando hablan del «pueblo» o de la «casa» rebelde, los autores se refieren a los que optan por permanecer en sus esclavitudes y no aceptan que el Señor los conduzca a su verdadera libertad.
Con un vigoroso oráculo contra Jerusalén y sus instituciones, las denuncia como corruptas (vv. 1-2), e igual hace con sus dirigentes (vv. 3-4), lo que contrasta y marca distancia en relación con la justicia del Señor, que no tolera la injusticia (vv. 5-8). Además de «rebelde» (opuesta al éxodo), la ciudad está «manchada» (profanada, por oposición a «santa»), y es «opresora» (como Egipto y Babilonia). Esto es consecuencia de que ella «no escuchó» la palabra de Dios, que la instruía, «no escarmentó», a pesar de ver en los otros pueblos que la injusticia conduce a la ruina, «no confiaba en el Señor», porque se apoyaba en alianzas con potencias extranjeras, y «no acudía a su Dios», sino que invocaba a los dioses de los paganos con los que hacía alianza. En cuatro trazos define el profeta la infidelidad (falta de fe) de la «ciudad» (la población) cuya convivencia se opone a la alianza. Es mucho más que desgreño en el culto, es ruptura de su relación con Dios.
Esos reproches se entienden mejor teniendo en cuenta que el Señor sacó a Israel de Egipto para ser una nación santa, consagrada a Dios; y que esta consagración se hacía efectiva escuchando y poniendo en práctica las cláusulas de la alianza, que eran un pacto de fidelidad mutua –el Señor al pueblo y el pueblo al Señor– y de convivencia justa entre los miembros del pueblo. Además, la «obediencia» que se exige es la escucha confiada y la aceptación libre de la palabra del Señor.
Pero el Señor promete la restauración mediante:
• El culto auténtico al Señor por parte de todos los pueblos. La lengua de los pueblos es «impura» (Isa 6,4) por invocar los falsos dioses; será «purificada» cuando solo invoquen al Señor.
• Su perdón generoso, que eliminará la soberbia y la insolencia. Experimentará la «ciudad rebelde, impura y opresora» un cambio que no provocará ella, sino el amor fiel del Señor.
• La preservación de un «resto pobre», libre de insolencia y mentira. El «resto» es una esperanza en medio de la destrucción (cf. Isa 1,9), el escarnio (cf. Isa 4,3) y la maldad (cf. Amós 5,15).
• El disfrute de una paz confiada, estable y duradera. La imagen del rebaño que se apacienta y se tumba a reposar sin sobresalto describe un pueblo que prospera con total tranquilidad.
2. Evangelio: cumplimiento (Mt 21,28-32).
Dios es Padre de todos (a todos da vida e infunde su Espíritu), pero no todos son hijos de Dios (no se dejan guiar por el Espíritu), porque la condición de hijo es una relación que, en el caso del ser humano con Dios, se va construyendo en la medida en que se realiza el «designio» del Padre. Por eso, Jesús habla de «dos hijos»: las dos únicas actitudes posibles ante el Padre: realizar o no su «designio» (θέλημα). Dios, en cuanto Padre, no se deja impresionar por las palabras, porque a él le interesan las conductas.
El primer hijo responde groseramente («¡no me da la gana!»), pero después siente remordimiento por su grosería y hace lo que le pidió su padre; el segundo responde obsequiosamente («¡por supuesto, señor!»), pero no hace lo que dijo. La viña del Padre es la humanidad. Ir a trabajar a esa viña es realizar en la sociedad humana su designio de vida plena a favor de cada ser humano y de la convivencia social. Y eso es lo que cuenta para el Padre, las obras, no las solas palabras.
Con su parábola delinea Jesús dos actitudes: la de los recaudadores y las prostitutas, por un lado, y la de los sumos sacerdotes y los senadores del pueblo, por el otro. Se supone que los primeros son los infieles y los segundos los fieles. En la parábola, los dirigentes religiosos y civiles quedan por debajo de las dos categorías de personas más despreciadas por ellos, los recaudadores y las prostitutas, porque estos aceptaron la exhortación a la enmienda que hizo Juan, mientras que los jefes, que solo viven una religión de apariencias, son mucho más infieles que aquellos. Resultan más libres los pecadores que se enmiendan que los justos que no sienten necesidad de hacerlo.
«Designio» (θέλημα) en griego es un sustantivo neutro, que denota algo concreto («propósito»), no algo abstracto («voluntad»). La noción de «voluntad» connota algo vago, a veces arbitrario o irracional («lo que se le antoje», «lo que se le ocurra»). Esto no es lo que sucede con el «designio» de Dios; este es algo concreto, su propósito consiste en colmar de vida feliz a todos los seres humanos. Si la gente tuviera esto claro, no desconfiaría de las intenciones de Dios. Casi siempre que algunos se refieren a «la voluntad de Dios» se percibe un tono de resignación forzada. Por eso no confían en él, porque sienten que no saben a qué atenerse, pues su voluntad les resulta incierta. Otra sería su actitud si tuvieran certeza de que el designio de Dios es su felicidad.
Su designio es de paz, no de aflicción. Este tiempo de adviento, que nos reclama la enmienda de nuestra vida personal y de nuestra convivencia social tiene ese fin, que se realice el designio de Dios: infundir su Espíritu Santo para felicidad de todos y sin perjuicio para nadie.
En la eucaristía, al recitar el padrenuestro, tengamos siempre en cuenta que lo que Jesús nos enseñó a pedir es que se realice en la tierra el designio que el Padre concibió en el cielo. Y, cuando recibimos el pan de vida, nos presentamos como el hijo que había respondido de modo grosero, pero que después sintió remordimiento, pidió perdón y decidió ir a la viña a realizar el designio de su Padre. Solo así preparamos el camino del Señor.
Feliz martes.

Detalles

Fecha:
17 diciembre, 2019
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