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ORACIÓN POR EL SÍNODO DE LA SINODALIDAD

Estamos ante ti, Espíritu Santo, reunidos en tu nombre.
Tú que eres nuestro verdadero consejero: ven a nosotros, apóyanos, entra en nuestros corazones. Enséñanos el camino, muéstranos cómo alcanzar la meta. Impide que perdamos el rumbo como personas débiles y pecadoras.
No permitas que la ignorancia nos lleve por falsos caminos.
Concédenos el don del discernimiento, para que no dejemos que nuestras acciones se guíen por perjuicios y falsas consideraciones.
Condúcenos a la unidad en ti, para que no nos desviemos del camino de la verdad y la justicia, sino que en nuestro peregrinaje terrenal nos esforcemos por alcanzar la vida eterna. Esto te lo pedimos a ti, que obras en todo tiempo y lugar, en comunión con el Padre y el Hijo por los siglos de los siglos. Amén.

 

Exhortación Apostólica Laudate Deum | Síntesis y reflexión del Cardenal Luis José Rueda Aparicio

 

San José Patrono de la Iglesia universal

 
 
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Miércoles de Ceniza 02 de Marzo. Año Par

PRIMERA LECTURA

Desgarren su corazón y no sus vestiduras.

Lectura de la profecía de Joel 2, 12-18

Ahora dice el Señor:

Vuelvan a mí de todo corazón, con ayuno, llantos y lamentos.

Desgarren su corazón y no sus vestiduras, y vuelvan al Señor, su Dios, porque Él es bondadoso y compasivo, lento para la ira y rico en amor, y se arrepiente de sus amenazas.

¡Quién sabe si Él no se volverá atrás y se arrepentirá, y dejará detrás de sí una bendición: la ofrenda y la libación para el Señor, su Dios!

¡Toquen la trompeta en Sión, prescriban un ayuno, convoquen a una reunión solemne, reúnan al pueblo, convoquen a la asamblea, congreguen a los ancianos, reúnan a los pequeños y a los niños de pecho!

¡Que el recién casado salga de su alcoba y la recién casada de su lecho nupcial!

Entre el vestíbulo y el altar lloren los sacerdotes, los ministros del Señor, y digan: “¡Perdona, Señor, a tu pueblo; no entregues tu herencia al oprobio, y que las naciones no se burlen de ella!

¿Por qué se ha de decir entre los pueblos: Dónde está su Dios?”

El Señor se llenó de celos por su tierra y se compadeció de su pueblo.

SALMO RESPONSORIAL 50, 3-6a. 12-14. 17

R/¡Ten piedad, Señor, porque hemos pecado!

¡Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad, por tu gran compasión, borra mis faltas! ¡Lávame totalmente de mi culpa y purifícame de mi pecado!

Porque yo reconozco mis faltas y mi pecado está siempre ante mí. Contra ti, contra ti solo pequé e hice lo que es malo a tus ojos.

Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, y renueva la firmeza de mi espíritu. No me arrojes lejos de tu presencia ni retires de mí tu santo espíritu.

Devuélveme la alegría de tu salvación, que tu espíritu generoso me sostenga. Abre mis labios, Señor, y mi boca proclamará tu alabanza.

SEGUNDA LECTURA

Déjense reconciliar con Dios. Éste es el tiempo favorable.

Lectura de la segunda carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 5, 20—6, 2

Hermanos:

Nosotros somos embajadores de Cristo, y es Dios el que exhorta a los hombres por intermedio nuestro. Por eso les suplicamos en nombre de Cristo: déjense reconciliar con Dios. A Aquél que no conoció el pecado, Dios lo identificó con el pecado en favor nuestro, a fin de que nosotros seamos justificados por Él.

Y porque somos sus colaboradores, los exhortamos a no recibir en vano la gracia de Dios. Porque Él nos dice en la Escritura: “En el momento favorable te escuché, y en el día de la salvación te socorrí.”

Éste es el tiempo favorable, éste es el día de la salvación.

EVANGELIO

VERSÍCULO ANTES DEL EVANGELIO Sal. 94, 8a. 7d

No endurezcan su corazón, sino escuchen la voz del Señor.

EVANGELIO

Tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 6, 1-6. 16-18

Jesús dijo a sus discípulos:

Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del Padre de ustedes que está en el cielo. Por lo tanto, cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.

Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.

Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres noten que ayunan. Les aseguro que con eso, ya han recibido su recompensa.

Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.


La reflexión del padre Adalberto Sierra

1. Generalidades.
La traducción del término griego μετάνοια(«enmienda») por la palabra latina «pænitentia» (pesar, arrepentimiento) no parece haber sido afortunada, y sus repercusiones duran hasta el presente. Habría sido más afortunado traducirlo «emendatio», que se aproxima más a la doble connotación de μετάνοια. Este término connota la detestación del mal hecho («arrepentimiento» o pænitentia), así como la firme decisión de corregirlo («rectificación» o iustificatio). Sin embargo, se produjo un desplazamiento posterior, cuando se entendió la «pænitentia» en el sentido de «mortificatio», en griego νεκρόω, que aparece solo una vez en el Nuevo Testamento (Col 3,5), y referido a los bajos impulsos. Eso llevó a la errónea concepción de que Dios quiere el sufrimiento humano, o que, al menos, lo exige para perdonar el pecado. En realidad, μετάνοια significa que Dios nos pide un cambio de mentalidad para que cambiemos también nuestras actitudes y acciones, y así seamos capaces recibir la gracia del Espíritu Santo, que cancela de raíz nuestro pecado.
2. Particularidades.
Los tiempos de Adviento y de Cuaresma giran en torno a dos actitudes diferentes: la «enmienda» (μετάνοια) y la «conversión» (ἐπιστροφή), pero con énfasis diversos. En Adviento predomina la exigencia de la enmienda; en Cuaresma, la de la conversión. En efecto, la Cuaresma, más allá de creer en Dios, nos exige creer en el Padre, que se revela en la vida, pasión, muerte y glorificación de Jesús, su Hijo. Hay quienes dicen creer en Dios, y en homenaje a su dios excluyen y eliminan seres humanos, lo cual jamás harían quienes conozcan al Padre y a su Hijo (cf. Jn 16,2s). No da lo mismo creer genéricamente en Dios que creer en el Padre que revela Jesucristo.

1. Primera lectura (Joel 2,12-18).
Una invasión de langostas (insectos: cf. 1,4) o un tropel de jinetes armados (ejército enemigo: cf. 1,6-7) podrían ser ejecutores de una devastación de grandes proporciones. El Señor lo es tanto de la naturaleza como de la historia, y es refugio seguro contra ambos.
El profeta convoca dramáticamente al pueblo a convertirse al Señor mediante una liturgia de penitencia que se exprese en manifestaciones interiores y sinceras de duelo (rasgar el corazón, ayuno, llanto, luto), en la purificación de una asamblea general, en la renuncia voluntaria a los placeres lícitos (como expresión de duelo), y en la súplica insistente de los sacerdotes.
Esa conversión de corazón (cf. Jer 4,4) ha de hacerse «al Señor Dios de ustedes», el que los sacó de Egipto, que es descrito con cinco notas: compasivo y clemente, paciente y misericordioso, y que se arrepiente de las amenazas (cf. Éxo 34,6; Sal 86,15; 103,8; 145,8; Jon 4,2; Neh 9,17). La duda respecto de la respuesta del Señor («quizá se arrepienta…») deja entrever que no basta el solo rito penitencial, que, si no se da la conversión real, se engañan (cf. Ose 6,1-3). La respuesta del Señor se verá en la bendición que le permita al pueblo seguir dándole culto y disfrutando de la tierra que le dio en heredad. El peligro amenaza la existencia de la sociedad entera, por eso las muestras de duelo y las súplicas deben ser por parte de todos.

2. Segunda lectura (2Cor 5,20-6,2).
Dios toma la iniciativa de la reconciliación por medio del Mesías, y no solamente nos reconcilia consigo, sino que nos hace embajadores del Mesías para que también nosotros invitemos a esa reconciliación. Se trata de una exhortación afectuosa, no de un grito de amenaza. El amor de Dios a la humanidad es tan grande que no se reservó a su propio Hijo (cf. Rom 8,31), sino que lo entregó hasta dejar que fuera considerado un malhechor y un maldito («al que nada tenía que ver con el pecado, por nosotros lo cargó con el pecado…»). Y Jesús, al morir en la cruz, nos entregó el Espíritu Santo «para que nosotros, por su medio, obtuviéramos la rehabilitación de Dios». El «abandono» de Jesús en la cruz por parte de Dios demuestra que Dios «se niega a sí mismo» por amor a la humanidad.
Ahora se trata de secundar su obra. Es gracia de Dios haber recibido al Hijo como modelo y al Espíritu como capacidad para configurarnos interiormente con ese modelo. No hay violencia a la libertad, no impone obligación de hacer: urge a la acción por la fuerza del amor. Tan grande demostración de amor no solo invita a la respuesta positiva, sino a hacer a los demás partícipes de la misma demostración. Y este es el tiempo apropiado, ahora es «el día de salvación», el que antes era temido cuando lo llamaban «el día del Señor».

3. Evangelio (Mt 6,1-6.16-18).
La relación con Dios no se exterioriza para llamar la atención de «los hombres», ni tampoco con la pretensión de «dar ejemplo». Lo primero sería fingimiento; lo segundo, ambición de dominio. La «religión del espectáculo» es una farsa vacía que nada tiene que ver con la fe. Por eso, Jesús reinterpreta las tradicionales «obras de justicia» (manifestaciones de piedad) privilegiadas por los fariseos para rescatarlas de la manipulación efectista y conducirlas a la sinceridad del corazón:
3.1. La limosna. La solidaridad con los pobres no es para catapultarse a sí mismo al pináculo de la fama, publicitando lo que se hace a favor de ellos, sino para contribuir en lo que esté al propio alcance con el fin de lograr una sociedad equitativa y justa. De hecho, la palabra «limosna» en hebreo (צֵדָקָה) significa «justicia». Así que «dar limosna» equivale a «hacer justicia».
3.2. La oración. La comunicación con Dios no es para presumir de piadoso, con un evidente exhibicionismo que obtenga fama de santidad, sino para sintonizar con él en el amor y secundar con el mismo amor la realización de su designio en la tierra. La oración cristiana se diferencia de la palabrería pagana y de la ostentación farsante en su sencillez y en su actitud de confianza.
3.3. El ayuno. La privación de alimentos no es para agradar a un supuesto dios que se complace en el sufrimiento humano, ni menos para conmoverlo, sino el impulso gozoso de quien comparte su pan con el que no tiene, para que nadie sufra por hambre. En vez de espectáculo luctuoso, el «ayuno» cristiano es alegre ejercicio de solidaridad.
Jesús no establece obligación alguna de dar limosna, de orar o de ayunar; lo deja a la libertad de su discípulo («cuando des… ores… ayunes…»), pero sí se opone a que dichas expresiones de piedad u otras –cualesquiera que sean– se usen para cebar la propia vanidad y para posicionarse por encima de los demás. En todos los casos, pone de presente que la relación con el Padre debe ser interior. En particular, respecto del ayuno, dice que, además de discreta, debe ser una práctica gozosa, no luctuosa, porque el cristiano vive en la alegría de la nueva alianza.

La cuaresma es, ante todo, un período apto para recuperar nuestra autenticidad ante el Padre y ante «los hombres». Podrían resumirse sus exigencias en estas tres:
a) Sinceridad. La hipocresía religiosa es el primer enemigo del verdadero espíritu de la cuaresma: permite ser falso y obrar mal con la presunción de ser bueno y benefactor.
b) Escucha. Para ser sinceros, necesitamos escuchar al Señor y su buena noticia. Es preciso hacer nuestro éxodo personal, salir de nosotros mismos y acercarnos a los demás.
c) Conversión. El éxodo de la escucha nos conducirá a abandonar nuestros «ídolos» (o sea, nuestras falsas representaciones de Dios) para volvernos al Padre revelado por Jesús.
El fruto de la cuaresma será hacernos testigos del Señor resucitado. La ceniza que recibimos nos recuerda nuestra condición mortal, pero la eucaristía nos certifica nuestra vocación a heredar la vida eterna por la comunión de fe con Jesús, comunión que nos proponemos estrechar con los ejercicios propios de la cuaresma.

Detalles

Fecha:
2 marzo, 2022
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