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Oración por el Papa León XIV

Señor, te pedimos por el Papa León XIV, a quien Tú elegiste como sucesor de Pedro y pastor de tu Iglesia. Cuida su salud, ilumina su inteligencia, fortalece su espíritu, defiéndelo de las calumnias y de la maldad.

Concédele valor y amor a tu pueblo, para que sirva con fidelidad a toda la Iglesia unida. Que tu misericordia le proteja y le conforte. Que el testimonio de tus fieles le anime en su misión, protegiendo siempre a la Iglesia perseguida y necesitada.

Que todos nos mantengamos en comunión con él por el vínculo de la unidad, el amor y la paz. Concédenos la gracia de amar, vivir y propagar con fidelidad sus enseñanzas.

Que encuentre en María el santo y seña de tu Amor.

Tú que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos.

Amén

Padrenuestro. Avemaría y Gloria.

 

Congreso Diocesano de Familias 2025 – Enseñanza 1 – Pbro. Carlos Yepes

 

Audiencia General 21 de mayo de 2025- Papa León XIV

 

Cuaresma 2025: Mensaje de Mons. José Clavijo Méndez.

 
 
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Miércoles de la I semana de Adviento.

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Primera lectura

Lectura del libro de Isaías (25,6-10a):

EN aquel día, preparará el Señor del universo para todos los pueblos,
en este monte, un festín de manjares suculentos,
un festín de vinos de solera;
manjares exquisitos, vinos refinados.
Y arrancará en este monte
el velo que cubre a todos los pueblos,
el lienzo extendido sobre a todas las naciones.
Aniquilará la muerte para siempre.
Dios, el Señor, enjugará las lágrimas de todos los rostros,
y alejará del país el oprobio de su pueblo
—lo ha dicho el Señor—.
Aquel día se dirá: «Aquí está nuestro Dios.
Esperábamos en él y nos ha salvado.
Este es el Señor en quien esperamos.
Celebremos y gocemos con su salvación,
porque reposará sobre este monte la mano del Señor».

Palabra de Dios

Salmo

Sal 22,1-3a.3b-4.5.6

R/. Habitaré en la casa del Señor por años sin término

V/. El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas. R/.

V/. Me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan. R/.

V/. Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa. R/.

V/. Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Mateo (15,29-37):

EN aquel tiempo, Jesús, se dirigió al mar de Galilea, subió al monte y se sentó en él.
Acudió a él mucha gente llevando tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros; los ponían a sus pies, y él los curaba.
La gente se admiraba al ver hablar a los mudos, sanos a los lisiados, andar a los tullidos y con vista a los ciegos, y daban gloria al Dios de Israel.
Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:
«Siento compasión de la gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer. Y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino».
Los discípulos le dijeron:
«¿De dónde vamos a sacar en un despoblado panes suficientes para saciar a tanta gente?».
Jesús les dijo:
«¿Cuántos panes tenéis?».
Ellos contestaron:
«Siete y algunos peces».
Él mandó a la gente que se sentara en el suelo. Tomó los siete panes y los peces, pronunció la acción de gracias, los partió y los fue dando a los discípulos, y los discípulos a la gente.
Comieron todos hasta saciarse y recogieron las sobras: siete canastos llenos.

Palabra del Señor.


La reflexión del padre Adalberto, nuestro vicario general

Miércoles de la I semana de Adviento.
El banquete es un hecho de convivencia que se convierte en símbolo universal de convivencia. La comida compartida, en amistad, con alegría y generosidad, es expresión de la fraternidad que da y recibe la vida con la misma naturalidad con la que, a la mesa, se pasan los alimentos de mano en mano para el disfrute de todos los comensales.
El reino de Dios se simboliza con un banquete, a menudo de bodas, para connotar el aspecto de alianza de amor que tiene dicho convivio. Mateo ya ha relatado una vez la repartición de panes (cf. 14,13-22); esta otra narración tiene semejanzas y diferencias con la primera, lo que indica que no es un doblete de ella, sino otra expresión de la misma realidad allí significada. Esta expresión se descubre como cumplimiento de una promesa hecha por Dios y tal vez olvidada por Israel.
1. Primera lectura: promesa (Is 25,6-10a).
El profeta anuncia que el Señor (el Dios que sacó a Israel de Egipto) será el anfitrión de un festín en la línea de los banquetes sagrados que acompañaban los sacrificios de comunión, en particular con ocasión de grandes fiestas (cf. Ex 24,11; Dt 16,13-15; 1Sm 9,13; Ne 8,10-12), pero con una característica única: será un festín universal («para todos los pueblos»). Tendrá lugar en el centro religioso de Israel («en este monte»), algo inaudito: los paganos asociados al «monte santo», lugar del templo, y al culto que allí se celebra. Festín sobreabundante y generoso, banquete exuberante y que le abre paso a una nueva época (cf. Is 55,1-2).
El signo de viandas compartidas (vida y convivencia) que es el banquete se trasciende a sí mismo por obra del anfitrión: arrancará el velo que impide ver a Dios (cf. 1Ry 19,13) y comprender sus designios (cf. Is 29,10-12) –velo de luto que cubre a todos los pueblos (cf. 2Sm 15,30; 19,5; Jr 14,3-4)–, y el «paño que tapa a todas las naciones». Este «paño» produce doble efecto: a Israel no le permite verlas como el Señor las ve; a ellas no les permite ver al Señor. El «velo» (לוֹט), que a la vez es «paño» (מָסָךְ), expresa un dolor («luto») por ambas realidades, porque Israel no puede «ver» las naciones como comensales del mismo banquete, y porque las naciones no pueden «ver» al Señor como el Dios que las invita al banquete de la vida.
La maldición que trajo el pecado (cf. Gn 2,17; 3,3.19) será eliminada, porque el Señor aniquilará la muerte para siempre. La comida aplaza la muerte, pero este banquete la va a superar de forma definitiva. Se acaba el llanto y surge el consuelo, y es el Señor quien enjuga las lágrimas «de todos los rostros», de los judíos y los paganos. Esta promesa suscita la confesión unánime del Señor como «nuestro Dios», es decir, liberador y salvador, en quien confiaban todos los que ansiaban la salvación («de quien esperábamos que nos salvara»). Ahora, ya sin «velo» y sin «paño», todos pueden ver al Señor como el Dios de la vida. Es la más bella promesa del Antiguo Testamento.
Esa promesa invita a la celebración y el festejo de la vida que procede de Dios («su salvación»), porque su «mano» creadora, liberadora y salvadora se manifiesta para todos desde «este monte».
2. Evangelio: cumplimiento (Mt 15,29-37).
Jesús salió del territorio judío y se dirigió a Tiro y Sidón, territorio pagano. Subió al «monte» en tierra pagana, porque ahora el monte está donde él se encuentra, es decir, Dios es accesible donde esté Jesús («Dios con nosotros»). Allí mostró que la fe en él es el único requisito para recibir la salvación (cf. 15,21-28). La repartición de los panes en este contexto pagano, con alusiones al éxodo («mar», «monte») y al retorno del exilio (curación de cojos, ciegos, lisiados, sordomudos, cf. Mt 11,2-5; Is 35,5-6; 29,18-19), es muestra de que el amor de Dios es también, y del mismo modo, para los demás pueblos. Los paganos puestos «a sus pies» (hechos discípulos de Jesús) no solo son liberados por su amor («curados»), sino conducidos a alabar «al Dios de Israel», el Dios cuyas promesas ahora se cumplen también en favor de todas las naciones.
Él quiere invitar a los paganos al banquete de la vida por medio de sus discípulos, pero primero tiene que vencer la resistencia de estos. La multitud que ya lleva «tres días» (cf. Os 6,2) con Jesús representa a los paganos que lo siguen después de su resurrección, que han recibido la salvación, y que él quiere enviar a la misión, pero pretende involucrar en la misma a sus discípulos judíos.
Ahora, con los reparos que ellos hacen, se insinúa que «el paño que cubre a las naciones» es el particularismo opuesto al universalismo. No falta pan, falta amor. Por eso los invita a reconocer la libertad y la igualdad entre ellos y los paganos («recostarse» es la postura para comer propia de los hombres libres), los lleva a reconocer que el pan es don de Dios para todos («dio gracias»), y a compartir con los paganos esos dones («partió el pan …se los dieron a la multitud»). Comieron todos, sin exclusiones (mujeres y niños eran excluidos en la sociedad judía), y quedaron saciados (cf. Mt 5,6). Sobraron «siete cestos» (7: totalidad heterogénea; «cestos»: término pagano): para todo el mundo pagano. Los comensales representan a los pueblos paganos: «cuatro mil» implica dos símbolos numéricos: el 4, los cuatro puntos cardinales, la universalidad geográfica; el 1.000, el carácter de personas incontables. El amor de Dios se revela, así, como amor universal.
Es interesante señalar otra particularidad del vocabulario. Cuando Jesús presentó los panes y los peces entre los judíos, «pronunció una bendición» (εὐλόγησεν); cuando lo hizo entre los paganos, «pronunció una acción de gracias» (εὐχαριστήσας). Es lo mismo, pero el cambio de vocabulario indica el cambio de destinatario. Lo mismo se puede observar en la eucaristía.
El pan partido y repartido es signo claro del desprendimiento para dar con generosidad; es signo del amor, de la entrega libre de sí mismo. Invitando a los excluidos al banquete de la vida se sacia su «hambre y su sed de justicia» (Mt 5,6) y se quita el velo de dolor que cubre las naciones.
Al ofrecernos el pan, signo de su «cuerpo entregado», su realidad histórica, Jesús «pronunció una bendición» (εὐλογήσας); al ofrecernos la copa, signo de su «sangre derramada», que es la realidad trascendente de su Espíritu Santo, «pronunció una acción de gracias» (εὐχαριστήσας). Su entrega histórica se prolonga en el tiempo dando vida por la fuerza del Espíritu Santo.
La eucaristía es signo y sacramento de dicha entrega por parte de Jesús, y compromiso de fe y fidelidad de nuestra parte. Quienes comulgamos con él nos comprometemos a «partir el pan» como él y a crear una nueva convivencia humana para cumplir la promesa de Dios, que es para todas las naciones del mundo.
Feliz miércoles.

Detalles

Fecha:
4 diciembre, 2019
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