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ORACIÓN POR EL SÍNODO DE LA SINODALIDAD

Estamos ante ti, Espíritu Santo, reunidos en tu nombre.
Tú que eres nuestro verdadero consejero: ven a nosotros, apóyanos, entra en nuestros corazones. Enséñanos el camino, muéstranos cómo alcanzar la meta. Impide que perdamos el rumbo como personas débiles y pecadoras.
No permitas que la ignorancia nos lleve por falsos caminos.
Concédenos el don del discernimiento, para que no dejemos que nuestras acciones se guíen por perjuicios y falsas consideraciones.
Condúcenos a la unidad en ti, para que no nos desviemos del camino de la verdad y la justicia, sino que en nuestro peregrinaje terrenal nos esforcemos por alcanzar la vida eterna. Esto te lo pedimos a ti, que obras en todo tiempo y lugar, en comunión con el Padre y el Hijo por los siglos de los siglos. Amén.

 

Exhortación Apostólica Laudate Deum | Síntesis y reflexión del Cardenal Luis José Rueda Aparicio

 

San José Patrono de la Iglesia universal

 
 
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Sábado de la décima semana del tiempo ordinario – San Bernabé, apóstol

PRIMERA LECTURA

Era un hombre bondadoso, lleno del Espíritu Santo y de mucha fe.

Lectura de los Hechos de los Apóstoles  11, 21b-26; 13, 1-3

En aquellos días, muchos creyeron y se convirtieron. Al enterarse de esto, la Iglesia de Jerusalén envió a Bernabé a Antioquía. Cuando llegó y vio la gracia que Dios les había concedido, él se alegró mucho y exhortaba a todos a permanecer fieles al Señor con un corazón firme. Bernabé era un hombre bondadoso, lleno del Espíritu Santo y de mucha fe. Y una gran multitud adhirió al Señor.

Entonces partió hacia Tarso en busca de Saulo, y cuando lo encontró, lo llevó a Antioquía. Ambos vivieron todo un año en esa Iglesia y enseñaron a mucha gente. Y fue en Antioquía, donde por primera vez los discípulos recibieron el nombre de “cristianos”.

En la Iglesia de Antioquía había profetas y doctores, entre los cuales estaban Bernabé y Simeón, llamado el Negro, Lucio de Cirene, Manahén, amigo de infancia del tetrarca Herodes, y Saulo.

Un día, mientras celebraban el culto del Señor y ayunaban, el Espíritu Santo les dijo: “Resérvenme a Saulo y a Bernabé para la obra a la cual los he llamado”.

Ellos, después de haber ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron.

SALMO RESPONSORIAL 97, 1-6

R/. El Señor reveló su justicia a las naciones.

Canten al Señor un canto nuevo, porque Él hizo maravillas: su mano derecha y su santo brazo le obtuvieron la victoria.

El Señor manifestó su victoria, reveló su justicia a los ojos de las naciones: se acordó de su amor y su fidelidad a favor del pueblo de Israel.

Los confines de la tierra han contemplado el triunfo de nuestro Dios. Aclame al Señor toda la tierra, prorrumpan en cantos jubilosos.

Canten al Señor con el arpa y al son de instrumentos musicales; con clarines y sonidos de trompeta aclamen al Señor, que es Rey.

EVANGELIO

ACLAMACIÓN AL EVANGELIO Mt 28, 19a. 20b

Aleluya.

“Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo”, dice el Señor. Aleluya.

EVANGELIO

Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo    10, 7-13

Jesús envió a sus doce apóstoles, diciéndoles:

Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente. No lleven encima oro ni plata, ni monedas, ni provisiones para el camino, ni dos túnicas, ni calzado, ni bastón; porque el que trabaja merece su sustento.

Cuando entren en una ciudad o en un pueblo, busquen a alguna persona respetable y permanezcan en su casa hasta el momento de partir. Al entrar en la casa, salúdenla invocando la paz sobre ella. Si esa casa lo merece, que la paz descienda sobre ella; pero si es indigna, que esa paz vuelva a ustedes.

La reflexión del padre Adalberto Sierra

En los versículos 17 y 18 del capítulo 19 se supone un conflicto entre Siria e Israel y otro interno en Israel, aunque Israel y Judá tienen vínculos amistosos (cf. 2Rey 9). El anuncio consiste en que el conflicto interno de Israel agudizará el conflicto con Siria. En efecto, Jehú asesinará a los reyes de Israel (Jorán) y de Judá (Ocozías) y a Jezabel, la madre de Jorán. Jehú se sentirá facultado para erradicar la idolatría y la brujería introducidas por Jezabel, y para vengar la muerte de Nabot, el de Yezrael. El autor da a entender que todas esas muertes son consecuencias de la idolatría. La profecía anuncia distintos «castigos»: unos a manos de paganos (Jazael), otros a las de Jehú, rey de Israel, y los otros a manos de Eliseo, sucesor de Elías. Por otro lado, quedarán «siete mil en Israel», cifra simbólica de totalidad, referida a la integridad o fidelidad de ese resto que él cuidará durante las desgracias previstas en el anuncio del versículo anterior.
La noción de «resto» –aplicada a un grupo que el Señor se compromete a cuidar– aparece en tres contextos: en tiempos de apostasía, que son los que permanecen fieles a su fe (cf. 18,21-22), en tiempos de persecución, que son los que permanecen leales al Señor (cf. 18,13), y en tiempos de «castigo», que son los que no padecen las consecuencias de la apostasía y la deserción, porque el Señor los protege y cuida de ellos (cf. 19,18). En este último caso, se refiere concretamente a los que no incurrieron en actos manifiestos de adoración ritual a los ídolos: genuflexiones (cf. 1Rey 8,54; Isa 45,23; Dan 6,11) y besos (cf. Ose 13,2; Job 13,2).

1Rey 19,19-21.
La vocación de Eliseo hay que entenderla a la luz del repetido lamento de Elías porque se había quedado solo como profeta del Señor (cf. 19,10.14), lamento con el cual él manifestaba su temor de que no hubiera en adelante quien llamara al pueblo a volver a la alianza con el Señor. El Señor lo envió a «ungir» a Eliseo como sucesor suyo, única vez que se dice esto de la consagración de un profeta (cf. 19,16), y que se realiza sin unción convencional alguna (untar con aceite).
El encuentro entre Elías y Eliseo (אֱלִישַׁע: «Dios es mi salvación») aunque parezca casual, estaba ya indicado por el Señor, por lo que el verbo «encontrar» se ha de entender cono resultado de la búsqueda diligente de Elías para cumplir el encargo del Señor (cf. 19,16).
Elías encuentra a Eliseo en lo suyo, «arando», y esto permite deducir que era agricultor. El dato de que tenía «doce yuntas» señala, de un lado, su fortaleza física y su relativa juventud (él estaba tras la duodécima), y, del otro, su capacidad económica, lo que también permite inferir que era propietario del campo que cultivaba, o que, al menos, era la propiedad familiar. Que las yuntas fueran «doce» autoriza a asociarlo con las doce tribus del pueblo, y esta asociación pone su misión en función de la alianza del Señor con el pueblo, aunque ahora ese pueblo esté dividido.
La acción inicial del profeta en relación con Eliseo («pasó a su lado») implica el acercamiento y la libertad. Elías se le aproximó a Eliseo, pero no se le impuso. El hecho de seguir caminando le dejó espacio para la reciprocidad. El gesto de Elías («le echó el manto encima») se entiende desde la cultura hebrea, en la que «el manto» posee varios significados. Aquí se especifica que se trata de una capa de piel (אַדֶּרֶת), la traducción griega precisa que es un manto de piel de oveja (μηλωτή), dato importante, porque los profetas se distinguían por usar mantos peludos (cf. 2Rey 1,8; Zac 13,4). Echar el propio manto sobre alguien era como asociar ambos destinos (cf. Eze 16,8; Rut 3,9). En este caso, implica la investidura de Eliseo como profeta, asociado así a Elías. No se trata de una «unción» convencional, pero el hecho de asociar su vinculación a Elías con el rasgo que identificaba a los profetas (la consagración por el Espíritu del Señor) permite deducir que dicha «unción» –que ya estaba anunciada– se realizó de un modo no convencional (no con aceite, sino con el Espíritu que animaba a Elías) y que es esto lo que significa el hecho de que Elías cubriera con su manto a Eliseo: lo llamó a ser profeta para cuidar «las ovejas» del Señor.
La primera reacción de Eliseo («corrió tras Elías») implica una ruptura inicial, la de su actividad («dejando los bueyes»), lo que significa la aceptación inmediata de la investidura de la que acababa de ser objeto. Es decir, Eliseo acepta cambiar de actividad, pasar de agricultor –y seguramente pastor– a profeta con Elías y como él, y dispuesto a comenzar su iniciación. Dado que el narrador no explica la razón de ser de esta pronta y decidida respuesta de Eliseo, hay que suponer que el Señor que lo señaló ya lo había predispuesto, y solo necesitaba la invitación para aceptarla. Por más que el Señor se valiera de Elías para hacerle la propuesta, él lo dispuso para aceptarla.
Aceptación que se confirma y profundiza con la solicitud que él le hizo a Elías («déjame decirles adiós a mis padres»), lo cual implicó una ruptura más decisiva, parecida a la del matrimonio (cf. Gén 2,24), y que expresaba el modo como entendió él su asociación a Elías como profeta («luego vuelvo y te sigo»). Llama la atención el verbo «besar» (נשׁק) en labios de Eliseo, en contraste con el beso de los idólatras, renuentes a darle culto al Señor (cf. 19,18). La despedida de su familia no implica dilación de su respuesta. Hasta este momento, todo se ha hecho con libertad, y Elías ratificó que así debía seguir siendo («Vete, pero vuelve. ¿Quién te lo impide?»).
En un nuevo gesto, que expresa el carácter irrevocable de su decisión (cf. 1Sam 6,14; 2Sam 24,19-25), Eliseo mostró por tercera vez su radical ruptura con la vida que había llevado hasta entonces: ofreció en sacrificio la yunta de bueyes, coció la carne con los aperos encendidos, «y convidó a su gente», su clan y sus vecinos, dándole así carácter público a su nueva vida. Dejó atrás una vida familiar de cierta placidez y comodidad para aceptar un llamado del Señor. Y se puso al servicio de Elías en calidad de aprendiz de profeta. Eliseo será «ayudante» (שׁרת) y sucesor de Elías como Josué lo fue de Moisés (cf. Núm 11,28).

El llamado del Señor se verifica en momentos de crisis nacional e internacional. La idolatría era a la vez causa y efecto de la descomposición social. Elías persistió en su fidelidad incluso a pesar de sí mismo, porque se sentía desalentado y sin fuerzas para seguir reclamando en nombre de la alianza con el Señor, alianza que al pueblo parecía importarle poco, o nada, debido a la presión que sobre él ejercían los gobernantes. El Señor le regala un compañero y sucesor, pero Elías ha de llamarlo y marchar delante de él. Así, aunque pareciera impensable, se renovó la alianza.
Esto invita a no desalentarse ante la escasez de agentes de evangelización y de pastoral, o de las llamadas «crisis vocacionales» en las iglesias. Aunque el texto no lo insinúe siquiera, es de esperar que Elías y Eliseo se conocieran antes de ese encuentro; en efecto, el Señor le habla a Elías de él como de alguien conocido, en su encuentro no hay necesidad de presentación alguna, y Eliseo reacciona ante el gesto de Elías sin extrañeza. Un ministerio tan intenso y trascendental como el de Elías no permitía que este pasara desapercibido ante sus propios conciudadanos. Esto anima a realizar con renovado entusiasmo la pastoral vocacional.

Cuando Jesús envió por primera vez a los Doce, les delimitó el campo de la misión, no porque él tuviera una óptica nacionalista, sino porque ellos eran incapaces de asumir su óptica y asimilar su mensaje, que eran universales como el amor del Padre. Jesús tuvo en cuenta sus prejuicios. A él le interesaba que los discípulos asimilaran el mensaje para que pudieran apropiarse de la misión y llevarla a cabo con total libertad, no por imposición.
La misión universal –libre de prejuicios y de condicionamientos legales– corrió por cuenta de los nacidos fuera de Judea, más allá del mar (Chipre y Cirene). En Antioquía de Siria les proponen la buena noticia a los paganos, el Señor apoya esta iniciativa y la noticia llega a Jerusalén.
El anuncio de la fe a los samaritanos les pareció tolerable a los dirigentes, y por eso enviaron una delegación oficial (dos apóstoles: Hch 8,14); pero en esta ocasión envían solo a Bernabé, muestra de reticencia e incertidumbre ante esa iniciativa. Este cumple exitosamente su misión.

1. Primera lectura (Hch 11,21b-26).
Un hecho a primera vista desastroso («la persecución provocada por lo de Esteban») provocó el desplazamiento de los discípulos no nacidos en Judea (cf. 8,1b) que fueron llegando a Fenicia, Chipre y Antioquía, pero solo proponían el mensaje a los helenistas como ellos. Uno de los Siete, Nicolás, era de Antioquía (cf. 6,6); de Chipre eran Bernabé (cf. 4,36) y Mnasón (cf. 21,16), y de Cirene, Lucio (cf. 13,1). Algunos de ellos les propusieron el mensaje «a los griegos» (cf. 11,19s).
La adhesión de los paganos al Señor se le atribuye al apoyo que les da «la fuerza del Señor» (el Espíritu Santo) a estos osados evangelizadores, porque su apertura responde al designio de Dios. La iglesia de Jerusalén se debate entre aceptar o rechazar a los paganos, aunque Pedro manifiesta cierta libertad frente a este asunto (cf. 11,1-3), incluso visitando comunidades fuera de Palestina (cf. Gál 2,11), así como había visitado las de Samaría (cf. 2,14-15) y Lida (cf. 9,32).
Bernabé discierne y «ve» la gracia de Dios, se alegra con esta sorpresa suya, y –haciendo honor a su nombre– se puso a exhortar a todos a que siguieran firmemente unidos al Señor. No exige la circuncisión ni la afiliación a la religión judía; le basta la «gracia de Dios», que es el don del Espíritu Santo. Bernabé, movido por el mismo Espíritu, viene a ser providencial porque es:
• «Un hombre de bien» (ἀνὴρ ἀγαθὸς), rasgo que pondera su calidad humana (es un hombre de aceptación generalizada). Esto es lo que significa el sobrenombre latino «Iustus» («Justo»: 1,13).
• «Lleno de Espíritu Santo» (πλήρης πνεύματος ἁγίου), rasgo que pondera su permanente calidad cristiana («lleno del amor de Dios»). Es la misma plenitud que se predicó de Esteban (cf. 6,6).
• «Y (lleno) de fe» (…καὶ πίστεως), rasgo que pondera su permanente fidelidad al Señor, lo cual lo hace confiable en sus actuaciones (un discípulo de verdad), también como Esteban (cf. 6,6).
Estos rasgos oportunos de Bernabé potencian la labor comenzada y facilitan que se produzcan nuevas conversiones al Señor. Por medio de él, el Espíritu Santo apoya eficazmente esta iniciativa de la evangelización de los paganos.

2. Evangelio (Mt 10,7-13).
La primera misión a la que Jesús envió a sus discípulos, en territorio judío, hace ver que la misión universal requiere de una disposición que ellos todavía no tienen. Pero esta también se da en el éxodo cristiano, en el «camino del Señor» (3,3): «Haciendo camino proclamen diciendo…» (10,7). Solo si se transita ese camino resulta posible:
• Proclamar la inminencia del reinado de Dios. Por mucho que los judíos hubieran esperado este anuncio, se necesitan testigos vivos de la nueva realidad para que ella les resulte creíble. No basta la mera religiosidad que se agota en el culto ceremonial sin compromiso; se requieren hambre y sed de justicia («enmiéndense») y, sobre todo, se requiere la fe en la buena noticia (cf. 4,17).
• Poner fin eficazmente a los males de los individuos y las sociedades que estaban «enfermos», o sea, personas y comunidades cuyas vidas y convivencias habían menguado a consecuencia de sus «pecados» (cf. 1,21), es decir, a consecuencia de sus mentiras y sus violencias, y a raíz de su falta de fe necesaria para garantizar la integración de los excluidos (cf. 8,10.26).
• Infundirles nueva vida a los «muertos» en vida a causa del pecado, es decir, revivir la esperanza del pueblo que vivía una situación desesperada, semejante a la del destierro, pueblo que se sentía como un cementerio expuesto, sometido a la infamia y condenado a la impureza legal (cf. Eze 37,1-13). Será como sacarlos de sus sepulcros y librarlos de la humillación (cf. Eze 37,12-14).
• Integrar a los excluidos, y –en particular– a las víctimas de exclusión religiosa, los «leprosos», que eran el caso paradigmático y más cruel de dicha exclusión. En particular, este encargo pone de presente que la exclusión religiosa contradice el amor universal de Dios (cf. 8,2-4).
• Erradicar el odio fanático e idolátrico, sobre todo el que aduce motivaciones de índole religiosa para agredir a los seres humanos. Usa el nombre de los ídolos a los que los paganos les ofrecían sacrificios humanos («demonios») para designar esa particular forma de violencia pública.
Si el amor de Dios es universal, también es gratuito. No hay que condicionarlo a requisito alguno, mucho menos al dinero. Por eso, el don gratuitamente recibido gratuitamente se transmite.
Desde luego, este anuncio hace algunas exigencias básicas al evangelizador:
• Descartar todo afán de lucro («piezas de oro, plata o bronce»): enumera monedas desde las más valiosas a las menos.
• Comportarse dignamente y no presentarse ante los hombres como mendicantes itinerantes («alforja para el camino»).
• No llegar vestidos de superioridad («llevar dos túnicas»), ni calzados como ricos (ὑποδήματα; los pobres se calzaban con σανδάλια), ni revestidos de poder (ῥάβδος, en el sentido de «cetro» o de «vara para golpear»).
Como constructor de la nueva sociedad (el reino de Dios), así como procura el bien de los demás tiene derecho a que otros cuiden de su vida («su sustento»).
Esta evangelización implica también una «metodología»:
• Ante todo, humanidad. De entrada, hay que saludar, desear la paz (felicidad).
• Cuando se da la acogida, el anuncio de la nueva noticia transmite esa dicha, que se hace efectiva en los destinatarios.
• Cuando no hay acogida, el misionero no se frustra, sabe tolerar y conserva la alegría de la buena noticia que porta.
• En este último caso, el rechazo, señal de ruptura, es una conducta realmente pagana (sea judío o extranjero) y esto se hace constar con un gesto como el que usaban los judíos al abandonar un país pagano. Ahora el verdadero «pagano» es quien rechaza la buena noticia. Y esta conducta es más censurable que la de las ciudades que eran paradigma de corrupción (Sodoma y Gomorra).

Bernabé es presentado como hombre genuino y como cristiano cabal y muy comprometido con la causa del Señor. Estas características suyas avalan y potencian la misión proponiéndolo como colaborador eficaz de la obra de Dios. El futuro de la misión depende mucho del compromiso humano y cristiano de los evangelizadores. Bernabé es, a la vez, un testigo y un intercesor para nosotros. Las exigencias de la misión plantean las calidades del evangelizador. No se evangeliza «de oficio», sino por vocación y con el testimonio de la propia vida. La «imposición de manos» (cf. Hch 13,3) se queda sin eco cuando el evangelizador no es testigo. El testimonio entraña esa configuración permanente y progresiva con Jesús a través de su Espíritu, que nos lleva a adoptar su misma metodología.
Recordarlo en nuestra celebración eucarística nos estimula a seguir al Señor, porque resulta claro que –parafraseando a san Agustín– lo que pudo Bernabé también nosotros lo podemos.

Detalles

Fecha:
11 junio, 2022
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