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ORACIÓN POR EL SÍNODO DE LA SINODALIDAD

Estamos ante ti, Espíritu Santo, reunidos en tu nombre.
Tú que eres nuestro verdadero consejero: ven a nosotros, apóyanos, entra en nuestros corazones. Enséñanos el camino, muéstranos cómo alcanzar la meta. Impide que perdamos el rumbo como personas débiles y pecadoras.
No permitas que la ignorancia nos lleve por falsos caminos.
Concédenos el don del discernimiento, para que no dejemos que nuestras acciones se guíen por perjuicios y falsas consideraciones.
Condúcenos a la unidad en ti, para que no nos desviemos del camino de la verdad y la justicia, sino que en nuestro peregrinaje terrenal nos esforcemos por alcanzar la vida eterna. Esto te lo pedimos a ti, que obras en todo tiempo y lugar, en comunión con el Padre y el Hijo por los siglos de los siglos. Amén.

 

Exhortación Apostólica Laudate Deum | Síntesis y reflexión del Cardenal Luis José Rueda Aparicio

 

San José Patrono de la Iglesia universal

 
 
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Sábado de la decimotercera semana del tiempo ordinario

PRIMERA LECTURA

Cambiaré la suerte de mi pueblo y los plantaré en su propio suelo.

Lectura de la profecía de Amós     9, 11-15

Así habla el Señor:

Aquel día, Yo levantaré la choza derruida de David, repararé sus brechas, restauraré sus ruinas, y la reconstruiré como en los tiempos pasados, para que ellos tomen posesión del resto de Edóm y de todas las naciones que han sido llamadas con mi Nombre -oráculo del Señor que cumplirá todo esto-.

Llegan los días -oráculo del Señor- en que el labrador seguirá de cerca al que siega, y el que vendimia al que siembra.

Las montañas harán correr el vino nuevo y destilarán todas las colinas.

Yo cambiaré la suerte de mi pueblo Israel; ellos reconstruirán las ciudades devastadas y las habitarán, plantarán viñedos y beberán su vino, cultivarán huertas y comerán sus frutos.

Los plantaré en su propio suelo, y nunca más serán arrancados del suelo que Yo les di, dice el Señor, tu Dios.

SALMO RESPONSORIAL   84, 9. 11-14

R/. El Señor promete la paz para su pueblo.

Voy a proclamar lo que dice el Señor: el Señor promete la paz, la paz para su pueblo y sus amigos, y para los que se convierten de corazón

El Amor y la Verdad se encontrarán, la Justicia y la Paz se abrazarán; la Verdad brotará de la tierra y la Justicia mirará desde el cielo.

El mismo Señor nos dará sus bienes y nuestra tierra producirá sus frutos. La Justicia irá delante de Él, y la Paz, sobre la huella de sus pasos.

EVANGELIO

ACLAMACIÓN AL EVANGELIO     Jn 10, 27

Aleluya.

“Mis ovejas escuchan mi voz, Yo las conozco y ellas me siguen”, dice el Señor. Aleluya.

EVANGELIO

¿Acaso pueden estar tristes mientras el esposo está con ellos?

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo    9, 14-17

Se acercaron los discípulos de Juan Bautista y le dijeron: “¿Por qué tus discípulos no ayunan, como lo hacemos nosotros y los fariseos?”

Jesús les respondió: “¿Acaso los amigos del esposo pueden estar tristes mientras el esposo está con ellos?  Llegará el momento en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán.

Nadie usa un pedazo de género nuevo para remendar un vestido viejo, porque el pedazo añadido tira del vestido y la rotura se hace más grande.

Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque los odres revientan, el vino se derrama y los odres se pierden. ¡No, el vino nuevo se pone en odres nuevos, y así ambos se conservan!”

La reflexión del padre Adalberto Sierra

El leccionario llega al final del libro de Amós. El capítulo 9 constituye otra visión, algo diferente en su estructura, porque «está simplificada en su primer elemento y muy ampliada en el resto» (L. Alonso Schökel – J. L. Sicre Díaz). En su primera parte (vv. 1-10) anuncia el implacable fin del reino; en la segunda, el día de la restauración (vv. 11-15, texto de hoy). Entre una y otra hay una breve doxología (vv. 5-6) y una amenaza a los pecadores (vv. 8-10), aunque advierte que esa destrucción que ha anunciado no será total.
El profeta «ve» (ראה: v. 1) e invita a los israelitas a «mirar» (הִנֵּה: vv. 8.9) fijándose en que el Señor no pierde de vista (שֹים עַיִן: vv. 4.8) e identifica y reprueba siempre a los que hacen el mal. Primero, identifica el altar idolátrico de Betel (cf. 1Rey 13,1-6); enseguida, el ejército israelita y el pueblo sometido por la dominación invasora. Él es el Señor de los ejércitos, señor de la historia y de la tierra, junto con todos sus habitantes. La sentencia alcanzará a «todos los pecadores» (vv. 1-10).
En la primera parte, vale la pena destacar el v. 7, donde el profeta declara que ante el Señor todos los pueblos son iguales («¿acaso no son ustedes para mí como nubios, israelitas?»), puesto que él muestra solicitud por la libertad de todos ellos («Si saqué a Israel de Egipto, saqué a los filisteos de Creta y a los sirios de Quir»). Él es el inspirador de todos los éxodos (triple enumeración).

Amo 9,11-15.
De nuevo aparece un «día» puntual y unos «días» subsiguientes. La expresión «en el día (lit.: בַּיּוֹם)» se encuentra en el relato de la creación para afirmar la soberanía del Creador sobre el tiempo y las creaturas (cf. Gén 1,18; 2,2), y de ahí en adelante sirve para mostrar esa soberanía tanto en la historia de los hombres (cf. Gén 2,17) como en la geografía de los pueblos (cf. Gén 15,18-20). El Señor hace partícipes a sus profetas de esa soberanía. No obstante, el falso profeta reivindica para sí esa misma facultad, pero con el fin de embaucar (cf. Gén 3,5; 1Rey 22,19-28).
Sin embargo, en este caso, el horizonte de la profecía es positivo:
1. «En aquel día», el Señor restaurará la dinastía de David, que ha quedado reducida de una casa a una choza ruinosa. Este «día» parece evocar aquel en que «el pueblo de Israel» fue derrotado en «el bosque de Efraín», cuando la casa de David amenazaba ruina a causa de la rebelión de su hijo Absalón (cf. 2Sam 18,6-7). La derrota de Israel a manos de los asirios no arrastrará consigo a Judá. El anuncio de esta restauración implica:
• La dinastía, convertida en una «choza», volverá a ser «casa» (cf. 2Sam 7,11) y, según la promesa, «permanecerá para siempre» cf. 2Sam 7,16). Las agrietadas murallas de la ciudad serán reparadas; la ciudad capital pasará de ser ruinosa a estar totalmente restaurada, para que quede como estaba antaño, en los tiempos gloriosos de David.
• Llevarla a un triunfo que consiste en la conquista de todos los pueblos que un día pertenecieron al Señor –«los pueblos que llevaron mi nombre», no al reino de David ni al de ningún otro mortal (cf. 2Sam 12,28)–, posible alusión a los reinos que un día fueron vasallos de David (cf. 2Sam 8) y que en el futuro serán adoradores del Señor.
Esta restauración de la dinastía, las murallas, la ciudad y el reino parecen referirse a los tiempos posteriores a la toma de Judá por Nabucodonosor, mucho después de la caída de Samaría, que es la que anuncia Amós. Esta inserción tiene en cuenta la anterior (cf. 2,4-6), y se supone que es una actualización del mensaje de Amós, después de la deportación del Reino del Norte a Asiria, cuando sus escritos comenzaron a circular en Judá.
2. Por octava y última vez, el profeta llama la atención de sus lectores a «mirar», pero esta vez no anuncia una desgracia, sino una gracia. Son otros tiempos. «En aquellos días», el Señor cambiará la suerte de su pueblo. Ese cambio se caracterizará a su turno por estos rasgos:
• La bendición será notable. Las tareas del campo se sucederán de tal forma que la tierra mostrará una fecundidad inagotable. Esta bendición había sido prometida para los que guardaran fidelidad a la alianza (cf. Lev 26,3; Sal 85,13). Anunciar esta bendición supone tiempos de fidelidad a esa alianza con el Señor y, por tanto, de bendición permanente (cf. Deu 11,11-12).
• La era paradisíaca recuperada. Los montes y las colinas manarán vino –cf. Joe 4,18, expresión de desbordante alegría–. Esto sugiere una sorprendente transformación de esos montes y de esas colinas ofreciendo un espectáculo de abundancia que alegra la vista (cf. Sal 65,13), que manifiesta la bendición del Señor sobre el reino y sobre el rey (cf. Sal 72,16; Ose 14,8).
• Cambio de la suerte del pueblo. El pueblo, desde el principio, tuvo la posibilidad de decidir su suerte (cf. Deu 30,15-20). Escogió mal y tuvo que marchar al destierro. Pero ahora el Señor se compromete a cambiar esa triste suerte por pura misericordia, y lo logra cambiando lágrimas en júbilo; lo que parecía un sueño es realidad cumplida (cf. Jer 29,14; 30,3; 33,7.11; Sal 126).
• Restablecimiento del pueblo. La metáfora de la plantación del pueblo «en su tierra» para no ser arrancado de ella expresa con fuerza el carácter radical de la libertad que supone la recuperación de la tierra prometida, como heredad irrevocablemente otorgada (cf. Isa 65,21-22), con lo cual se echan atrás las consecuencias de las injusticias cometidas antes de la invasión (cf. 5,11).
En el v. 8 había afirmado que «la casa de Jacob» no sería enteramente suprimida, la destrucción solo alcanzaría el reino culpable, no la totalidad de los elegidos. El profeta anuncia aquí con toda certeza lo que había dejado pendiente como una posibilidad (5,15: «…a ver si se apiada el Señor, Dios de los ejércitos, del resto de José»). Este cambio de la suerte de «Israel» se expresa como don, una restauración que se inscribe en la renovación del reinado de David, más que en volver a la recomposición del Reino del Norte (cf. Isa 58,12; 61,4; 62,8-9; Eze 36,33-38). De cualquier modo, el libro concluye con una promesa, porque la última palabra de Dios nunca es la perdición, sino la salvación. La suerte del pueblo de Abraham, aunque sea a través de un pequeño resto del mismo, consistirá en ver cumplida la promesa de Dios al patriarca.

Las maldiciones a consecuencia de los pecados (injusticias) se truecan ahora en bendiciones por pura generosidad de Dios. El pueblo había sellado su destino al optar por no escuchar al Señor e irse en pos de sus caprichos, pero el Señor sale al rescate por fidelidad a sí mismo.
Este hecho, reiterado una y otra vez en la historia del pueblo, abre la posibilidad de restauración y perdón. La alianza fue quebrantada, pero el Señor permaneció fiel y la renovó.
En algunas ocasiones hemos acudido a la eucaristía con las ilusiones rotas y, sintiendo que somos indignos y culpables, además. Pero allí hemos recibido un mensaje sabio, estimulante, consolador y reconfortante. Nos consta que el amor de Dios es fiel y gratuito, y que abraza a los pecadores lo mismo que a los justos, a los buenos tanto como a los malos. No nos pone condiciones, pero sí nos capacita y estimula a dar lo que hemos recibido. Y esto no es imposible ni gravoso, porque, después de conocer lo bueno que es el Señor, el Espíritu que él nos infunde nos impulsa a amar como él. Después de conocer el amor del Señor, ninguna meta de amor nos resulta inalcanzable.

Detalles

Fecha:
2 julio, 2022
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