Sábado de la IV semana del Tiempo Ordinario. Año I.
Los vv. 9-14 del capítulo 13 establecen una contraposición de cultos basada en las legislaciones y en las tradiciones del Antiguo Testamento: «los que dan culto en el tabernáculo» (los judíos) y «nosotros» (los cristianos). El primero es ineficaz; el segundo, totalmente eficaz. Esto conduce a distinguir dos concepciones de «liturgia» que se pueden constatar en el Nuevo Testamento: la concepción ligada al culto ritual, y la nueva, ligada al culto existencial, que es la propia de Jesús.
El término «liturgia» (??????????) procede de ?????? («público») y ????? («trabajo»): se trata de una acción u obra pública, de un servicio público. En el Antiguo Testamento se refiere a las acciones rituales propias del ceremonial realizado en el templo; en el NT, a la vida pública del cristiano animada por el Espíritu Santo. La liturgia del cristiano es su vida de fe como testimonio público del amor de Dios manifestado en Jesús Mesías. Esto es necesario tenerlo en cuenta para entender el mensaje de este sermón.
Los sacerdotes judíos no podían comer de las víctimas que se sacrificaban el «día de la expiación», por eso «no tienen derecho a comer» lo que comemos los cristianos en nuestro altar. Se refiere a que Jesús es nuestra gran víctima de la expiación, y como las víctimas se quemaban «fuera del campamento», así también Jesús, fue sacrificado «fuera de las murallas», excluido de la sociedad. Pero así consagró a los suyos «con su sangre», es decir, con su Espíritu (cf. Heb 13,9-12).
Heb 13,15-17.20-21.
Los cristianos, «fuera del campamento» (es decir, en actitud de éxodo), aceptan para sí la misma exclusión que padeció Jesús, «dado que aquí no tenemos ciudad permanente, andamos en busca de la futura» (Heb 13,14). Es decir, abandonar la antigua alianza para construir el reino de Dios.
Hay también un giro en el lenguaje, o sea, en el sentido de los términos. El término «sacrificio», entendido como medio de honrar a Dios, no consiste en sufrimiento autoinfligido o infligido a otros vivientes, sino en el don del propio «cuerpo» (la entrega personal) para realizar el designio de Dios. Por consiguiente, se llaman ahora «sacrificio»: la fe, el amor fraterno, la solidaridad, etc.
1. El tributo de labios que bendicen su nombre. Bendecir a Dios es darle gracias por la salvación. El autor piensa en Os 14,3: «…acepta el don que te ofrecemos, el fruto de nuestros labios», es decir, el reconocimiento de que la salvación no viene del poder imperial, de que la guerra no es el camino, de que los ídolos son inútiles, y de que, en cambio, en Dios encuentran compasión el huérfano y curación el apóstata, porque su amor es gratuito. Este reconocimiento es confesión pública de fe que se manifiesta como testimonio de ese amor gratuito (cf. Sal 50,14 LXX).
2. Hacer el bien. El término griego ??????? no equivale al concepto actual de «beneficencia», aun siendo este término traducción literal de aquel, porque ese concepto está hoy viciado de un cierto tinte de asistencialismo paternalista. En la mente del autor, se refiere a la actividad de hacer el bien, es decir, manifestar el amor con obras, dándoles vida a los demás. También aquí hay un hecho público, inspirado en el amor cristiano. Esta actividad se diferencia de la siguiente en que es abierta, dirigida a todos, en tanto que la otra es interna, entre los miembros de la comunidad.
3. La solidaridad. Con el término ????????(«solidaridad») se refiere al autor a aquella «ciudad futura» (cf. Heb 11,13-16; 13,14) objeto de la esperanza de los hombres fe (cf. Heb 11,10), que desde ya están construyendo con relaciones humanas inspiradas por la fe y basadas en el amor cristiano. Aunque se trata de una realidad futura, es ya una construcción presente que comienza por la ???????, haciendo el bien. La solidaridad construye el reino de Dios en la historia de los hombres como haciendo profesión de esperanza. Es un hecho público inspirado en la esperanza cristiana, que busca renovar lo público, transformando el «mundo» en reino de Dios.
4. La responsabilidad. Hay que facilitarles la tarea a los dirigentes de las comunidades, haciéndose responsables de ese nuevo culto a Dios, ya que ellos asumen la guía de las comunidades contando con el compromiso personal de sus miembros. De este modo, los dirigentes podrán cumplir su tarea con alegría, y no con aflicción, porque esto último sería nefasto para las comunidades.
El autor, sin duda dirigente también, pide oración por él y sus compañeros, pues si bien proceden con rectitud y nobleza, desea reunirse pronto con los destinatarios (vv. 18-19, omitidos).
El saludo de despedida es una bendición en la cual el autor pide que el mismo Dios que realizó el éxodo definitivo de Jesús sacándolo de la muerte los dote y capacite para realizar su designio, y se valga de todos, remitente y destinatarios, para realizar su obra por medio de Jesús. Atribuye a Jesús el título de «pastor de su rebaño», dado a Dios por el profeta, (cf. Is 63,11), y vincula con él «la sangre de su alianza» liberadora, referida al Mesías por el profeta (cf. Zac 9,11). Y concluye con una doxología, también conectada a Jesús: «¡A él la gloria por los siglos de los siglos, amén!».
La vida pública de fe, amor y esperanza constituye la «liturgia» del cristiano. Lo que hacemos en nuestros templos son «celebraciones», que serán «litúrgicas» en la medida en que sean expresión de la fe, manifestación del amor y anuncio de la esperanza así públicamente testimoniados. La belleza del ceremonial, la creatividad de los ritos, la expresividad de los símbolos, el acierto de los signos tiene valor en la medida en que traducen en una fiesta la vida cristiana que se celebra. Todo eso, en cambio, pierde valor cuando no revela la verdad de nuestras vidas.
La más humilde y sencilla celebración de la eucaristía, respaldada por la fidelidad al Señor, por la solidaridad fraternal y por la construcción de lo público con la fuerza del Espíritu de Jesús es y será siempre una verdadera celebración litúrgica.
La comunión eucarística es «litúrgica» cuando, al mismo tiempo que acoge con responsabilidad al Señor, compromete con él en la construcción del reino de Dios en la tierra.
Feliz sábado en compañía de María, la madre del Señor.