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ORACIÓN POR EL SÍNODO DE LA SINODALIDAD

Estamos ante ti, Espíritu Santo, reunidos en tu nombre.
Tú que eres nuestro verdadero consejero: ven a nosotros, apóyanos, entra en nuestros corazones. Enséñanos el camino, muéstranos cómo alcanzar la meta. Impide que perdamos el rumbo como personas débiles y pecadoras.
No permitas que la ignorancia nos lleve por falsos caminos.
Concédenos el don del discernimiento, para que no dejemos que nuestras acciones se guíen por perjuicios y falsas consideraciones.
Condúcenos a la unidad en ti, para que no nos desviemos del camino de la verdad y la justicia, sino que en nuestro peregrinaje terrenal nos esforcemos por alcanzar la vida eterna. Esto te lo pedimos a ti, que obras en todo tiempo y lugar, en comunión con el Padre y el Hijo por los siglos de los siglos. Amén.

 

Exhortación Apostólica Laudate Deum | Síntesis y reflexión del Cardenal Luis José Rueda Aparicio

 

San José Patrono de la Iglesia universal

 
 
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Sábado de la segunda semana de Pascua

PRIMERA LECTURA

Eligieron a siete hombres llenos del Espíritu Santo.

Lectura de los Hechos de los Apóstoles   6, 1-7

En aquellos días, como el número de discípulos aumentaba, los helenistas comenzaron a murmurar contra los hebreos porque se desatendía a sus viudas en la distribución diaria de los alimentos.

Entonces los Doce convocaron a todos los discípulos y les dijeron: “No es justo que descuidemos el ministerio de la Palabra de Dios para ocuparnos de servir las mesas. Es preferible, hermanos, que busquen entre ustedes a siete hombres de buena fama, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, y nosotros les encargaremos esta tarea. De esa manera, podremos dedicarnos a la oración y al ministerio de la Palabra”.

La asamblea aprobó esta propuesta y eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe y a Prócoro, a Nicanor y a Timón, a Pármenas y a Nicolás, prosélito de Antioquía. Los presentaron a los Apóstoles, y éstos, después de orar, les impusieron las manos.

Así la Palabra de Dios se extendía cada vez más, el número de discípulos aumentaba considerablemente en Jerusalén y muchos sacerdotes abrazaban la fe.

SALMO RESPONSORIAL    32, 1-2. 4-5. 18-19

R/. ¡Que tu amor descienda sobre nosotros, Señor!

Aclamen, justos, al Señor: es propio de los buenos alabarlo. Alaben al Señor con la cítara, toquen en su honor el arpa de diez cuerdas.

Porque la palabra del Señor es recta y Él obra siempre con lealtad; Él ama la justicia y el derecho, y la tierra está llena de su amor.

Los ojos del Señor están fijos sobre sus fieles, sobre los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y sustentarlos en el tiempo de indigencia.

EVANGELIO

ACLAMACIÓN AL EVANGELIO

Aleluya.

Resucitó Cristo, que creó todas las cosas y tuvo misericordia de su pueblo. Aleluya.

EVANGELIO

Vieron a Jesús caminando sobre el agua.

+ Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según san Juan    6, 16-21

Al atardecer de ese mismo día, en que Jesús había multiplicado los panes, los discípulos bajaron a la orilla del mar y se embarcaron, para dirigirse a Cafarnaúm, que está en la otra orilla. Ya era de noche y Jesús aún no se había reunido con ellos. El mar estaba agitado, porque soplaba un fuerte viento.

Cuando habían remado unos cinco kilómetros, vieron a Jesús acercarse a la barca caminando sobre el agua, y tuvieron miedo. Él les dijo: Soy Yo, no teman.

Ellos quisieron subirlo a la barca, pero ésta tocó tierra enseguida en el lugar adonde iban.

La reflexión del padre Adalberto Sierra

El éxodo tiene una exigencia muy tajante, el abandono de «Jerusalén» (cf. Lc 24,47-48; Hch 1,8), que es el centro de la religión judía, para dirigirse a todas las naciones, pasando por la hereje Samaría y alcanzando los confines de la tierra. Pero hay que insistir en que el entendido de este envío no es tanto la migración geográfica cuanto la apertura a toda la humanidad y, por tanto, el alejamiento de todo particularismo. La misión cristiana se distancia de todo lo que sea exclusión de las personas o de los pueblos, sea cual fuere la razón que se invoque para excluir.
El nuevo «éxodo» no es local (de Egipto a Palestina), sino espiritual (del «mundo» al «reino de Dios»), es decir, se trata de pasar de una convivencia social basada en intereses de índole egoísta, que dan lugar a la injusticia, a una convivencia humana basada en el amor. Supuesto que Jesús encabeza el nuevo y definitivo éxodo, se impone la pregunta de cuál es su actitud respecto de los que se resisten a este éxodo. Es sabido que los que se rebelaron contra el éxodo encabezado por Moisés quedaron tendidos en el desierto. Surge, entonces, el interrogante de si reacciona Jesús de modo semejante, o diferente.

1. Primera lectura (Hch 6,1-7).
El crecimiento numérico de la comunidad agudiza la exclusión de los ya excluidos (las viudas helenistas) y urge la búsqueda de una solución. Esa exclusión se había insinuado en la elección del sustituto de Judas: José Barsabá (o Bernabé), calificado como «Justo», fue descartado por ser chipriota (cf. 4,36), y Matías, por ser autóctono, fue escogido (cf. 1,23). La expresión «servir en las mesas» (διακονεῖν τραπέζαις) se refiere a la praxis administrativa; la «mesa» era el banco desde donde se prestaba un servicio institucional, como el de los cambistas. Lo que alegan «los Doce» (denominación anacrónica, para diferenciar a los autóctonos de los nacidos en el extranjero) es que no es correcto desatender el mensaje por prestar un servicio administrativo. Esa oposición entre el servicio de la palabra y el servicio de las mesas no está de acuerdo con la visión de Jesús (cf. Lc 22,14-27). No hay oposición entre administración y evangelización. Dicho servicio «en la mesa» implica la traducción coherente del mensaje que se anuncia, ya sea mediante el don de sí mismo (cf. Lc 22,14-19), o mediante la construcción del reino de Dios a través de relaciones de fraternidad en la igualdad (cf. Lc 22,24-30).
Los dos grupos, los «Doce» y los «Siete», recuerdan los Doce y los Setenta (o setenta y dos), los de origen judío y los de origen samaritano-pagano. La elección de los Siete corre por cuenta de los discípulos de origen griego («escojan ustedes…»: v.3; «eligieron…»: v. 5).
Los elegidos para representar a los no-judíos superan los requisitos propuestos por los Doce: se trata de un discernimiento espiritual, como Jesús los eligió a ellos, no de una votación al azar, como ellos escogieron a Matías (cf. 1,2.26 con 6,3). Los electores demuestran plena apertura al conformar el grupo; todos tienen nombres griegos, y Nicolás ni siquiera era judío de nacimiento, sino un prosélito. Su nombre significa «vencedor del pueblo (λαός)», referido al pueblo de Israel; es decir, él supera los estrechos límites del nacionalismo israelita. Estos resultan más efectivos que lo que esperaban los Doce. Con ellos surge una nueva forma de vivir la Iglesia, universal.
Todo crecimiento implica nuevas exigencias y nuevos riesgos. Los sacerdotes eran numerosos, pobres y también excluidos, eran el bajo clero; los sumos sacerdotes constituían la aristocracia y tenían el control del templo. El bajo clero se adhiere a la comunidad cristiana en busca de salida a su situación. El hecho de que los helenistas se hubiesen deslindado de los de lengua hebrea les abre el camino a los sectores más apegados al judaísmo para abrazar la nueva fe cristiana.

2. Evangelio (Jn 6,16-21).
Jesús sube al monte, pero esta vez sin acompañantes. Los discípulos esperan hasta que anochece y, como no sucede la esperada manifestación mesiánica de poder, deciden abandonarlo, volver a la sociedad judía, desandar el éxodo. La bajada de los discípulos al mar implica que desandan el camino andado tras Jesús, deshacen el éxodo; ya no van tras él. La barca en la que se montan no es de ellos ni tampoco es de Jesús («una barca», indeterminada). Esto se explica porque «los había cogido la tiniebla». Eso significa que la ideología del poder se adueñó de sus mentes, como las serpientes («los serafines») en el desierto (cf. Núm 21,4-9) llevaron a los israelitas a temer el fracaso del éxodo. Sea que confíen en él, o que le teman, el poder es el gran obstáculo al éxodo.
Las circunstancias ahora no eran en absoluto favorables: Jesús no estaba con el grupo, el viento (ἄνεμος) soplaba (πνέω) fuerte, y el mar estaba agitado. El mar, inestable e indomable, aparece como imagen de la historia, pero los discípulos están tan decepcionados que se aventuran a irse mar adentro, y de noche, hacia la sociedad que habían dejado por seguir a Jesús.
Así que esta es la situación que enfrenta el grupo sin Jesús:
• Está dominado por «la tiniebla» (la ideología del poder) que de nuevo lo subyuga. La alternativa es clara: o Jesús, o «el mundo». Decepcionados de Jesús, regresan al «mundo» del que salieron.
• Se encuentra a merced del mal «espíritu» (el «viento») que anima su conducta. La «tiniebla» los ofusca y los devuelve a la corriente idolátrica que frustra el éxodo y los hace infieles a Dios.
• Se siente amenazado por la hostilidad del «mar» (la historia) que quiere reasumir. La humanidad reacciona violentamente ante la ideología («tiniebla») del poder que amenaza la vida humana.
Jesús, sin embargo, no los abandona. Por encima del caos les manifiesta su amor divino (cf. Job 9,8: caminar sobre el mar es atributo divino). Por no comprender ese amor, ellos reaccionan con miedo (miedo es lo que inspira el poder), entonces Jesús revela esa misma condición divina ahora con palabras: «soy yo» (Éxo 3,14), el Dios liberador y salvador. Solo así reaccionan positivamente: intentan recogerlo, o sea, le renuevan su adhesión. Así cesan sus temores y llegan a «la tierra». La aceptación de Jesús los lleva al reino, «la tierra» de libertad y vida prometida a Abraham.

Según el códice Beza, los Siete serán los responsables de que de ahora en adelante se conozca el mensaje del Señor (ὁ λόγος του κυρίου), es decir, la buena noticia de Jesús. En cambio, según el códice Alejandrino (B), ellos divulgarán «el mensaje de Dios» (ο λόγος του Θεού), es decir, la interpretación de las Escrituras para explicar lo que ellas enseñan sobre el Mesías. Cuanto más universal («católica») sea la Iglesia, tanto más divulgará la buena noticia de Jesús; cuanto menos lo sea, tanto más se regresará a la Ley.
Jesús no obliga a ser libre, ni tampoco abandona a quienes se resisten a serlo. No deja sumidos en la «tiniebla» a los que esperan que los problemas sociales se resolverán con el recurso al poder. Su amor insiste una y otra vez, con hechos y palabras, hasta cuando le den su adhesión los que confían en el poder. Muchos discípulos han abandonado al Señor en busca de esas muestras de poder que ilusionan una búsqueda equivocada, pero legítima, y que solo él puede llevar a feliz término a través del éxodo que él propone. Hay que preguntarse cuál tendencia prevalece hoy: la sincretista, o la propiamente cristiana. La eucaristía sigue siendo la alternativa al poder: darse, entregarse, en vez de poseer y dominar. Jesús nos es dado, y nos da el amor que nos hace capaces de ser libres y generosos, de desprendernos de nosotros mismos para darnos como él

Detalles

Fecha:
30 abril, 2022
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