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ORACIÓN POR EL SÍNODO DE LA SINODALIDAD

Estamos ante ti, Espíritu Santo, reunidos en tu nombre.
Tú que eres nuestro verdadero consejero: ven a nosotros, apóyanos, entra en nuestros corazones. Enséñanos el camino, muéstranos cómo alcanzar la meta. Impide que perdamos el rumbo como personas débiles y pecadoras.
No permitas que la ignorancia nos lleve por falsos caminos.
Concédenos el don del discernimiento, para que no dejemos que nuestras acciones se guíen por perjuicios y falsas consideraciones.
Condúcenos a la unidad en ti, para que no nos desviemos del camino de la verdad y la justicia, sino que en nuestro peregrinaje terrenal nos esforcemos por alcanzar la vida eterna. Esto te lo pedimos a ti, que obras en todo tiempo y lugar, en comunión con el Padre y el Hijo por los siglos de los siglos. Amén.

 

Exhortación Apostólica Laudate Deum | Síntesis y reflexión del Cardenal Luis José Rueda Aparicio

 

San José Patrono de la Iglesia universal

 
 
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Sábado de la tercera semana de Pascua

PRIMERA LECTURA

La Iglesia crecía en número, asistida por el Espíritu Santo.

Lectura de los Hechos de los Apóstoles   9, 31-42

La Iglesia gozaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaría. Se iba consolidando, vivía en el temor del Señor y crecía en número, asistida por el Espíritu Santo.

Pedro, en una gira por todas las ciudades, visitó también a los santos que vivían en Lida. Allí encontró a un paralítico llamado Eneas, que estaba postrado en cama desde hacía ocho años.

Pedro le dijo: “Eneas, Jesucristo te devuelve la salud: levántate, y arregla tú mismo la cama”. Él se levantó enseguida, y al verlo, todos los habitantes de Lida y de la llanura de Sarón se convirtieron al Señor.

Entre los discípulos de Jope había una mujer llamada Tabitá, que quiere decir “gacela”. Pasaba su vida haciendo el bien y repartía abundantes limosnas. Pero en esos días se enfermó y murió.  Después de haberla lavado, la colocaron en la habitación de arriba.

Como Lida está cerca de Jope, los discípulos, enterados de que Pedro estaba allí, enviaron a dos hombres para pedirle: “No tardes en venir a nosotros”. Pedro salió enseguida con ellos. Apenas llegó, lo llevaron a la habitación de arriba. Todas las viudas lo rodearon y, llorando, le mostraban las túnicas y los abrigos que les había hecho Tabitá cuando vivía con ellas.

Pedro hizo salir a todos afuera, se puso de rodillas y comenzó a orar. Volviéndose luego hacia el cadáver, dijo: “Tabitá, levántate”. Ella abrió los ojos y, al ver a Pedro, se incorporó. Él la tomó de la mano y la hizo levantar. Llamó entonces a los hermanos y a las viudas, y se la devolvió con vida.

La noticia se extendió por toda la ciudad de Jope, y muchos creyeron en el Señor.

SALMO RESPONSORIAL    115, 12-17

R/. ¿Con qué pagaré al Señor todo el bien que me hizo?

¿Con qué pagaré al Señor todo el bien que me hizo? Alzaré la copa de la salvación e invocaré el Nombre del Señor.

Cumpliré mis votos al Señor, en presencia de todo su pueblo. ¡Qué penosa es para el Señor la muerte de sus amigos!

Yo, Señor, soy tu servidor, tu servidor, lo mismo que mi madre: por eso rompiste mis cadenas. Te ofreceré un sacrificio de alabanza, e invocaré el Nombre del Señor.

EVANGELIO

ACLAMACIÓN AL EVANGELIO    Cf. Jn 6, 63c. 68c

Aleluya.

Tus palabras, Señor, son Espíritu y Vida: Tú tienes palabras de Vida eterna. Aleluya.

EVANGELIO

¿A quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan    6, 60-69

Después de escuchar la enseñanza de Jesús, muchos de sus discípulos decían: “¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?”

Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: “¿Esto los escandaliza? ¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes?

El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve. Las palabras que les dije son Espíritu y Vida. Pero hay entre ustedes algunos que no creen”.

En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar.

Y agregó: “Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede”.

Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de Él y dejaron de acompañarlo.

Jesús preguntó entonces a los Doce: “¿También ustedes quieren irse?”

Simón Pedro le respondió: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios”.

La reflexión del padre Adalberto Sierra

Después de la conversión de Saulo, se ocupa Lucas de la conversión de Pedro. Este comienza con un proceso de cambio de mentalidad para convertirse al Señor, proceso que había previsto y anunciado Jesús (cf. Lc 22,31-32). La conversión de Pedro responde a la oración de Jesús, que quiere obtener que la testarudez y el espíritu nacionalista del discípulo no dominen por sobre su adhesión al maestro. También en la conversión, el amor del Señor nos precede.
Hay que preguntarse si es lícito creer en Jesús de la manera que cada uno escoja, si se puede creer en su mensaje sin imitar su conducta, si es verdad que se pueden realizar sus obras sin sentirse vinculado por su mensaje. Esto es particularmente urgente cuando se introducen en las iglesias las diversas formas de individualismo que vienen a romper la unidad querida por el Señor para los suyos (cf. Jn 17,11-12.21-23), individualismos que promueven los cultos de personalidades al precio de desfigurar la realidad de Jesús, desvirtuar el amor del Espíritu Santo y adulterar el don de la buena noticia… y con la connivencia de las mismas comunidades (cf. 2Cor 11,4).

1. Primera lectura (Hch 9,31-42).
Pedro, como apóstol que es, recorre las comunidades en una especie de visita de inspección, de un lado a otro, para ver cómo están esas comunidades. El relato nos presenta una visión global y el estado particular de tres de ellas (totalidad homogénea).
1.0. Visión general de las comunidades.
La situación característica de las jóvenes iglesias se describe con estos tres rasgos:
a. La conversión de Saulo trae paz a todas las comunidades, porque cesó la persecución.
b. El respeto (φόβος) al Señor las confirma y las conduce fieles (por el camino del Señor).
c. El aliento (παράκλησις: ánimo) del Espíritu Santo las fortalece y las hace multiplicarse.
En ese trasfondo, se narra la visita de «Pedro» a algunas iglesias, en concreto las de Lida, en Judea (40 km al noroeste de Jerusalén) y Jafa (a 16 km de Lida), puerto principal que servía a Jerusalén.
1.1. La comunidad de Lida.
Representada por Eneas (Αἰνέας: «siempre joven»), estaba paralizada, sin iniciativa ni creatividad, desde hacía «ocho años». El número «ocho» hace referencia al mundo futuro: desde que recibió el Espíritu, la nueva vida. La parálisis es símbolo de la rigidez espiritual que se opone a la libertad espiritual. Pese a haber recibido la buena noticia y haberle dado su adhesión a Jesús, que entraña el don del Espíritu, la comunidad está postrada, en una situación muy grave. Pedro le recuerda la vida que le ha dado «el Señor Jesús Mesías», al incorporarlo a la comunidad de los «santos» (o sea, los liberados salvados) y que, por eso, no tiene sentido que siga postrado («levántate»), sino que está en capacidad de integrarse a la asamblea eucarística («pon la mesa para ti mismo»).
Pero Pedro no logra llevar la comunidad a la mesa del banquete del reino de Dios. Eneas «se levantó», pero no puso la mesa. Esto significa que todavía la comunidad no se abre a la inclusión universal (la admisión de los paganos). Hay una conversión masiva, pero ella resulta insuficiente. Ahora se entiende más claro lo del «servicio a las mesas» (6,2) que se relegó en Jerusalén.
1.2. La comunidad de Jafa.
Representada por Tabita (griego: Ταβιθά; arameo: טַבְיְתָא: «Gacela») nombre que sugiere vigor, vitalidad. Se caracteriza por sus buenas obras y sus limosnas. Los dos nombres (griego y arameo) sugieren que era una comunidad mixta (judíos de origen griego y judíos autóctonos), pero que se limitaba a las obras de la piedad judía. La comunidad cristiana necesita más que eso para vivir. Se enferma y muere. La «sala de arriba» (cf. Hch 1,13 con Lc 24,53) se refiere a la mentalidad y las actitudes religiosas. Pedro «se levantó» para acudir al llamado, y procedió a hacer como Jesús, pero sin tocarla, ya que temía quedar legalmente impuro. A Jesús eso no le importó (cf. Lc 8,54). La reacción es lenta. Ella abrió los ojos y se incorporó; entonces Pedro le dio la mano, la levantó y la devolvió viva. Y muchos de Jafa, en vista de esta apertura, creyeron en el Señor.
(1.3. La comunidad de Simón).
Omitida por el leccionario, la tercera de las comunidades, la de Simón, no tiene problemas (él es «curtidor», y no le inquieta la impureza legal). Y allí Pedro hace un «retiro espiritual». Esta es una comunidad «junto al mar» (cf. 10,6), es decir, misionera «ad gentes», desvinculada de la Ley. Pero en ella no hay «enfermos» ni «muertos». Es una comunidad espiritualmente sana. Eso es lo que pone pensativo a Simón (ahora no se lo llama «Pedro»), que está a la «escucha» del Espíritu.

2. Evangelio (Jn 6,60-69).
La explicación de las metáforas ha dado a conocer que Jesús no hablaba de una realidad idílica, sino que descubrió a todos el sentido profundo de la fe en él. Por eso ahora la crítica se traslada al grupo de discípulos: juzgan «insoportable» lo que Jesús ha planteado. La metáfora del pan les pareció a todos entendible y aceptable, porque la entendieron como la propuesta de una doctrina. Cuando él habló de «la carne del Hijo del Hombre», todos se desconcertaron, porque ahora le entendían literalmente. Él explicó que se trata de asimilar su realidad humana y divina («carne»: mortalidad; «sangre»: inmortalidad) para resucitar, pero ellos consideraron demasiado tener que amar como él exige. Entonces, Jesús les pregunta:
• ¿Esto les causa «escándalo» (tropiezo)?
• ¿Y si lo vieran «subir» (resucitar)?
Y les explica de nuevo la metáfora de la sangre: «Es el Espíritu quien da vida». La sola realidad humana (a la cual tanto se apegan ellos), sin el Espíritu, no basta. Es preciso que la «carne» esté animada por el Espíritu. Y las exigencias que él les ha explicado son eso: espíritu y vida. Él no busca gloria humana ni la promete. Por eso sabe que no todos ellos creen, porque no renuncian a sus ambiciones de poder, y consideran que Jesús pide mucho cuando invita a renunciar a ellas.
Jesús no idealiza al grupo; muchos están en el grupo sin comulgar con él. Sabe que uno lo va a entregar. El Padre concede el Espíritu en el encuentro con el Hijo. Pero muchos sólo aceptan el líder que piensan ver, no al Hijo. Por eso muchos lo abandonan. Jesús está dispuesto a quedarse solo, pero no a renunciar a su fidelidad al designio del Padre. Por eso les pregunta a los Doce si quieren ellos también marcharse. «Simón Pedro» («Simón»: el que escucha; «Pedro»: el testarudo) toma la vocería del grupo y reconoce que lejos de Jesús no hay esperanza:
• Sus exigencias son inseparables de su persona, se aceptan o se rechazan juntas.
• La fe dada a él («hemos creído») lleva a un saber («y sabemos») que es certeza.
• Él es «el Consagrado de Dios», o sea, el sellado o ungido con el Espíritu Santo.

La auténtica fe cristiana une de manera inseparable:
• El amor a Jesús: la relación personal y comunitaria de amistad con él, vivida y testimoniada por los sacramentos.
• El compromiso con Jesús: la imitación de su identificación con el Padre, dando vida con obras a toda la humanidad.
• La fidelidad al mensaje de Jesús: hacer de sus exigencias de amor el propio criterio de juicio y la norma de conducta.
La eucaristía no se reduce a un bello símbolo de carácter religioso, es «el sacramento de nuestra fe». Mucho más que una celebración, ella sintetiza el culto cristiano, donde se autentica nuestra adhesión a Jesús. La mera celebración podría ser «religiosa», pero irrelevante. Lo verdaderamente importante es su carácter sacramental, es decir, la forma como ella se traduce en un constante compromiso personal de vida entregada.

Detalles

Fecha:
7 mayo, 2022
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