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ORACIÓN POR EL SÍNODO DE LA SINODALIDAD

Estamos ante ti, Espíritu Santo, reunidos en tu nombre.
Tú que eres nuestro verdadero consejero: ven a nosotros, apóyanos, entra en nuestros corazones. Enséñanos el camino, muéstranos cómo alcanzar la meta. Impide que perdamos el rumbo como personas débiles y pecadoras.
No permitas que la ignorancia nos lleve por falsos caminos.
Concédenos el don del discernimiento, para que no dejemos que nuestras acciones se guíen por perjuicios y falsas consideraciones.
Condúcenos a la unidad en ti, para que no nos desviemos del camino de la verdad y la justicia, sino que en nuestro peregrinaje terrenal nos esforcemos por alcanzar la vida eterna. Esto te lo pedimos a ti, que obras en todo tiempo y lugar, en comunión con el Padre y el Hijo por los siglos de los siglos. Amén.

 

Exhortación Apostólica Laudate Deum | Síntesis y reflexión del Cardenal Luis José Rueda Aparicio

 

San José Patrono de la Iglesia universal

 
 
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Sábado de la V semana de Cuaresma.

Primera lectura

Lectura de la profecía de Ezequiel (37,21-28):

ESTO dice el Señor Dios:
«Recogeré a los hijos de Israel de entre las naciones adonde han ido, los reuniré de todas partes para llevarlos a su tierra. Los hará una sola nación en mi tierra, en los montes de Israel. Un solo rey reinará sobre todos ellos. Ya no serán dos naciones ni volverán a dividirse en dos reinos.
No volverán a contaminarse con sus ídolos, sus acciones detestables y todas sus transgresiones. Los liberaré de los lugares donde habitan y en los cuales pecaron. Los purificaré; ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios.
Mi siervo David será su rey, el único pastor de todos ellos. Caminarán según mis preceptos, cumplirán mis prescripciones y las pondrán en práctica. Habitarán en la tierra que yo di a mi siervo Jacob, en la que habitaron sis padres: allí habitarán ellos, sus hijos y los hijos de sus hijos para siempre, y mi siervo David será su príncipe para siempre.
Haré con ellos una alianza de paz, una alianza eterna. Los estableceré, los multiplicaré y pondré entre ellos mi santuario para siempre; tendré mi morada junto a ellos, yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Y reconocerán las naciones que yo soy el Señor que consagra Israel, cuando esté mi santuario en medio de ellos para siempre».

Palabra de Dios

Salmo

Jr 31,10.11-12ab.13

R/. El Señor nos guardará como un pastor a su rebaño

V/. Escuchad, pueblos, la palabra del Señor,
anunciadla a las islas remotas:
«El que dispersó a Israel lo reunirá,
lo guardará como un pastor a su rebaño. R/.

V/. Porque el Señor redimió a Jacob,
lo rescató de una mano más fuerte».
Vendrán con aclamaciones a la altura de Sión,
afluirán hacia los bienes del Señor. R/.

V/. Entonces se alegrará la doncella en la danza,
gozarán los jóvenes y los viejos;
convertiré su tristeza en gozo,
los alegraré y aliviaré sus penas. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Juan (11,45-57):

EN aquel tiempo,muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él. Pero algunos acudieron a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús.
Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron el Sanedrín y dijeron:
«¿Qué hacemos? Este hombre hace muchos signos. Si lo dejamos seguir, todos creerán en él, y vendrán los romanos y nos destruirán el lugar santo y la nación».
Uno de ellos, Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo:
«Vosotros no entendéis ni palabra; no comprendéis que os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera».
Esto no lo dijo por propio impulso, sino que, por ser sumo sacerdote aquel año, habló proféticamente, anunciando que Jesús iba a morir por la nación; y no solo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos.
Y aquel día decidieron darle muerte. Por eso Jesús ya no andaba públicamente entre los judíos, sino que se retiró a la región vecina al desierto, a una ciudad llamada Efraín, y pasaba allí el tiempo con los discípulos.
Se acercaba la Pascua de los judíos, y muchos de aquella región subían a Jerusalén, antes de la Pascua, para purificarse. Buscaban a Jesús y, estando en el templo, se preguntaban:
«¿Qué os parece? ¿Vendrá a la fiesta?».
Los sumos sacerdotes y fariseos habían mandado que el que se enterase de dónde estaba les avisara para prenderlo.

Palabra del Señor


La reflexión del padre Adalberto, nuestro vicario general
Sábado de la V semana de Cuaresma.
Después del ambiguo reinado de Salomón, el pueblo se dividió en dos reinos, el del Norte, que siguió llamándose Israel, y el del Sur, que se llamó Judá. Primero, el reino del Norte se enfrentó al destierro al que lo condujeron los asirios; después, el reino del Sur sufrió la misma suerte por parte de los caldeos. Hermanados en la desgracia, ahora tienen que buscar la reconciliación y la recíproca reintegración.
Jesús viene a realizar esa unidad muriendo por todos. Su actividad a favor de cuantos han sido excluidos por el «mundo» (el régimen político-religioso) logra que ese sistema de injusticia entre en crisis y se cuestione; pero, por obra de sus dirigentes, en vez de abrirse a la acción salvadora de Dios, se encierra en sus intereses mezquinos y opta por eliminar a Jesús. Así esa institución político-religiosa judía pierde su razón de ser en el designio salvador de Dios.
Pero también la humanidad está dividida en pueblos con intereses divergentes e irreconciliables. Y entre judíos y paganos –en la época de Jesús– hay un «muro de hostilidad» (Ef 2,14) que solo será derribado por el amor de Jesús que, en su persona, por su amor universal que abolió la Ley, creó en sí mismo un hombre nuevo y abrió la posibilidad de una nueva humanidad reconciliando a todos en un solo «cuerpo» y acabando con la recíproca hostilidad entre ellos.
1. Primera lectura (Ez 37,21-28).
El oráculo es la segunda parte de un fragmento en el cual la unificación del pueblo se presenta como obra del Señor, ya que los esfuerzos de los reyes han sido insuficientes. En las dos partes (vv. 15-24a; 24b-28) se repite diez veces el término «uno» (?????): siete en la primera y tres en la segunda. Ese es el núcleo de la cuestión.
El profeta hace un gesto simbólico (vv. 15-19) y enseguida procede a explicarlo. Se trata de un anuncio profético: El Señor los va a recoger: poniendo remedio a la dispersión, los va a repatriar, poniendo fin al destierro, los reunirá, poniendo término a la división, los gobernará un solo rey. Esta re-unificación excluye la idolatría y supone la consiguiente purificación del pecado, como una renovación de la alianza, ahora con la figura de David como referente.
La reposición de la tierra implica la recuperación de la libertad de manera definitiva (la expresión «para siempre», ??? ??????, se repite 5 veces), gobernados por David. La anunciada alianza será también definitiva, y la vida, prolífica; habrá asimismo un santuario «para siempre», que será señal de la consagración de Israel y de la permanencia del Señor en medio de su pueblo. No es preciso decir que el santuario será único, pero sí se presenta este como factor de unidad.
La salvación se expresa aquí en términos de re-unificación y reconciliación, lo que entraña una renovación de la alianza, renovación que tiene doble connotación: la consagración del pueblo al Señor y la presencia del mismo Señor en medio del pueblo, y la recuperación de la libertad, con la consiguiente exclusión de la idolatría y de la injusticia («pecado») que ella trae.
2. Evangelio (Jn 11,45-57).
La actividad «salvadora» (vivificadora) de Jesús tiene dos consecuencias: la fe en él y el temor de los que siguen fieles al régimen opresor.
El Consejo se reúne a deliberar. Y, muy a su pesar, tienen que admitir que Jesús realiza muchas «señales» (??????). Este término tiene una doble connotación: se trata de un hecho que procede de Dios y que está encaminado a la liberación del pueblo. A ellos les preocupa sobremanera lo segundo, porque si la gente se adhiere a Jesús como el liberador, temen que los romanos, al reconocer la inspiración religiosa del mesianismo judío, tratarán de arrasar el soporte de este, que se encuentra el templo (??????), y la nación (???????).
La intervención de Caifás (????????: «el opresor») es tan brusca como descortés, trata de ignorantes a sus pares y afirma la calculada conveniencia de sacrificar un hombre en lugar de todo el pueblo para salvar «la nación entera». El «pueblo» es el conjunto que se relaciona con Dios por la alianza; la «nación», la organización sociopolítica de tipo teocrático que ellos han puesto a girar en torno al templo. En ese orden de ideas, los sumos sacerdotes, según opina Caifás, deben atender a sus intereses de grupo y protegerlos, incluso por encima del bien del pueblo de Dios. Si es preciso sacrificar a uno de los miembros del «pueblo» con tal de tutelar los intereses de su «lugar» y de su «nación», hay que proceder sin escrúpulos. Sin darse cuenta, Caifás reconoce el designio divino y anuncia («profetizó») que Jesús va a morir por la «nación» (Israel es ahora uno más entre las naciones) y por todos los hijos de Dios «dispersos» sobre la faz de la tierra.
La vida de Jesús está bajo amenaza cierta de muerte. Él guarda distancia yéndose a la región de Samaría («Efraín»). La tierra del hijo de José, el que fue vendido por sus hermanos, es lugar que le ofrece más seguridad a Jesús, a pesar de ser considerada tierra de herejes. No solo se alejó del templo, sino también ahora de Judea. La expectación de los campesinos que suben al templo en peregrinación consiste en saber si Jesús asistirá a esa Pascua o no. Pero ya los sumos sacerdotes tienen orquestado su plan de delación y prendimiento. No pueden soportarlo más.
El designio de Dios es un pueblo unido, libre y en alianza perpetua con él, que supere la división, la sumisión y la idolatría. El sistema dominante (el «mundo») sustituyó este designio y por medio de la ideología que lo sostenía (la «tiniebla») se presentó como encarnación del designio salvador de Dios. Jesús lo denunció con sus obras, haciendo ver que la plenitud de vida del ser humano es el criterio para reconocer la verdad («luz») y determinar con certeza de qué lado está Dios; a la ideología opuso sus obras, y ese sistema, al verse puesto en evidencia, determinó matarlo.
El «salvador» es rechazado por el sistema de muerte. Pero ese sistema de muerte tiene una lógica a la vez perversa y suicida. Eliminando a Jesús suprimió su propio futuro y se condenó a ser su última víctima, porque Jesús se presentó ante ellos como la encarnación del Padre, el Dios de la vida inagotable e invencible, contra el cual fracasa la muerte. El futuro le pertenece a la vida, no a la muerte. La salvación procede de Dios y es inevitable, aunque puede ser rechazada.
Jesús sigue ofreciendo «salvación». Y esta salvación pasa por el respeto a la dignidad, la vida y la libertad y los demás derechos de las personas. Aceptarlo a él, que es lo que significamos con la comunión eucarística, es asumir como norma de vida ese respeto. Si no, «resulta imposible comer la cena del Señor» (1Co 7,20).
Feliz sábado en compañía de María, la madre del Señor.

Detalles

Fecha:
13 abril, 2019
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