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Oración por el Papa León XIV

Señor, te pedimos por el Papa León XIV, a quien Tú elegiste como sucesor de Pedro y pastor de tu Iglesia. Cuida su salud, ilumina su inteligencia, fortalece su espíritu, defiéndelo de las calumnias y de la maldad.

Concédele valor y amor a tu pueblo, para que sirva con fidelidad a toda la Iglesia unida. Que tu misericordia le proteja y le conforte. Que el testimonio de tus fieles le anime en su misión, protegiendo siempre a la Iglesia perseguida y necesitada.

Que todos nos mantengamos en comunión con él por el vínculo de la unidad, el amor y la paz. Concédenos la gracia de amar, vivir y propagar con fidelidad sus enseñanzas.

Que encuentre en María el santo y seña de tu Amor.

Tú que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos.

Amén

Padrenuestro. Avemaría y Gloria.

 

Congreso Diocesano de Familias 2025 – Enseñanza 1 – Pbro. Carlos Yepes

 

Audiencia General 21 de mayo de 2025- Papa León XIV

 

Cuaresma 2025: Mensaje de Mons. José Clavijo Méndez.

 
 
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Solemnidad de la Anunciación del Señor.

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Primera lectura

Lectura del libro de Isaías (49,8-15):

ESTO dice el Señor:
«En tiempo de gracia te he respondido,
en día propicio te he auxiliado;
te he defendido y constituido alianza del pueblo,
para restaurar el país,
para repartir heredades desoladas,
para decir a los cautivos: “Salid”,
a los que están en tinieblas: “Venid a la luz”.
Aun por los caminos pastarán,
tendrán praderas en todas las dunas;
no pasarán hambre ni sed,
no les hará daño el bochorno ni el sol;
porque los conduce el compasivo
y los guía a manantiales de agua.
Convertiré mis montes en caminos,
y mis senderos se nivelarán.
Miradlos venir de lejos;
miradlos, del Norte y del Poniente,
y los otros de la tierra de Sin.
Exulta, cielo; alégrate, tierra;
romped a cantar, montañas,
porque el Señor consuela a su pueblo
y se compadece de los desamparados».
Sion decía: «Me ha abandonado el Señor,
mi dueño me ha olvidado».
¿Puede una madre olvidar al niño que amamanta,
no tener compasión del hijo de sus entrañas?
Pues, aunque ella se olvidara, yo no te olvidaré.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 144,8-9.13cd-14.17-18

R/. El Señor es clemente y misericordioso

V/. El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas. R/.

V/. El Señor es fiel a sus palabras,
bondadoso en todas sus acciones.
El Señor sostiene a los que van a caer,
endereza a los que ya se doblan. R/.

V/. El Señor es justo en todos sus caminos,
es bondadoso en todas sus acciones.
Cerca está el Señor de los que lo invocan,
de los que lo invocan sinceramente. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Juan (5,17-30):

EN aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos:
«Mi Padre sigue actuando, y yo también actúo».
Por eso los judíos tenían más ganas de matarlo: porque no solo quebrantaba el sábado, sino también llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios.
Jesús tomó la palabra y les dijo:
«En verdad, en verdad os digo: el Hijo no puede hacer nada por su cuenta sino lo que viere hacer al Padre. Lo que hace este, eso mismo hace también el Hijo, pues el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que él hace, y le mostrará obras mayores que esta, para vuestro asombro.
Lo mismo que el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que quiere.
Porque el Padre no juzga a nadie, sino que ha confiado al Hijo todo el juicio, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que lo envió.
En verdad, en verdad os digo: quien escucha mi palabra y cree al que me envió posee la vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado ya de la muerte a la vida.
En verdad, en verdad os digo: llega la hora, y ya está aquí, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que hayan oído vivirán.
Porque, igual que el Padre tiene vida en sí mismo, así ha dado también al Hijo tener vida en sí mismo. Y le ha dado potestad de juzgar, porque es el Hijo del hombre.
No os sorprenda esto, porque viene la hora en que los que están en el sepulcro oirán su voz: los que hayan hecho el bien saldrán a una resurrección de vida; los que hayan hecho el mal, a una resurrección de juicio.
Yo no puedo hacer nada por mí mismo; según le oigo, juzgo, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió».

Palabra del Señor


La reflexión del padre Adalberto, nuestro vicario general

25 de marzo.
Anunciación del Señor.

Cotejando lo que enseña el autor de la carta a los hebreos (10,5-7) con lo que dice el evangelista Lucas (1,38), encontramos perfecta sintonía y sincronía entre el Señor que se encarna y la criatura en la cual él toma nuestra condición humana. El designio de Dios los une en el ser, en el querer y en el hacer. Es la fe que derriba las barreras de lo imposible y hace posible que se realice ese designio y se cumplan así todas las promesas de Dios, porque «con Dios nada es imposible».
En las religiones paganas –e incluso en la fe judía– la distancia entre lo divino y lo humano resulta infranqueable. Esa distancia se marca en la fe hebrea en términos de «santidad». El Señor, por la santidad de su nombre, se sitúa tan por encima de la condición humana que ese nombre resulta impronunciable. Sin embargo, el Señor manifiesta que el pueblo que él se adquirió está llamado a ser «santo» porque él, su Señor, es «santo». Esa «santidad» consiste en vivir y convivir según el espíritu de la alianza que el Señor pactó con el pueblo, un pueblo consagrado al Señor.
Esa «santidad» se hace aún más vívida a través de Jesús, que es el «Consagrado» por excelencia a causa de la presencia permanente del Espíritu Santo en él. Y Jesús santifica al individuo lo mismo que el pueblo de una manera más íntima, por la efusión del Espíritu Santo en el creyente y en la Iglesia. Dios se «encarna» en Jesús y en él el ser humano se «santifica», entra en la esfera de Dios.

1. Primera lectura (Isa 7,10-14; 8,10).
La dinastía davídica aparece amenazada por los planes del enemigo. El rey Acaz se acobarda y busca apoyo en alianzas con potencias extranjeras, pero el Señor lo invita a creer (apoyarse en él). Ahora, por medio del profeta, el Señor le ofrece una «señal» para que el rey se fíe de él:
• En lo hondo del abismo (שְׁאוֹל): en el reino de la muerte.
• En lo alto del cielo: en los astros, «los ejércitos» del Señor.
• El rey no quiere apoyarse en la fe, alega respeto religioso, dice que no quiere poner a prueba el amor del Señor («no tentar al Señor»), pero eso es hipocresía suya.
Entonces el profeta lo increpa como representante de la «casa de David»: cansa a los hombres y a Dios («mi Dios», dice el profeta, dado que el rey muestra no creer en él). A los hombres, puesto que no se responsabiliza de la promesa; al Dios de Isaías, por no creer. Y pronuncia un oráculo:
• La «joven» (עַלְמָה) es la esposa del rey, que todavía no ha tenido hijos. Su maternidad se anuncia como era costumbre (cf. Gen 16,11-12: Ismael; Jue 13,7: Sansón). Así se anunciarán también los nacimientos de Juan Bautista (cf. Lc 1,13-14) y Jesús (cf. Mt 1,20; Lc 1,30).
• El hijo que ella dará a luz, y que se llamará Ezequías (יְחִזְקִיָּהְוּ: «el Señor ha fortalecido»), será continuador de la alianza y de la dinastía. Por eso, su verdadero nombre para Dios será Emanuel (עִמָּנוּ אֵל: «Dios con nosotros»).
• El alimento del niño corresponde a la dieta de la tierra prometida («leche y miel»). Esta alusión sugiere la libertad alcanzada y la posibilidad de vivir y convivir en paz, es decir, con tranquilidad y seguridad, que son bienes mesiánicos.
Los planes maquinados en contra del pueblo rescatado por el Señor fracasarán; las amenazas no se cumplirán, porque Dios habitará en medio de su pueblo.

2. Segunda lectura (Heb 10,4-10).
La liberación que necesita el pueblo es más profunda que la sociopolítica. Necesita ser liberado de sus pecados. Y esta no se consigue con los ritos purificatorios del templo de Jerusalén. Mucho menos con una revuelta armada acaudillada por un «Mesías» guerrero. Porque lo que realmente lo purificará será la realización del designio de Dios. El único sacrificio que Dios acepta es una entrega personal de amor. Ella invalida todos los sacrificios antiguos, y reinterpreta el concepto de «sacrificio» («sacrum facere»: hacer sagrado, consagrar). Ya no se trata del sacrificio (θυσία) que consiste en «matar» (θύω) y quemar, sino en la ofrenda de la propia vida para dar vida. Entonces, Jesús viene para entregar su cuerpo, es decir, para entregarse en persona a realizar ese designio. Y por esa entrega suya queda «consagrado» todo el que se ofrece con él y como él a realizar el designio divino. Se acabaron los sacrificios de muerte; ahora solo vale el sacrificio vivo, es decir, el culto que se le da al Padre con una vida enteramente dedicada a transmitir vida a los demás.

3. Evangelio (Lc 1,26-38).
Al incrédulo rey Acaz se le contrapone María, una ignota muchacha de pueblo. Y a diferencia de la «joven» esposa del rey, María es «virgen». La salvación de la dinastía no está ahora en manos de un rey; la promesa no depende ya de un hombre falso y poderoso, sino de una joven virgen auténtica y humilde. Su juventud implica la novedad y la lozanía; su virginidad, la fidelidad y la autenticidad. El ángel Gabriel («Fuerza de Dios») anuncia el cumplimiento de la promesa y la continuidad de la dinastía de una manera sorprendente:
• El descendiente de David, José, hace presencia discreta, porque la promesa no se cumple por cuestiones de la Ley (la generación, los protocolos), sino por la fe como respuesta a la gracia de Dios. Dios cumple su promesa a David, pero David no es «padre» del rey Mesías.
• Por pura gracia concibe la virgen un hijo que es hijo del «Altísimo» (nombre universal de Dios: universalidad de la salvación), cuyo nombre –«Jesús»– significa y manifiesta la fuerza salvadora del Dios liberador. El «favor» otorgado a la «favorecida» es esa maternidad salvadora.
• Por gracia, y no por herencia, recibe ese Hijo el trono de David, su antepasado. Y su reinado será como el del Padre, o sea, eterno. La grandeza absoluta («será grande») del hijo de la virgen corresponde a su condición simultánea de ser «Hijo del Altísimo».
• Por gracia también se abre a los creyentes la posibilidad de realizar plenamente sus anhelos de vida, «porque con Dios nada resulta imposible» (ὅτι οὐκ ἀδυνατήσει παρὰ τοῦ θεοῦ πᾶν ῥῆμα). Cuando de dar vida se trata, Dios el Padre, no reconoce límites.
• Y, como todo es gratuito, la condición única para que se cumpla la promesa es la fe: fiarse de Dios, apoyarse en él dándole crédito a su palabra. María asiente con total libertad y voluntad de colaborar con el Dios liberador y salvador de manera irrestricta («Aquí está la sierva del Señor; hágase en mí según lo que tú has dicho»).

La «encarnación» de Dios cumple, pero también desborda, las promesas hechas tanto a Abraham como a David. La virgen María es modelo de fe para acoger a Dios y darle nuestra «carne» para que él se presente y actúe en la geografía y en la historia de nuestros pueblos. En la comunión con la «carne» del Señor Jesús celebramos este misterio de la encarnación en la medida en que acogemos a Jesús como lo acogió la virgen María.
Feliz solemnidad.

Detalles

Fecha:
25 marzo, 2020
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