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ORACIÓN POR EL SÍNODO DE LA SINODALIDAD

Estamos ante ti, Espíritu Santo, reunidos en tu nombre.
Tú que eres nuestro verdadero consejero: ven a nosotros, apóyanos, entra en nuestros corazones. Enséñanos el camino, muéstranos cómo alcanzar la meta. Impide que perdamos el rumbo como personas débiles y pecadoras.
No permitas que la ignorancia nos lleve por falsos caminos.
Concédenos el don del discernimiento, para que no dejemos que nuestras acciones se guíen por perjuicios y falsas consideraciones.
Condúcenos a la unidad en ti, para que no nos desviemos del camino de la verdad y la justicia, sino que en nuestro peregrinaje terrenal nos esforcemos por alcanzar la vida eterna. Esto te lo pedimos a ti, que obras en todo tiempo y lugar, en comunión con el Padre y el Hijo por los siglos de los siglos. Amén.

 

Exhortación Apostólica Laudate Deum | Síntesis y reflexión del Cardenal Luis José Rueda Aparicio

 

San José Patrono de la Iglesia universal

 
 
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Viernes de la decimocuarta semana del tiempo ordinario

PRIMERA LECTURA

Ya no diremos más “¡Dios nuestro!” a la obra de nuestras manos.

Lectura de la profecía de Oseas    14, 2-10

Así habla el Señor:

Vuelve, Israel, al Señor tu Dios, porque tu falta te ha hecho caer.

Preparen lo que van decir y vuelvan al Señor. Díganle: “Borra todas las faltas, acepta lo que hay de bueno, y te ofreceremos el fruto de nuestros labios. Asiria no nos salvará, ya no montaremos a caballo, ni diremos más ‘¡Dios nuestro!’ a la obra de nuestras manos, porque sólo en ti el huérfano encuentra compasión”.

Yo los sanaré de su apostasía, los amaré generosamente, porque mi ira se ha apartado de ellos. Seré como rocío para Israel: él florecerá como el lirio, hundirá sus raíces como el bosque del Líbano; sus retoños se extenderán, su esplendor será como el del olivo y su fragancia como la del Líbano.

Volverán a sentarse a mi sombra, harán revivir el trigo, florecerán como la viña, y su renombre será como el del vino del Líbano.

Efraím, ¿qué tengo aún que ver con los ídolos? Yo le respondo y velo por él.

Soy como un ciprés siempre verde, y de mí procede tu fruto.

¡Que el sabio comprenda estas cosas! ¡Que el hombre inteligente las entienda! Los caminos del Señor son rectos: por ellos caminarán los justos, pero los rebeldes tropezarán en ellos.

SALMO RESPONSORIAL    50, 3-4. 8-9. 12-14. 17

R/. ¡Mi boca proclamará tu alabanza, Señor!

¡Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad, por tu gran compasión, borra mis faltas! ¡Lávame totalmente de mi culpa y purifícame de mi pecado!

Tú amas la sinceridad del corazón y me enseñas la sabiduría en mi interior. Purifícame con el hisopo y quedaré limpio; lávame, y quedaré más blanco que la nieve.

Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, y renueva la firmeza de mi espíritu. No me arrojes lejos de tu presencia ni retires de mí tu santo espíritu.

Devuélveme la alegría de tu salvación, que tu espíritu generoso me sostenga. Abre mis labios, Señor, y mi boca proclamará tu alabanza.

EVANGELIO

ACLAMACIÓN AL EVANGELIO     Jn 16, 13a; 14, 26d

Aleluya.

Cuando venga el Espíritu de la Verdad, Él los introducirá en toda la verdad, y les recordará lo que les he dicho. Aleluya.

EVANGELIO

No serán ustedes que hablarán, sino el Espíritu de su Padre.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo   10, 16-23

Jesús dijo a sus apóstoles:

Yo los envío como a ovejas en medio de lobos: sean entonces astutos como serpientes y sencillos como palomas.

Cuídense de los hombres, porque los entregarán a los tribunales y los azotarán en sus sinagogas. A causa de mí, serán llevados ante gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos y de los paganos. Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento, porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes.

El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir. Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquél que persevere hasta el fin se salvará.

Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra. Les aseguro que no acabarán de recorrer las ciudades de Israel, antes de que llegue el Hijo del hombre.

La reflexión del padre Adalberto Sierra

El Señor dejó claro que su designio con respecto del pueblo es de paz y no de aflicción, ya que él es «el Santo» en medio del pueblo, y no un «enemigo devastador» (que es el caso de Asiria). A él solo lo mueve y conmueve su amor entrañable. Ese amor abre la posibilidad de que se repita el retorno desde Egipto, o sea, «desde Asiria», y de que ocurra la deseada restauración. Su potente voz puede traerlos sacándolos de la trampa del cazador (cf. 7,11-12), es decir, del dominio de Asiria. Y así concluye la segunda parte: «Oráculo del Señor» (cf. 11,9-11, omitido).
Los capítulos 12-14 constituyen la tercera y última parte del libro. En el capítulo 12, el profeta hace una analogía entre el patriarca fundador del pueblo, Jacob, y sus descendientes, en clave de deslealtad: los hijos son como su padre; Dios se valió de Moisés y los rescató, pero Israel siguió siendo desleal. En el capítulo 13, se fija en el fundador del Reino del Norte, Jeroboán, efraimita –por eso habla de Efraín–, quien introdujo la idolatría en el reino septentrional (cf. 10,8) y atrajo la cólera sobre el mismo, exponiéndolo al exterminio (cf. 12,1–14,1, omitido).
Pese a su carácter de fiscal acusador, Oseas no termina acusando ni amenazando. Abre paso a la posibilidad de la enmienda y la conversión. Él conoce al Señor, y sabe que este es «compasivo y misericordioso». Por eso exhorta a que vuelvan a él con confianza. Su lenguaje es vehemente, el profeta trata de convencer al pueblo y este se esfuerza por convencer al Señor. Se funden en uno la exhortación del profeta y la súplica de Israel. Oseas se solidariza con el pueblo.

Ose 14,2-10.
El profeta apela siempre a la decisión libre del pueblo. La severidad de sus reproches tiende a lograr que el pueblo sienta vivo remordimiento por su culpa y se decida a enderezar su camino. La mayor severidad en la denuncia del pecado deja ver mayor urgencia en su enmienda, porque cuanto más grave sea el pecado peores serán sus consecuencias para la convivencia social en el reino. La alianza se funda en la libre aceptación de sus cláusulas; si se apartan del Señor, perecen.
Así como en 2,16-25 después del anuncio del castigo viene la reconciliación y la promesa de una nueva relación de amor, y en 11,8-11 después del anuncio de la invasión viene la manifestación del conmovedor amor paternal que se resiste a abandonar a su suerte al primogénito, igualmente después de las denuncias de los pecados de Jacob y Efraín viene este llamado a la conversión al Señor, que cierra el libro con esperanzadoras promesas de vida y de fecundidad.
El pueblo debe reconocer que tropezó y cayó a causa de sus culpas. Debe fijarse cuidadosamente en lo que va a decir, porque sus palabras suplirán el sacrificio de reses, sacrificio que el Señor rechaza. Además de exhortar el pueblo a la conversión, el profeta le dicta el discurso que debe dirigirle al Señor. El pueblo comienza pidiendo perdón y termina haciendo sus votos al Señor:
1. «Perdona la culpa, acepta el don que te ofrecemos». Israel nada alega en su defensa, admite la culpa. La repetición del verbo tropezar (כשׁל) se relaciona este final con la conducta injusta de los hijos de Israel, que no conocen al Señor (cf. 4,5) y con el falso culto que pretende combinar idolatría y sacrificios al Señor (cf. 5,5). Así concluye, por tercera vez, el pleito del Señor con su pueblo. Israel le presenta como don la confesión que va a hacer a continuación (cf. Sal 50,14.23).
2. «Asiria no nos salvará». Esta confesión lleva implícita una retractación. En el verbo «salvar» hay una contraposición entre la falsa promesa de Asiria y el nombre del profeta que habla en nombre del Señor (הוֹשֵׁעַ: Salvador). El poder político no confiere la salvación. Israel reconoce de manera implícita que la salvación viene del Señor, no de otro (cf. 1,7; 13,10).
3. «No montaremos a caballo». Tampoco el poderío militar es fuente de salvación. El compromiso es no hacer más la guerra. Israel experimentó triunfos «a caballo» (cf. 1Rey 20,20-21) que después se volvieron victorias amargas (cf. 1Rey 20,33-42). El Señor reprueba la confianza en la guerra (cf. Isa 30,15-17), porque «el Señor de los ejércitos» tiene su propia fuerza (cf. Zac 1,8).
4. «No volveremos a llamar Dios a las obras de nuestras manos». Renuncia a la idolatría, que viene desde los orígenes del reino de Israel. Es la expresión práctica y efectiva de la retractación que revocó la búsqueda de salvación en los ídolos, que son hechura de manos humanas (cf. 8,4; Sal 115,4), y que, en vez de dar salvación, exigían mucho y solo trajeron desgracias al pueblo.
5. «En ti encuentra compasión el huérfano». Requerimiento al Señor que cuida y defiende al excluido y desvalido. Israel, que de hijo primogénito (cf. 11,1) ha pasado a la condición de «huérfano», no por la muerte del padre, sino por haberse alejado de él, ahora puede apelar a esa compasión suya con el huérfano y al reclamo que él hace de la defensa del mismo (cf. Sal 10,18; Isa 1,17.23).
La respuesta del Señor es inmediata:
1. «Curaré su apostasía». La infidelidad del pueblo es una enfermedad de la cual el Señor lo cura. Cuando la conversión fue falsa, no hubo curación (cf. 6,1); ahora que es sincera, sí se da.
2. «Los amaré sin que lo merezcan». Fuerte afirmación de la gratuidad del amor que el Señor les da. El amor del Señor siempre ha estado ahí por fidelidad suya, no por méritos del pueblo.
3. «Mi cólera ya se ha apartado de ellos». Una vez más, el amor ha vencido la maldad (cf. 2,16-25). El Señor no permite que las consecuencias del extravío frustren su proyecto de amor (cf. 11,9).
Y siguen las promesas del Señor. Aquí se aprecia una coincidencia con temas del Cantar de los Cantares (rocío, vino, azucena, ciprés, perfume…):
1. «Seré rocío para Israel». Los ídolos no dan la felicidad, sino el Señor, él será su fuente de alegría.
2. «Echará vástagos». Su lozanía y vitalidad vienen del Señor. Baal y sus cultos solo traen esterilidad.
3. «Efraín, ¿qué tengo yo que ver con los ídolos?». El Señor es totalmente distinto de los ídolos:
• Él responde y mira. Los ídolos mudos y ciegos «tienen boca y no hablan, tienen ojos y no ven».
• Él permanece vivo (el abeto/ciprés se mantiene siempre verde). Los ídolos son siempre inertes.
• Él es quien comunica vida. Es el «Dios vivo» (viviente y vivificador). Él sí «salva».
El libro se cierra con una invitación a la sabiduría y a discernir los caminos del Señor.

Dos cosas se necesitan para convertirse al Señor: la decepción de los ídolos y la experiencia del amor fiel del Señor. Oseas –con sus vehementes denuncias– le hizo ver al pueblo que los ídolos le trajeron males y pervirtieron letalmente la vida personal y la convivencia social. Hay que ligar la idolatría a las diversas formas de servidumbre e injusticia derivadas de ella.
Esta realidad es constatable en todos los tiempos y en todos los pueblos. Y no es preciso referirse exclusivamente a los cultos religiosos. El mundo actual, tan secularizado, tiene prácticas idólatras. Y, aunque no tenga explícita formulación religiosa, resulta tan letal la idolatría que practican los hombres religiosos como la que practican los irreligiosos.
La «nueva evangelización» pretende hacer tomar conciencia de cuánto se pueden alejar de Dios los creyentes con la ilusa idea de que siguen siendo creyentes. El que celebra y vive la eucaristía purifica su fe por la escucha de la palabra y por la renovación de la alianza con el «amén» de la comunión eucarística.

Detalles

Fecha:
8 julio, 2022
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