"Por un Iglesia sinodal: Comunión, participación y misión."
Oración por el Papa León XIV
Señor, te pedimos por el Papa León XIV, a quien Tú elegiste como sucesor de Pedro y pastor de tu Iglesia. Cuida su salud, ilumina su inteligencia, fortalece su espíritu, defiéndelo de las calumnias y de la maldad.
Concédele valor y amor a tu pueblo, para que sirva con fidelidad a toda la Iglesia unida. Que tu misericordia le proteja y le conforte. Que el testimonio de tus fieles le anime en su misión, protegiendo siempre a la Iglesia perseguida y necesitada.
Que todos nos mantengamos en comunión con él por el vínculo de la unidad, el amor y la paz. Concédenos la gracia de amar, vivir y propagar con fidelidad sus enseñanzas.
Que encuentre en María el santo y seña de tu Amor.
Tú que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos.
Amén
Padrenuestro. Avemaría y Gloria.
Congreso Diocesano de Familias 2025 – Enseñanza 1 – Pbro. Carlos Yepes
Audiencia General 21 de mayo de 2025- Papa León XIV
Cuaresma 2025: Mensaje de Mons. José Clavijo Méndez.
Lectura del libro del Levítico (23,1.4-11.15-16.27.34b-37):
El Señor dijo a Moisés: «Estas son las festividades del Señor, en las que convocarán a asambleas litúrgicas. El día catorce del primer mes, al atardecer, es la fiesta de la Pascua del Señor. El día quince del mismo mes es la fiesta de los panes sin levadura, dedicada al Señor. Comerán panes sin levadura durante siete días. El primer día de éstos se reunirán en asamblea litúrgica y no harán ningún trabajo. Los siete días harán ofrendas al Señor. El día séptimo se volverán a reunir en asamblea litúrgica y no harán ningún trabajo de siervos».
El Señor volvió a hablar a Moisés y le dijo: «Di a los israelitas: Cuando entren en la tierra que yo les voy a dar y recojan la cosecha, le llevarán la primera gavilla al sacerdote, quien la agitará ritualmente en presencia del Señor, el día siguiente al sábado para que sea aceptada. Pasadas siete semanas completas, contando desde el día siguiente al sábado en que lleven la gavilla para la agitación ritual, hasta el día siguiente al séptimo sábado, es decir, a los cincuenta días, harán una nueva ofrenda al Señor. El día diez del séptimo mes es el día de la expiación. Se reunirán en asamblea litúrgica, harán penitencia y presentarán una ofrenda al Señor. El día quince de este séptimo mes comienza la fiesta de los Campamentos, dedicada al Señor, y dura siete días. El primer día se reunirán en asamblea litúrgica. No harán trabajos serviles. Los siete días harán ofrendas al Señor. El octavo día volverán a reunirse en asamblea litúrgica y a hacer una ofrenda al Señor. Es día de reunión religiosa solemne. No harán trabajos serviles.
Estas son las festividades del Señor, en las que se reunirán en asamblea litúrgica y ofrecerán al Señor oblaciones, holocaustos y ofrendas, sacrificios de comunión y libaciones, según corresponde a cada día».
Palabra de Dios
Salmo
Sal 80
R/. Aclamemos al Señor, nuestro Dios
Entonemos un canto
al son de las guitarras y del arpa.
Que suene la trompeta en esta fiesta
que conmemora nuestra alianza.R/.
Porque ésta es una ley en Israel,
es un precepto que el Dios de Jacob
estableció para su pueblo,
cuando lo rescató de Egipto. R/.
«No tendrás otro Dios fuera de mí
ni adorarás a dioses extranjeros.
Pues yo, el Señor, soy el Dios tuyo,
el que te sacó de Egipto, tu destierro». R/.
Evangelio
Lectura del santo Evangelio según san Mateo
(13,54-58):
En aquel tiempo, Jesús llegó a su tierra y se puso a enseñar a la gente en la sinagoga, de tal forma, que todos estaban asombrados y se preguntaban: «¿De dónde ha sacado éste esa sabiduría y esos poderes milagrosos? ¿No es el hijo del carpintero? ¿No es María su madre, y no son sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? ¿No viven entre nosotros todas sus hermanas? ¿De dónde, pues, ha sacado todas estas cosas?»
Y se negaban a creer en él.
Entonces Jesús les dijo: «Un profeta no es despreciado más que en su patria y en su casa».
Y no hizo muchos milagros allí por la incredulidad de ellos.
Palabra del Señor
La reflexión del padre Adalberto, nuestro vicario general
Viernes de la XVII semana del Tiempo Ordinario. Año I.
El Levítico es un libro muy complejo, que desalienta al que se le aproxime con mirada superficial. No solo requiere que se tengan en cuenta sus contextos (histórico, religioso, cultural), sino que se yergue como una advertencia en más de un sentido. Detrás de sus minuciosas prescripciones late la vida religiosa de un pueblo primitivo formado por seres humanos que luchan por vivir, que tantean estilos propios para convivir, y buscan sobrevivir en medio de grandes perplejidades internas y tenaces oposiciones externas. Para el cristiano constituye una advertencia: el Mesías superó los minuciosos preceptos de la Ley y cambió los conceptos de sacrificio, sacerdocio, culto y don, pero el riesgo de volver a lo ya superado es real y permanente.
Es notable en este libro el empeño por perfilar la identidad de Israel como pueblo del Señor, en alianza con él, y la insistencia en hacerlo en el terreno del culto, por cuanto la lucha contra todas las formas de idolatría manifiesta el afán por lograr que el valor supremo del pueblo sea al amor al Señor, el que los sacó de Egipto. Pero la lucha contra la idolatría va más allá de lo cultual, dado que el problema fundamental es que el culto al Señor tiene exigencias éticas que los cultos a los ídolos no solo menosprecian, sino que también las desconocen. La minuciosidad de tabúes que se encuentran en el libro –y que desconciertan o desagradan al lector contemporáneo– muestran hasta qué punto fue necesario llevar esta lucha, en lo cultural y en lo espiritual.
Son escasos los textos de este libro que trae la liturgia eucarística. En esta lectura semi-continua del Pentateuco solo tenemos los fragmentos de hoy y mañana.
Lev 23,1.4-11.15-16.27.34b-37.
Elemento fundamental del culto son las celebraciones, y particularmente las fiestas. Celebrar es expresar alegría por algo. Implica el hecho que se celebra y el modo como se celebra. Cuando lo que se celebra cobra carácter reiterado, se habla de fiesta memorial. Los pueblos primitivos eran ganaderos y agricultores, y sus celebraciones estaban centradas en sus culturas pastoril y agrícola, y –por consiguiente– en sus ritmos naturales (apareamientos, crías, siembras, cosechas). Israel se distancia de este estilo de celebración, porque no busca a Dios en los fijos ritmos naturales, sino en los acontecimientos que le dieron origen. Es decir, en tanto que «los pueblos» celebraban sus dioses en la naturaleza, Israel celebraba al Señor en su historia. Por eso, viejas fiestas de indudable origen pastoril o agrícola cobran nuevo sentido al relacionarlas con la pascua y la alianza.
Esta es una síntesis del calendario litúrgico que los israelitas compendiaron después del exilio a Babilonia. Enumera 7 fiestas, en las cuales se convocaba asamblea cultual (factor de integración del pueblo) para mantener viva la historia común, la alianza con el Señor y su presencia en medio del pueblo: el sábado (semanal), la Pascua (anual), la primera gavilla, las primicias, el año nuevo, el día de la expiación y la fiesta de las Chozas. La lectura propuesta solo se refiere a 5 de ellas.
1. La Pascua y los Ázimos.
La fiesta de la Pascua, unida a la de los (panes) Ázimos, es la fiesta fundacional del pueblo. Estas dos fiestas, además de relacionadas entre sí, se suceden una a la otra, la de los Ázimos comenzaba el día siguiente a la Pascua, y recuerdan la liberación del pueblo, rescatado de la esclavitud en Egipto. Si el sábado era la fiesta más observada, la Pascua era la más solemne. La Pascua era una fiesta pastoril entre los cananeos; la de los Ázimos era una fiesta agrícola. Al relacionarlas con la Pascua, Israel les da un nuevo sentido, despojándolas de su inspiración original.
2. La primera gavilla.
En Palestina, la cebada era el primer producto de la tierra que maduraba sus espigas. La primera gavilla que se recogía señalaba el comienzo de la siega, gavilla que era presentada al sacerdote junto con el holocausto de un cordero añal, como reconocimiento por la bendición recibida. En conjunto con «la fiesta de los cincuenta días», encuadran el tiempo de la cosecha. La ofrenda de la primera espiga tenía por objetivo «desacralizar» la cosecha, algo así como la «circuncisión» de los árboles (cf. Lev 19,23-25). Estaba prohibido comer de esta cosecha antes del día de la fiesta.
3. La Fiesta de los siete sábados.
La llamada «fiesta de las semanas» de las primicias se celebraba cincuenta días después, contados a partir de la ofrenda de la primera gavilla, y consistía en ofrendas de pan, holocaustos, libaciones y sacrificios expiatorios. Es también llamada «la fiesta de los cincuenta días» (Pentecostés), o «de la cosecha» (cf. Exo 23,16), y se constituye en una prolongada acción de gracias que se celebraba al final de la cosecha del trigo. S le asigna una especie de hipoteca social (cf. Lev 23,22).
4. El Día del Gran Perdón.
El día diez del séptimo mes se celebraba el llamado «Día de la Expiación», para hacer penitencia todo el pueblo, y está terminantemente prohibido eximirse de ella y del descanso laboral. En la actualidad es conocida la expresión hebrea «Yom Kippur» (יוֹם כִּפֻּרִים: «Día de las Expiaciones»), o simplemente «el Día». Era la ocasión para purificarse de las impurezas legales, reafirmando la «santidad» de Israel, es decir, su carácter «aparte» en relación con los otros pueblos. Poco a poco, evolucionó hacia una gran liturgia de perdón de los pecados.
5. La Fiesta de las Chozas.
En el mismo mes, en el día decimoquinto, era la Fiesta de las Chozas, con una duración de siete días, en la cual se conmemoraba la salida de Egipto fabricando chozas y habitando en ellas, para mantener el recuerdo de esa gesta liberadora. Es posible que su origen esté en una costumbre de origen campesino, en las enramadas que hacían los encargados de la supervisión de los huertos en el momento de la cosecha. Eso permite relacionarla con el éxodo (cf. vv. 42-43).
Elementos comunes de esas fiestas: todas estaban relacionadas con la promesa y el cumplimiento de la misma, con la alianza y con la expresión de libertad que significaba el hecho del reposo. La referencia a la historia y la dimensión comunitaria sacan estas fiestas de los ciclos de la naturaleza, que celebraban los otros pueblos. Su carácter obligatorio está en función de la identidad nacional, no por necesidad de reconocimiento de parte del Señor. Implican la celebración exuberante, la participación comunitaria que integra y crea –o fortalece– la identidad social y la comunidad de origen y destino. La fiesta se desdibuja cuando se pierde la coherencia con la identidad colectiva.
Las celebraciones cristianas están llamadas a mostrar el vínculo que las une con los misterios que conmemoran. Es válido integrar expresiones culturales a las celebraciones de la fe, pero no hasta el punto de que dichas expresiones absorban y desnaturalicen la fe, sino de modo que la fe les dé nuevo contenido en función del mensaje liberador y salvador de la buena noticia. Sobre todo, la celebración de la eucaristía en los distintos contextos étnicos y culturales. Las celebraciones de la fe también tienen que ser como la levadura en la masa, transformadoras.