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Oración por el Papa León XIV

Señor, te pedimos por el Papa León XIV, a quien Tú elegiste como sucesor de Pedro y pastor de tu Iglesia. Cuida su salud, ilumina su inteligencia, fortalece su espíritu, defiéndelo de las calumnias y de la maldad.

Concédele valor y amor a tu pueblo, para que sirva con fidelidad a toda la Iglesia unida. Que tu misericordia le proteja y le conforte. Que el testimonio de tus fieles le anime en su misión, protegiendo siempre a la Iglesia perseguida y necesitada.

Que todos nos mantengamos en comunión con él por el vínculo de la unidad, el amor y la paz. Concédenos la gracia de amar, vivir y propagar con fidelidad sus enseñanzas.

Que encuentre en María el santo y seña de tu Amor.

Tú que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos.

Amén

Padrenuestro. Avemaría y Gloria.

 

Congreso Diocesano de Familias 2025 – Enseñanza 1 – Pbro. Carlos Yepes

 

Audiencia General 21 de mayo de 2025- Papa León XIV

 

Cuaresma 2025: Mensaje de Mons. José Clavijo Méndez.

 
 
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Viernes de la XXXII semana del Tiempo Ordinario. Año I.

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Primera lectura

Lectura del libro de la Sabiduría (13,1-9):

Eran naturalmente vanos todos los hombres que ignoraban a Dios y fueron incapaces de conocer al que es, partiendo de las cosas buenas que están a la vista, y no reconocieron al Artífice, fijándose en sus obras, sino que tuvieron por dioses al fuego, al viento, al aire leve, a las órbitas astrales, al agua impetuosa, a las lumbreras celestes, regidoras del mundo. Si, fascinados por su hermosura, los creyeron dioses, sepan cuánto los aventaja su Dueño, pues los creó el autor de la belleza; y si los asombró su poder y actividad, calculen cuánto más poderoso es quien los hizo; pues, por la magnitud y belleza de las criaturas, se descubre por analogía el que les dio el ser. Con todo, a éstos poco se les puede echar en cara, pues tal vez andan extraviados, buscando a Dios y queriéndolo encontrar; en efecto, dan vueltas a sus obras, las exploran, y su apariencia los subyuga, porque es bello lo que ven. Pero ni siquiera éstos son perdonables, porque, si lograron saber tanto que fueron capaces de averiguar el principio del cosmos, ¿cómo no encontraron antes a su Dueño?

Palabra de Dios

Salmo

Sal 18,2-3.4-5

R/. El cielo proclama la gloria de Dios

El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra. R/.

Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los limites del orbe su lenguaje. R/.

Evangelio de hoy

Lectura del santo evangelio según san Lucas (17,26-37):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Como sucedió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre: comían, bebían y se casaban, hasta el día que Noé entró en el arca; entonces llegó el diluvio y acabó con todos. Lo mismo sucedió en tiempos de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, sembraban, construían; pero el día que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y acabó con todos. Así sucederá el día que se manifieste el Hijo del hombre. Aquel día, si uno está en la azotea y tiene sus cosas en casa, que no baje por ellas; si uno está en el campo, que no vuelva. Acordaos de la mujer de Lot. El que pretenda guardarse su vida la perderá; y el que la pierda la recobrará. Os digo esto: aquella noche estarán dos en una cama: a uno se lo llevarán y al otro lo dejarán; estarán dos moliendo juntas: a una se la llevarán y a la otra la dejarán.»
Ellos le preguntaron: «¿Dónde, Señor?»
Él contestó: «Donde se reúnen los buitres, allí está el cuerpo.»

Palabra del Señor


La reflexión del padre Adalberto, nuestro vicario general

Viernes de la XXXII semana del Tiempo Ordinario. Año I.
La exhortación inicial («Amen la justicia, los que rigen la tierra; piensen correctamente del Señor y búsquenlo con íntegro corazón») recorre el libro. Primero concretó en que consiste la sabiduría que se manifiesta en la justicia, y que permite reinar exitosamente y conduce a un destino glorioso después de la muerte. Ahora se refiere a «pensar correctamente del Señor».
El autor pasa a criticar la religión pagana y lo hace en tres momentos:
• Crítica del culto a la naturaleza (13,1-9)
• Crítica de la idolatría (13,10-15,13)
• Crítica de la zoolatría (15,14-19).
Sab 13,1-9.
El leccionario solo lee la primera. Es una crítica de la religión pagana a partir de sus formas más altas de culto: la atribución de carácter divino a las creaturas siderales y a las fuerzas de la naturaleza. Tiene tres partes:
1. Versículos 1-2. La expresión «los hombres» se usa con frecuencia para designar a los que, siendo creados por Dios, viven lejos de él. Aquí aparece sin artículo, reforzada con el adjetivo «todos», que subraya más su carácter universal. Estos, los que «ignoraban a Dios», se hicieron vacíos e incapaces de percibir al Creador a través de sus creaturas y, por eso, llegaron a la ofuscación de confundir las creaturas con su Creador. Los que no tienen conocimiento de Dios, son «vanos» como los ídolos a los que dan culto (cf. Is 44,9 LXX), se quedan a medio camino, se quedaron presos en la apariencia.
«Las cosas buenas» (τὰ ἀγαθἁ: v. 1) es una expresión que evoca el juicio complacido del Creador: «era muy bueno» (καλὰ λίαν). El problema no radica en el Creador ni en sus obras, sino en la «vaciedad» (o «necedad») de «los hombres», que es la idolatría.
Aunque el autor pueda tener en mente la religión egipcia, cuyo juicio reportará «torturados por una plaga de alimañas» (16,1), la enumeración de seis términos que contiene el v. 2, relacionados con la partícula disyuntiva «o» (ἤ), va más allá de la religión egipcia, visiblemente hasta la griega («fuego, viento, agua», falta la «tierra» para aludir al estoicismo).
2. Versículos 3-5. El problema que se plantea el autor no es la negación de la existencia de Dios, sino el hecho de no haber descubierto al verdadero, «al que es» (τὸν ὄντα: 13,1; cf. Ex 3,14).
La hermosura del universo los cautivó y no descubrieron al autor de la belleza (se refiere a la fascinación del mundo griego por la armonía del cosmos); su potencia y actividad los asombró tanto que no calcularon la potencia de su Hacedor. Por «analogía» (es decir, proporcionalmente) la magnitud y la belleza de las creaturas debía llevar a descubrir a su Creador. Esa fascinación no se encuentra en el pueblo hebreo, ya que, para este, la belleza de la creatura se desdibuja ante la del Creador. Si vieron como dioses las creaturas, era de esperar que dedujeran que ellas no dan razón de sí mismas, que tienen un dueño, y que éste las excede en belleza, «pues las creó el autor de la belleza».
3. Versículos 6-9. El autor hace una apreciación que ya estaba anunciada desde el principio, cuando dijo que los que divinizado la naturaleza son «naturalmente vanos» (v. 1). Pero a continuación matiza esa apreciación de forma novedosa entre los judíos.
En este último sentido, afirma que poco se les puede reprochar porque, aunque andan extraviados, también andan buscando a Dios y queriendo encontrarlo, pues escrutan sus obras dada su belleza. Son personas que desean encontrar a Dios y lo buscan con los recursos a su alcance y con sinceridad. Pero, por otro lado, declara que no son del todo excusables porque su inteligencia, que los llevó a establecer que el cosmos tuvo un origen, no los condujo primero al Hacedor de todo antes que a la investigación de los secretos de la naturaleza.
No se puede condenar tajantemente a personas que, en el fondo, buscan a Dios. Juzga correcto punto de partida (de las creaturas al Creador), aunque considera imperdonable que, siendo capaces de hacerlo, no han trascendido hasta el verdadero Creador («el que es», v. 1), atrapados por la belleza de lo que contemplan y exploran.
El interrogante que hace al final supone dos hechos: «lograron saber tanto», lo que implica un reconocimiento de todo el saber de los paganos, y «fueron capaces de averiguar el principio del cosmos», o sea, conjeturaron que había un principio único, una explicación del todo. Entonces, «¿por qué no hallaron antes a su Dueño?». El autor supone que es más fácil descubrir a Dios en sus obras que penetrar en los misterios de la naturaleza. Así el autor confirma a los judíos en su fe y tiende un puente a los sabios paganos.
El judío (y con mayor razón el cristiano) no llega a Dios por la especulación de la razón ni por la deducción que pueda hacer a partir de las creaturas, sino por la fe dada al Dios que le sale al paso y se le revela. Esa es la diferencia entre la religión y la fe. El autor del libro de la Sabiduría se refiere a los que tienen creencias («los hombres»), no a los que viven de la fe. El hombre de fe no requiere «demostración» de la existencia de Dios, ya que tiene experiencia de su amor y vive en permanente relación con él. La idolatría constituye un problema de «los hombres» religiosos, no de los creyentes. Mucho menos es problema de los seguidores de Jesús. Es decir, siguiendo a Jesús es imposible incurrir en idolatría; y, al contrario, cometiendo idolatría, es imposible seguir a Jesús (cf. Mt 6,24; Lc 16,13).
Si el creyente ve a Dios en las creaturas y en el comportamiento de las mismas –sobre todo en lo que tienen de sorprendente y asombroso–, no es por «deducción racional», sino porque conoce al Creador en cuanto creador, y reconoce la creación como «obra» suya. En realidad, la primera «obra» de Dios que Israel experimentó fue el éxodo, la liberación de la esclavitud, y a través de esta obra lo vio como señor de la creación.
La eucaristía nos centra en la fe y nos libera de la idolatría. Es imposible adherirse al Señor en su entrega de amor y, a la vez, ser idólatra.
Feliz viernes.

Detalles

Fecha:
15 noviembre, 2019
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