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ORACIÓN POR EL SÍNODO DE LA SINODALIDAD

Estamos ante ti, Espíritu Santo, reunidos en tu nombre.
Tú que eres nuestro verdadero consejero: ven a nosotros, apóyanos, entra en nuestros corazones. Enséñanos el camino, muéstranos cómo alcanzar la meta. Impide que perdamos el rumbo como personas débiles y pecadoras.
No permitas que la ignorancia nos lleve por falsos caminos.
Concédenos el don del discernimiento, para que no dejemos que nuestras acciones se guíen por perjuicios y falsas consideraciones.
Condúcenos a la unidad en ti, para que no nos desviemos del camino de la verdad y la justicia, sino que en nuestro peregrinaje terrenal nos esforcemos por alcanzar la vida eterna. Esto te lo pedimos a ti, que obras en todo tiempo y lugar, en comunión con el Padre y el Hijo por los siglos de los siglos. Amén.

 

Exhortación Apostólica Laudate Deum | Síntesis y reflexión del Cardenal Luis José Rueda Aparicio

 

San José Patrono de la Iglesia universal

 
 
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Viernes Santo

PRIMERA LECTURA

Él fue traspasado por nuestras rebeldías.

Lectura del libro de Isaías 52, 13—53, 12

Sí, mi Servidor triunfará: será exaltado y elevado a una altura muy grande. Así como muchos quedaron horrorizados a causa de él, porque estaba tan desfigurado que su aspecto no era el de un hombre y su apariencia no era más la de un ser humano, así también él asombrará a muchas naciones, y ante él los reyes cerrarán la boca, porque verán lo que nunca se les había contado y comprenderán algo que nunca habían oído.

¿Quién creyó lo que nosotros hemos oído y a quién se le reveló el brazo del Señor? Él creció como un retoño en su presencia, como una raíz que brota de una tierra árida, sin forma ni hermosura que atrajera nuestras miradas, sin un aspecto que pudiera agradarnos. Despreciado, desechado por los hombres, abrumado de dolores y habituado al sufrimiento, como alguien ante quien se aparta el rostro, tan despreciado, que lo tuvimos por nada.

Pero él soportaba nuestros sufrimientos y cargaba con nuestras dolencias, y nosotros lo considerábamos golpeado, herido por Dios y humillado.

Él fue traspasado por nuestras rebeldías y triturado por nuestras iniquidades. El castigo que nos da la paz recayó sobre él y por sus heridas fuimos sanados. Todos andábamos errantes como ovejas, siguiendo cada uno su propio camino, y el Señor hizo recaer sobre él las iniquidades de todos nosotros. Al ser maltratado, se humillaba y ni siquiera abría su boca: como un cordero llevado al matadero, como una oveja muda ante el que la esquila, él no abría su boca. Fue detenido y juzgado injustamente, y ¿quién se preocupó de su suerte? Porque fue arrancado de la tierra de los vivientes y golpeado por las rebeldías de mi pueblo. Se le dio un sepulcro con los malhechores y una tumba con los impíos, aunque no había cometido violencia ni había engaño en su boca.

El Señor quiso aplastarlo con el sufrimiento. Si ofrece su vida en sacrificio de reparación, verá su descendencia, prolongará sus días, y la voluntad del Señor se cumplirá por medio de él. A causa de tantas fatigas, él verá la luz y, al saberlo, quedará saciado. Mi Servidor justo justificará a muchos y cargará sobre sí las faltas de ellos. Por eso le daré una parte entre los grandes y él repartirá el botín junto con los poderosos. Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los culpables, siendo así que llevaba el pecado de muchos e intercedía en favor de los culpables.

SALMO RESPONSORIAL 30, 2. 6. 12-13. 15-17. 25

R/. Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.

Yo me refugio en ti, Señor, ¡que nunca me vea defraudado! Yo pongo mi vida en tus manos: Tú me rescatarás, Señor, Dios fiel.

Soy la burla de todos mis enemigos y la irrisión de mis propios vecinos; para mis amigos soy motivo de espanto, los que me ven por la calle huyen de mí. Como un muerto, he caído en el olvido, me he convertido en una cosa inútil.

Pero yo confío en ti, Señor, y te digo: Tú eres mi Dios, mi destino está en tus manos. Líbrame del poder de mis enemigos y de aquéllos que me persiguen.

Que brille tu rostro sobre tu servidor, sálvame por tu misericordia. Sean fuertes y valerosos, todos los que esperan en el Señor.

SEGUNDA LECTURA

Aprendió qué significa obedecer y llegó a ser causa de salvación eterna para todos los que le obedecen.

Lectura de la carta a los Hebreos 4, 14-16; 5, 7-9

Hermanos:

Ya que tenemos en Jesús, el Hijo de Dios, un Sumo Sacerdote insigne que penetró en el cielo, permanezcamos firmes en la confesión de nuestra fe. Porque no tenemos un Sumo Sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades; al contrario Él fue sometido a las mismas pruebas que nosotros, a excepción del pecado.

Vayamos, entonces, confiadamente al trono de la gracia, a fin de obtener misericordia y alcanzar la gracia de un auxilio oportuno.

Cristo dirigió durante su vida terrena súplicas y plegarias, con fuertes gritos y lágrimas, a Aquél que podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado por su humilde sumisión. Y, aunque era Hijo de Dios, aprendió por medio de sus propios sufrimientos qué significa obedecer. De este modo, Él alcanzó la perfección y llegó a ser causa de salvación eterna para todos los que le obedecen.

EVANGELIO

ACLAMACIÓN AL EVANGELIO Flp. 2, 8-9

Cristo se humilló por nosotros hasta aceptar por obediencia la muerte, y muerte de cruz. Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre.

EVANGELIO

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 18, 1—19, 42

C.   Jesús fue con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón. Había en ese lugar un huerto y allí entró con ellos. Judas, el traidor, también conocía el lugar porque Jesús y sus discípulos se reunían allí con frecuencia. Entonces Judas, al frente de un destacamento de soldados y de los guardias designados por los sumos sacerdotes y los fariseos, llegó allí con faroles, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que le iba a suceder, se adelantó y les preguntó:

+     ¿A quién buscan?

C.   Le respondieron:

S.    A Jesús, el Nazareno.

C.   Él les dijo:

+     Soy Yo.

C.   Judas, el que lo entregaba estaba con ellos. Cuando Jesús les dijo: Soy yo, ellos retrocedieron y cayeron en tierra. Les preguntó nuevamente:

+     ¿A quién buscan?

C.   Le dijeron:

S.    A Jesús, el Nazareno.

C.   Jesús repitió:

+     Ya les dije que soy Yo. Si es a mí a quien buscan, dejen que estos se vayan.

C.   Así debía cumplirse la palabra que Él había dicho: No he perdido a ninguno de los que me confiaste. Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja derecha. El servidor se llamaba Malco. Jesús dijo a Simón Pedro:

+     Envaina tu espada. ¿Acaso no beberé el cáliz que me ha dado el Padre?

C.     El destacamento de soldados, con el tribuno y los guardias judíos, se apoderaron de Jesús y lo ataron. Lo llevaron primero ante Anás, porque era suegro de Caifás, Sumo Sacerdote aquel año. Caifás era el que había aconsejado a los judíos: Es preferible que un solo hombre muera por el pueblo.

C.   Entre tanto, Simón Pedro, acompañado de otro discípulo, seguía a Jesús. Este discípulo, que era conocido del Sumo Sacerdote, entró con Jesús en el patio del Pontífice, mientras Pedro permanecía afuera, en la puerta. El otro discípulo, el que era conocido del Sumo Sacerdote, salió, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La portera dijo entonces a Pedro:

S.    ¿No eres tú también uno de los discípulos de ese hombre?

C.   Él le respondió:

S.    No lo soy.

C.   Los servidores y los guardias se calentaban junto al fuego, que habían encendido porque hacía frío. Pedro también estaba con ellos, junto al fuego. El Sumo Sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de su enseñanza. Jesús le respondió:

+     He hablado abiertamente al mundo; siempre enseñé en la sinagoga y en el Templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada en secreto. ¿Por qué me interrogas a mí? Pregunta a los que me han oído qué les enseñé. Ellos saben bien lo que he dicho.

C.   Apenas Jesús dijo esto, uno de los guardias allí presentes le dio una bofetada, diciéndole:

S.    ¿Así respondes al Sumo Sacerdote?

C.   Jesús le respondió:

+     Sí he hablado mal, muestra en qué ha sido; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?

C.   Entonces Anás lo envió atado ante el Sumo Sacerdote Caifás. Simón Pedro permanecía junto al fuego. Los que estaban con él le dijeron:

S.    ¿No eres tú también uno de sus discípulos?

C.   Él lo negó y dijo:

S.      No lo soy.

C.   Uno de los servidores del Sumo Sacerdote, pariente de aquél al que Pedro había cortado la oreja, insistió:

S.    ¿Acaso no te vi con Él en la huerta?

C.      Pedro volvió a negarlo, y en seguida cantó el gallo.

C.   Desde la casa de Caifás llevaron a Jesús al pretorio. Era de madrugada. Pero ellos no entraron en el pretorio, para no contaminarse y poder así participar en la comida de Pascua. Pilato salió adonde estaban ellos y les preguntó:

S.    ¿Qué acusación traen contra este hombre?

C.   Ellos respondieron:

S.    Si no fuera un malhechor, no te lo hubiéramos entregado.

C.   Pilato les dijo:

S.    Tómenlo y júzguenlo ustedes mismos, según la ley que tienen.

C.   Los judíos le dijeron:

S.    A nosotros no nos está permitido dar muerte a nadie.

C.   Así debía cumplirse lo que había dicho Jesús cuando indicó cómo iba a morir. Pilato volvió a entrar en el pretorio, llamó a Jesús y le preguntó:

S.    ¿Eres Tú el rey de los judíos?

C.   Jesús le respondió:

+     ¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?

C.   Pilato replicó:

S.    ¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que has hecho?

C.   Jesús respondió:

+     Mi realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que Yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de aquí.

C.   Pilato le dijo:

S.    ¿Entonces Tú eres rey?

C.   Jesús respondió:

+     Tú lo dices: Yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz.

C.   Pilato le preguntó:

S.    ¿Qué es la verdad?

C.   Al decir esto, salió nuevamente a donde estaban los judíos y les dijo:

S.    Yo no encuentro en Él ningún motivo para condenarlo. Y ya que ustedes tienen la costumbre de que ponga en libertad a alguien, en ocasión de la Pascua, ¿quieren que suelte al rey de los judíos?

C.   Ellos comenzaron a gritar, diciendo:

S.    ¡A Él no, a Barrabás!

C.   Barrabás era un bandido.

C.   Entonces Pilato tomó a Jesús y lo azotó. Los soldados tejieron una corona de espinas y se la pusieron sobre la cabeza. Lo revistieron con un manto púrpura, y acercándose, le decían:

S.    ¡Salud, rey de los judíos!

C.   Y lo abofeteaban. Pilato volvió a salir y les dijo:

S.    Miren, lo traigo afuera para que sepan que no encuentro en Él ningún motivo de condena.

C.   Jesús salió, llevando la corona de espinas y el manto púrpura. Pilato les dijo:

S.    ¡Aquí tienen al hombre!

C.   Cuando los sumos sacerdotes y los guardias lo vieron, gritaron:

S.    ¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!

C.   Pilato les dijo:

S.    Tómenlo ustedes y crucifíquenlo. Yo no encuentro en Él ningún motivo para condenarlo.

C.   Los judíos respondieron:

S.    Nosotros tenemos una Ley, y según esa Ley debe morir porque Él pretende ser Hijo de Dios.

C.   Al oír estas palabras, Pilato se alarmó más todavía. Volvió a entrar en el pretorio y preguntó a Jesús:

S.    ¿De dónde eres Tú?

C.   Pero Jesús no le respondió nada. Pilato le dijo:

S.    ¿No quieres hablarme? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y también para crucificarte?

C.   Jesús le respondió:

+     Tú no tendrías sobre mí ninguna autoridad, si esta ocasión no la hubieras recibido de lo alto. Por eso, el que me ha entregado a ti ha cometido un pecado más grave.

C.   Desde ese momento, Pilato trataba de ponerlo en libertad. Pero los judíos gritaban:

S.    Si lo sueltas, no eres amigo del César, porque el que se hace rey se opone al César.

C.   Al oír esto, Pilato sacó afuera a Jesús y lo hizo sentar sobre un estrado, en el lugar llamado el Empedrado, en hebreo, Gábata.

Era el día de la Preparación de la Pascua, alrededor del mediodía. Pilato dijo a los judíos:

S.    Aquí tienen a su rey.

C.   Ellos vociferaban:

S.    ¡Sácalo! ¡Sácalo! ¡Crucifícalo!

C.   Pilato les dijo:

S.    ¿Voy a crucificar a su rey?

C.   Los sumos sacerdotes respondieron:

S.    No tenemos otro rey que el César.

C.   Entonces Pilato se lo entregó para que lo crucificaran, y ellos se lo llevaron.

C.   Jesús, cargando sobre sí la cruz, salió de la ciudad para dirigirse al lugar llamado del Cráneo, en hebreo Gólgota. Allí lo crucificaron; y con Él a otros dos, uno a cada lado y Jesús en el medio. Pilato redactó una inscripción que decía: Jesús el Nazareno, rey de los judíos, y la colocó sobre la cruz.

Muchos judíos leyeron esta inscripción, porque el lugar donde Jesús fue crucificado quedaba cerca de la ciudad y la inscripción estaba en hebreo, latín y griego. Los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato:

S.    No escribas: “El rey de los judíos”, sino: Éste ha dicho: Yo soy el rey de los judíos”.

C.   Pilato respondió:

S.    Lo escrito, escrito está.

C.   Después que los soldados crucificaron a Jesús, tomaron sus vestiduras y las dividieron en cuatro partes, una para cada uno. Tomaron también la túnica, y como no tenía costura, porque estaba hecha de una sola pieza de arriba abajo, se dijeron entre sí:

S.    No la rompamos. Vamos a sortearla, para ver a quién le toca.

C.   Así se cumplió la Escritura que dice: Se repartieron mis vestiduras y sortearon mi túnica. Esto fue lo que hicieron los soldados.

C.   Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien Él amaba, Jesús le dijo:

+     Mujer, aquí tienes a tu hijo.

C.   Luego dijo al discípulo:

+     Aquí tienes a tu madre.

C.   Y desde aquella Hora, el discípulo la recibió como suya.

C.   Después, sabiendo que ya todo estaba cumplido, y para que la Escritura se cumpliera hasta el final, Jesús dijo:

+     Tengo sed.

C.   Había allí un recipiente lleno de vinagre; empaparon en él una esponja, la ataron a una rama de hisopo y se la acercaron a la boca. Después de beber el vinagre, dijo Jesús:

+     Todo se ha cumplido.

C.   E inclinando la cabeza, entregó el espíritu.

C.   Era el día de la Preparación de la Pascua. Los judíos pidieron a Pilato que hiciera quebrar las piernas de los crucificados y mandara retirar sus cuerpos, para que no quedaran en la cruz durante el sábado, porque ese sábado era muy solemne.

Los soldados fueron y quebraron las piernas a los dos que habían sido crucificados con Jesús. Cuando llegaron a Él, al ver que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con la lanza, y en seguida brotó sangre y agua.

El que vio esto lo atestigua: su testimonio es verdadero y él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean. Esto sucedió para que se cumpliera la Escritura que dice:

No le quebrarán ninguno de sus huesos. Y otro pasaje de la Escritura, dice:

Verán al que ellos mismos traspasaron.

C.   Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús -pero secretamente, por temor a los judíos- pidió autorización a Pilato para retirar el cuerpo de Jesús. Pilato se la concedió, y él fue a retirarlo.

Fue también Nicodemo, el mismo que anteriormente había ido a verlo de noche, y trajo una mezcla de mirra y áloe, que pesaba unos treinta kilos. Tomaron entonces el cuerpo de Jesús y lo envolvieron con vendas, agregándole la mezcla de perfumes, según la costumbre de sepultar que tienen los judíos.

En el lugar donde lo crucificaron había una huerta y en ella, una tumba nueva, en la que todavía nadie había sido sepultado. Como era para los judíos el día de la Preparación y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.

La reflexión del padre Adalberto Sierra

El amor auténtico es aquel que supera la prueba del dolor, y cuanto mayor es el dolor que debe superar tanto mayor es la calidad que dicho amor demuestra. Esto es justo lo que los cristianos celebramos el Viernes Santo: que Jesús pasa la prueba del dolor, de la humillación, del desprecio e incluso de ser considerado un maldito de Dios por las máximas autoridades religiosas, para dar testimonio del amor del Padre por todos, incluidos sus verdugos.
Ese es el «amor más grande» (cf. Jn 15,13).

1. Primera lectura (Isa 52,13-53,13).
El Señor invita a fijar la mirada en su Siervo y anuncia algo inaudito (e inadmisible entonces): la salvación a través del sufrimiento. En el cántico se aduce una serie de hechos que corresponden a la vida del Siervo:
Su nacimiento: vino al mundo como un ser insignificante; su sufrimiento: padeció desprecio, dolor, desdoro (maldición), culpación, injusticia; su condena y muerte: enjuiciado y sentenciado contra todo derecho; su sepultura: sepultado como un desecho, sin honores, como un malvado; su exaltación: el Señor miró el dolor y la humillación que su Siervo aceptó padecer por los otros, y lo rehabilitó dándole vida, honor y dicha.

2. Segunda lectura (Heb 4,14-16; 5,7-9).
Como auténtico Sumo Sacerdote, y en oposición a los así llamados en la religión judía, Jesús ingresa en el ámbito divino y les ofrece a sus seguidores la seguridad de gozar de la benevolencia divina. Igual a los hombres en todo lo humano (lo cual excluye el pecado, porque es inhumano), les ofrece a todos misericordia para el pasado y ayuda para el presente y el futuro.
Como experimentó la fragilidad humana y a través de ella maduró como hijo, con su amor superó la prueba del dolor. Así aprendió el ser «hijo», amando. Dios acogió su oración librándolo, no de morir, sino de la muerte, y de un modo definitivo. Esto es lo que lo lleva a la perfección, a su plena realización, y por eso es causa de «salvación definitiva», es decir, de vida eterna, para todos sus seguidores. Así como él testimonió el amor del Padre a despecho del sufrimiento, hasta la muerte, del mismo modo llama a los suyos a lograr su propia realización personal siguiendo sus pasos, que conducen al Padre. Por eso él es Sumo Sacerdote, porque realmente lleva hasta Dios.

3. Evangelio (Jn 18,1-19,42).
Los hechos históricos no se explican por sí solos. Es el ser humano quien les asigna explicación analizándolos y determinando sus causas y consecuencias. Lo que nosotros llamamos «la pasión de Jesús» tiene varias maneras de ser explicado:
a) Según las autoridades religiosas de la época, fue una hábil maniobra por la cual se deshicieron de un «impostor» manipulando la masa y, aprovechándose de la debilidad del régimen ocupante, conjuraron un peligro inminente para el templo y su organización social (cf. 11,47-53).
b) Según el procurador romano, fue un procedimiento rutinario –uno de tantos– por el cual él se desembarazó de un «agitador» que perturbaba la «pax romana» en el ámbito de su jurisdicción, complació a los dirigentes del pueblo y garantizó la permanencia del imperio en la región.
c) Según el seguidor de Jesús, es vigorosa denuncia del sistema religioso y político (el «mundo») que se confabuló contra Jesús porque él perjudicaba sus mezquinos intereses con el anuncio de la buena noticia del reinado de Dios como Padre. Y aquí encontramos dos ópticas: los evangelios sinópticos contrastan la injusticia del régimen con la inocencia de Jesús; en tanto que en Juan se presentan los hechos desde la perspectiva de Jesús: su claridad con respecto del «mundo», su seguridad en el amor del Padre, y su voluntad de entrega para –con dicha entrega– dar testimonio del amor del Padre y denunciar la inhumanidad del «mundo». La visión sinóptica la meditamos el domingo anterior; esta última la meditaremos hoy.
1. Introducción (18,1-27).
• Jesús enfrenta la violencia sin recurrir a ella; Pedro, que recurre a ella, le tiene miedo.
• Jesús se entrega y, por eso, Pedro lo niega. Él quiere que Jesús haga uso de la violencia.
2. La realeza y el reinado de Jesús (18,28-40).
• Jesús es condenado, aunque ninguno quiere asumir la responsabilidad de su condena. Ni Caifás («opresor») ni Pilato («armado de jabalina») quieren tomar la decisión (28-33).
• El poder que domina y violenta es enemigo de Dios y de la humanidad. Jesús no se apoya en él sino en el ansia y en la experiencia de vida. No tiene súbditos sino seguidores libres (33-38).
• Los poderosos se entienden más fácilmente con los violentos que con Jesús. La opción de ellos por Barrabás es coherente con su manera de ser y de actuar (38-40).
• En la tortura de Jesús los mismos torturadores, sin darse cuenta, desprestigien el poder que los respalda. Se burlan de su ideal de rey, no del propuesto y encarnado por Jesús (19,1-3).
• La verdadera realeza no radica en la popularidad, sino en el amor de Jesús y en su libertad. Por ser libre es dueño de sí mismo y capaz de darse por amor (4-8).
• El poder religioso (los sumos sacerdotes) resulta ser más injusto e implacable que el poder civil (el procurador romano), pero este es débil porque quiere complacer al César (9-12).
• Los dirigentes judíos optan por el César (que es un opresor) porque Jesús (liberador) revela un Dios de amor que no les permite seguir oprimiendo (13-16).
• Dos lo siguieron al principio (1,37), dos hombres ahora mueren con él en la cruz (19,16-18).
• Jesús, nuevo código de relación con Dios, o sea, de alianza; él es la nueva Escritura (19-22).
3. El reino de Jesús (19,23-27).
• El letrero de la Cruz en tres idiomas indica la universalidad del reinado de Jesús (19-22).
• El reparto del manto en cuatro partes representa la universalidad de su reino (23).
• La preservación de la túnica sin romperla indica la unidad de ese reino de Jesús (24).
• En su reino, la madre de Jesús, la comunidad judía, es acogida como madre (25-27).
4. La muerte de Jesús (19,28-42).
• Con su entrega de amor, Jesús lleva la condición humana hasta su cumbre, haciendo al hombre capaz de amar como Dios y de comunicar el Espíritu (28-30).
• Jesús, en la cruz, muestra la gloria de Dios y es fuente de vida (el Espíritu: «sangre-agua») para todos los que le den su adhesión (31-37).
• El verdadero discípulo pasa su prueba de autenticidad en la actitud ante la muerte de Jesús (38).
• Nicodemo no cree en la resurrección de Jesús, por eso lleva esa enorme cantidad de mixturas para perfumar un cadáver y evitar el mal olor. Si tuviera fe, habría llevado simplemente un poco de perfume de nardo, como había dicho Jesús en la cena de Betania (39-42; cf. 12,7).

Esta narración de la pasión –según Juan– no es la descripción de un escenario humillante para conmover al lector, es más bien una puesta en escena que desacredita el prestigio del poder. Jesús subvierte los valores del sistema, y así pone en evidencia el auténtico sentido de su realeza y, por contraste, la perversidad de los poderes opresores.
La comunión eucarística de este día nos pone en comunión con Jesús en ese mismo propósito. El solo testimonio del amor del Padre, sin recurso a «machete» alguno (cf. Jn 18,10), basta para vencer «el mundo». El hombre desapegado puede ser generoso, libre para darse, libre para amar. La entrega de Jesús en la cruz, que ratifica su entrega a lo largo de su vida entera, la renovamos hoy como memoria y la asumimos como compromiso. Al comulgar, declaramos públicamente que el mundo nuevo, el reino de Dios, no se realizará por las vías del poder, sino por la entrega de amor, y aceptamos la invitación de Jesús a solidarizarnos con él en su testimonio de amor.

Detalles

Fecha:
15 abril, 2022
Categoría del Evento: