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ORACIÓN POR EL SÍNODO DE LA SINODALIDAD

Estamos ante ti, Espíritu Santo, reunidos en tu nombre.
Tú que eres nuestro verdadero consejero: ven a nosotros, apóyanos, entra en nuestros corazones. Enséñanos el camino, muéstranos cómo alcanzar la meta. Impide que perdamos el rumbo como personas débiles y pecadoras.
No permitas que la ignorancia nos lleve por falsos caminos.
Concédenos el don del discernimiento, para que no dejemos que nuestras acciones se guíen por perjuicios y falsas consideraciones.
Condúcenos a la unidad en ti, para que no nos desviemos del camino de la verdad y la justicia, sino que en nuestro peregrinaje terrenal nos esforcemos por alcanzar la vida eterna. Esto te lo pedimos a ti, que obras en todo tiempo y lugar, en comunión con el Padre y el Hijo por los siglos de los siglos. Amén.

 

Exhortación Apostólica Laudate Deum | Síntesis y reflexión del Cardenal Luis José Rueda Aparicio

 

San José Patrono de la Iglesia universal

 
 
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Viernes Santo.

Primera lectura

Lectura del libro de Isaías (52,13–53,12):

Mirad, mi siervo tendrá éxito, subirá y crecerá mucho. Como muchos se espantaron de él, porque desfigurado no parecía hombre, ni tenía aspecto humano, así asombrará a muchos pueblos, ante él los reyes cerrarán la boca, al ver algo inenarrable y contemplar algo inaudito. ¿Quién creyó nuestro anuncio? ¿A quién se reveló el brazo del Señor. Creció en su presencia como brote, como raíz en tierra árida, sin figura, sin belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultan los rostros, despreciado y desestimado. Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado pero él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron. Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino; y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes. Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca; como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca. Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron, ¿quién meditó en su destino? Lo arrancaron de la tierra de los vivos, por los pecados de mi pueblo lo hirieron. Le dieron sepultura con los malvados, y una tumba con los malhechores, aunque no había cometido crímenes ni hubo engaño en su boca. El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como expiación; verá su descendencia, prolongará sus años, lo que el Señor quiere prosperará por su mano. Por los trabajos de su alma verá la luz, el justo se saciará de conocimiento. Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos. Le daré una multitud como parte, y tendrá como despojo una muchedumbre. Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los pecadores, él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 30,2.6.12-13.15-16.17.25

R/. Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu

A ti , Señor, me acojo:
no quede yo nunca defraudado;
tú, que eres justo, ponme a salvo.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás. R/.

Soy la burla de todos mis enemigos,
la irrisión de mis vecinos,
el espanto de mis conocidos;
me ven por la calle, y escapan de mí.
Me han olvidado como a un muerto,
me han desechado como a un cacharro inútil. R/.

Pero yo confío en ti, Señor,
te digo: «Tú eres mi Dios.»
En tu mano están mis azares;
líbrame de los enemigos que me persiguen. R/.

Haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.
Sed fuertes y valientes de corazón,
los que esperáis en el Señor. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta a los Hebreos (4,14-16;5,7-9):

Mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos un sumo sacerdote grande, que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de Dios. No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo exactamente como nosotros, menos en el pecado. Por eso, acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente. Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte, cuando en su angustia fue escuchado. Él, a pesar de ser Hijo, aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna.

Palabra de Dios

Evangelio

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Juan (18,1–19,42):

C. En aquel tiempo, salió Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos. Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo allí con sus discípulos. Judas entonces, tomando la patrulla y unos guardias de los sumos sacerdotes y de los fariseos, entró allá con faroles, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que venía sobre él, se adelantó y les dijo:
+ «¿A quién buscáis?»
C. Le contestaron:
S. «A Jesús, el Nazareno.»
C. Les dijo Jesús:
+ «Yo soy.»
C. Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles: «Yo soy», retrocedieron y cayeron a tierra. Les preguntó otra vez:
+ «¿A quién buscáis?»
C. Ellos dijeron:
S. «A Jesús, el Nazareno.»
C. Jesús contestó:
+ «Os he dicho que soy yo. Si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos»
C. Y así se cumplió lo que había dicho: «No he perdido a ninguno de los que me diste.» Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro:
+ «Mete la espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?»
C. La patrulla, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, lo ataron y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, sumo sacerdote aquel año; era Caifás el que había dado a los judíos este consejo: «Conviene que muera un solo hombre por el pueblo.» Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote, mientras Pedro se quedó fuera a la puerta. Salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La criada que hacía de portera dijo entonces a Pedro:
S. «¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?»
C. Él dijo:
S. «No lo soy.»
C. Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose. El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de la doctrina. Jesús le contestó:
+ «Yo he hablado abiertamente al mundo; yo he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada a escondidas. ¿Por qué me interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, de qué les he hablado. Ellos saben lo que he dicho yo.»
C. Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaban allí le dio una bofetada a Jesús, diciendo:
S. «¿Así contestas al sumo sacerdote?»
C. Jesús respondió:
+ «Si he faltado al hablar, muestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me pegas?»
C. Entonces Anás lo envió atado a Caifás, sumo sacerdote. Simón Pedro estaba en pie, calentándose, y le dijeron:
S. «¿No eres tú también de sus discípulos?»
C. Él lo negó, diciendo:
S. «No lo soy.»
C. Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro le cortó la oreja, le dijo:
S. «¿No te he visto yo con él en el huerto?»
C. Pedro volvió a negar, y enseguida cantó un gallo. Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era el amanecer, y ellos no entraron en el pretorio para no incurrir en impureza y poder así comer la Pascua. Salió Pilato afuera, adonde estaban ellos, y dijo:
S. «¿Qué acusación presentáis contra este hombre?»
C. Le contestaron:
S. «Si éste no fuera un malhechor, no te lo entregaríamos.»
C. Pilato les dijo:
S. «Lleváoslo vosotros y juzgadlo según vuestra ley.»
C. Los judíos le dijeron:
S. «No estamos autorizados para dar muerte a nadie.»
C. Y así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba a morir. Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo:
S. «¿Eres tú el rey de los judíos?»
C. Jesús le contestó:
+ «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?»
C. Pilato replicó:
S. «¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?»
C. Jesús le contestó:
+ «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.»
C. Pilato le dijo:
S. «Conque, ¿tú eres rey?»
C. Jesús le contestó:
+ «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.»
C. Pilato le dijo:
S. «Y, ¿qué es la verdad?»
C. Dicho esto, salió otra vez adonde estaban los judíos y les dijo:
S. «Yo no encuentro en él ninguna culpa. Es costumbre entre vosotros que por Pascua ponga a uno en libertad. ¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?»
C. Volvieron a gritar:
S. «A ése no, a Barrabás.»
C. El tal Barrabás era un bandido. Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Y los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le echaron por encima un manto color púrpura; y, acercándose a él, le decían:
S. «¡Salve, rey de los judíos!»
C. Y le daban bofetadas. Pilato salió otra vez afuera y les dijo:
S. «Mirad, os lo saco afuera, para que sepáis que no encuentro en él ninguna culpa.»
C. Y salió Jesús afuera, llevando la corona de espinas y el manto color púrpura. Pilato les dijo:
S. «Aquí lo tenéis.»
C. Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron:
S. «¡Crucifícalo, crucíficalo!»
C. Pilato les dijo:
S «Lleváoslo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro culpa en él.»
C. Los judíos le contestaron:
S «Nosotros tenemos una ley, y según esa ley tiene que morir, porque se ha declarado Hijo de Dios.»
C. Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más y, entrando otra vez en el pretorio, dijo a Jesús:
S. «¿De dónde eres tú?»
C. Pero Jesús no le dio respuesta. Y Pilato le dijo:
S. «¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y autoridad para crucificarte?»
C. Jesús le contestó:
+ «No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te la hubieran dado de lo alto. Por eso el que me ha entregado a ti tiene un pecado mayor.»
C. Desde este momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos gritaban:
S. «Si sueltas a ése, no eres amigo del César. Todo el que se declara rey está contra el César.»
C. Pilato entonces, al oír estas palabras, sacó afuera a Jesús y lo sentó en el tribunal, en el sitio que llaman “el Enlosado” (en hebreo Gábbata). Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo Pilato a los judíos:
S. «Aquí tenéis a vuestro rey.»
C. Ellos gritaron:
S. «¡Fuera, fuera; crucifícalo!»
C. Pilato les dijo:
S. «¿A vuestro rey voy a crucificar?»
C. Contestaron los sumos sacerdotes:
S. «No tenemos más rey que al César.»
C. Entonces se lo entregó para que lo crucificaran. Tomaron a Jesús, y él, cargando con la cruz, salió al sitio llamado «de la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos.» Leyeron el letrero muchos judíos, porque estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús, y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato:
S. «No, escribas: “El rey de los judíos”, sino: “Éste ha dicho: Soy el rey de los judíos.”»
C. Pilato les contestó:
S. «Lo escrito, escrito está.»
C. Los soldados, cuando crucificaron a Jesús, cogieron su ropa, haciendo cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin costura, tejida toda de una pieza de arriba abajo. Y se dijeron:
S. «No la rasguemos, sino echemos a suerte, a ver a quién le toca.»
C. Así se cumplió la Escritura: «Se repartieron mis ropas y echaron a suerte mi túnica». Esto hicieron los soldados. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de María, la Magdalena. Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre:
+ «Mujer, ahí tienes a tu hijo.»
C. Luego, dijo al discípulo:
+ «Ahí tienes a tu madre.»
C. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa. Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura dijo:
+ «Tengo sed.»
C. Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo:
+ «Está cumplido.»
C. E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu. Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que también vosotros creáis. Esto ocurrió para que se cumpliera la Escritura: «No le quebrarán un hueso»; y en otro lugar la Escritura dice: «Mirarán al que atravesaron.» Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo clandestino de Jesús por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo. Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo vendaron todo, con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto un sepulcro nuevo donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los judíos era el día de la Preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.

Palabra del Señor


La reflexión del padre Adalberto, nuestro vicario general

Viernes Santo.
El amor auténtico es aquel que supera la prueba del dolor, y cuanto mayor es el dolor que debe superar tanto mayor es la calidad que dicho amor demuestra. Esto es justo lo que los cristianos celebramos el Viernes Santo: que Jesús pasa la prueba del dolor, de la humillación, del desprecio e incluso de ser considerado un maldito de Dios por las máximas autoridades religiosas, para dar testimonio del amor del Padre por todos, incluidos sus verdugos.
Ese es el «amor más grande» (cf. Jn 15,13).
1. Primera lectura (Is 52,13-53,13).
El Señor invita a fijar la mirada en su Siervo y anuncia algo inaudito (e inadmisible entonces): la salvación a través del sufrimiento. En el cántico se aduce una serie de hechos que corresponden a la vida del Siervo:
• Nacimiento: vino al mundo como un ser insignificante.
• Sufrimiento: padeció desprecio, dolor, desdoro (maldición), culpación, injusticia.
• Condena y muerte: fue enjuiciado y sentenciado contra todo derecho.
• Sepultura: fue sepultado como un desecho, sin honores, como un malvado.
• Exaltación: El Señor miró el dolor y la humillación que su Siervo aceptó padecer por los otros, y lo rehabilitó dándole vida, honor y dicha.
2. Segunda lectura (Heb 4,14-16; 5,7-9).
Como auténtico Sumo Sacerdote, y en oposición a los así llamados en la religión judía, Jesús ingresa en el ámbito divino y les ofrece a sus seguidores la seguridad de gozar de la benevolencia divina. Igual a los hombres en todo lo humano (lo cual excluye el pecado, porque es inhumano), le ofrece a todos misericordia para el pasado y ayuda para el presente y el futuro.
Como experimentó la fragilidad humana y a través de ella maduró como hijo, con su amor superó la prueba del dolor. Así aprendió el ser «hijo», amando. Dios acogió su oración librándolo, no de morir, sino de la muerte, y de un modo definitivo. Esto es lo que lo lleva a la perfección, a su plena realización, y por eso es causa de «salvación definitiva», es decir, de vida eterna, para todos sus seguidores. Así como él testimonió el amor del Padre a despecho del sufrimiento, hasta la muerte, del mismo modo llama a los suyos a lograr su propia realización personal siguiendo sus pasos, que conducen al Padre. Por eso él es Sumo Sacerdote, porque realmente lleva hasta Dios.
3. Evangelio (Jn 18,1-19,42).
Los hechos históricos no se explican por sí solos. Es el ser humano quien les asigna explicación analizándolos y determinando sus causas y consecuencias.
Lo que nosotros llamamos «la pasión de Jesús» tiene varias explicaciones:
a) Para las autoridades religiosas de la época, fue una hábil maniobra por la cual se deshicieron de un «impostor» manipulando la masa y aprovechando la debilidad del régimen ocupante.
b) Para el procurador romano, fue un procedimiento rutinario –uno de tantos– por el cual él se desembarazó de un «agitador» que perturbaba la «pax romana» en el ámbito de su jurisdicción.
c) Para el seguidor de Jesús, es vigorosa denuncia del sistema religioso-político (el «mundo») que se confabuló contra Jesús porque él perjudicaba sus intereses con el anuncio de la buena noticia del reinado de Dios como Padre. Y aquí hay dos ópticas: los evangelios sinópticos contrastan la injusticia del régimen con la inocencia de Jesús; en tanto que Juan presenta los hechos desde la perspectiva de Jesús: su claridad con respecto del «mundo», su seguridad en el amor del Padre, y su voluntad de entrega para –con dicha entrega– dar testimonio del amor del Padre y denunciar la inhumanidad del «mundo».
1. Introducción (18,1-27).
• Jesús enfrenta la violencia sin recurrir a ella, Pedro, que recurre a ella, le tiene miedo.
• Jesús se entrega y, por eso, Pedro lo niega. Él quiere que Jesús haga uso de la violencia.
2. La realeza y el reinado de Jesús (18,28-40).
• Jesús es condenado, aunque ninguno quiere asumir la responsabilidad de su condena. Ni Caifás («opresor») ni Pilato («armado de jabalina») quieren tomar la decisión (28-33).
• El poder que domina y violenta es enemigo de Dios y de la humanidad. Jesús no se apoya en él sino en el ansia y en la experiencia de vida. No tiene súbditos sino seguidores libres (33-38).
• Los poderosos se entienden más fácilmente con los violentos que con Jesús. La opción de ellos por Barrabás es coherente con su manera de ser y de actuar (38-40).
• En la tortura de Jesús los mismos torturadores, sin darse cuenta, desprestigien el poder que los respalda. Se burlan de su ideal de rey, no del propuesto y encarnado por Jesús (19,1-3).
• La verdadera realeza no radica en la popularidad, sino en el amor de Jesús y en su libertad. Por ser libre es dueño de sí mismo y capaz de darse por amor (4-8).
• El poder religioso (los sumos sacerdotes) resulta ser más injusto e implacable que el poder civil (el procurador romano), pero este es débil por querer complacer al César (9-12).
• Los dirigentes optan por el César (que es opresor) porque Jesús (liberador) revela un Dios de amor que no les permite seguir oprimiendo (13-16).
• Dos lo siguieron al principio (1,37), dos hombres ahora mueren con él en la cruz (19,16-18).
• Jesús, nuevo código de relación con Dios, o sea, de alianza; él es la nueva Escritura (19-22).
3. El reino de Jesús (19,23-27).
• El letrero de la Cruz en tres idiomas indica la universalidad del reinado de Jesús (19-22).
• El reparto del manto en cuatro partes representa la universalidad de su reino (23).
• La preservación de la túnica sin romperla indica la unidad de ese reino de Jesús (24).
• Y en ese reino la comunidad judía, personificada por la madre de Jesús, es acogida como madre de la comunidad cristiana (25-27).
4. La muerte de Jesús (19,28-30).
• Con su entrega de amor, Jesús lleva la condición humana hasta su cumbre, haciendo al hombre capaz de amar como Dios (28-30).
• Jesús en la cruz muestra la gloria de Dios y es fuente de vida (el Espíritu) para todos los que le den su adhesión (31-37).
• La fe pasa su prueba de autenticidad en la actitud ante la muerte de Jesús (38).
• Nicodemo no cree en la resurrección de Jesús, por eso lleva esa enorme cantidad de mixturas para perfumar un cadáver y evitar el mal olor. Si tuviera fe, habría llevado simplemente un poco de perfume de nardo, como había dicho Jesús en la cena de Betania (39-42; cf. 12,7).
La narración de la pasión –según Juan– no es la descripción de un escenario humillante para conmover al lector, es más bien una puesta en escena que desacredita el prestigio del poder. Jesús subvierte los valores del sistema, y así pone en evidencia el auténtico sentido de su realeza y, por contraste, la perversidad de los poderes opresores.
La comunión eucarística de este día nos pone en comunión con Jesús en ese mismo propósito. El solo testimonio del amor del Padre, sin recurso a «machete» alguno (cf. Jn 18,10), basta para vencer «el mundo». El hombre desapegado puede ser generoso, libre para darse, libre para amar. La entrega de Jesús en la cruz, que ratifica su entrega a lo largo de su vida entera, la renovamos hoy como memoria y la asumimos como compromiso. Al comulgar, declaramos públicamente que el mundo nuevo, el reino de Dios, no se realizará por las vías del poder, sino por la entrega de amor, y aceptamos la invitación de Jesús a solidarizarnos con él en su testimonio de amor.
Feliz Viernes Santo.

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Fecha:
19 abril, 2019
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