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Oración por el Papa León XIV

Señor, te pedimos por el Papa León XIV, a quien Tú elegiste como sucesor de Pedro y pastor de tu Iglesia. Cuida su salud, ilumina su inteligencia, fortalece su espíritu, defiéndelo de las calumnias y de la maldad.

Concédele valor y amor a tu pueblo, para que sirva con fidelidad a toda la Iglesia unida. Que tu misericordia le proteja y le conforte. Que el testimonio de tus fieles le anime en su misión, protegiendo siempre a la Iglesia perseguida y necesitada.

Que todos nos mantengamos en comunión con él por el vínculo de la unidad, el amor y la paz. Concédenos la gracia de amar, vivir y propagar con fidelidad sus enseñanzas.

Que encuentre en María el santo y seña de tu Amor.

Tú que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos.

Amén

Padrenuestro. Avemaría y Gloria.

 

Congreso Diocesano de Familias 2025 – Enseñanza 1 – Pbro. Carlos Yepes

 

Audiencia General 21 de mayo de 2025- Papa León XIV

 

Cuaresma 2025: Mensaje de Mons. José Clavijo Méndez.

 
 
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XIV Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C

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Primera lectura

Lectura de la profecía de Isaías (66,10-14c):

Festejad a Jerusalén, gozad con ella,
todos los que la amáis;
alegraos de su alegría,
los que por ella llevasteis luto;
mamaréis a sus pechos
y os saciaréis de sus consuelos,
y apuraréis las delicias
de sus ubres abundantes.
Porque así dice el Señor:
«Yo haré derivar hacia ella,
como un río, la paz,
como un torrente en crecida,
las riquezas de las naciones.
Llevarán en brazos a sus criaturas
y sobre las rodillas las acariciarán;
como a un niño a quien su madre consuela,
así os consolaré yo,
y en Jerusalén seréis consolados.
Al verlo, se alegrará vuestro corazón,
y vuestros huesos florecerán como un prado,
se manifestará a sus siervos la mano del Señor».

Palabra de Dios

Salmo

Sal 65

R/. Aclamad al Señor, tierra entera.

V/. Aclamad al Señor, tierra entera;
tocad en honor de su nombre,
cantad himnos a su gloria.
Decid a Dios: «¡Qué temibles son tus obras!». R/.

V/. Que se postre ante ti la tierra entera,
que toquen en tu honor,
que toquen para tu nombre.
Venid a ver las obras de Dios,
sus temibles proezas en favor de los hombres. R/.

V/. Transformó el mar en tierra firme,
a pie atravesaron el río.
Alegrémonos en él,
que con su poder gobierna eternamente. R/.

V/. Los que teméis a Dios, venid a escuchar,
os contaré lo que ha hecho conmigo.
Bendito sea Dios, que no rechazó mi súplica,
ni me retiró su favor. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta de san Pablo a los Gálatas (6,14-18):

Hermanos:
Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo está crucificado para mí, y yo para el mundo.
Pues lo que cuenta no es la circuncisión ni la incircuncisión, sino la nueva criatura.
La paz y la misericordia de Dios vengan sobre todos los que se ajustan a esta norma; también sobre el Israel de Dios.
En adelante, que nadie me moleste, pues yo llevo en mi cuerpo las marcas de Jesús.
La gracia de nuestro Señor Jesucristo esté con vuestro espíritu, hermanos. Amén.

Palabra de Dios

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Lucas (10,1-12.17-20):

EN aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos, y los mandó delante de él, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía:
«La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies.
¡Poneos en camino! Mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no saludéis a nadie por el camino.
Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros.
Quedaos en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan: porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa en casa.
Si entráis en una ciudad y os reciben, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya en ella, y decidles:
“El reino de Dios ha llegado a vosotros”.
Pero si entráis en una ciudad y no os reciben, saliendo a sus plazas, decid: “Hasta el polvo de vuestra ciudad, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que el reino de Dios ha llegado”.
Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para esa ciudad».
Los setenta y dos volvieron con alegría diciendo:
«Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre».
Él les dijo:
«Estaba viendo a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado el poder de pisotear serpientes y escorpiones y todo poder del enemigo, y nada os hará daño alguno. Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo».

Palabra del Señor


La reflexión del padre Adalberto, nuestro vicario general

XIV Domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo C.
Después de la respuesta positiva por parte de los samaritanos a la propuesta directa que Jesús les hizo del nuevo modelo humano, del nuevo rostro de Dios y del nuevo ideal de convivencia, él creó un nuevo grupo misionero, este más numeroso, para enviarlo a hacer dicha propuesta. El número de los enviados –cifra obviamente simbólica– oscila entre 70 y 72. «Setenta» se pensaba que era el número de las naciones del mundo; esta cifra indicaría la misión universal. «Setenta y dos» –seis veces doce– indicaría que se trata de las restantes naciones, y que Israel completaría la cifra total –siete veces doce– de las naciones a las que está destinada la buena noticia. Ambas cifras vienen a simbolizar la misma intención misionera universal.
Lc 10,1-12.17-20.
En el texto del evangelio propuesto para este domingo se pueden distinguir dos momentos:
• El envío del grupo de 70 o 72 discípulos y las instrucciones a los mismos por parte de Jesús.
• El regreso de la misión y el parte de «misión cumplida» entregado por los misioneros a Jesús.
1. La misión.
Estamos en territorio samaritano, en donde las adhesiones a Jesús han ido en aumento a causa de la atracción que ejercen su persona y su propuesta. Ahora él designa y envía por delante otro grupo, aún más numeroso, con una misión semejante a la de los Doce, que habían fracasado. Y les da instrucciones aún más detalladas:
• De entrada, declara que ya la humanidad está madura para la buena noticia, y que son pocos los «braceros» para anunciarla. Teniendo en cuenta lo anterior, la insuficiencia de braceros no es tanto problema de cantidad cuanto de calidad. El mensaje requiere hombres nuevos, como lo es «el Hijo del Hombre» Por eso, hacen falta hombres que se pongan a disposición de Dios, como Jesús en su bautismo (cf. Lc 3,21-22), para recibir el Espíritu y poder anunciar esa buena noticia.
• La misión implica un desarraigo («¡en marcha!»). El Hijo del Hombre es desprendido, sin meta terrena alguna, pero no sin objetivo definido. Su propósito es transformar personas y sociedades. Y esta tarea exige proceder de forma sensata y coherente. Es preciso portarse con humildad y mansedumbre en un mundo de rivalidades y hostilidades («como corderos entre lobos»). Por eso son «pocos» los braceros, porque pocos están dispuestos a la conquista mansa del mundo.
• La nueva sociedad se fundamenta en una confianza que está por encima de los vínculos de la clase o del linaje. Por eso, no hay que cifrar la propia seguridad en el dinero, sino en la dignidad humana: ni andar como mendigos, con «alforjas», ni vestir o calzarse como ricos, con «sandalias». Y es tan urgente entregar la buena noticia que no se puede perder tiempo en formulismos para perpetuar las relaciones convencionales que se dan en las sociedades injustas.
• Dado que proponen el rostro paterno de Dios, el destino inicial son las familias, las «casas», ya que se trata de construir la fraternidad universal, la familia de Dios. Y allá hay que llegar como portadores de paz. Esto significa que lo primero que debe mostrar el misionero es el interés por la felicidad de la gente a la que se dirige su mensaje. Si son personas interesadas en la paz, serán acogedoras; si no, los discípulos no deberán renunciar a su condición de hombres de paz.
• En razón de esa fraternidad, los misioneros valorarán la hospitalidad que les ofrezcan, sin poner barreras por tabúes culturales, por ejemplo, de comidas o bebidas, y no serán pretenciosos («no andar cambiando de casa»). En caso de ser acogidos por una población entera, han de integrarse en la convivencia social, dignificar a sus excluidos («curen a los enfermos…»), y de esta forma anunciar el reinado de Dios. La nueva sociedad generará bienestar para todos, sin exclusiones.
• En caso de rechazo colectivo, hay que dejarles claro a sus autores qué es lo que rechazan y de qué se privan. Porque, al rechazar la realización del reinado de Dios –que es incontenible–, esas poblaciones se condenarían a un destino peor que el de Sodoma.
2. El reporte de la misión.
Los misioneros regresaron alegres y ponderando lo bien que les fue: «¡hasta los demonios se nos someten por tu nombre!». También los que creían honrar a sus dioses con la violencia («lobos») aceptaron el mensaje de los mensajeros de paz («corderos») y depusieron su hostilidad.
Jesús declara que eso era lo previsto, que el enemigo del hombre y de Dios («Satanás»), el que tienta con el poder y la riqueza, se precipitara a tierra como un rayo tras la aceptación de la buena noticia por parte de los hombres. El poder y la riqueza pierden su prestigio divino y se acaba así su tiranía sobre la humanidad. Jesús da esa «autoridad» a los suyos para desacreditar ídolos. Sus discípulos pueden despreciar («pisotear») la mentira («serpientes») y la violencia («escorpiones») que dominan el mundo, y «no les harán daño alguno». Los poderes opresores quedan notificados con toda claridad, no como cuando los Doce causaron confusión (cf. Lc 9,7-9). En tanto que los Doce no pudieron expulsar un demonio (cf. Lc 9,37-42), los 70 (o 72) sí. Y, en vez de pedir que un rayo caiga y aniquile a los hombres, como querían los Doce (cf. Lc 9,54), lo que hay que pedir es que el poder divinizado de Satanás pierda su disfraz y su engañoso prestigio.
Sin embargo, la alegría de los misioneros no debe apoyarse en el éxito de la misión (a veces puede fracasar), sino en haber aceptado el reinado de Dios y en ser ciudadanos de su reino. Sea que los acojan o los rechacen, la alegría de los discípulos se cifra en lo que son, y no en lo que hacen.
La misión es hoy la misma de ayer, y no es hoy más ardua o más fácil que ayer. Si somos fieles a las instrucciones de Jesús, estamos seguros de que, con éxito o fracaso, tenemos motivos más que suficientes para sentirnos confiados y contentos. La presencia de Jesús en la historia señaló el punto sin retorno de madurez de la humanidad para que se realice en ella el propósito divino. Solo se requiere abrirse al Espíritu de Dios, como Jesús en su bautismo, para convertirse también uno en «hijo del hombre» capaz de crear sociedades nuevas, donde el supremo valor sea la dignidad humana, y el objetivo fundamental sea la felicidad humana. Eso nos dará la certeza de anunciar el reinado de Dios y construir en la tierra su reino.
Satanás se agazapa en los alardes de poder que dividen y enfrentan a los hombres, incluso usando lenguaje y ropaje religioso. Y eso es fácil de reconocer «por su fruto» (cf. Lc 6,44). Si caemos en su juego no es por inexpertos, sino porque nos «seduce» (cf. Mc 4,19).
La misión se alimenta en la eucaristía y a ella conduce, así como la eucaristía nos reenvía a ella. Que la celebración eucarística dominical nos estimule para salir con nuevos bríos a anunciar la buena noticia. La humanidad está madura y esperando.
Feliz día del Señor.

Detalles

Fecha:
7 julio, 2019
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