En el contexto de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que se desarrolla en el Vaticano desde este 4 de octubre. En esta fase, uno de los elementos que más se ha destacado ha destacado es el uso de la “Conversación Espiritual” como un método de discernimiento comunitario.
Este enfoque, basado en la escucha activa y receptiva, ha facilitado el diálogo fraterno y el discernimiento en diferentes espacios de la Iglesia Católica. De hecho, en la reciente Asamblea Plenaria del Episcopado Colombiano desarrollada en el pasado mes de julio, esta metodología fue usada por los obispos para discernir y trabajar sobre el tema de la misericordia.
La Conversación Espiritual es una experiencia compartida de escucha desde la voz del Espíritu Santo, que fomenta la disposición en clave de oración para entender lo que Dios está comunicando a través de la palabra, la vida y el testimonio de los demás.
El objetivo de esta metodología es crear una atmósfera de confianza y acogida, para que las personas puedan expresarse con mayor libertad. Esto ayuda a tomar en serio lo que ocurre en su interior al escuchar a los demás y al hablar. En última instancia, esta atención interior los hace más conscientes de la presencia y la participación del Espíritu Santo en el proceso de compartir y discernir.
En esta primera fase, el señor Cardenal Luis José Rueda Aparicio y la hermana Gloria Liliana Franco Echeverri, presidenta de la Confederación Caribeña y Latinoamericana de Religiosas y Religiosos, comparten mesa de trabajo.
Al tercer día de esta primera fase de la asamblea, desde su experiencia, el purpurado colombiano explica la forma en que se está empezando a desarrollar esta metodología.
Se forman grupos pequeños de 11 o 12 personas de distintos lugares del mundo, agrupados por criterio temático y criterio de idiomas, cada uno con un coordinador y un secretario.
Se plantean preguntas clave para guiar la conversación, como las intuiciones que surgen después de leer la síntesis universal del Sínodo. La idea es que cada miembro hable sobre los sentimientos experimentados durante el momento de oración personal. No se trata de ideas sobre el tema, sino de sentimientos.
La conversación se divide en tres rondas en las cuales entre cada ronda hay silencio y oración.
En la primera, los participantes comparten sus sentimientos experimentados durante la oración personal y de lo que piensa y ha traído de su país. En la segunda ronda, se expresa sobre lo que más les llamó la atención y los conmovió. Por último, en la tercera ronda dialogamos juntos a partir de lo que ha surgido previamente para discernir y recoger el fruto de la conversación en el Espíritu: reconocer intuiciones y convergencias; identificar discordancias, obstáculos y nuevas preguntas; dejar que surjan voces proféticas. Es importante que todos puedan sentirse representados por el resultado del trabajo.
El señor Cardenal Luis José Rueda afirmó que “la experiencia sinodal parte de un yo, cuando compartimos lo nuestro, de un tú, cuando valoramos lo que hemos escuchado y de un nosotros para construir en comunidad”.
Además, “Sí nosotros logramos hacer de esa metodología un estilo de las parroquias, de las pequeñas comunidades, de las diócesis, entonces nos dejaremos guiar por el Espíritu santo. La sinodalidad de esa manera se convierte en un estilo de vida; la “Conversación de la Espiritualidad” más que una metodología es una espiritualidad”, añade el presidente del Episcopado Colombiano.
El silencio juega un papel crucial en la “Conversación Espiritual”, permitiendo expresar emociones indecibles y alegrías que trascienden las palabras. El papa Francisco ha subrayado la importancia del silencio en la vida del creyente, en la Iglesia y en el camino hacia la unidad cristiana.
Este enfoque permite que diversas voces y necesidades de la Iglesia sean escuchadas y autorizadas, creando un espacio donde nadie prevalece sobre los demás y se busca la voluntad divina en conjunto.
La implementación de la “Conversación Espiritual” en el Sínodo de la Sinodalidad fortalece el diálogo fraterno y enriquece el proceso de discernimiento en la Iglesia Católica. Este método refleja el espíritu sinodal de caminar juntos, como Pueblo de Dios.