El Pontífice ha llegado como peregrino a las tierras del Santo confesor y ha puesto en su cripta un objeto significativo y simbólico
Ary Waldir Ramos Díaz | Mar 17, 2018
El papa Francisco ha visitado este sábado 17 de marzo la tumba de San Pío, en el marco de su peregrinaje a San Giovanni Rotondo, tierra del Santo en el centenario de las apariciones de las estigmas permanentes y en el 50 aniversario de la muerte.
El Papa ha puesto una estola encima de la cripta de cristal como símbolo de la confesión, allí ha rezado ante el cuerpo del fraile capuchino, y en un gesto para recordar la memoria de Padre Pío muerto el 23 de septiembre de 1968.
El papa Bergoglio ha manifestado en más de una ocasión su respeto y admiración por Padre Pío. En efecto, al final del Año Jubilar (2015/2016), Francisco quizo que se hiciera honor de la llegada de San Pío a San Giovanni Rotondo hace cien años.
El papa también había enviado al cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación para la Causas de los Santos a San Giovanni Rotondo, Italia, para presidir el 28 de julio 2017, la ceremonia de clausura del Año Jubilar en honor del centenario de la llegada de San Padre Pío a ese lugar, meta de peregrinaje de miles de personas de todo el mundo.
El 5 de febrero de 2016, los restos del famoso capuchino habían llegado al Vaticano para ser presentados a la veneración de los fieles durante casi una semana como parte del Jubileo de la misericordia.
Así, el 17 de marzo 2018, el Papa Francisco se presentó como peregrino ante la última morada del fraile.
Francisco durante el Año Santo destacó a Padre Pío como un ejemplo de sacerdote confesor y un “servidor de la misericordia”, a tiempo completo, practicando a veces hasta el cansancio “el apostolado de la escucha” y de la oración. De ahí propuso a la Iglesia de escuchar más hasta apagar los juicios fáciles.
San Pío ha sido un fraile Capuchino que se dedicó a la salvación de las almas. Nació en 1887, se unió a la Orden Capuchino a los 15 años antes de ser ordenado sacerdote en 1910 y fue enviado el 28 de julio de 1916 al convento de San Giovanni Rotondo, donde permaneció hasta su muerte.
En 1918, después de una misa, recibió las estigmas de Cristo. Heridas que llevaba en las manos, los pies y el pecho y lo acompañaron por más de 50 años, lo que atraería a una multitud de periodistas y médicos. Pero, especialmente ha traído a muchos fieles.