En su espacio radial Palabras del pastor, que se emite de lunes a viernes de 6:30 a 7:00 de la mañana por Radio Piragua, la emisora diocesana de Sucre, monseñor José reveló a los oyentes uno de sus sueños para la Diócesis de Sincelejo.
“Sueño con eso: ojalá nuestra Diócesis envíe algún día muchos misioneros a muchas partes de Colombia y del mundo. Hoy somos nosotros los beneficiados de diócesis que nos envían misioneros. Por ejemplo, la Diócesis de Sonsón –por la que pedimos en este día muy especialmente– nos manda misioneros, porque nos faltan vocaciones, pero tiene que llegar el día en que nosotros enviemos misioneros”, manifestó nuestro obispo.
Monseñor agregó que, sea bajo su episcopado o el de otro obispo, se deben convocar y conformar equipos misioneros integrados por sacerdotes, seminaristas, religiosos, familias y jóvenes que digan: “Queremos ir como comunidad o como equipo misionero. Envíennos a donde necesiten gente para la misión”.
“Qué bueno que nuestra Diócesis llegue a esa madurez. Algún día llegará. Tengo esa confianza y se lo pido al Señor constantemente”, resaltó el prelado.
El mitrado insistió en la oración por las vocaciones porque “no es lamentándonos de que no hay vocaciones como vamos a resolver el problema”, sino “doblando rodillas y orando”.
“Es un deber de todo cristiano ser misionero”
A propósito de octubre, mes que la Iglesia universal dedica a las misiones, monseñor José señaló que todo cristiano debería hacer experiencia misionera y pidió replantear el concepto de “misionero”.
“Costumbres de otras épocas nos dejaron muy metida en la cabeza la idea de misionero un poco extraña: misionero es un joven o una joven que Dios llama de una manera especial, va y se mete a una comunidad misionera, esa comunidad lo prepara con los estudios y lo manda, con un morral al hombro y una cruz a modo de bastón, al África, India, Australia o a las selvas del Amazonas”, recordó.
Con esa imagen de misionero, añadió, “eran unos pocos los valientes que renunciaban a su familia, a sus comodidades, a su lengua, a su país, a su comida, sus amigos, a su música, para irse a lugares extrañísimos donde corría el peligro de que los nativos se lo comieran en un almuerzo, o, por lo menos, le hicieran maldades hasta cansarlo y morir mártir, víctima de una tribus indígenas”.
“Esta imagen romanticoide, que, en realidad no es una imagen sino una caricatura del misionero, desvirtúa el concepto de la misión. Por eso, el papa Francisco, desde el comienzo de su pontificado, empezó a hablarnos de una Iglesia misionera, en salida misionera”, reflexionó monseñor.
Y, a manera de anécdota, contó que a veces hay expresiones que sorprenden, como la de un sacerdote que trabajaba ocasionalmente en un seminario y quien, al hablar de las misiones, dijo: “No. Es que yo soy diocesano, no soy misionero”.
“Sepan que ahí lo traicionó una mentalidad muy metida en el fondo, porque si él hubiera pensado, a la luz del (Concilio) Vaticano II –en el que encontramos dos grandes documentos sobre las misiones en los que se nos dice qué son las misiones y que hay que cambiar este concepto de misiones tan extraño, de que hay que cambiar este concepto por el concepto de la Iglesia y de que toda la Iglesia es misionera –este sacerdote, si hubiera pensado un poquito su respuesta brusca, espontanea… Botó lo que tenía realmente por dentro como mentalidad”, rememoró nuestro obispo.
Por último, enfatizó en que toda vocación en la Iglesia tiene que recuperar su sentido de misión, sin importar nuestro estado vocacional: laico, sacerdote, religioso, seminarista.