A los sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas, seminaristas, pequeñas comunidades, grupos apostólicos, familias y demás fieles de la Iglesia Católica que peregrina en el departamento de Sucre y la Diócesis de Sincelejo.
Se produjo un gran desconcierto porque todos, incluidos los Apóstoles y los discípulos, esperaban y casi aseguraban que, en el último instante, el Maestro haría un chasquido con los dedos y aparecerían miríadas de ángeles que con espadas de fuego arrojarían a los romanos del territorio y rescatarían el glorioso reino de David, entronizarían a Jesús, y él entonces se proclamaría, por ser descendiente del rey David, Mesías y Salvador; su reinado traería una nueva época de paz y prosperidad y la nación llegaría a ser una potencia mundial a la que acudirían gentes de todos los pueblos, reinos y lenguas. Pero no fue así, sino que se entregó mansamente en manos del sanedrín y del tribunal de Poncio Pilato y tras ser condenado a la cruz por blasfemo y rebelde, murió y fue sepultado.
Sus discípulos, incluidos los once Apóstoles, emprendieron la huida y dejaron solo al Maestro. Apenas de lejos, muy de lejos, Juan, Pedro y algunas mujeres seguían el desarrollo de los acontecimientos. Muchos de ellos, como los de Emaús, frustrados y pesarosos por los años perdidos y los sueños truncados, decidieron retornar a su vida de antes para volver a comenzar de cero (Lc 24,13-25).
Ninguno había tomado en serio las muchas veces que el Señor les había anunciado que todas estas cosas iban a pasar, pero que él resucitaría de entre los muertos (Mt 16,21; 17,22; 20,18-19 y paralelos en los sinópticos); ninguno de ellos había cambiado su manera anterior de pensar, a pesar de los esfuerzos del Señor durante el tiempo de discipulado, para que cambiaran esas expectativas temporales y abrieran su mentalidad a una realidad totalmente nueva que él había venido a inaugurar, y que empezaría con ellos su «pequeño rebaño», su pequeña comunidad (Lc 12,32).
Durante los días transcurridos de este tiempo pascual, la liturgia diaria y sobre todo la de los domingos, nos ha ido anunciando y nos ha estado invitando a contemplar activamente y no solo como espectadores, el retorno de todos a la comunidad, gracias a que el mismo Señor resucitado los fue trayendo uno a uno por el camino del retorno (en hebreo שׁוב, que es la palabra hebrea usada por los profetas para llamar a la conversión y fue traducida en los evangelios al griego como μετάνοια, que significa cambio de mentalidad o cambio de paradigma). Una síntesis de la palabra proclamada durante este tiempo pascual nos permite ver un proceso muy claro que llevó a los discípulos al encuentro con esta novedosa realidad del reino de Dios: desencanto, dispersión, encuentro con el resucitado, conversión, regreso a la comunidad, últimos encuentros formativos con el Señor, retiro de preparación en el Cenáculo, efusión del Espíritu Santo, anuncio testimonial, formación de comunidades, misión a los confines de la tierra, transformación de las realidades temporales y sociales. El culto era importante, pero era apenas un aspecto del proceso integral.
La contingencia por la pandemia nos ha recluido durante muchos días, que vemos alargarse hacia un futuro cada vez más incierto, mientras se paralizan todos nuestros planes y proyectos en lo personal de cada uno, en lo familiar, en lo laboral, en lo económico y también en lo pastoral, y no podemos dejar de preguntarnos: ¿qué seguirá?, ¿cómo será el futuro: un regreso a lo mismo de antes, o una entrada a una realidad totalmente nueva a la que no sabremos cómo enfrentarnos? Los de Emaús habían decidido que volverían a las mismas cosas de antes, pero el Señor mismo se les interpuso en el camino, hizo arder su corazón y los llevó a ser protagonistas de una realidad totalmente nueva, de la que él les había hablado insistentemente durante años, pero ellos no le habían entendido; y lo mismo les pasó a los demás. Por eso, con la muerte del Señor todas sus ilusiones quedaron sencillamente en eso: ¡Pura ilusión! ¿Permitiremos nosotros que nos suceda de esa misma manera o, por el contrario, es el momento (kairós) de entrar en los caminos suyos que no son como los nuestros y en los pensamientos suyos que no son como los nuestros (Is 55, 8), de cesar de hacer las mismas cosas inútiles y frustrantes que veníamos haciendo y dejarnos llevar sin ningún miedo por el viento del Espíritu a donde él quiera conducir a su Iglesia? (Jn 3, 7-8). Estos días de cuarentena son muy propicios para un discernimiento serio que nos lleve a interpretar los signos de los tiempos nuevos. Esta será, sin ninguna duda, la etapa que se nos abre para el Sínodo Diocesano con el que todos tenemos una gran responsabilidad.
Siento un enorme agradecimiento porque, hasta ahora, el Señor no ha permitido que el contagio llegue a nuestro territorio departamental. Me conmueve esa misericordiosa predilección y ahora que se nos viene el mes de mayo, mes de nuestra madre y Señora, tendremos que reforzar nuestra oración para que, con su maternal ayuda, pongamos una barrera impenetrable que impida el ingreso de tan grave pandemia. Súplica ferviente ante la angustiosa situación por la que están atravesando departamentos vecinos, la nación y el mundo entero. Nuestra fe y nuestra oración tienen mucha fuerza y por eso vamos a pedir con insistencia la pronta desaparición de este virus de nuestro planeta, para que podamos reabrir nuestros templos, celebrar los sacramentos y continuar con nuestros procesos evangelizadores y pastorales. Invito a todas las familias y a todos en la familia a unirse con fe a esta campaña de oración.
La prolongación de la cuarentena y los análisis que hacen los expertos presagian, desde las perspectivas humanas más mesuradas y prudentes, un tiempo imprevistamente largo, de varios meses, seguramente, para un posible, lento y gradual retorno a la normalidad, y no se puede prever cuándo se puedan volver a efectuar reuniones masivas en locales cerrados. En consecuencia, el culto, y algunos eventos de pastoral, tal como los veníamos haciendo, no serán factibles en un corto o mediano plazo. Este es un hecho que tenemos que asumir.
Ante estas perspectivas, durante la primera cuarentena que acaba de terminar, hemos venido a muchos niveles, con mucha creatividad y conscientes de que, con oportunidad o sin ella, nuestra misión no se puede parar y hemos asistido a nuestros fieles y a nuestros hermanos con múltiples iniciativas, aprendiendo y perfeccionando técnicas de comunicación y de información modernas, usando las redes sociales, ofreciendo oportunidades de participar en la oración y en el culto por la vía virtual, conscientes de las limitaciones de este tipo de realizaciones, ya que, aunque la gente participe devotamente y haga la comunión espiritual en la misa, por estos medios no se puede recibir sacramentalmente el cuerpo del Señor y tampoco es fácil esa modalidad de participación por medio de pantallas electrónicas como si fuera un espectáculo de televisión. Pero, al menos, hemos contado con esas posibilidades para no perder nuestro contacto como miembros de una parroquia y de una diócesis.
Ante la posibilidad cierta de que la situación se prolongue por tiempo indeterminado, me permito hacer algunas sugerencias a los párrocos, a los demás sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas, seminaristas y líderes de comunidades y movimientos, para que las tengan en cuenta, las mejoren y las apliquen, según las posibilidades de cada grupo y de cada lugar.
1. No paralizar todas las actividades pastorales
Pequeñas comunidades, comunidades juveniles, grupos apostólicos, estudiantes ESPAC, consejos de pastoral, consejos económicos, asociaciones y hermandades: no creo que sea bueno suspender por más tiempo nuestros encuentros formativos y celebrativos. Hagamos el esfuerzo de utilizar las nuevas técnicas que nos permiten encontrarnos virtualmente por medio de aplicaciones, muchas de ellas gratuitas, utilizando computador, tableta o celular. Muchas comunidades y grupos lo vienen haciendo en diversos lugares. Las personas muy mayores que no saben manejar esas tecnologías se pueden hacer ayudar de los hijos, nietos o sobrinos, que son sumamente hábiles. Esa es una buena posibilidad de continuar nuestros encuentros de estudio y formación sin salir de nuestras casas. Los mismos sacerdotes pueden aprovechar esta posibilidad para acompañar a las comunidades y animarlas en sus encuentros, para reunir el consejo de pastoral, los responsables de sector, los catequistas y otras realidades pastorales, de modo que se minimice todo lo posible el efecto negativo de la cuarentena en la marcha de la pastoral. Aunque no podamos participar plenamente de la Eucaristía y los demás sacramentos, y nos duele que así tenga que ser, hay cosas que sí podemos hacer. Al fin y al cabo, durante muchos años comunidades enteras ubicadas en veredas muy alejadas, escasamente pueden acudir a la misa y celebrar los sacramentos una o dos veces en el año. No tenemos por qué quejarnos de que hace un mes estamos sin la misa. Pensemos un poco en ellas, que pasan meses y meses en parecidas condiciones.
2. Asistencia espiritual y caritativa a los sectores de la parroquia
Ningún decreto o resolución prohíbe ni impide la movilización de los sacerdotes menores de 70 años y sin morbilidad riesgosa y de algún auxiliar autorizado, siempre y cuando se observen escrupulosamente los cuidados sanitarios ya conocidos por todos. Los sacerdotes y sus auxiliares pueden, por tanto, desplazarse por el territorio de la parroquia llevando socorro material y espiritual a las personas. Muchos ya han hecho colectas de mercados y las han llevado a los más pobres, han pasado con las imágenes de la Santísima Virgen, del Señor y de los santos por las calles, parándose en lugares estratégicos para orar con la gente que permanece en sus casas, bendiciendo y alentando, llevando la palabra de Dios, la alegría y el consuelo a los cansados, enfermos y desanimados, y algo de comida y calor humano a los hambrientos y necesitados. No hay necesidad de mostrarse en las redes haciendo estas cosas, ya que, entre más escondidas, más le agradan al Señor. Las comunidades, grupos y movimientos de la parroquia ayuden a hacer estas campañas y llamen a los sacerdotes para que pasen a recoger lo que consigan. Este es un tiempo que reclama la solidaridad de todos. Muchos líderes de comunidades, valiéndose de altavoces y parlantes, han logrado convocar a sus vecinos a oración comunitaria en la cuadra. Eso hace parte de nuestra misión evangelizadora. Podemos también colaborar como voluntarios en actividades similares organizadas por otras iglesias, ONG, organizaciones sociales y/o gubernamentales. Es un buen tiempo para la unidad y la humanidad.
3. El mes de mayo en las parroquias
Muchos párrocos ya han programado actividades posibles para el mes de mayo, teniendo en cuenta que la cuarentena para niños, jóvenes, universitarios y mayores de 70 años está decretada hasta el 31 de mayo y que las actividades religiosas tradicionales están en veremos. La delegación diocesana de Animación Litúrgica de la Pastoral les enviará, durante la última semana de abril, unos subsidios de preparación para vivir intensamente el mes de María en las parroquias, y, del 1 al 20 de mayo, se estarán enviando unas ayudas para la oración del rosario en familia. Quiero pedir a cada familia que, unida a las demás familias de la Diócesis y del mundo católico, pidamos a Nuestra Señora su especial intervención para lograr prontamente el fin de la epidemia. El santo rosario, con las demás actividades que se proponen, no tarda más de media hora. Les pido a los niños y a los jóvenes que junto con sus familias recen, al menos, los treinta y un rosarios del mes. La oración familiar logrará lo que nuestras limitaciones humanas difícilmente lograrán, especialmente la unidad de la familia. El primero de mayo, el 31 y los sábados del mes, los sacerdotes pueden visitar los sectores con la imagen de la Virgen María, ayudando a las comunidades con su presencia pastoral y fortaleciendo las familias con la palabra de Dios, la bendición de los hogares y la asistencia espiritual. Otras sugerencias e indicaciones vendrán anotadas en los subsidios que se estarán enviando por los distintos chats disponibles para que se repliquen y lleguen al mayor número posible de familias en las parroquias.
Muchas personas se han comunicado conmigo para expresar su agradecimiento y su solidaridad, para manifestarme cuánto aprecian la valentía de los párrocos que están ahí en la parroquia prácticamente solos, pero pendientes de todo y de todos; para expresarme su compromiso de estar al tanto de las necesidades fundamentales de sus sacerdotes, especialmente de aquellos que no tienen otro ingreso que lo que la comunidad les comparte en las ofrendas de las misas que ahora no pueden celebrar con el pueblo; algunos sacerdotes me han llamado para contarme que la gente de su parroquia es muy solidaria y generosa con ellos, a pesar de las precariedades que todos están afrontando. Agradezco estos gestos de amor cristiano y exhorto a todos a continuarlos y fortalecerlos. No se trata solamente del sustento diario de los sacerdotes puesto que, además, todas las parroquias tienen gastos mensuales impostergables: nómina, servicios públicos que vienen con valor de estrato comercial, compromisos adquiridos y otros. La solidaridad de los fieles con las parroquias es absolutamente indispensable. Exhorto a las pequeñas comunidades, comités económicos y grupos apostólicos a organizarse y a asumir con sentido cristiano estas responsabilidades, y exhorto a los párrocos a reducir al máximo posible los gastos de las parroquias y el consumo de internet, de teléfono, de energía y de agua.
Confiamos a la Santísima Virgen María, patrona de la Diócesis en su advocación del inmaculado corazón, a cada persona, a cada familia, a cada comunidad religiosa, pequeña comunidad, grupo juvenil, movimiento apostólico, voluntariado católico, ministros extraordinarios de la comunión, COPPAS parroquial y tantas otras hermandades y asociaciones, y los bendigo a todos de corazón.
Sincelejo, 27 de abril de 2020
+JOSÉ CLAVIJO MÉNDEZ
Obispo de Sincelejo