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La Capilla La Sagrada Familia, del barrio Villa Juana de Sincelejo, orientada pastoralmente por la Parroquia San Antonio de Padua, tiene este año la gracia de contar con su obispo nueve días seguidos.

Monseñor José Clavijo Méndez escogió esa comunidad para prepararla con la celebración diaria de la eucaristía y luego rezar la novena de Navidad.

Los niños son los más alegres con la visita de su pastor. Lo esperan con cariño, le toman de la mano y le sonríen. Al irse, cuando ya cae la noche, le despiden con igual gozo y se les nota que pocos días han sido suficientes para darle un espacio en su corazón.

Son hermanos de un sector marginado, con poca atención del Estado. Y por tercer año consecutivo monseñor escoge un sector con estas características para celebrar el Adviento y la Navidad.

“Me gusta, para Semana Santa y Navidad, vincularme a un sector marginado, periférico de la ciudad, donde hay poca atención de las parroquias por las distancias y por la cantidad de oficios. Venir a acompañar las comunidades para que sientan también que el obispo es de ellos, que los quiere, y así formar mejor sentido de comunidad”, sostiene monseñor.

Hace tres años, monseñor estuvo en Villa Orieta y el pasado año en Villa Orieta.

Para Dios, todos somos iguales

La pobreza es una realidad en estas comunidades. Como cualquier ser humano, monseñor confiesa que siente impotencia por las muchas necesidades de nuestros hermanos.

“El Señor también dijo: -Pobres tendrán siempre con ustedes. Es la presencia de los pobres, que, para nosotros son pobres, porque medimos las cosas por medida económica. Para Dios, no son pobres, para él, todas las personas somos iguales. Nos vistamos como nos vistamos o tengamos los títulos que tengamos o no tengamos ninguno, todos somos hermanos”, nos enseña.

Una comunidad que nos necesita

Más allá de un regalo en Navidad para los niños, que viven el Adviento a su modo y ven en el mundo la expresión material como un aliciente imperativo, el mejor regalo que podemos dar esta y todas las navidades que queramos, es ayudar a terminar esta capilla que solo tiene un modesto techo y bancas.

Jesús es el mejor regalo para ellos. El papa Francisco nos lo enseña: “No les traigo oro ni plata, sino los más grande que se me ha dado: Jesucristo”, también a ejemplo de Pedro.