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ORACIÓN POR EL SÍNODO DE LA SINODALIDAD

Estamos ante ti, Espíritu Santo, reunidos en tu nombre.
Tú que eres nuestro verdadero consejero: ven a nosotros, apóyanos, entra en nuestros corazones. Enséñanos el camino, muéstranos cómo alcanzar la meta. Impide que perdamos el rumbo como personas débiles y pecadoras.
No permitas que la ignorancia nos lleve por falsos caminos.
Concédenos el don del discernimiento, para que no dejemos que nuestras acciones se guíen por perjuicios y falsas consideraciones.
Condúcenos a la unidad en ti, para que no nos desviemos del camino de la verdad y la justicia, sino que en nuestro peregrinaje terrenal nos esforcemos por alcanzar la vida eterna. Esto te lo pedimos a ti, que obras en todo tiempo y lugar, en comunión con el Padre y el Hijo por los siglos de los siglos. Amén.

 

Exhortación Apostólica Laudate Deum | Síntesis y reflexión del Cardenal Luis José Rueda Aparicio

 

San José Patrono de la Iglesia universal

 
 
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Jueves Después de Ceniza 03 de Marzo. Año Par

PRIMERA LECTURA

Yo pongo delante de ustedes la bendición y la maldición.

Lectura del libro del Deuteronomio 30, 15-20

Moisés habló al pueblo diciendo:

Hoy pongo delante de ti la vida y la felicidad, la muerte y la desdicha. Si escuchas los mandamientos del Señor, tu Dios, que hoy te prescribo, si amas al Señor, tu Dios, y cumples sus mandamientos, sus leyes y sus preceptos, entonces vivirás, te multiplicarás, y el Señor, tu Dios, te bendecirá en la tierra donde ahora vas a entrar para tomar posesión de ella.

Pero si tu corazón se desvía y no escuchas, si te dejas arrastrar y vas a postrarte ante otros dioses para servirlos, yo les anuncio hoy que ustedes se perderán irremediablemente, y no vivirán mucho tiempo en la tierra que vas a poseer después de cruzar el Jordán.

Hoy tomo por testigo contra ustedes al cielo y la tierra: yo he puesto delante de ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Elige la vida, y vivirás, tú y tus descendientes, con tal que ames al Señor, tu Dios, escuches su voz y le seas fiel. Porque de ello depende tu vida y tu larga permanencia en la tierra que el Señor juró dar a tus padres, a Abraham, a Isaac y a Jacob.

SALMO RESPONSORIAL 1, 1-4. 6

R/. ¡Feliz el que pone su confianza en el Señor!

¡Feliz el hombre que no sigue el consejo de los malvados, ni se detiene en el camino de los pecadores, ni se sienta en la reunión de los impíos, sino que se complace en la ley del Señor y, la medita de día y de noche!

Él es como un árbol plantado al borde de las aguas, que produce fruto a su debido tiempo, y cuyas hojas nunca se marchitan: todo lo que haga le saldrá bien.

No sucede así con los malvados: ellos son como paja que se lleva el viento. Porque el Señor cuida el camino de los justos, pero el camino de los malvados termina mal.

EVANGELIO

VERSÍCULO ANTES DEL EVANGELIO Mt 4,17

“Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca”, dice el Señor.

EVANGELIO

El que pierda su vida por mí la salvará.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 9, 22-25

Jesús dijo a sus discípulos:

“El Hijo del hombre debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día”.

Después dijo a todos: “El que quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la salvará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si se pierde o se arruina a sí mismo?”


La reflexión del padre Adalberto Sierra

Cuando Jesús advierte: «el que no está conmigo, está contra mí; y el que no reúne conmigo, dispersa», lo hace en un contexto bien preciso. Aclara que no cabe neutralidad alguna cuando se trata de la libertad y la vida del ser humano. Él encarna en sí la acción liberadora y salvadora de Dios, en tanto que la institución político-religiosa que constantemente se le enfrenta encarna la actividad represora del «fuerte» (Satanás). Así que solo caben dos opciones: o con él, a favor de la libertad y la vida humanas, o contra él, a favor de la opresión y la represión del ser humano. De eso realmente se trata, no de una postura intransigente y fanática.
Una vez planteada la exigencia de sinceridad, escucha y conversión que reclama este tiempo de Cuaresma, sale a relucir la disyuntiva fundamental. El hombre es libre para decidir su destino, pero su libertad puede verse limitada por la mentira y por la violencia del sistema sociocultural que lo envuelve. Toca revisar los criterios con los que se valora la realidad.

1. Primera lectura (Deu 30,15-20).
Dos pares de opuestos sirven para expresar que Dios reconoce al ser humano libertad para que decida su propio futuro. Y un tercer par desempeña un papel notarial. La vida y el bien se oponen a la muerte y el mal; y la tierra y el cielo sirven de testigos. Obsérvese que la vida no se opone al bien, así como la muerte no es opuesta al mal, pero los dos pares se oponen entre sí –la vida con la muerte, el bien con el mal–, en tanto que «cielo y tierra» se oponen indicando totalidad.
1.1. La vida y el bien.
Más que de «obedecer», el escritor habla de «escuchar» los mandatos del «Señor tu Dios» –el que los sacó de Egipto–, «mandatos» que se resumen en amar al Señor liberador y salvador, seguir sus caminos (de éxodo) y guardar sus preceptos –el mandamiento aceptado consiste en escuchar la voz del Señor (cf. 30,10-14)–, el pueblo obtendrá la vida, el crecimiento y la bendición para sí y para la tierra que habrá de poseer como espacio de libertad. Se trata de una escucha atenta que culmina con un asentimiento libre que conduce a la plena realización personal y comunitaria.
1.2. La muerte y el mal.
Si su corazón se aparta del Señor y no lo escucha, sino que les rinde homenaje a los ídolos –que servían de pretexto a los paganos para justificar la opresión de sus propias gentes–, el futuro es sombrío: muerte sin remedio. «Apartar» el corazón del Señor es dejarse engañar («seducir») por los razonamientos idólatras. De ahí viene que el hombre no «escuche». El cumplimiento de la promesa (pasar el Jordán y entrar en la tierra prometida) no impedirá que ese mal los alcance. Al poco tiempo, el proceso de muerte desatado por la idolatría causará la ruina del pueblo entero.
1.3. Los testigos.
El cielo y la tierra –es decir, el universo, la creación entera– son testigos de que el Señor ha dado al hombre esa libertad y ha dejado su futuro en sus propias manos. La exhortación a elegir la vida ateniéndose a lo antes dicho, y la mención de los tres primeros patriarcas, Abraham, Isaac y Jacob, deja ver que ese testimonio del cielo y la tierra se verifica en la historia. La libertad que el Señor reconoce no es neutralidad: Dios exhorta al pueblo a elegir la vida que es su don.

2. Evangelio (Lc 9,22-25).
Jesús anuncia su muerte como consecuencia de su praxis liberadora. Contrario a lo previsible, va a ser rechazado y condenado por «los buenos», es decir, los representantes del pueblo y de Dios (senadores, sumos sacerdotes, letrados), porque ellos apartaron su corazón del Señor. Pero Dios lo reivindicará anulando la sentencia de muerte. Así quedará claro quién estaba de parte del Dios liberador y salvador, y quién en contra suya.
Ahora se dirige «a todos». Siempre lo hace, aunque hable directamente a un grupo, ya que él no tiene enseñanzas ocultas. Pero, cuando se precisa que habla «a todos», se pone mayor énfasis en la validez universal de sus palabras. Jesús hace una invitación y da sus razones para justificarla. La invitación contiene tres elementos, y la justifica con tres argumentos de orden racional, no con argumentos de autoridad (el leccionario omite el tercero).
2.1. La libertad.
Jesús se dirige a hombres libres, a los que pueden decidir porque están en capacidad de hacerlo: «si alguien quiere…». La actitud que se adopte en relación con él y con su propuesta no es forzada: ni por engaño, ni por miedo, ni por halago, es interior y exteriormente libre.
2.2. La opción.
Negarse a sí mismo consiste en enfrentarse a los propios miedos, al egoísmo y a la intimidación para asumir los valores de Jesús. El inconsciente que no razona, el que les teme a los poderosos, o el que prospera a su sombra, no es libre para optar, no es dueño de sí mismo.
2.3. Las consecuencias.
Adherirse a Jesús es asumir como propio su destino: por un lado, comprometido con el Dios liberador; por el otro, rechazado por los causantes del sufrimiento y de la opresión. Y esto debe ser fuente de felicidad, porque así la persona siente que se realiza.
Exigencias tan radicales pudieran parecer irracionales, arbitrarias o idealistas, nada ceñidas a la realidad concreta de los seres humanos en este mundo, en donde la supervivencia es tan difícil. Por eso él da tres razones:
a) Intentar poner a salvo la vida lejos de él es como confiarle al ladrón el más preciado tesoro. Solo Jesús puede garantizar la vida de modo definitivo, lo demás resulta ilusorio.
b) Las riquezas, el poder y la gloria humana se alcanzan al costo de la propia vida. Pero no hay riqueza, ni poder ni prestigio que restituyan la vida perdida. Él, en cambio, sí la restituye.
c) Quien se desvincule de él por vergüenza ante los poderosos, se avergonzará de sí mismo al ver a Jesús reivindicado por el Padre. Ningún fracaso mayor que ese (v. 26, omitido).
Porque Jesús no da abrumadores argumentos de autoridad, sino de razón, deja en libertad al ser humano para seguirlo, para decidir su propio futuro y alcanzar así la verdadera vida.

La decisión más importante que debemos tomar es qué hacer con nuestra propia vida. Y, aunque la tomemos de una vez para siempre, necesitamos verificarla cada cierto tiempo para confirmarla o para rectificarla, porque está en juego nuestro más preciado valor. Ese es el objetivo de este tiempo de cuaresma: verificar que –luego de haber optado por seguir a Jesús– seguimos en su camino. Y, como es posible que nos engañemos a nosotros mismos o nos dejemos engañar, nos sometemos con sinceridad a una rigurosa verificación, escuchando su mensaje y mirándonos en él, como en un espejo, para comprobar si, como él, nos parecemos al Padre.
Hay situaciones dilemáticas que parecieran no dejar alternativa. Por ejemplo, un trabajador o un contratista que no vea más opción que abandonar su trabajo o hacerse cómplice de una red de corrupción. Esos dilemas muestran que nos falta «escuchar al Señor», no que se hubieran agotado las alternativas. El discernimiento comunitario es necesario en estos casos.
Los sacramentos nos sirven para abandonar los atajos o para recuperar el camino perdido. Las prácticas de piedad, particularmente la via crucis, deben estimularnos al seguimiento libre y alegre del Señor. Y la frecuente celebración de la eucaristía nos dará fuerza para afianzar los pasos que vayamos dando en el camino de la vida. El Señor –liberador y salvador– estará con nosotros ayudándonos a elegir el bien y la vida, y a apartarnos del mal y de la muerte.

Detalles

Fecha:
3 marzo, 2022
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