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ORACIÓN POR EL SÍNODO DE LA SINODALIDAD

Estamos ante ti, Espíritu Santo, reunidos en tu nombre.
Tú que eres nuestro verdadero consejero: ven a nosotros, apóyanos, entra en nuestros corazones. Enséñanos el camino, muéstranos cómo alcanzar la meta. Impide que perdamos el rumbo como personas débiles y pecadoras.
No permitas que la ignorancia nos lleve por falsos caminos.
Concédenos el don del discernimiento, para que no dejemos que nuestras acciones se guíen por perjuicios y falsas consideraciones.
Condúcenos a la unidad en ti, para que no nos desviemos del camino de la verdad y la justicia, sino que en nuestro peregrinaje terrenal nos esforcemos por alcanzar la vida eterna. Esto te lo pedimos a ti, que obras en todo tiempo y lugar, en comunión con el Padre y el Hijo por los siglos de los siglos. Amén.

 

Exhortación Apostólica Laudate Deum | Síntesis y reflexión del Cardenal Luis José Rueda Aparicio

 

San José Patrono de la Iglesia universal

 
 
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Jueves Santo

Misa Crismal

PRIMERA LECTURA

El Señor me ha ungido.

Él me envió a llevar la buena noticia a los pobres y a darles el óleo de la alegría.

Lectura del libro de Isaías   61, 1-3a. 6a. 8b-9

El espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Él me envió a llevar la buena noticia a los pobres, a vendar los corazones heridos, a proclamar la liberación a los cautivos y la libertad a los prisioneros, a proclamar un año de gracia del Señor, un día de venganza para nuestro Dios; a consolar a todos los que están de duelo, a cambiar su ceniza por una corona, su ropa de luto por el óleo de la alegría, y su abatimiento por un canto de alabanza.

Y ustedes serán llamados Sacerdotes del Señor, se les dirá Ministros de nuestro Dios. Les retribuiré con fidelidad y estableceré en favor de ellos una alianza eterna. Su descendencia será conocida entre las naciones, y sus vástagos, en medio de los pueblos: todos los que los vean, reconocerán que son la estirpe bendecida por el Señor.

SALMO RESPONSORIAL   88, 21-22. 25. 27

R/. Cantaré eternamente tu amor, Señor.

Encontré a David, mi servidor, y lo ungí con el óleo sagrado, para que mi mano esté siempre con él y mi brazo lo haga poderoso.

Mi fidelidad y mi amor lo acompañarán, su poder crecerá a causa de mi Nombre: Él me dirá: Tú eres mi padre, mi Dios, mi Roca salvadora.

SEGUNDA LECTURA

Hizo de nosotros un Reino sacerdotal para Dios, su Padre.

Lectura del libro del Apocalipsis   1, 4b-8

Llegue a ustedes la gracia y la paz de parte de Aquél que es, que era y que viene, y de los siete espíritus que están delante de su trono, y de Jesucristo, el Testigo fiel, el Primero que resucitó de entre los muertos, el Rey de los reyes de la tierra. Él nos amó y nos purificó de nuestros pecados, por medio de su sangre, e hizo de nosotros un Reino sacerdotal para Dios, su Padre. ¡A Él sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos! Amén.

Él viene entre las nubes y todos lo verán, aún aquéllos que lo habían traspasado. Por Él se golpearán el pecho todas las razas de la tierra. Sí, así será. Amén.

Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, el que es, el que era y el que viene, el Todopoderoso.

Misa vespertina de la Cena del Señor 

PRIMERA LECTURA

Prescripciones sobre la cena pascual.

Lectura del libro del Éxodo 12, 1-8. 11-14

El Señor dijo a Moisés y a Aarón en la tierra de Egipto: Este mes será para ustedes el mes inicial, el primero de los meses del año. Digan a toda la comunidad de Israel:

“El diez de este mes, consíganse cada uno un animal del ganado menor, uno para cada familia. Si la familia es demasiado reducida para consumir un animal entero, se unirá con la del vecino que viva más cerca de su casa. En la elección del animal tengan en cuenta, además del número de comensales, lo que cada uno come habitualmente.

Elijan un animal sin ningún defecto, macho y de un año; podrá ser cordero o cabrito. Deberán guardarlo hasta el catorce de este mes, y a la hora del crepúsculo, lo inmolará toda la asamblea de la comunidad de Israel. Después tomarán un poco de su sangre, y marcarán con ella los dos postes y el dintel de la puerta de las casas donde lo coman. Y esa misma noche comerán la carne asada al fuego, con panes sin levadura y verduras amargas.

Deberán comerlo así: ceñidos con un cinturón, calzados con sandalias y con el bastón en la mano. Y lo comerán rápidamente: es la Pascua del Señor.

Esa noche Yo pasaré por el país de Egipto para exterminar a todos sus primogénitos, tanto hombres como animales, y daré un justo escarmiento a los dioses de Egipto. Yo soy el Señor.

La sangre les servirá de señal para indicar las casas donde ustedes estén. Al verla, Yo pasaré de largo, y así ustedes se librarán del golpe del Exterminador, cuando Yo castigue al país de Egipto.

Éste será para ustedes un día memorable y deberán solemnizarlo con una fiesta en honor del Señor. Lo celebrarán a lo largo de las generaciones como una institución perpetua”.

SALMO RESPONSORIAL 115, 12-13. 15-16bc. 17-18

R/. ¿Con qué pagaré al Señor todo el bien que me hizo?

¿Con qué pagaré al Señor todo el bien que me hizo? Alzaré la copa de la salvación e invocaré el nombre del Señor.

¡Qué penosa es para el Señor la muerte de sus amigos! Yo, Señor, soy tu servidor, lo mismo que mi madre: por eso rompiste mis cadenas.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza, e invocaré el nombre del Señor. Cumpliré mis votos al Señor, en presencia de todo su pueblo.

SEGUNDA LECTURA

Siempre que coman este pan y beban este cáliz, proclamarán la muerte del Señor.

Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 11, 23-26

Hermanos:

Lo que yo recibí del Señor, y a mi vez les he transmitido, es lo siguiente:

El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó el pan, dio gracias, lo partió y dijo: Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía.

De la misma manera, después de cenar, tomó la copa, diciendo: Esta copa es la Nueva Alianza que se sella con mi Sangre. Siempre que la beban, háganlo en memoria mía.

Y así, siempre que coman este pan y beban esta copa, proclamarán la muerte del Señor hasta que Él vuelva.

EVANGELIO

Misa Crismal

ACLAMACIÓN AL EVANGELIO   Is 61, 1

El Espíritu del Señor está sobre mí; Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres.

EVANGELIO

El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas   4, 16-21

Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:

El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor.

Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en Él. Entonces comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír.

Misa vespertina de la Cena del Señor 

ACLAMACIÓN AL EVANGELIO Jn 13, 34

Les doy un mandamiento nuevo: Ámense los unos a los otros, como Yo los he amado, dice el Señor.

EVANGELIO

Los amó hasta el fin.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 13, 1-15

Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, Él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin.

Durante la Cena, cuando el demonio ya había inspirado a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarlo, sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos y que Él había venido de Dios y volvía a Dios, se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura. Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura.

Cuando se acercó a Simón Pedro, éste le dijo: ¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?

Jesús le respondió: No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero después lo comprenderás.

No, le dijo Pedro, ¡Tú jamás me lavarás los pies a mí!

Jesús le respondió: Si Yo no te lavo, no podrás compartir mi suerte.

Entonces, Señor, le dijo Simón Pedro, ¡no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza!

Jesús le dijo: El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está completamente limpio. Ustedes también están limpios, aunque no todos. Él sabía quién lo iba a entregar, y por eso había dicho: No todos ustedes están limpios.

Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: ¿comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y tienen razón, porque lo soy. Si Yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que Yo hice con ustedes.

La reflexión del padre Adalberto Sierra

Resulta del todo inevitable comparar en este día la Pascua judía y la Pascua cristiana. En ambas se pasa de la servidumbre al servicio, de la experiencia de muerte a la experiencia de salvación, del miedo a la seguridad. Pero también hay contrastes entre ellas. Resumamos así:
• De la liberación por el poder («plagas») a la liberación por el amor (entrega).
• De la salvación de morir a la salvación de la muerte.
• De la cena pascual «memorial» a la cena pascual también «sacramental».
En su Pascua, los judíos comen la carne del cordero que cada familia se procura; en la Pascua de los cristianos, el «cordero» es provisto por Dios. En resumen, pasamos de la Pascua promesa a la Pascua cumplimiento. Las promesas contenidas en la Ley y los profetas, hechas en otro tiempo a Abraham y su descendencia y confirmadas a la descendencia de David, y el reinado de Dios en la historia humana, se cumplen definitivamente.

1. Primera lectura (Éxo 12,1-8.11-14).
La Pascua se presenta como memorial de la salida liberadora (éxodo) de Israel desde la opresión en el país de la esclavitud hacia la prometida tierra de la libertad y la vida.
1. La historia vuelve a comenzar a partir del éxodo («primer mes del año»).
2. El cordero para la cena debe llenar estos requisitos básicos: Integridad («sin defecto» físico), vitalidad: «macho» (fuente de vida) y novedad («de un año», joven).
3. La carne se compartirá: «Asada» (fuego que cuece y purifica), «con pan ázimo» (no fermentado, incorrupto y nuevo) y «con verduras amargas» (conmemoración del amargo pasado).
4. Se utiliza su sangre para distinguir a los israelitas de sus enemigos, y así salvar sus vidas.
5. Se come en estas condiciones: «Cintura ceñida» (presteza para salir, alimento para el camino), «sandalias puestas» (calzados como libres y para un largo viaje), «bastón en mano» (bártulo para enfrentar peligros durante el viaje) y «a toda prisa» (disfrutando la ocasión del «paso» del Señor).
6. Se entiende como confrontación entre el Señor que libera y salva y los ídolos que legitiman la esclavitud y la muerte, batalla que los ídolos tienen perdida, porque la victoria del Señor es más que segura, no solo porque su causa es la justa, sino porque ella responde al anhelo del pueblo.

2. Segunda lectura (1Cor 11,23-26).
El apóstol presenta la eucaristía como el memorial de la muerte salvadora de Jesús para que los discípulos renovemos así la memoria de su entrega y nos asociemos a ella (renovando así también la opción del bautismo, que es irrepetible, pero que, conmemorándolo, se puede renovar).
• El pan partido para ser compartido es signo del «cuerpo» (la persona) del Señor. Comerlo es asimilarlo como norma de sana convivencia, rompiendo así con los valores de una sociedad que, por ser injusta, frustra las aspiraciones con las cuales los seres humanos se asocian para convivir. El «cuerpo entregado» es signo del don de sí mismo para ponerse al servicio de la vida de otros, lo que genera una convivencia humana, solidaria y en la que todos pueden realizarse.
• La copa para ser compartida expresa la nueva y definitiva relación de todos con Dios, basada en la «sangre» (el Espíritu) de Jesús. Beberla es interiorizar el Espíritu, y este elimina el pecado en su raíz y genera el hombre nuevo y definitivo, el hombre-espíritu. La «sangre derramada» es signo del don del Espíritu Santo de Jesús, que se transmite por ese servicio generoso, universal y constante, que parte del interior de cada persona y genera una nueva humanidad.
Comer del pan y beber de la copa entraña la proclamación de «la muerte del Señor» con todo lo que ella implica, sus antecedentes (sus obras) y sus consecuencias: su reivindicación y el don del Espíritu a toda la humanidad. Y esto se prolongará a lo largo de toda la historia de la humanidad. La comunidad que celebra la eucaristía se convierte en profecía de la nueva humanidad.

3. Evangelio (Jn 13,1-15).
La nueva Pascua consiste en pasar de la complicidad con la injusticia («de este mundo») a la vida nueva y definitiva por amor («al Padre»). Ese paso entraña un conflicto:
1. La idolatría del dinero desplazó del templo al Padre (cf. 2,16), impuso su satánico dominio de violencia y de mentira (cf. 8,44), e incapacitó a «los hombres» para oír el mensaje de Jesús (cf. 12,37-43). El dinero somete y esclaviza mucho más al ser humano que el dominio del faraón.
2. Dado que Judas seguía leal al «mundo» –ese ámbito social basado en el dinero– y nunca quiso romper esa lealtad (cf. 12,6), había decidido entregar a Jesús. La cercanía de Jesús a él no le bastó, nunca se convirtió, y siguió dándole su adhesión a los valores en los que siempre había creído.
3. Simón Pedro vivía en la ambigüedad: decía amar al Señor, pero no aceptaba que había que dar la propia vida en el servicio por los demás. Por eso se rehusaba a que Jesús le expresara su amor en forma de servicio (cf. 13,6); prefería los criterios de la sociedad estratificada (amos-siervos).
4. En contraste, Jesús sabe claramente que el cumplimiento de las promesas y la realización del designio del Padre están en sus manos, que él es «Hijo» de Dios y que su destino es la gloria del Padre, que por fidelidad a ese Padre quiere mostrar el amor universal como un servicio a la vida, y que la verdad de Dios, su amor fiel, no es negociable y se ha de mantener «hasta el fin».
• Él es «el maestro», y en tal condición sirve; quien lo acepte como maestro se hará su discípulo aceptando y siguiendo su ejemplo de servicio. Es impensable ser discípulo suyo («tener parte» con él) sin aceptar el servicio de Jesús y prolongarlo en el servicio a los demás. La igualdad entre los servidores es también exigencia del amor (cf. 15,15).
• Él es «el Señor» (hombre libre), y desde su libertad sirve; quien quiera participar de su señorío ha de hacerlo sirviendo con libertad y a favor de la libertad. La dicha del discípulo consiste en la libertad con la que procede, sin necesidad de que le asignen una norma de conducta. El servicio de libre iniciativa es fuente de verdadera felicidad (cf. 13,17).
• La Pascua nueva y definitiva implica, sí, el antagonismo del Señor con los ídolos rivales de su Padre, pero no la destrucción de «los hombres». Él está dispuesto a entregarse para dar a todos –también a «los hombres»– la oportunidad de ser libres y tener verdadera vida (salvarse). El Hijo de Dios no vino a condenar, sino a salvar (cf. 3,17).

Jesús convoca una comunidad de hombres libres («señores») e iguales («discípulos»), y establece el principio de que no es feliz quien domina sino quien sirve. No es cuestión de ser superiores o dueños de los demás, sino hermanos, como los hijos del mismo Padre.
La Iglesia conmemora hoy tres instituciones: el ministerio cristiano como prolongación libre del ministerio de Jesús; el «mandamiento nuevo» («nuevo», porque no es impuesto) del amor como expresión libre del discipulado cristiano; y la institución de la eucaristía –que contiene los otros dos– como la cena pascual de los hombres plenamente libres.
El ministerio cristiano no es título de superioridad ni garantía de privilegio, es servicio por amor entre iguales («hermanos») al estilo del Maestro y Señor de todos, Jesús. La cena pascual cristiana es profecía de la nueva humanidad y compromiso de fe para construir la nueva convivencia. La eucaristía es alimento y norma de vida para el discípulo. Hacerla solamente objeto de culto, sin referencia alguna con la vida, es desvirtuar su sentido y profanar su realidad. Por eso, al recibir el sacramento, decimos «amén» para significar nuestra comunión de Espíritu y vida con Jesús.

Detalles

Fecha:
14 abril, 2022
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