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ORACIÓN POR EL SÍNODO DE LA SINODALIDAD

Estamos ante ti, Espíritu Santo, reunidos en tu nombre.
Tú que eres nuestro verdadero consejero: ven a nosotros, apóyanos, entra en nuestros corazones. Enséñanos el camino, muéstranos cómo alcanzar la meta. Impide que perdamos el rumbo como personas débiles y pecadoras.
No permitas que la ignorancia nos lleve por falsos caminos.
Concédenos el don del discernimiento, para que no dejemos que nuestras acciones se guíen por perjuicios y falsas consideraciones.
Condúcenos a la unidad en ti, para que no nos desviemos del camino de la verdad y la justicia, sino que en nuestro peregrinaje terrenal nos esforcemos por alcanzar la vida eterna. Esto te lo pedimos a ti, que obras en todo tiempo y lugar, en comunión con el Padre y el Hijo por los siglos de los siglos. Amén.

 

Exhortación Apostólica Laudate Deum | Síntesis y reflexión del Cardenal Luis José Rueda Aparicio

 

San José Patrono de la Iglesia universal

 
 
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Viernes de la séptima semana de Pascua / San Carlos Lwanga y compañeros, mártires

PRIMERA LECTURA

Jesús que murió y que Pablo asegura que vive.

Lectura de los Hechos de los Apóstoles     25, 13b-21

El rey Agripa y Berenice llegaron a Cesarea y fueron a saludar a Festo. Como ellos permanecieron varios días, Festo expuso al rey el caso de Pablo, diciéndole:

“Félix ha dejado a un prisionero, y durante mi estadía en Jerusalén, los sumos sacerdotes y los ancianos de los judíos, presentaron quejas pidiendo su condena. Yo les respondí que los romanos no tienen la costumbre de entregar a un hombre antes de enfrentarlo con sus acusadores y darle la oportunidad de defenderse.

Ellos vinieron aquí, y sin ninguna demora, me senté en el tribunal e hice comparecer a ese hombre al día siguiente. Pero cuando se presentaron los acusadores, éstos no alegaron contra él ninguno de los cargos que yo sospechaba. Lo que había entre ellos eran no sé qué discusiones sobre su religión, y sobre un tal Jesús que murió y que Pablo asegura que vive.

No sabiendo bien qué partido tomar en un asunto de esta índole le pregunté a Pablo si quería ir a Jerusalén para ser juzgado allí. Pero como éste apeló al juicio de Su Majestad imperial, yo ordené que lo dejaran bajo custodia hasta que lo enviara al Emperador”.

SALMO RESPONSORIAL    102, 1-2. 11-12. 19-20ab

R/. ¡El Señor tiene su trono en el cielo!

Bendice al Señor, alma mía, que todo mi ser bendiga a su santo Nombre; bendice al Señor, alma mía, y nunca olvides sus beneficios.

Cuanto se alza el cielo sobre la tierra, así de inmenso es su amor por los que lo temen; cuanto dista el oriente del occidente, así aparta de nosotros nuestros pecados.

El Señor puso su trono en el cielo, y su realeza gobierna el universo. ¡Bendigan al Señor, todos sus ángeles, los fuertes guerreros que cumplen sus órdenes!

EVANGELIO

ACLAMACIÓN AL EVANGELIO     Jn 14, 26

Aleluya.

El Espíritu Santo les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho. Aleluya.

EVANGELIO

Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan   21, 1. 15-19

Habiéndose aparecido Jesús resucitado a sus discípulos, después de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?”

Él le respondió: “Sí, Señor, Tú sabes que te quiero”.

Jesús le dijo: “Apacienta mis corderos”.

Le volvió a decir por segunda vez: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”

Él le respondió: “Sí, Señor, sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejas”.

Le preguntó por tercera vez: “Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?”

Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le dijo: “Señor, Tú lo sabes todo; sabes que te quiero”.

Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejas.

Te aseguro que cuando eras joven, tú mismo te vestías e ibas a donde querías. Pero cuando seas viejo, extenderás tus brazos, y otro te atará y te llevará a donde no quieras”.

De esta manera, indicaba con qué muerte Pedro debía glorificar a Dios. Y después de hablar así, le dijo: “Sígueme”.

La reflexión del padre Adalberto Sierra

Las familias de los reyes eran de costumbres sexuales nada convencionales. Herodes Antipas ya había tomado por esposa a la mujer de su hermano Filipo (cf. Lc 3,1.19), ahora Herodes Agripa, biznieto de Herodes el Grande (cf. Lc 1,5) tomó por mujer a su hermana Berenice. Este es aquel ante quien Pablo expone su defensa. El discernimiento del designio de Dios se hace a menudo en circunstancias aparentemente adversas, que, por contraste, permiten ver con mayor claridad. Eso es lo que acontece con Pablo.
La unidad del discípulo con Jesús y con el Padre requiere la sintonía espiritual, es decir, «la unidad que crea el Espíritu» (Efe 4,3), el amor, que se manifiesta de dos modos: identificación y entrega. Cuando Jesús dice: «yo y el Padre somos uno» (Jn 10,30) se refiere a la identificación del Hijo en relación con su Padre (cf. Jn 5,19-20); y cuando dice: «yo estoy en el Padre y el Padre en mí» (Jn 14,10), aludiendo a su mensaje y a sus obras, se refiere a la entrega del Padre a través de su Hijo. Ese mismo amor une al discípulo con Jesús, su Maestro.

1. Primera lectura (Hch 25, 13b-21).
Como los judíos intentaban matar a Pablo, el comandante romano Lisias lo sacó de Jerusalén y lo llevó a Cesarea, sede de la máxima autoridad romana en Judea, y allí se prosiguió el juicio en contra de Pablo, que fue retenido en la cárcel por el gobernador Félix, y luego por Porcio Festo, «para congraciarse con los judíos». Acorralado, Pablo apeló al César (cf. 23,12-25,12, omitido).
Pablo ha venido tomando conciencia, cada vez con más claridad, de que su misión es evangelizar a los paganos, y que son ellos los que lo van a librar de la hostilidad de los suyos. Esto es lo que significa su apelación al César: pone la suerte de la misión en manos de los paganos. Cuando, en ocasión de sus cumpleaños, el rey Agripa y Berenice fueron a felicitar al gobernador, este expuso el caso de Pablo al rey. Hay que notar la forma como Festo sintetiza el asunto:
1. Se trataba de controversias judías acerca de su propia religión (que es la misma de Agripa y de su hermana-esposa Berenice). Además de señalar el aspecto polémico, el término que utiliza para «religión» (griego δεισιδαιμονία), que significa «temor a los demonios», revela la concepción que el gobernador romano tiene de la religión.
2. «Un tal Jesús que había muerto, pero que Pablo insistía en que estaba vivo». A ojos del pagano, Jesús no aparece en primer lugar, sino la «religión». No resalta el énfasis en el testimonio a favor de la persona de Jesús, sino en la disputa sobre el hecho de la resurrección. El gobernador quedó perdido en semejante discusión, indicio de que no recibió claramente el mensaje. Por lo mismo, la fe se le hizo completamente inaccesible.
3. En razón de su perplejidad, Festo decidió darle al asunto el manejo judicial que consideraba de su competencia, y, en ese mismo plano, Pablo optó por el manejo jurídico según las leyes del imperio y, como ciudadano romano (distanciándose de la Ley y de su pueblo), y apeló al César, a lo que tenía derecho como ciudadano. Y así estaban las cosas hasta la visita de Herodes.

2. Evangelio (Jn 21,1a.15-19).
Después de la comida juntos, que significa la cena eucarística, Jesús entabla un diálogo con Pedro para curarlo de su afán protagonista, de su concepción del Mesías, y de su modo de entender la salvación. Así lo capacita para el seguimiento y para la evangelización y la pastoral. La misión no depende de iniciativas más o menos espontáneas y de cálculos humanos, sino de la adhesión por amor a Jesús y de la fidelidad a él como amigo (igual), en un constante proceso de identificación.
Jesús lo llama Simón de Juan: él era discípulo de Juan, había roto con la sociedad judía, pero no prestó oídos al testimonio de Juan respecto de Jesús. Él estaba dispuesto a aceptar un Mesías de poder, no de amor, y por eso renegó de Jesús cuando vio que él se entregó a servir hasta dar su vida por todos. Él pretendía descollar en medio del grupo, ahora Jesús lo enfrenta con su propia actitud delante de los demás. Pedro sabe que no puede mantener esa actitud, porque fue el único que lo negó. Él reconoce que su pretensión de singularidad carece de todo fundamento.
Jesús le pregunta si lo ama (ἀγαπάω), y él le responde que lo quiere (φιλέω): se declara su amigo. Jesús le propone una prueba: procurar la vida de los demás, comenzando por los más pequeños («corderos»). Es importante señalar que Jesús lo encarga de sus corderos, sin limitación de época (cf. 10,16). Esto equivale a pescar echando la red a la derecha de la barca (cf. 21,6).
La segunda vez, le repite y concreta la pregunta –porque ya no lo compara con los otros– y la respuesta de Pedro es la misma: se declara su amigo y se remite a su saber. Ahora varía la prueba que Jesús le propone: «pastorear» significa dar la vida por sus «ovejas», refiriéndose a los adultos, tanto de Israel como de otros pueblos (como los «peces grandes»: cf. 21,11). Así debe superar el miedo a la muerte y el nacionalismo excluyente.
La tercera vez, Jesús asume las palabras de Pedro y le pregunta «¿me quieres»? Él se entristece, porque ser su amigo significa renunciar al concepto del Mesías de poder, al afán de superioridad, y a la salvación forzada (cf. 13,6-10). Esta es la primera vez que se usa el sobrenombre «Pedro» en este episodio, indicio de que la obstinación de Simón está en juego. Él admite que Jesús lo conoce mejor que lo que él se conoce a sí mismo (cf. 2,24-25), y que Jesús sabe que lo quiere. La prueba que Jesús le propone ahora es una síntesis de las dos anteriores: «apacienta», de la primera, y «mis ovejas», de la segunda; de esta forma, los abarca a todos.
Finalmente, le anuncia que dará su vida en la cruz («extenderás los brazos»); y entonces, sabiendo que eso es lo que le espera, tendrá que renunciar a todo afán de protagonismo, aceptar al Mesías entregado y comprobar que la salvación no es por la vía del poder, sino por la entrega de amor. Su vida terrena concluirá con un suplicio impuesto, que él aceptará como Jesús aceptó el suyo (cf. 12,33). Así resplandecerá en él la gloria de Dios.
Ahora está listo para el seguimiento (cf. 13,36). Y Jesús lo invita: «Sígueme».

Dos interrogantes, para examinar nuestra «pesca» por la transmisión del mensaje:
1. ¿Es transmisión de una religión plagada de temores a unos supuestos «dioses» («demonios») que reclaman sacrificios humanos? Eso legitimaría los fanatismos de cuño religioso.
2. ¿Es divulgación de una doctrina de la cual habría que convencer a los demás y cuya custodia exigiría sometimiento sin análisis? Eso legitimaría la pasividad que despersonaliza.
Dos más, para examinar nuestra «pastoral», por el apacentamiento y el pastoreo:
1. ¿Tiene como fundamento el amor a Jesús, Mesías crucificado y resucitado?, ¿o es una iniciativa individual o grupal desvinculada del Señor, de su obra o de su mensaje?
2. ¿Privilegia a los últimos («corderos») con el propósito de llevarlos a su plena madurez, y busca el pleno desarrollo de todos, como manifestación de amor al Señor y de amistad con él?
También a nosotros, en la eucaristía, el Señor quiere capacitarnos para el auténtico discipulado, para el auténtico seguimiento. Abandonando todo afán de protagonismo, aceptando al Mesías entregado, y dedicándonos a salvar, es decir, a dar vida por amor, y no a dominar, realizaremos nuestra misión como fruto de nuestra comunión con el Señor.

Detalles

Fecha:
3 junio, 2022
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