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ORACIÓN POR EL SÍNODO DE LA SINODALIDAD

Estamos ante ti, Espíritu Santo, reunidos en tu nombre.
Tú que eres nuestro verdadero consejero: ven a nosotros, apóyanos, entra en nuestros corazones. Enséñanos el camino, muéstranos cómo alcanzar la meta. Impide que perdamos el rumbo como personas débiles y pecadoras.
No permitas que la ignorancia nos lleve por falsos caminos.
Concédenos el don del discernimiento, para que no dejemos que nuestras acciones se guíen por perjuicios y falsas consideraciones.
Condúcenos a la unidad en ti, para que no nos desviemos del camino de la verdad y la justicia, sino que en nuestro peregrinaje terrenal nos esforcemos por alcanzar la vida eterna. Esto te lo pedimos a ti, que obras en todo tiempo y lugar, en comunión con el Padre y el Hijo por los siglos de los siglos. Amén.

 

Exhortación Apostólica Laudate Deum | Síntesis y reflexión del Cardenal Luis José Rueda Aparicio

 

San José Patrono de la Iglesia universal

 
 
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Viernes Después de Ceniza 04 de Marzo. Año Par

PRIMERA LECTURA

Éste es el ayuno que Yo amo.

Lectura del libro de Isaías 58, 1-9a

Así habla el Señor Dios:

¡Grita a voz en cuello, no te contengas, alza tu voz como una trompeta: denúnciale a mi pueblo su rebeldía y sus pecados a la casa de Jacob!

Ellos me consultan día tras día y quieren conocer mis caminos, como lo haría una nación que practica la justicia y no abandona el derecho de su Dios; reclaman de mí sentencias justas, les gusta estar cerca de Dios:

“¿Por qué ayunamos y Tú no lo ves, nos afligimos y Tú no lo reconoces?”

Porque ustedes, el mismo día en que ayunan, se ocupan de negocios y maltratan a su servidumbre. Ayunan para entregarse a pleitos y querellas y para golpear perversamente con el puño.

No ayunen como en esos días, si quieren hacer oír su voz en las alturas. ¿Es éste acaso el ayuno que Yo amo, el día en que el hombre se aflige a sí mismo?

Doblar la cabeza como un junco, tenderse sobre el cilicio y la ceniza: ¿a eso lo llamas ayuno y día aceptable al Señor?

Éste es el ayuno que Yo amo –oráculo del Señor-: soltar las cadenas injustas, desatar los lazos del yugo, dejar en libertad a los oprimidos y romper todos los yugos; compartir tu pan con el hambriento y albergar a los pobres sin techo; cubrir al que veas desnudo y no despreocuparte de tu propia carne.

Entonces despuntará tu luz como la aurora, y tu llaga no tardará en cicatrizar; delante de ti avanzará tu justicia, y detrás de ti irá la gloria del Señor.

Entonces llamarás, y el Señor responderá; pedirás auxilio, y Él dirá: “¡Aquí estoy!”

SALMO RESPONSORIAL 50, 3-6a. 18-19

R/¡Tú no desprecias un corazón contrito, Señor!

¡Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad, por tu gran compasión, borra mis faltas! ¡Lávame totalmente de mi culpa, y purifícame de mi pecado!

Porque yo reconozco mis faltas y mi pecado está siempre ante mí. Contra ti, contra ti solo pequé e hice lo que es malo a tus ojos.

Los sacrificios no te satisfacen; si ofrezco un holocausto, no lo aceptas: mi sacrificio es un espíritu contrito, Tú no desprecias el corazón contrito y humillado.

EVANGELIO

VERSÍCULO ANTES DEL EVANGELIO Cf. Am 5, 14

Busquen el bien y no el mal, para que tengan vida, y así el Señor estará con ustedes.

EVANGELIO

Llegará el momento en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán.

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 9, 14-15

Se acercaron a Jesús los discípulos de Juan el Bautista y le dijeron: “¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos mucho mientras que tus discípulos no ayunan?”

Jesús les respondió: “¿Acaso los amigos del esposo pueden estar tristes mientras el esposo está con ellos? Llegará el momento en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán”.


La reflexión del padre Adalberto Sierra

Las prácticas de piedad adolecen de una lamentable ambigüedad; así como expresan la fe pueden camuflar la hipocresía religiosa. Y, cuando se las constituye en valores absolutos, pueden llegar a sustituir la fe. Es lamentable el espectáculo de personas despiadadas que posan de piadosas, porque su conducta descalifica la piedad que aparentan, y hasta desacredita el nombre mismo de Dios. Por eso los profetas, tanto los de la antigua como los de la nueva alianza, rechazan con energía la hipocresía religiosa.
En este tiempo de Cuaresma hay que examinar sinceramente la coherencia entre las expresiones de la vida de fe y la convivencia con los demás. La fe verdadera se refleja en el hecho de hacer justas y más humanas las relaciones de convivencia social.

1. Primera lectura (Isa 58,1-9a).
La trompeta que antier sonaba para convocar al pueblo a pedir perdón resuena hoy en la voz del profeta para denunciar los delitos del pueblo. El gran obstáculo es la insinceridad. El ayuno era un reconocimiento de culpa delante del Señor, una expresión de duelo por el pecado cometido y una manifestación de arrepentimiento. Se entendía que los males eran castigo por los pecados. El objetivo del ayuno era suscitar la compasión del Señor y lograr su misericordia en la aflicción.
Este es un pueblo que manifiesta mucha religiosidad: consulta la palabra del Señor, da muestras de querer conocer su camino, pide educación en la justicia, como si estuviera interesado en ser justo y fiel a la alianza para estar cerca de Dios. No solo eso, se atreve a reclamarle a Dios porque, al parecer, es él quien está incumpliendo el pacto. En concreto, se trata del ayuno que se hacía «una vez al año» (Lev 16,34), el día de la expiación (cf. Lev 16,29.31; 23,27.29.32; Núm 29,7).
Dios reconoce su práctica de piedad, pero la contrasta con su vida y su convivencia: los mueve el propio interés y acosan a sus sirvientes; ayunan entre riñas y disputas, golpeándose sin piedad unos a otros. Ese ayuno, acompañado de un griterío (que no es oración), se escucha, pero no se acoge en el cielo. No han entendido cuál es el ayuno que el Señor desea; no comprenden cuál es la penitencia que Dios espera. No se trata de ceremonias rituales ni de autoinfligirse castigos, eso no es lo que le agrada al Señor. Lo menos importante de ese ayuno es la privación de alimento.
El ayuno que Dios estableció para expiar los pecados consiste en restituirles su libertad a los injustamente encarcelados y a los oprimidos, a todos los cautivos; en vez de privarse del alimento, que lo compartan, para que todos coman; en vez de reñir los unos contra los otros, socorrer a los que han desamparado. En síntesis, abrirse al semejante. Eso es lo que expía el pecado.
Ese ejercicio de misericordia, que humaniza la convivencia, hace que el ser humano sea justo y refleje la gloria de Dios (cf. Sal 12,4), el hombre viviente, cuando se hace mejor conviviente, le añade calidad humana a su propia vida («carne sana»): en su avanzada va su propia justicia, y en su retaguardia la gloria del Señor (cf. Sal 85,9-14; 97,2.11). Así su oración no encuentra tropiezo. No es preciso gritar (oración clamorosa), basta llamar (oración sosegada), y la respuesta del Señor será pronta. El verdadero obstáculo que encuentra la oración no es indiferencia de parte de Dios, sino la indiferencia del ser humano en relación con su semejante.

2. Evangelio (Mt 9,14-15).
Para los tiempos de Jesús, la práctica anual del ayuno se había convertido en una práctica habitual de los fariseos (cf. Lc 18,12: «dos veces por semana»), pero esto no los hacía más incluyentes ni compasivos (cf. Mt 9,10-13). Sin embargo, gracias a la fama de santidad que cultivaban con sus expresiones de piedad, ejercían enorme influjo sobre el pueblo. Tanto, que lograron absorber el movimiento que encabezó Juan Bautista. No pudieron implicar a Juan (cf. Mt 3,7-9), pero sí a muchos de sus seguidores, que nunca se hicieron discípulos de Jesús. Estos se le acercan a Jesús (deja dicho el evangelista que están distantes de él) para hacerle un reproche: mientras ellos y los fariseos ayunan, los discípulos de Jesús no lo hacen en absoluto. Aquí se entiende la distancia entre ellos y Jesús: este no les parece piadoso. Identifican la piedad con las prácticas piadosas.
Ellos juzgan censurables los criterios y la conducta de Jesús y sus discípulos, los condenan como religiosamente incorrectos, e implícitamente los descalifican como impíos. Estos «discípulos de Juan» que cuestionan a Jesús se constituyen a sí mismos en la medida de lo correcto e incorrecto («¿por qué nosotros y los fariseos… mientras tus discípulos no…»). Suponen que ellos están en lo ajustado a la Ley y que, por ese motivo, los demás deben pensar y portarse como ellos. No se les ocurre la posibilidad de una alternativa. Y, si ella ocurre, no están abiertos a examinarla.
La respuesta de Jesús se remite a la experiencia de Dios. Él y sus discípulos tienen otra relación con Dios. Se trata de la nueva alianza, la fiesta de bodas, que excluye toda tristeza y manifestación de duelo. El ayuno es eso, expresión de duelo, lo cual es incompatible con la nueva relación con Dios, que es de alegría, la alegría de la salvación. Por eso no pueden hacer duelo («ayunar»). Sin embargo, señala «un día» –el día de su muerte («cuando les arrebaten el novio»)– en el que sus discípulos sí harán duelo. Pero solo será «un día», porque él no permanecerá muerto, resucitará. Jesús no censura que ellos ayunen, sino que intenten imponer su praxis a otros.
El asunto se resuelve, pues, no en el distinto concepto de Dios, sino –más profundamente– en la auténtica experiencia de Dios. Si Dios quiere entablar con la humanidad una relación basada en la libertad, la vida, la amistad, la alegría («la boda»), quien así lo experimenta se relaciona de esa manera con él y con sus semejantes, y excluye de esa relación toda expresión de aflicción.

Las expresiones de piedad deben atenerse al viejo aforismo según el cual la praxis de la oración debe ser coherente con la vida de fe («lex orandi lex credendi»). Esto vale no solo para los diferentes ejercicios de piedad, sino, sobre todo, para su contenido. Es lo que se deriva de la respuesta de Jesús. A pesar de la exigencia de solidaridad y de justicia que aparece en el texto de Isaías, los evangelistas nunca echan mano de él para justificar el ayuno, porque la concepción misma de ese ejercicio no es acorde con la nueva relación con Dios. El ayuno, pues, tiene valor como ejercicio humano para fortalecer la voluntad y el dominio de sí, como praxis sanitaria para conservar o defender la salud física, y, sobre todo, como expresión de solidaridad con los que sufren (huelga de hambre, protesta contra la injusticia, lucha contra el hambre), pero no cualifica la relación del hombre con Dios, «porque al fin y al cabo no reina Dios por lo que uno come o bebe, sino por la honradez, la paz y la alegría que da el Espíritu Santo»(Rom 14,17). «No será la comida lo que nos recomiende ante Dios: ni por privarnos de algo somos menos, ni por comerlo somos más» (1Cor 8,8). Pero sí el amor y sus manifestaciones; a mayor amor, más «hijos» de Dios. Lo que nos recomienda ante Dios es el amor, y si el ayuno es expresión de amor, vale.
El ayuno propuesto para la cuaresma debe ser de inspiración y de expresión acorde con la buena noticia y la nueva alianza. Por eso, además de libre e interior, debe ser alegre (cf. Mt 6,17-18), con la dicha de las bienaventuranzas.

Detalles

Fecha:
4 marzo, 2022
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