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ORACIÓN POR EL SÍNODO DE LA SINODALIDAD

Estamos ante ti, Espíritu Santo, reunidos en tu nombre.
Tú que eres nuestro verdadero consejero: ven a nosotros, apóyanos, entra en nuestros corazones. Enséñanos el camino, muéstranos cómo alcanzar la meta. Impide que perdamos el rumbo como personas débiles y pecadoras.
No permitas que la ignorancia nos lleve por falsos caminos.
Concédenos el don del discernimiento, para que no dejemos que nuestras acciones se guíen por perjuicios y falsas consideraciones.
Condúcenos a la unidad en ti, para que no nos desviemos del camino de la verdad y la justicia, sino que en nuestro peregrinaje terrenal nos esforcemos por alcanzar la vida eterna. Esto te lo pedimos a ti, que obras en todo tiempo y lugar, en comunión con el Padre y el Hijo por los siglos de los siglos. Amén.

 

Exhortación Apostólica Laudate Deum | Síntesis y reflexión del Cardenal Luis José Rueda Aparicio

 

San José Patrono de la Iglesia universal

 
 
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Martes de la VIII semana del Tiempo Ordinario. Año par

PRIMERA LECTURA

Los profetas vaticinaron sobre la gracia destinada a ustedes. Por lo tanto, pongan toda su esperanza en la gracia.

Lectura de la primera carta del Apóstol san Pedro 1, 10-16

Hermanos:

La salvación ha sido el objeto de la búsqueda y la investigación de los profetas que vaticinaron sobre la gracia destinada a ustedes. Ellos trataban de descubrir el tiempo y las circunstancias señaladas por el Espíritu de Cristo, que estaba presente en ellos, y anunciaba anticipadamente los sufrimientos reservados a Cristo y la gloria que les seguiría. A ellos les fue revelado que estaban al servicio de un mensaje destinado no a sí mismos, sino a ustedes. Y ahora ustedes han recibido el anuncio de ese mensaje por obra de quienes, bajo la acción del Espíritu Santo enviado desde el cielo, les transmitieron la Buena Noticia que los ángeles ansían contemplar.

Por lo tanto, manténganse con el espíritu alerta, vivan sobriamente y pongan toda su esperanza en la gracia que recibirán cuando se manifieste Jesucristo.

Como hijos obedientes, no procedan de acuerdo con los malos deseos que tenían antes, mientras vivían en la ignorancia. Así como Aquél que los llamó es santo, también ustedes sean santos en toda su conducta, de acuerdo con lo que está escrito: “Sean santos, porque Yo soy santo”.

SALMO RESPONSORIAL 97,1-4

R/. ¡El Señor manifestó su victoria!

Canten al Señor un canto nuevo, porque Él hizo maravillas: su mano derecha y su santo brazo le obtuvieron la victoria.

El Señor manifestó su victoria, reveló su justicia a los ojos de las naciones: se acordó de su amor y su fidelidad en favor del pueblo de Israel.

Los confines de la tierra han contemplado el triunfo de nuestro Dios. Aclame al Señor toda la tierra, prorrumpan en cantos jubilosos.

EVANGELIO

ACLAMACIÓN AL EVANGELIO Cf. Mt 11, 25

Aleluya.

Bendito eres, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque revelaste los misterios del Reino a los pequeños. Aleluya.

EVANGELIO

Ustedes recibirán en este mundo el ciento por uno, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro, la Vida eterna.

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 10, 28-31

Pedro le dijo a Jesús: “Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido”.

Jesús respondió: “Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia, desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos y campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna.

Muchos de los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros”.


La reflexión del padre Adalberto Sierra

Todavía tenemos mucho que aprender de los primeros evangelizadores. La nueva realidad que provocó Jesús exigía nuevas expresiones, y esto solo podían hacerlo hombres radicalmente libres como Jesús. Sus primeros discípulos estaban muy condicionados por las categorías culturales y religiosas del mundo judío. Y la buena noticia debía expresarse en categorías universales.
Usar las categorías judías para mostrar la nueva realidad que trae la vida cristiana entrañaba un riesgo, pero, también, era una oportunidad, al partir de lo conocido. La sabiduría consiste en que la nueva experiencia de vida les da un nuevo contenido a las categorías antiguas. Eso permitió ir desarrollando poco a poco un lenguaje propio, cada vez más inserto en las otras culturas y lejano de aquella en la que primero se anunció la buena noticia, con sus correspondientes riesgos.

1Ped 1,10-16.
De la bendición (vv. 3-9), el autor pasa a explicar la razón de ser de la misma ponderando ahora la salvación por la cual da gracias a Dios Padre. Sigue refiriéndose a la «herencia» que él otorgó al resucitar de la muerte a Jesús Mesías, la nueva tierra prometida y la nueva alianza. Téngase en cuenta que la carta se dirige «a los emigrantes dispersos» en países paganos, a creyentes que –tras su conversión– viven como extranjeros en su propia patria, porque ahora son ciudadanos de un nuevo reino, el de Dios. Por tanto, se refiere a la salvación a ellos ofrecida y por ellos acogida.
«Esta salvación» (cf. v. 9) fue objeto de interés e investigación por parte de «ciertos profetas», no de «los profetas», como se solía decir para referirse a los antiguos. Así que se trata de que algunos profetas de las comunidades cristianas anunciaron las conversiones de paganos y los sufrimientos que por esa causa les vendrían a las comunidades que les abrieran los brazos a los paganos; pero también el Espíritu del Mesías los alentaba declarándoles que de esa apertura derivarían triunfos. La indagación de los profetas manifiesta un discernimiento colegiado; el objeto de la indagación eran el tiempo y las circunstancias del oráculo del Espíritu. Y en tal discernimiento recibieron la revelación de que el ministerio profético que entonces ejercían no se refería a ellos mismos, sino a los paganos a quienes ahora se dirige el autor. El hecho realizado confirma la profecía. No está claro en qué consisten los «sufrimientos» anunciados a los profetas, pero sí su motivo, anunciar la buena noticia a los paganos y compartir con ellos las promesas de Dios.
El «Espíritu del Mesías» (v. 11) se identifica con el Espíritu Santo «enviado del cielo» (v. 12). La afirmación implica que el Espíritu, conocido como «de Dios» o «del Señor», es el que «consagra» (hace santos) a los paganos, es decir, los introduce en el ámbito divino por la «aspersión» de la «sangre» de Jesús Mesías (v. 2). Esta acción salvadora que se verificó gracias a Jesús Mesías y que el Espíritu anunció y confirmó consagrando a los paganos se ha hecho visible y eficaz por obra de «los que les trajeron la buena noticia». Hay así una línea de continuidad: el proyecto de Dios Padre, la consagración por el Espíritu, la alianza por la aspersión de la sangre de Jesús (v. 2), y la evangelización por parte de los anunciadores de la buena noticia (v. 12).
La novedad de este hecho es tan real, que ni siquiera los ángeles, que eran considerados expertos en los secretos de Dios, habrían podido imaginarse algo así. Esta es una forma de ponderar cuán sorprendente es –humanamente hablando– el designio que Dios está realizando. Éste es el gran secreto que Dios se tenía reservado: la integración de los paganos para formar su reino.
Los cristianos de origen pagano ahora realizarán su propio éxodo. Los «lomos ceñidos» (cf. Éxo 12,11) era una expresión que se usaba para indicar que se emprendía un largo viaje; al hablar de «ajustar los lomos de la mente» (1Ped 1,13), Pedro muestra el carácter espiritual del nuevo éxodo. Se refiere a la nueva mentalidad con la que habrán de realizar la travesía –ya no del desierto– a lo largo de la historia. Ellos están consagrados a Dios de un modo diferente a como lo estaban los miembros del pueblo de Israel en el Antiguo Testamento:
• El «cíngulo» mental es una imagen de gran hondura. Tener los lomos ceñidos era una actitud de disponibilidad propia de los siervos en relación con sus amos; aquí se habla de la decisión del servicio libre, que expresa el amor disponible para procurar el bien de la humanidad, al estilo del Mesías, y no solo para buscar el bien del connacional o del correligionario.
• La «sobriedad» de vida concreta la opción cristiana por la pobreza, o sea, sobriedad por amor a la humanidad, por solidaridad con los desposeídos. La disposición al servicio indiscriminado se concreta en el desapego en relación con los bienes materiales para dar paso a la generosidad que permite compartir con alegría las bendiciones de Dios para la humanidad.
• La «esperanza» sin reservas en el don que traerá «la manifestación de Jesús Mesías» muestra la insatisfacción del cristiano con respecto de la realidad presente, porque se siente llamado a una vida de superior calidad, y aspira a lograr su plenitud con la certeza de la fidelidad de Dios a sus promesas, y que tendrán su seguro cumplimiento por la fidelidad a Jesucristo.
Su actual condición de «hijos obedientes» es decir, «hijos de la escucha», los opone a su antigua condición de «ignorancia»; o sea, antes no conocían a Dios y eran esclavos de sus impulsos, ahora se espera que no se comporten como siervos temerosos, sino como hombres libres («hijos»), que sean «santos» como Dios, que los llamó. Aunque usa una categoría del Antiguo Testamento –en concreto cita Lev 19,2– en atención al pasado judío (o simpatizante) de sus destinatarios, el autor tiene otro concepto de «santo», como se vio antes (el servicio, la sobriedad y la esperanza).
El tema de la «escucha» (ὑπακοή), que aparece tres veces (cf. 1,2.14.22), contrasta con el tema de la «subordinación» (ὑποτάσσω), que aparece seis veces (cf. 2,13.18; 3,1.5.22; 5,5). El primero se aplica a la relación con Dios como expresión de hombres libres que acogen la «verdad» de Dios; el segundo, a cristianos prudentes que se atienen a las normas de convivencia social para evitar escándalos que desacrediten la buena noticia. Esto último entraña realismo, no concesiones al «mundo» (cf. v. 14). Si Dios ha sido condescendiente con la humanidad, y él es santo, sus «hijos» han de serlo también con libertad, sin rigorismos. Esa «santidad» garantiza que la manifestación de Jesús Mesías traerá el don prometido: la vida eterna.

En las comunidades cristianas también hay profetas. Y estos, guiados por el Espíritu del Mesías, muestran cómo el mensaje del Mesías se va a extender por todo el mundo. Y también anuncian que el mensaje se propagará al mismo precio que tuvo que pagar Jesús en el mundo judío. Por eso, el cristiano tiene el reto de mostrar que es miembro del pueblo misionero de Dios. Y esta demostración la hace él a partir de su consagración a Dios, que se expresa en el servicio, en la sobriedad de vida y en una esperanza a prueba de tribulaciones. Si se separa de la corrupción, no lo hace por puritanismo ni mojigatería, sino por santidad, pero sabe ser condescendiente.
En la celebración de la eucaristía renovamos nuestra vocación a vivir la santidad cristiana, que no consiste en apartarnos de los demás, sino en la entrega de servicio al estilo de Jesús: darnos como él, con libre y generoso desprendimiento de nosotros mismos, para que los demás tengan vida y así logren colmar la esperanza que, por disposición de Dios, anida en sus corazones.

Detalles

Fecha:
1 marzo, 2022
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